El tres de abril de 1968, Martin Luther King Jr. viajó desde la ciudad de Atlanta hacia Memphis, en el estado de Tennessee, para participar en un acto público en apoyo a los trabajadores del servicio municipal de recogida de basura. Aquella noche, en un profético discurso pronunciado en el Templo Obispo Charles Mason el […]
El tres de abril de 1968, Martin Luther King Jr. viajó desde la ciudad de Atlanta hacia Memphis, en el estado de Tennessee, para participar en un acto público en apoyo a los trabajadores del servicio municipal de recogida de basura.
Aquella noche, en un profético discurso pronunciado en el Templo Obispo Charles Mason el líder de los derechos civiles dijo: «Nuestro grupo era de seis personas. Cuando el avión estuvo a punto de despegar, el piloto comunicó a los pasajeros a través del audio: «Disculpen el retraso, pero en este avión viaja el Dr. Martin Luther King. Y para asegurarnos de que todo el equipaje había sido revisado, y que el avión no tendría ningún desperfecto, tuvimos que inspeccionarlo todo cuidadosamente. También mantuvimos el avión vigilado y protegido durante toda la noche.»
La tarde siguiente, a la edad de 39 años, Martin Luther King Jr. fue ultimado a balazos en el balcón del motel Lorraine, mientras se preparaba para encabezar una marcha en defensa de miembros del sindicato de los trabajadores de servicios comunales, en su mayoría negros, quienes estaban en huelga.
El Dr. King no sería el único. Durante las décadas de 1960 y 1970, cientos de activistas negros, líderes religiosos, y revolucionarios que luchaban por la conquista de los derechos civiles o el poder político resaltaron asesinados por agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI), el Ku Klux Klan, la policía, los guardia en las cárceles y agentes del gobierno en decenas de ciudades de los Estados Unidos.
Los mismos estrategas que idearon los regímenes del terror que se instauraron durante este período en América Latina hasta el Sudeste Asiático también estaban activos dentro del país. «Detener el comunismo» era la consigna de la Guerra Fría tanto dentro de los Estados Unidos como hacia el exterior y para ello había que actuar sin escrúpulos.
Al igual que ha sido descalificada la teoría del asesino solitario del presidente Kennedy, que atribuye toda la responsabilidad del magnicidio en Dallas a Lee Harvey Oswald, la mayoría de los investigadores sostienen que James Earl Ray no fue el asesino del Dr. King o por lo menos no actuó solo.
DE MONTGOMERY A OSLO
El liderazgo del Dr. King comenzó a manifestarse poco después del 5 de diciembre de 1955 cuando la activista por los derechos civiles Rosa Parks se negó a acatar la política segregacionista establecida en los ómnibus de la ciudad de Montgomery, en Alabama. Los habitantes negros iniciaron un boicot y eligieron a King como su líder. Como ya había hecho Mahatma Ghandi en la India, el líder negro adoptó la resistencia pacífica como principio de acción.
Mientras algunos afroamericanos lo criticaron por intentar la búsqueda de la justicia inalcanzable al lado de los estadounidenses blancos, otros lo atacaron por apresurarse demasiado en el propósito de extender la lucha por los derechos civiles hacia los estados del sur. Desde la Cárcel de Birmingham, tras una protesta contra la infame violencia de los opositores a la integración, Martin Luther King Jr. escribió: «No puedo estar tranquilo en Atlanta, sin preocuparme por lo que acontece en Birmingham. Una injusticia en cualquier lugar, es una amenaza a la justicia en todas partes. Todo lo que afecta a una persona directamente, afecta a todo el mundo indirectamente. Ya no podremos volver a darnos el lujo de vivir con la idea estrecha y provinciana del agitador externo.»
El Dr. King creía que no se debía desperdiciar ninguna oportunidad en el empeño de expandir la lucha a favor de los estadounidenses de raza negra pues a pesar de que había transcurrido un siglo desde la abolición de la esclavitud, los ciudadanos negros seguían siendo considerados una clase inferior. En su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en la ciudad noruega de Oslo, el 10 de diciembre de 1964, King declaró: «Acepto el Premio Nobel de la Paz en un momento en que 22 millones de ciudadanos negros en los Estados Unidos de América están librando una batalla creativa para poner fin a larga noche de la injusticia racial. Acepto este reconocimiento en nombre del movimiento en defensa de los derechos civiles que se extiende pujante, desdeñando majestuosamente el riesgo y el peligro en aras de instaurar el reino de la libertad y el imperio de la justicia.»
LA GRAN SOCIEDAD SE LANZA A LA ESCALADA BELICA EN VIETNAM
Hacia 1967, la administración de Lyndon B. Johnson había enviado cientos de miles de soldados a Vietnam del Sur para apoyar al régimen corrupto que allí gobernaba. En la medida que los Estados Unidos se involucraba cada vez más en aquella contienda sin perspectivas avizorables, Martin Luther King Jr. fue capaz de percibir el rumbo que tomarían los acontecimientos. El presidente que había firmado la Ley del derecho al voto de 1965, había quedado totalmente atrapado por la teoría del dominó sobre la expansión del comunismo en el mundo y Vietnam era el campo de batalla principal. Además de los vietnamitas, que fueron los que más padecieron, la masacre estaba cobrando numerosas víctimas entre los soldados negros y pobres estadounidenses que supuestamente luchaban a favor de una democracia que ellos mismos no habían conocido en sus propios pueblos y ciudades.
