Traducción para Rebelión de María Landi
En su grotesca exigencia de que el Real Madrid «se disculpe» por acoger a la activista palestina Ahed Tamimi, Yair Lapid decidió que el evento de Madrid «demuestra la ignorancia que prevalece sobre quienes quieren destruir al Estado de Israel».
Dejemos de lado la cuestión de las capacidades destructivas de una chica de 17 años sin derechos y la paranoia artificial de un político israelí de 55 años. En una competencia por la ignorancia sobre lo que está pasando bajo la ocupación, se puede decir que los anfitriones de Tamimi en Madrid saben mucho más que el líder del centro político de Ramat Aviv Gimel, quien, se puede inferir, nunca ha puesto un pie en Nabi Saleh, hogar de la familia Tamimi. Informado por el ejército, el Shin Bet [servicio secreto] y los medios de comunicación israelíes, evitando reuniones con personas palestinas y visitas a los territorios ocupados −como la mayoría de los políticos israelíes−, Lapid no tiene la menor idea sobre la vida y la gente de este poblado dedicado a la lucha, ni sobre ningún otro lugar palestino situado a media hora de su casa.
La ignorancia de Lapid no es inusual. El lector medio de los periódicos de Europa Occidental sabe más que la mayoría de los israelíes sobre lo que está ocurriendo bajo la ocupación. La verdad desnuda y sencilla es expuesta en la prensa internacional, en tanto que a los ojos de los israelíes está bien oculta y envuelta en alarmismo y mentiras. En Europa occidental no lavan el cerebro a los lectores y lectoras con historias sobre una «terrorista» de 17 años, una «familia de asesinos», una «aldea terrorista», la destrucción de Israel, el terrorismo diplomático o el terrorismo de las cometas. Allí cuentan cómo se ve la vida bajo la ocupación y lo que motiva la oposición a ella.
El Real Madrid ve en Tamimi a una heroína, un símbolo que merece respeto y solidaridad por su legítima oposición al ocupante; un ocupante que invade y oprime a su pueblo con fuerza brutal. ¿Hay alguna otra forma justa de describir la vida en Nabi Saleh? A excepción de Haaretz y de dos o tres periodistas que cubren los territorios ocupados en otros medios de comunicación −y que siguen intentando equilibrar la imagen presentada por Israel con una imagen de la verdad, enfrentando la oposición de sus editores−, la información que sale de los territorios está distorsionada y es engañosa. Todo el mundo es un terrorista. Se levantan por la mañana: terroristas. Se van a dormir: terroristas. Nacidos para matar judíos.
El contexto de la ocupación no tiene cabida en los medios de comunicación israelíes. Las descripciones de la rutina, de la vida cotidiana bajo la ocupación, no tienen público. A nadie le interesan las representaciones de los horrores y crímenes. El Ejército y el Shin Bet son las únicas fuentes de información para casi todo lo que sucede en el campo de refugiados de Balata.
Este lavado de cerebro −que se ha intensificado enormemente desde la segunda intifada− ya no permite hacer descripciones fidedignas sobre la realidad de la vida en Cisjordania y la Franja de Gaza. Israel sólo está preparado para recibir información distorsionada y propaganda que raya en la incitación. Los intentos de describir la pesadilla que es la vida en Gaza, por ejemplo, son mucho más raros en la prensa israelí que en la prensa internacional; y también despiertan la ira y la burla. Los israelíes son firmes en su insistencia en no saber y en encerrarse en su ignorancia.
Israel ha prohibido a los periodistas israelíes entrar en la Franja de Gaza durante los últimos 12 años, y nadie abre la boca. Las ciudades de Cisjordania, así como sus pueblos y campos de refugiados, reciben más visitas de periodistas extranjeros/as que de periodistas israelíes. El resultado: una ignorancia terrible mezclada con prejuicios, estereotipos, miedo, odio, arrogancia y desprecio por todo lo que tenga que ver con los palestinos y palestinas. A falta de contacto directo con ellos/as, la influencia de la incitación en la cosmovisión israelí es decisiva.
Aun así uno podría creer, a riesgo de ser terriblemente ingenuo, que si Lapid −el ex periodista, y no el político− visitara una vez Nabi Saleh, para captar con una mente abierta, no inflamada, el robo violento de las tierras de la aldea, y el retrato del apartheid que es Nabi Saleh junto a la cercana colonia israelí de Halamish, aplaudiría al Real Madrid por su inspiradora bienvenida a la hija de ese poblado, que se atrevió a enfrentarse al ocupante y a vencerle.
Y quizás el hecho de que Tamimi es todo lo que Lapid nunca fue y nunca será −una valiente luchadora dispuesta a pagar un alto precio personal, nacida y criada bajo la ocupación y ahora símbolo de la justa resistencia a ella, en lugar de un niño de oro consentido que nunca tuvo que luchar por nada y que no ha sido dotado de ningún tipo de valentía− es lo que lo está volviendo loco, y con él a la manada de israelíes que le siguen a ciegas.
Publicado en Haaretz el 3/10/2018.