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Dos Estados, un Estado y espejitos de colores

¿»Rescatando» Palestina?

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión

Los que están familiarizados con el conflicto Israel/Palestina saben que hay gente que propone soluciones de un Estado y de dos Estados. Dos Estados significa Israel más un Estado palestino. Un Estado significa un solo Estado que cubra toda Palestina.

Hay una especie de solución de un Estado que considero inalcanzable pero irreprochable. Esencialmente significa que se devuelva Palestina a los palestinos. No tiene que ser un proceso violento, pero es radical. Puede significar que todas las familias e individuos judíos que entraron a Palestina en los últimos 100 años o algo así tendrían que partir, abandonando todos sus bienes raíces. Una variante más moderada pero todavía radical es que esa gente se pueda quedar, pero no sobre tierras previamente ocupadas por palestinos, a menos que los ocupantes anteriores estén dispuestos a vender o a alquilar esa propiedad. Sea cual sea su disposición, tendría que haber compensación por ocupación ilegal en el pasado. Presumiblemente esa compensación sería bastante enorme, hasta de millones de dólares por incidente. La justificación para esas soluciones es que los sionistas no se establecieron simplemente en Palestina como inmigrantes, sino que planificaron y lograron un Estado que dio a los palestinos solo una alternativa: aceptar la soberanía étnica judía o irse. Los partidarios de un Estado pueden argumentar que nadie se beneficiaría con este plan abominable, de manera que todo debiera volver en principio al estado de cosas pre-sionista.

Mi principal motivo para favorecer una solución de dos Estados es que, como muchos, no creo que exista la menor probabilidad de que los israelíes acepten una solución de un Estado tal como ha sido descrita, o que haya quien les pueda dictar que lo hagan. Si alguien puede demostrar algo diferente, formidable. Pero recientemente ha sido propuesta otra especie de solución de un Estado, y es una especie de espejitos de colores.

La solución bálsamo simplemente habla de crear un solo Estado laico en Palestina. La venden sin etiqueta de precio, pero con una promesa: ¡será barata! Esencialmente los palestinos tienen todo que ganar, y los judíos de Israel nada que perder aparte de sus cadenas: es decir, su compromiso obsesivo con un Estado señalado, en el discursito de venta, como cruel, racista, antidemocrático, y toda clase de cosas. La idea de que la crueldad del Estado excluya la solución propuesta nunca sale a la vista. Ya que Israel es redondamente condenado en el discursito, se supone que los vendedores sean honestos.

Invariablemente la promesa de un solución barata de un solo Estado está vinculada al ejemplo sudafricano. Sudáfrica, se dice, vivió una transición no-violenta a un solo Estado en el que blancos y negros tienen un futuro conjunto. ¿Pero es Sudáfrica realmente un modelo para lo que podría suceder en Palestina?

Sudáfrica es grande (1.219.912 Km2), Palestina diminuta (26,320 Km2). Sudáfrica es rica en recursos, Palestina pobre en recursos. Lo que es tolerable en Sudáfrica no es de ninguna manera tolerable en Palestina: la extraordinaria magnanimidad de los actuales líderes sudafricanos hacia la población blanca se basa en una abundancia de tierras y de recursos que no existe en el conflicto Israel/Palestina. Existen otras diferencias. En Sudáfrica los blancos estaban excedidos en número por casi diez a uno dentro de sus propias fronteras; los judíos israelíes son mayoría en Israel. Cuando los blancos sudafricanos terminaron por hacer concesiones serias, no fue porque estuvieran impresionados por la fortaleza de ánimo de Nelson Mandela o aplastados por boicots económicos. Fue porque la violencia dentro de las fronteras de Sudáfrica se disparaba fuera de control. Es una larga historia que he tocado en otro sitio, pero un historiador la resume en pocas palabras:

«En junio de 1976, la insurrección en Soweto sacudió a Sudáfrica hasta la médula.

La agitación violenta desafiaba casi cada aspecto de la ideología del Estado del apartheid. Es posible leer la historia de Sudáfrica y concluir que la eventual desintegración estuvo predeterminada desde el momento que la primera bala alcanzó al treceañero Hector Peterson.»

(James Sanders: «Apartheid’s Friends: The Rise and Fall of South Africa’s Secret Service,» Londres (John Murray) 2006, 77.)

Israel no teme una agitación masiva violenta dentro de sus propias fronteras. Alborotadores árabes israelíes no lo derrotarán.

