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Abunimah, estado palestino ficticio

¿Reconociendo Palestina?

Fuentes: Al-Jazeera

Traducción de Luis Sabini

«Si los precedentes históricos de Líbano y Siria nos señalan algo, la declaración de un estado palestino promovido por la Autoridad Palestina, tendrá poco efecto a pesar de lo que diga el primer ministro palestino Salam Fayyad.» (epígrafe de GALLO/GETTY)

Qué hace usted si su campaña de décadas para obtener un estado palestino independiente sobre las fracciones territoriales de la Palestina histórica conocidas como la Margen Occidental (o Cisjordania) y la Franja de Gaza ha fracasado por completo?

La respuesta parece ser, si eres una AP patrocinada por Occidente y asentada en Ramallah, ciudad ocupada por Israel, tratar de todos modos de tener un estado y conseguir que la mayor cantidad de otros estados se unan a semejante «movida».

Tal parece ser, básicamente, la estrategia de la AP para conseguir la admisión de un «Estado de Palestina» ante la Asamblea General de la ONU, en setiembre próximo. Desde ya la AP está cabildeando intensamente en países para apoyar la movida y en los últimos meses cierto número de países, particularmente de América Latina han dado reconocimiento diplomático pleno a la Autoridad instalada en Ramallah. El cotidiano The New York Tmes citó a diplomáticos que consideran que si el asunto se lleva a votación a la Asamblea General probablemente será aprobado.

Estado de fantasía

El empuje para el reconocimiento de un estado palestino es la contrapartida diplomática de sus muy promovidos esfuerzos para la «construcción de instituciones» y el «desarrollo económico» que se supone constituirán la infraestructura del futuro estado.

Pero el programa de «construcción de instituciones» no es sino un espejismo, promovido mediante trucos de RR.PP. y prensa adicta.

En los hechos, las instituciones principales que la AP ha constituido son el estado-policía y el aparato de las milicias usados para refrenar la oposición política a la AP y cualquier forma de resistencia a la ocupación de Israel. Entretanto, la economía de la Margen Occidental y la misma AP son totalmente dependientes de la ayuda extranjera.

El reconocimiento de la ONU para con un estado palestino imaginario no sería más significativo que esta fantasía de «construcción de instituciones» y llevaría a los palestinos aun más lejos de una autodeterminación y liberación real.

Referentes de la AP establecida en Ramallah han justificado su estrategia de buscar el reconocimiento de la ONU como una forma de presionar internacionalmente a Israel.

«Tal reconocimiento podría crear presión política y legal sobre Israel para que retire sus fuerzas del país de otro estado que esté reconocido con las fronteras [de 1967].» Así lo explicó el «canciller» Riyad al-Malki a los periodistas en enero de 2011.

Análogamente, Nabil Shaath, un oficial de la dirección de Al Fatah le explicó a The New York Times que, si un estado palestino era reconocido por la ONU: «Israel podría entonces hallarse en una violación cotidiana de los derechos de otro estado miembro y eso podría acarrear consecuencias diplomáticas y legales, todo lo cual resultaría embarazoso para Israel.«

Pero, ¿puede alguien que haya visto cómo funciona «la comunidad internacional» en todo lo que atañe a Israel, abrigar semejantes expectativas tan alucinatorias?

Líbano ha sido estado miembro de la ONU desde su fundación en 1945 y eso no ha impedido que Israel le haya ocupado el país entre 1978 y 2000. La ocupación de Líbano por Israel no se terminó por alguna presión internacional, en absoluto, sino por la propia resistencia libanesa que terminó expulsando a Israel y a las milicias colaboracionistas con que contaba.

Desde el bombardeo masivo a Líbano, en 2006, Israel ha violado la soberanía libanesa no una vez sino miles de veces, como desde la propia ONU lo han reconocido. Pero los sobrevuelos constantes que violan el espacio aéreo libanés y el secuestro de sus ciudadanos entre muchas otras violaciones jamás han puesto en ejercicio «consecuencias diplomáticas y legales» ante las cuales Israel deba rendir cuentas.

Análogamente, desde 1967, Israel ha ocupado las alturas del Golan que constituyen territorio sirio (otro país miembro de la ONU desde 1945). No ha habido casi en las alturas del Golan resistencia armada, pero tampoco ha habido alguna presión internacional para que Israel evacue el territorio o permita el retorno de refugiados a sus hogares.

Incluso después de que Israel anexara ese territorio a su estado, en 1981 −una decisión que fue condenada por el Consejo de Seguridad de la ONU− el silencio de la comunidad internacional le ha permitido a Israel ir colonizando las alturas del Golan sin ninguna restricción.

¿Por qué la situación en un «Estado de Palestina» habría de ser distinta?

