Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
La inseguridad alimentaria de los palestinos ocupó brevemente los titulares de los medios cuando se anunció que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) iba a recortar la ayuda alimentaria por falta de fondos. Se calcula que la medida afectará a 190.000 palestinos de Gaza y la Cisjordania ocupada, 27.000 personas debido a la suspensión de la ayuda alimentaria y 165.000 cuya ayuda se reducirá un 20%.
El PMA atribuyó esta privación selectiva al cese de la ayuda humanitaria de Estados Unidos. Según el director de la organización en el país Stephen Kearney, Estados Unidos «cortó los fondos, no solo de la UNRWA, que trabaja con los refugiados de Gaza, sino también del resto de la comunidad internacional, incluido el PMA». Por cierto, la UNRWA a la que se refiere Kearney no trabaja solo con los refugiados de Gaza, también proporciona unos servicios esenciales a los refugiados palestinos de la Cisjordania ocupada y Jerusalén, Jordania, Líbano y Siria. No se debe considerar el cese de la financiación estadounidense una medida contra Gaza, o lo que es lo mismo, contra Hamas, sino que es, pura y simplemente, una medida antipalestina.
Es un error considerar la cuestión de la inseguridad alimentaria palestina únicamente a la luz de la reducción de la ayuda al PMA. En su último informe el PMA afirmaba que un 22,5 % de los palestinos padecía inseguridad alimentaria debido tanto al acceso limitado, la falta de movilidad y las restricciones económicas como a la disparidad entre los ingresos y el precio de la comida. La culpa de todo ello es directamente de Israel, sobre todo porque antes de la colonización sionista de Palestina su población originaria vivía una vida de relativa abundancia. Muchos recuerdos de palestinos acerca de su tierra muestran la relación entre la tierra y su pueblo en términos de propiedad y cultivo de la tierra. Los sionistas no «hicieron florecer el desierto» como se suele afirmar.
Como la comunidad internacional trabaja a favor de Israel, ha logrado difundir la idea de Palestina como un problema humanitario. Desde 1948 se ha coaccionado a los palestinos para que participen de su propia humillación. Los programas humanitarios, que ya eran limitados incluso antes de que el presidente estadounidense Donald Trump cortara la ayuda financiera estadounidense, han subestimado las expectativas palestinas y eliminado sus derechos, a pesar del hecho de que la connivencia política con el Israel colonial convirtió en refugiados a la población originaria palestina.
Durante décadas los palestinos han tenido que dar prioridad a la supervivencia por delante de la resistencia porque la comunidad internacional decidió exponer el problema de los refugiados para dar cabida a la expansión colonial de Israel. Por mucho que Israel argumente en contra de la UNRWA y la ayuda humanitaria que se brinda a los palestinos, la verdad es que Israel se beneficia de la estrategia que hay detrás de esta agencia de la ONU. La retórica de la comunidad internacional acerca de la descolonización no es más que una floritura de la agenda y es evidente que no tiene intención de conceder a los palestinos sus derechos políticos y mucho menos concederles el espacio necesario para que reclamen sus derechos a partir de su propio relato colectivo.
Por el contrario, constantemente se retrata a los palestinos como una población necesitada y dependiente de la ayuda humanitaria, sin referencia alguna a la violencia política que los obligó a elegir entre alimentos y derechos legítimos. Si no hay una solución política ambas opciones llevarán finalmente a un deterioro aún mayor del pueblo palestino, lo que ocurrirá debido a que en ambos casos se imponen multitud de limitaciones que nunca permitirán la emancipación y la autonomía.
Aunque la ayuda humanitaria es necesaria debido a la ocupación y opresión colonial de Israel, es una fachada que mantiene todas las ramificaciones de la violencia política. Se ha convertido en un ciclo de estadísticas añadidas a datos ya disponibles. Pensar acerca de los palestinos en porcentajes como opuesto a una población a la que se niegan sus derechos políticos normaliza toda la secuencia de violaciones que continúan sufriendo.
Resulta igual de desconcertante observar que si el PMA no se enfrentara a recortes de presupuesto, se habría descartado la actual inseguridad alimentaria considerándola una consecuencia regular del saqueo colonial bajo capa de la «seguridad de Israel». Sin embargo, la crisis de financiación también se normalizará hasta el punto de que en otro breve espacio de tiempo será necesario señalar la inseguridad alimentaria como una noticia más que como un llamamiento a asumir responsabilidades por ella. Hay que preguntarse quién es responsable de esta inseguridad alimentaria, pero es poco probable que se responda honestamente.
Ramona Wadi es una investigadora y periodista independiente, crítica de libros y bloguera. Escribe sobre un amplio abanico de temas relacionados con Palestina, Chile y América Latina.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.