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¿Quién silencia la firma del Acuerdo de convivencia, paz y justicia de las naciones caribeñas?

Fuentes: Rebelión

Siete veces se han sentado para mejor defender y desarrollar la identidad propia, la cultura y los intereses que les son afines; la última ha sido el día 4 de éste mes de junio. La reunión resultó un centro preparativo de próximas acciones para hacer efectivos en mayor medida que hasta ahora, los acuerdos de […]


Siete veces se han sentado para mejor defender y desarrollar la identidad propia, la cultura y los intereses que les son afines; la última ha sido el día 4 de éste mes de junio. La reunión resultó un centro preparativo de próximas acciones para hacer efectivos en mayor medida que hasta ahora, los acuerdos de trabajo que venían realizándose progresivamente desde el primer encuentro. Al final del camino, en perspectiva se proyecta la unidad, y es que los intereses se asientan en la conjunción latinoamericana en general y caribeña en particular.

Una visión estereoscópica de la Historia nos diría que los cambios se llevan a cabo bajo las circunstancias que producen el freno a la igualdad, y también el desarrollo de caminos que llevan a ésta, y como fruto de las circunstancias sobreviene la voluntad de acción de los pueblos; así ocurre en el caso tratado. Hace ahora 22 años que se reunieron libremente 25 naciones representadas, porque su búsqueda de un espacio en el que pudiesen ser independientes les insufló el carácter que las uniría. El éxito de aquel proyecto llega hasta hoy pues aumenta el número de sus miembros de pleno derecho y miembros asociados, como la isla de San Martín, y los nuevos observadores de América Latina, como Bolivia, Uruguay, organismos como el ALBA y la asiatica República de Kazajastán. Así es la Asociación de Estados del Caribe, (AEC), una suerte de unidad que hace a sus miembros capaces de atemperar los resultados que les llegan de la crisis económica del capitalismo global.

Su proyecto de igualdad y justicia los mancomuna en la lucha contra el hambre y la pobreza, sembradas por tanta explotación secular, asunto que se interpone en los ojos de quienes miran desde fuera, pero que es sumamente grave para los pueblos que lo viven como una condena. Si éste es el primer asunto de preocupación, por continuidad aparece el nivel cultural, lo que para su elevación la AEC pide resulte una cuestión igualmente de principal preocupación. En su informe vemos que tienen en cuenta la educación en valores de mejora para el cambio, pues va vinculada indefectiblemente al fomento de la capacidad de decisión mediante la participación; éste es el pie en el que se apoyan éstos países para alcanzar el objetivo propuesto en el plan de Desarrollo Sostenible en 2030.

En medio de los preparativos continuos de guerra e ingerencia política que el imperio desarrolla en ésta como en otras partes del mundo, las naciones del AEC proclaman el Caribe Zona de Paz, así como ahora hace 2 años firmaron el acuerdo en La Habana los representantes de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), y pretenden llevarlo a otros organismos de la región para fortalecer el entendimiento y la unidad. Pero también su unidad les sirve al propósito de establecer un diálogo con la Unión Europea para que se reexaminen los criterios sancionadores empleados con alguna de las naciones que forman la Asociación de Estados del Caribe, pues sus criterios están muy alejados de la objetividad.

Deuda, financiación, cooperación, vulnerabilidad natural, biológica y tecnológica, coordinación ante los desastres y amenazas, responsabilidad ecológica, rechazo del transporte de material nuclear y desechos tóxicos por el Caribe, acciones a llevar adelante frente al cambio climático.

Y por si fuera poco se acuerda exhortar a Obama a que «utilice sus amplias facultades ejecutivas para modificar sustancialmente la aplicación del bloqueo» a Cuba. El punto siguiente del acuerdo se refiere a la Base Naval de los EEUU en Guantánamo, para pedir su devolución a Cuba en «el proceso de normalización de relaciones entre ambos países mediante un diálogo bilateral apegado al Derecho Internacional», Derecho Internacional -añado yo- que incumple sistemáticamente el gobierno estadounidense.

La AEC continúa su documento poniendo el interés común para apoyar el diálogo entre las FARC y ELN y el Gobierno colombiano, además plasma su condena del terrorismo, llama al desarme nuclear y se reafirma en su compromiso con el organismo propio para tales asuntos de América Latina y el Caribe, y llama a las potencias que se desvinculan del tratado de Tlatelolco para que lo firmen.

Le sigue una serie de acuerdos que son desarrollo concreto de algunos puntos mencionados, y trazan un plan para seguir el cumplimiento de todos y cada uno de los proyectos aprobados.

Finaliza el acuerdo dando las gracias al Presidente, al Gobierno y al pueblo cubanos «por su hospitalidad y por la excelente organización de la VII Cumbre de la AEC en La Habana.»

Nunca una reunión tan significativa entre países, aquí para los pueblos del Caribe y sus consecuencias sobre Latinoamérica, ha sido tan silenciada por los medios informativos del imperio. Con los preparativos de guerra se llevan por delante los propósitos pacíficos de los pueblos directamente afectados. La esclavitud, el colonialismo, el imperialismo y su extensión global han venido oponiéndose al desarrollo, la independencia y la lucha por la justicia social, sus compañeros de viaje hacen ruido para acallar los acontecimientos que se basan en la paz, y que el ambiente sordo y de aspecto neutro que provocan, no invite al entusiamo que debe producir el trabajo por un mundo mejor.

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Gaza 51 días», «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», «Dietario de crisis».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.