Final y crucialmente, el compromiso de Israel con su existencia como Estado judío es mucho más profundo que el compromiso de los boers con el apartheid, porque Israel se considera como la única barrera contra la exterminación física de la raza judía. Este compromiso es fervientemente apoyado por las grandes potencias; su legitimidad es un artículo de fe; en marcado contraste, la legitimidad ‘enferma’ del Estado del apartheid de Sudáfrica se convirtió en un artículo de fe entre esas mismas grandes potencias. En otras palabras, el apoyo internacional para el actual estatus de Israel es inmensamente mayor que el apoyo para el apartheid de Sudáfrica.

Cuando se trata de solucionar reclamos de tierras, el ejemplo sudafricano es particularmente inadecuado. En Sudáfrica, la propiedad de tierras por blancos tiene una historia muy larga. Ha habido blancos en Sudáfrica desde hace 400 años, y su expansión incluyó un período en el que las perturbaciones Mfecane desorganizaron la adjudicación de tierras nativas. Entre los palestinos, por otra parte, hubo un consenso muchísimo más sólido sobre quién tenía derecho a qué. La mayor parte de los judíos israelíes han estado en Israel menos de 60 años, y en los territorios ocupados durante un tiempo mucho más breve, entre 40 años y una década. No ocuparon tierras vacantes o en disputa; las obtuvieron mediante compras (pero como parte de una trama para lograr la soberanía) o a través de la expulsión de los propietarios palestinos. El título de propiedad palestino a gran parte de la propiedad ocupada por israelíes consta en muchos casos en los registros. Para los israelíes la renuncia a la tierra para la que no tienen títulos de propiedad sería absolutamente ruinosa, particularmente ya que, si se hiciera justicia, habría que pagar inmensas compensaciones por las ganancias mal habidas de la ocupación ilegal. De nuevo, estarían en juego millones de dólares ‘por usurpación.’

Para apreciar toda la escala del problema, hay que recordar que habrá dos narrativas sobre qué propiedad palestina fue obtenida por legítimo derecho y legalmente: la palestina, y la israelí. Para muchos palestinos, la recuperación de su propiedad representa la diferencia entre una vida de relativo confort y otra de terrible pobreza. Ningún Estado binacional ha tenido alguna vez un problema de tierras o algún otro de esta escala. Cuando se consideran las disputas por tierras, la solución de los espejitos de colores se parece mucho menos a Sudáfrica y mucho más al sangriento suelo del Líbano.

En una solución de dos Estados, los reclamos por tierras son solucionados del modo más claro y más brutal. Los colonos judíos en los territorios ocupados se van, y sanseacabó. Todos los territorios ocupados pertenecen a los palestinos. En Israel, la situación de la propiedad no cambiará en lo esencial, y los árabes israelíes harán lo que puedan. Aunque es inmensamente mejor que la muerte y la inanición que actualmente acechan a los palestinos, es una mala solución. Pero es factible, y sus defectos son evidentes.

¿Y cómo funciona esto en la solución de los espejitos de colores? Es donde el discursito de ventas se pone sombrío. En Israel los propietarios de tierras conservan lo que tienen, o las disputas continúan como lo han hecho desde antes de la fundación de Israel – no está claro. En los territorios ocupados, sin embargo, los colonos hacen un negocio redondo: los judíos en los territorios ocupados simplemente conservan lo que tienen.

¿Estoy bromeando? Esto es lo que dice Jeff Halper, celebrado justamente por su Comité contra las Demoliciones de Casas, escribiendo cerca de 2003:

«Los judíos israelíes que deseen vivir en los asentamientos podrían continuar haciéndolo bajo soberanía palestina (que permitiría que los asentamientos fueran integrados, desde luego), pero perderían su papel como extensiones del control israelí al seguir siendo ciudadanos israelíes.» [A Middle Eastern Confederation: A Regional ‘two-Stage’ Approach To The Israeli-Palestinian Conflict. Documento de trabajo escrito por Jeff Halper, cerca de 2003)]

Y aquí lo tenemos de nuevo, escribiendo en The Kansas City Jewish Chronicle el 24 de noviembre de 2006:

«La solución de dos Estados está muerta. Israel la mató (como Begin encargó a Sharon que hiciera en 1977). La empresa de los asentamientos ha ido más allá del punto sin retorno.»

Y Virginia Tilley está de acuerdo:

«…Israel debe admitir a su población musulmana y cristiana como ciudadanos y entonces lidiar con el duro trabajo resultante de la democracia pluralista como el resto de nosotros.

