Se han sucedido múltiples intentos para que ambas formaciones entierren el hacha de guerra y formen un gobierno de unidad nacional, algo que ha chocado con la oposición frontal de Israel, que ha preferido jugar a la estrategia de ‘divide y gobierna’.
Fatah y Hamas son las dos principales formaciones palestinas y, desde hace décadas, mantienen una exacerbada lucha por la primacía dentro de la escena política. Su rivalidad viene de lejos y tiene mucho que ver con sus posicionamientos ante el proceso de paz, la relación a mantener con Israel y la naturaleza de un eventual Estado palestino. La Autoridad Palestina ha condenado con tibieza el ataque perpetrado por la organización islamista contra territorio israelí y su presidente Mahmud Abbas ha declarado que “las políticas, programas y decisiones de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) representan al pueblo palestino y no las políticas de ninguna otra organización”.
Esta tensa relación no puede comprenderse sin aportar algunas claves históricas. Hamas es una organización islamista que nació en 1988, poco después del estallido de la primera intifada, a instancias de la rama palestina de los Hermanos Musulmanes. Ese mismo año, la OLP aprobó la Declaración de Argel por la que proclamaba, simbólicamente, la creación de un Estado palestino sobre Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, territorios ocupados por Israel en el curso de la guerra de los Seis Días de 1967. Al mismo tiempo, la central palestina reconoció el derecho a la existencia de Israel y renunció al empleo de la lucha armada o la violencia para lograr dicho objetivo, cumpliendo las condiciones impuestas de Estados Unidos para iniciar un diálogo político e incorporarse al proceso de paz.
Por su parte, Hamas condenó este movimiento y apostó en su Carta Nacional por la yihad para liberar la totalidad de la Palestina histórica, donde pretendía establecer un Estado islámico regido por la sharía. Tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, Hamas acusó a Fatah de haber traicionado a la causa palestina por haber aceptado una autonomía parcial como primer paso para erigir un estado soberano e independiente sobre los territorios ocupados. A partir de aquel momento, la organización islamista emprendió una devastadora campaña de atentados suicidas contra objetivos civiles israelíes para tratar de hacer descarrillar el proceso de paz, algo que logró con la inestimable ayuda de los ultranacionalistas israelíes que, por su parte, acabaron con la vida del primer ministro Isaac Rabin en 1995. Fruto de esta campaña de atentados, Hamas fue incluida en la lista de organizaciones terroristas tanto de los Estados Unidos como de la Unión Europea.
No obstante, tras un proceso de autocrítica debido al fracaso de la Intifada del Aqsa de 2000, la organización islamista decidió distanciarse momentáneamente del terrorismo y se inclinó por una posición más pragmática que le llevó a participar en las elecciones de 2006 al Consejo Legislativo palestino, una entidad creada por los Acuerdos de Oslo que tanto criticaba. En el programa político con el que concurrió a las elecciones aceptó, por primera vez, la creación de un Estado palestino soberano e independiente sobre Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este como fórmula para resolver el conflicto, en consonancia con la posición de Fatah. En aquellos comicios, la formación islamista se impuso holgadamente a su tradicional rival, no sólo porque la población palestina comulgase con sus planteamientos, sino sobre todo por el hartazgo generalizado hacia un proceso negociador que no había impulsado el proyecto nacional palestino, sino que había profundizado la colonización israelí y arraigado el sistema de apartheid. El pragmatismo de Hamas fue premiado por el electorado, que consideró que se distanciaba de sus postulados maximalistas, así como la ineficacia de la Autoridad Palestina fue castigada.
No obstante, las tensiones entre ambas formaciones fueron en aumento hasta que, durante el verano de 2007, se registró un verdadero choque de trenes que a punto estuvo de provocar una guerra civil. Tras varios choques armados, Hamas se hizo con el pleno control de la Franja de Gaza, mientras que Fatah y su Autoridad Palestina afianzaron su posición en Cisjordania. Desde entonces se han sucedido múltiples intentos por parte de Qatar y otros países árabes para que ambas formaciones entierren el hacha de guerra y formen un gobierno de unidad nacional, algo que siempre ha chocado con la oposición frontal de Israel, que ha preferido jugar a la estrategia de ‘divide y gobierna’ para tratar de fragmentar a la calle palestina. De hecho, en 2007, Israel declaró la Franja de Gaza como ‘entidad hostil’ y le impuso un férreo bloqueo por tierra, mar y aire para tratar de debilitar a la formación islamista y desacreditarla ante su población, lo que la convirtió en una cárcel a cielo abierto en la que 2,4 millones de personas malvivían de la ayuda internacional.
Israel declaró en 2007 la Franja de Gaza como ‘entidad hostil’ y le impuso un férreo bloqueo por tierra, mar y aire para tratar de debilitar a la formación islamista y desacreditarla ante su población,
En los últimos meses, Hamas parecía haber alcanzado un compromiso tácito con el Gobierno de Netanyahu por el que impedía los ataques desde Gaza a cambio de que Israel permitiera la entrada de ayuda exterior a la franja. No obstante, el ataque del 7 de octubre ha roto por completo la baraja, al tratarse del peor atentado contra Israel desde su nacimiento.
Todavía es pronto para saber los motivos reales de Hamas, pero sí pueden aventurarse varios objetivos. En clave interna, Hamas trata de posicionarse como la principal fuerza política de la escena palestina por delante de Fatah, que atraviesa horas bajas debido a su manifiesta incapacidad para retomar las negociaciones e impulsar la creación de un Estado palestino. En clave regional, Hamas estaría tratando de torpedear la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí y que el reino no siga la senda de los Acuerdos de Abraham, por los que Emiratos Árabes Unidos y Bahréin normalizaron sus relaciones con Israel. Debemos tener en cuenta que todos estos acuerdos se están firmando a expensas de los palestinos, ya que representan un abandono de la política tradicional de respaldo a la causa palestina por parte de la comunidad árabe. En clave internacional, la organización islamista lanza un potente mensaje a la opinión pública mundial y le recuerda que el problema palestino sigue sin resolverse y que dar carta blanca a Israel para que se anexione los territorios ocupados no va a resolver la situación, sino que la agravará.
Por último, no puede ignorarse que Hamas es uno de los integrantes del Frente de Resistencia que dirige Irán y que también cuenta entre sus miembros con el partido-milicia libanés Hezbolá. Esto no quiere decir, como a veces se señala, que las decisiones que toman dichas formaciones se adopten en exclusiva en Teherán, ya que ambas tienen su propia agenda. Por el momento no existe ninguna evidencia de que Irán haya ordenado y planificado el devastador ataque de Hamas, a pesar de lo sugerido por algunas voces que apuestan por el escenario de ‘cuanto peor, mejor’.
En esta olla a presión que es Oriente Medio, el gobierno israelí intenta arrastrar a Estados Unidos hacia una confrontación total con Irán para destruir su programa nuclear, algo a lo que la Administración de Biden, como ya hicieron previamente los gobiernos de Obama y Trump, se resiste con todas sus fuerzas, dadas las nefastas consecuencias de las invasiones de Afganistán e Iraq. Todavía está por ver si Hezbolá decide abrir un nuevo frente en el norte de Israel, lo que sin duda dependerá de cómo evolucionen los acontecimientos y hasta dónde esté dispuesto a llegar Israel en su ofensiva contra la Franja de Gaza.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/analisis/quien-se-beneficia-rivalidad-hamas-fatah