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Renovar los recursos no renovables

Fuentes: El Telégrafo

Debemos aceptar como una realidad el inicio concreto de un debate importante que ya está vigente en la sociedad: los recursos naturales agotables como riesgo o alternativa. De nosotros depende el rumbo de este debate. Debemos preguntarnos ¿cuándo es el mejor momento para extraer estos recursos? ¿Dónde es posible extraerlos y a qué costo económico, […]

Debemos aceptar como una realidad el inicio concreto de un debate importante que ya está vigente en la sociedad: los recursos naturales agotables como riesgo o alternativa. De nosotros depende el rumbo de este debate. Debemos preguntarnos ¿cuándo es el mejor momento para extraer estos recursos? ¿Dónde es posible extraerlos y a qué costo económico, social y ambiental? ¿Cómo se puede impedir la desposesión de las comunidades? ¿Cómo la sociedad puede evitar o realizar el debido control de daños por los procesos extractivos? ¿Cómo se puede «acordar» el uso correcto de los recursos económicos que deja? ¿Cómo se puede usar parte de esos recursos, justamente, en la preservación ambiental? O en el cambio de la matriz productiva, por ejemplo.

En muchos de los casos, los recursos naturales no renovables, o sea los de origen geológico y finito (petróleo, carbón, cobre, etc.), han servido para el desarrollo ajeno, y no para el de nuestros países (África y América Latina son buenos ejemplos de ello); han sido uno de los canales más importantes para el intercambio desigual económico: vender baratas nuestras materias primas y comprar caros los bienes de capital y productos industrializados. Y qué decir de su correlato ecológico: la subvaloración de daños sociales y ambientales. Como dice Oscar Ugarteche, criticando el modelo peruano: «Nunca nos desarrollaremos exportando piedras».

Los recursos naturales siempre han sido motivo de una enconada lucha política para disputar, al capital transnacional, la renta resultante de la extracción. Se han enfrentado, en desigualdad de condiciones, el capital transnacional contra los Estados. Los gobiernos con signo ideológico progresista son los que han cambiado estas condiciones.
Los recursos naturales no son, en sí mismos, un objetivo, sino un medio.

Para que sean un medio y no un fin, se requiere conciliar el interés local con el nacional, extremar el celo ambiental, la transparencia en su gestión, la incorporación de nuevas tecnologías y destrezas en el sector productivo. Se requiere, pues, identificar los sitios en donde no se puedan realizar actividades extractivas, en especial, cuando no sean aceptadas en forma mayoritaria por la sociedad. De esta manera, los recursos naturales, muchos de los cuales se consumen y queman en otros lugares del planeta, servirán para lograr una transición productiva.

Los recursos naturales no son «la opción» del futuro, sino una más de las tantas que se requieren para dinamizar el desarrollo de un país. A su vez, esto sustenta la idea de que los recursos naturales no tienen por qué ser «una involución» hacia las actividades primario-exportadoras, sino una posible forma de convertir el «capital natural» en capital social, es decir, de «cambiar la composición de la cartera de activos de una sociedad». El reto es urgente: hay que renovar los recursos no renovables.

Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/index.php?option=com_zoo&task=item&item_id=35515&Itemid=29