«Esa fue la solución sudafricana difícilmente conseguida, en la que el Estado representa ahora a todos. Se reconocen y dignifican diecisiete lenguajes y narrativas históricas divergentes. Los blancos han retenido su propiedad y riqueza, mientras los africanos negros ascienden rápidamente para unirse a las clases media y superior.

«… que actualmente tenemos una solución de un Estado – la versión del apartheid de Israel – nos permite confirmar otra diferente: un Estado laico-democrático unificado, en el que cada cual es igual en dignidad y derechos, y en el que los hogares naciones judío y palestino puedan compartir la tierra como deben hacerlo.»

Nótese el encomioso: «Los blancos han retenido su propiedad y riqueza.» Supongo que, si ocurre la revolución de Tilley, palestinos e israelíes tendrán igualdad en su derecho a clavar los ojos en lo que otrora fue un hogar palestino. Será muy bueno porque «reconocerá y dignificará narrativas históricas divergentes.»

Mientras más se consideran las afirmaciones sobre los asentamientos, más sospechas aparecen. Seguro es que la empresa de los asentamientos ha ido más allá del punto de no retorno, y seguro es que los asentamientos están para quedarse. Sólo los colonos no lo están: sus edificios albergarían a palestinos igual que a judíos. ¿Es imposible lograr que los colonos renuncien a sus asentamientos? De ninguna manera. Si el ejército israelí se retira, los palestinos no tendrían dificultad alguna en persuadir a los colonos de que llegó la hora de irse. Los argelinos hicieron lo mismo con colonos mucho más arraigados que los de Palestina. Si es tan imposible, ¿por qué ya ha ocurrido – por qué tropas israelíes hicieron que ocurriera – en Gaza?

Es imposible librarse de los colonos sólo si el gobierno israelí los apoya, es decir, sólo si es imposible hacer que el gobierno israelí deje de apoyarlos. Pero si eso es imposible, ¿cómo es posible que el gobierno israelí renuncie a algo que le es mucho más caro – su propio terreno, su propia existencia, y la existencia de un Estado judío, por lo menos dentro de las fronteras de 1948? ¿Cómo van a ser más difícil desarticular a los asentamientos que al propio Estado de Israel?

¿Qué sentido tiene esta solución de un Estado? Si los asentamientos son algo que debe ser legitimado, ¿por qué no decir lo mismo – como insinúa Tilley – con todas las reivindicaciones israelíes de tierras, en toda Palestina? La consolidación de los asentamientos significa una gran palmada en la espalda para las peores fuerzas políticas en Israel, las menos conciliadoras, más violentas, para los consentidos, fanáticos, supremacistas raciales que concibieron el movimiento de los colonos y lo convirtieron en la formidable fuerza que es hoy en día. Confirma que su estrategia funcionó. ¿Piensan realmente Halper y Tilley que esta es una fórmula para la paz? «Paz en nuestros días,» tal vez.

Si sólo se pudiera pensar que Tilley y Halper han sido deshonestos al declarar sus posiciones. Lejos de eso; han sido muy directos, aunque no muy claros. La interacción entre el idealismo embarullado y el sentido práctico embarullado posibilita una excelente comedia de errores. Tener dos Estados no les basta; quieren justicia. Para lograr justicia, confirman a los peores usurpadores en su usurpación, – no sólo de la tierra, sino de recursos escasos. Al parecer los palestinos apretarán sus papeles de ciudadanía sobre sus pechos y serán felices con los desechos polvorientos de lo que otrora fue su país. Mientras tanto el movimiento de colonos y sus aliados podrán continuar libremente su proyecto de ‘rescatar’ Palestina, y todo estará bien, porque sucederá dentro de los confines de un solo Estado laico. Difícilmente se puede concebir una falta de lógica más extravagante.

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Michael Neumann es profesor de filosofía en la Universidad Trent en Ontario, Canadá. Los puntos de vista del profesor Neumann no deben ser considerados como propios de su universidad. Su libro: «What’s Left: Radical Politics and the Radical Psyche» acaba de ser re-editado por Broadview Press. Contribuyó el ensayo «What is Anti-Semitism», al libro de «CounterPunch» «The Politics of Anti-Semitism.» Su último libro es: «The Case Against Israel.» Para contactos escriba a: [email protected].

http://www.counterpunch.org/neumann05152007.html