Victorias de «papel»

El esfuerzo para obtener un reconocimiento diplomático para un estado palestino imaginario en una fracción de la Palestina histórica es una estrategia desesperada de la dirección palestina actual que ha agotado todas sus opciones, ha perdido su legitimidad y se ha convertido en un obstáculo serio en el camino de los palestinos para la recuperación de sus derechos.

Hay antecedentes en esto de descansarse en foros diplomáticos y en la buena voluntad de la «comunidad internacional», y no han dado resultado. En 2004, la AP gastó enormes esfuerzos para obtener una decisión de la Corte Internacional de Justicia de La Haya de que el muro de apartheid de Israel dentro de Cisjordania era absolutamente ilegal y tenía que ser derribado.

Pero más allá de obtener el dictamen, la AP no tenía ninguna estrategia para movilizar a los palestinos y a sus aliados para presionar al mundo y que así se implementara la decisión de la CIJ. Fue una victoria en el papel que no condujo a ningún cambio real.

Incluso más, hay indicios más que significativos de que mientras los equipos diplomáticos de la AP y negociadores estaban ocupados en La Haya, el liderazgo procuraba asfixiar los intentos que desde la sociedad civil palestina y sus organizaciones en Cisjordania y en Jerusalén Este procuraban organizarse y luchar para que se implementara la decisión de la CIJ, y tales intentos de asfixia, a no dudarlo, provenían seguramente de Israel y EE.UU.

¿Podría el gobierno de una «Palestina independiente», que se encuentra todavía bajo ocupación israelí y dependiente de la ayuda que proviene de EE.UU. y la UE soportar presiones por el estilo en lo futuro? Los antecedentes de la AP no ofrecen mucho fundamento al optimismo.

A pesar de tales esfuerzos, la opinión de la CIJ ha tenido una consecuencia importante. No fue la AP ni la difunta OLP la que empezó a movilizarse; más bien, en medio de la inacción de los gobiernos de todo el mundo para darle fuerza de ley a la decisión de la CIJ, la sociedad civil palestina, independientemente, lanzó en 2005 un llamado al boicot, el no a las inversiones y reclamo de sanciones contra el Estado de Israel (BDS).

La campaña procura aislar a Israel y presionar para que se respeten derechos palestinos y la ley internacional, a través de boicots populares, similares a aquellos que ayudaran a derribar el apartheid en Sudáfrica.

En lugar de andar fetichizando la «estatalidad», la campaña BDS focaliza los derechos y las realidades: convoca a terminar con la ocupación y la colonización de todas las tierras árabes conquistadas en 1967; igualdad plena para los ciudadanos palestinos de Israel e implementación de los derechos de los refugiados árabes. Estas demandas son totalmente congruentes con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la ley internacional.

La AP no ha apoyado jamás esta campaña, y en los hechos ha procurado distraerla y minarla, convocando únicamente a un boicot a medias de las mercancías provenientes únicamente de las colonias en tanto promueven un activo comercio con Israel, en abierta violación a la campaña BDS.

Reeditando bantustanes

Muchos han entrevisto y con razón al «estado» palestino visualizado por la AP y sus patrocinadores como los bantustanes de la Sudáfrica del apartheid.

Los bantustanes eran nominalmente estados independientes creados por el régimen de apartheid para garantizar la «ciudadanía» de los negros, una forma de desviar sus reclamos por una igualdad verdadera.

Los gobiernos del mundo no cayeron en la trampa y se negaron a reconocer a los bantustanes porque entendieron que el reconocimiento diplomático de tales entidades haría retroceder la lucha para acabar con el apartheid sudafricano.

Llamativamente, el único estado que tuvo muchísimo trato con los bantustanes, permitiéndoles abrir misiones diplomáticas en su territorio y muy a menudo recibiendo a sus líderes, fue Israel. Israel vio a los bantustanes como un modelo para cómo podría algún día manejar a los palestinos.

El reconocimiento de un «estado» palestino bajo ocupación israelí va a solidificar y perpetuar, sin duda alguna, los privilegios y las posiciones «políticas» de la dirección no elegida por votación alguna, de la AP, en tanto no hará nada para cambiar las condiciones y restablecer los derechos de millones de palestinos, no sólo en los territorios ocupados desde la guerra de junio de 1967, sino también dentro de Israel y en la diáspora.

Lejos de aumentar la presión internacional sobre Israel, puede que incluso permita que estados que han fallado tan miserablemente en su deber de «poner en vereda» a Israel y sujetarla a la ley internacional, puedan ahora lavarse las manos en la cuestión palestina bajo la coartada: «-hemos reconocido un estado palestino, ¿que más quieren?»

Los palestinos y sus aliados no deberían distraerse con este teatro internacional del absurdo, sino más bien focalizar sus esfuerzos en profundizar y ampliar la campaña BDS para acabar con el apartheid israelí allí donde exista, de una vez por todas.