El 4 de abril de 1967, exactamente un año antes de ser asesinado, Martin Luther King Jr. pronunció un discurso antológico titulado «Más allá de Vietnam: Es la hora romper el silencio» ante un auditorio congregado en la Iglesia de Riverside en Nueva York. El Dr. King había comenzado a unir a parte del Movimiento por los Derechos Civiles y la campaña en contra de la guerra. Afirmó categóricamente que ambas posiciones estaban relacionadas y que la llamada Gran Sociedad que había impulsado Johnson, durante la cual los negros habían obtenido algunos logros, había sido prácticamente eclipsada por la escalada bélica.
«Desde el principio ha existido una relación muy obvia y sencilla entre la guerra en Vietnam, y la lucha que otros y yo hemos estado librando en los Estados Unidos. Hace unos pocos años hubo un momento de auge en esa lucha: Parecía que hubiese una esperanza real para los pobres, tanto para los blancos como para los negros, por medio del programa para combatir la pobreza. Hubo experimentos, esperanzas, y nuevos puntos de partida. Luego se produjo la escalada en Vietnam, y pude apreciar como dicho programa quedó descuartizado, como si fuese juguete político ocioso de una sociedad enloquecida por la guerra, y me percaté de que los Estados Unidos jamás invertiría los fondos ni emprendería los esfuerzos necesarios para transformar la situación de los pobres, mientras aventuras como la de Vietnam continuasen succionado hombres, capacidades y dinero como una aspiradora diabólica. De ese modo me vi obligado a percibir la guerra como enemiga de los pobres y enfrentarla como tal.»
El propio Martin Luther King Jr. era perseguido constantemente por agentes encubiertos del FBI, cuyo director J. Edgar Hoover, veía comunistas en todas las esquinas y consideraba al Dr. King uno de ellos. No obstante, el Dr. King estaba consciente de que los vietnamitas, sus compatriotas negros de los Estados Unidos y otros activistas antibélicos no eran los únicos bajo la lupa agresiva del gobierno.
«Durante los últimos diez años hemos visto surgir un patrón represivo que ahora ha servido para justificar la presencia de asesores militares en Venezuela. Esta necesidad de mantener la estabilidad social para nuestras inversiones explica el porqué de las acciones contrarrevolucionarias emprendidas por el ejercito estadounidense en Guatemala, a la vez que aclara la razón por la cual helicópteros de los Estados Unidos son utilizados para combatir los guerrilleros en Cambodia y por qué el napalm estadounidense y los Boinas Verdes han estado actuando contra las fuerzas rebeldes en Perú.»
LA DECADENCIA ESPIRITUAL DE LOS ESTADOS UNIDOS
En su libro «El clarín de la conciencia» publicado en 1967, el Dr. King afirmó «Una nación que continúa año tras año invirtiendo más dinero en gastos militares que en el desarrollo social se está aproximando a su muerte espiritual.»
Desdichadamente, muchas de las lecciones de las décadas de los años 1960 y 70 parecen haber sido silenciadas en los Estados Unidos por los autores de los libros de texto de historia para la enseñanza secundaria, el consumismo, el fundamentalismo cristiano, a la vez que se ha sustituido la palabra comunismo por terrorismo. A casi treinta y un años de que el último marine se asiera desesperado a la escalera colgante para abandonar Saigón, los Estados Unidos están hoy igualmente empantanados en el Medio Oriente y en Asia.
La carnicería en Irak se ha unido a los déficit y recortes presupuestarios sin precedentes en casi todos los servicios sociales. En el país más rico del planeta, se estima que actualmente 43 millones de ciudadanos no disponen de seguro médico y millones de inmigrantes ilegales enfrentan la amenaza de ser deportados.
Pero al mismo tiempo, el legado del Dr. King sobrevive en la medida en que numerosas organizaciones civiles y eclesiásticas e incluso algunas naciones han reemprendido su camino y el de Ghandi en la búsqueda de la paz y la justicia
Cuba, una nación caribeña de 11.2 millones de personas, es uno de esos continuadores. Ha luchado durante casi medio siglo empleando la resistencia pacífica ante los intentos de Estados Unidos de usurpar su soberanía por medio de un genocida bloqueo económico, comercial y financiero e innumerables acciones terroristas.
La Revolución liderada por el Comandante Fidel Castro, que ha propugnado la idea de que la preparación militar de todo el pueblo para la defensa constituye un elemento esencial para disuadir la agresión directa de los Estados Unidos-como ocurrió en Playa Girón en 1961-ha tenido siempre como su arma más potente la razón y la justicia en el enfrentamiento al poder militar y la injusticia.
Aunque el Dr. King y la Revolución Cubana nunca establecieron vínculos, el legado de su lucha continúa vivo en Cuba, quizá en mayor medida que en ningún otro país. Cuando Martin Luther King Jr. expresó el 23 de junio de 1963 en Detroit, «El hombre que no haya descubierto una razón por la que esté dispuesto a morir, no está apto para vivir,» estaba, sin darse cuenta, caracterizando a millones de cubanos sin haberlos conocidos.
Cuando afirmó «Nuestra capacidad científica ha sobrepasado nuestra capacidad espiritual. Tenemos mísiles dirigidos, y tenemos hombres que yerran el rumbo» estaba caracterizando a una larga lista de administraciones estadounidenses.
*Circles Robinson es un periodista estadounidense. Sus artículos aparecen en ingles en su página
www.circlesonline.blogspot.com