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Respuesta a Jesús Sánchez-Marín con petición de disculpas

Fuentes: Rebelión

En «Respuesta a Salvador López Arnal. Fútbol y camisetas» [1], el humanista e ingeniero Jesús Sánchez-Marín [JSM] critica una nota previa mía sobre «La Supercopa, Qatar Airways y la senyera» [2] Sostiene que mi escrito le resulta «un buen indicador de tantas cosas que van mal en las relaciones entre Cataluña y el resto del […]

En «Respuesta a Salvador López Arnal. Fútbol y camisetas» [1], el humanista e ingeniero Jesús Sánchez-Marín [JSM] critica una nota previa mía sobre «La Supercopa, Qatar Airways y la senyera» [2]

Sostiene que mi escrito le resulta «un buen indicador de tantas cosas que van mal en las relaciones entre Cataluña y el resto del Reino de España, por emplear esa expresión tan evidentemente anacrónica que resulta, asimismo, tan explícita». Señala que en mi texto «no se habla de un partido de fútbol ni del juego desplegado, a pesar de que no se pierde la ocasión de criticar el juego del Barcelona, tan admirado universalmente». Tampoco, prosigue, critico «la institución barcelonista, aunque en tono jocoso cita su contradictorio estatus de «multinacional-más que un club»». O sea, colige más que creativamente, SLA cree que «el Barça es malo, malo». Afirma también mi crítico que no quiero «hablar de las banderas franquistas o monárquicas, que las había en el estadio, cosa habitual en la liga cuando se juega contra equipos «sospechosos» de no ser suficientemente españoles, o sea, buenos». Comenta en tono irónico, que «quiero hablar del grandioso problema de la camiseta. El nuevo diseño de la segunda equipación azulgrana se asemeja a la bandera de Cataluña». Conjetura, afirmando de hecho, que «falsamente indignado», invoco la catalanidad del resto de equipos catalanes «para proclamar la improcedencia del uso del amarillo y rojo en el Barcelona». Me hace decir -o infiere que pienso- que no es polémico «que otros equipos usen sus banderas autonómicas (el Valencia, sin ir más lejos, o el Málaga en su segunda equipación)» y que, en cambio, sí lo es, y ¡en exclusiva!, «que la use el equipo más grande (en todos los aspectos) de Cataluña» (Dejo, por no ahondar en diferencias secundarias, lo de «más grande» y en «todos los aspectos»).

De lo que en realidad quiero hablar, en opinión de JSM, «es del nacionalismo de los profesionales de TV3». No me importa, asegura, «que se esté bombardeando las 24 horas a los espectadores de todo el Reino de España con «la Roja» como arma deportiva del españolismo de todo tipo y condición, desde el más rancio hasta el más progresista». No, en absoluto, desde el punto de vista de JSM, lo único denunciable para mi «es lo que pasa en Cataluña. Como si la hegemonía cultural en Madrid fuese menos negativa para la izquierda que en Barcelona.» Nos recuerda, me recuerda más que oportunamente, que TV3 es una de las últimas televisiones públicas «que funcionan como tales en el panorama audiovisual no ya catalán sino español», una televisión «que se encuentra en pleno proceso de reestructuración mediante un ERE que puede trastocar gravemente su función de servicio público en beneficio de un sector privado mucho más desvergonzadamente afecto al poder económico» (JSM está aludiendo a 8tv, la televisión privada de los Godó, unos grandes de España). Pero claro, sostiene mi crítico acaso un pelín injustamente, de ese ERE no me viene bien hablar, porque «quizá no sea tan injusto como el de TeleMadrid, o el de la RTVV. Que se jodan, como diría Marhuenda» (¡Qué compañías me otorga el amigo JSM!).

Me critica igualmente porque caigo en «el soniquete del pensamiento único catalán». Me recuerda las siete diferentes candidaturas electorales (de nueve grupos políticos) representadas en el Parlament, y la ebullición de movimientos sociales en el país de Durruti, Montseny y Comorera (hipotecados, preferentistas, etc), la existencia del proceso soberanista (ANC), del Proceso Constituyente (Forcades), del Frente Cívico [3] y del movimiento de los indignados. Según mi interlocutor y agudo crítico, sólo mi torpeza me hace pensar que en Cataluña «solo se piensa lo que quiere la derecha nacionalista catalana.

JSM me recrimina además con firmeza: «no es ofendiendo y atacando los símbolos y la inteligencia de los catalanes, ni adoptando la intransigencia y los pobres argumentos de los verdaderos unionistas como haremos avanzar a la izquierda transformadora en Cataluña.» Por lo demás, le duele que personas como yo estemos defendiendo posiciones que hacen difícil el entendimiento «no ya entre federalistas e independentistas, sino entre federalistas que miran al centro esperando que pase algo y otros que no queremos esperar más sino construir ya, desde lo que llaman la periferia, una nueva república». Concluye JSM finalmente: «Los (y las) catalanes, algunos, seremos poco simpáticos, otros hablaremos una lengua rara y más bien inútil, muchos de nosotros nos gustará el fútbol y seremos del Barcelona. Seguramente es algo lamentable y ridículo pero, para nuestra desgracia, somos «así» y de muchas maneras diferentes. En todo caso no parece que queramos dejarlo por ahora, ¡mira tú por donde!».

No estoy seguro que la expresión «verdaderos unionistas» sea feliz o mínimamente justa. El somos «así» y de muchas maneras diferentes, aunque el primer «así» de un poco de miedo, es mejor que excelente. JSM, por lo descrito y expuesto, no está incluido entre el grupo de los catalanes no simpáticos (a diferencia de mi caso por supuesto). Sea como fuere, entiendo por sus palabras que mi crítico es un federalista dispuesto a construir desde ya una República desde abajo, solidaria y fraternal con otras comunidades españolas, y que me percibe a mi como alguien contrario a esa más que razonable, justa y deseable finalidad. Si es así, y parece que es así (espero colegir bien), le pido mil disculpas a él y a los lectores. Debo explicarme peor que mal (es decir, más claramente, que no me explico en absoluto). Alguna pasión incontrolada está alimentándose de todas las neuronas de mi demediada mente y arrojando al vacío la siempre necesaria prudencia porque nada o casi nada de lo que mi crítico amigo humanista e ingeniero dice que digo o sostengo quise defenderlo en el artículo al que alude. ¡Qué desastre! ¡No tengo arreglo! ¡Calladito estás más guapo, decía mi madre! [4]

Así pues, admitámoslo, debo admitirlo, peor imposible. Además de mi manifiesta incapacidad para dar explicaciones básicas de asuntos no «altamente complejos», yo también hablo y amo ese idioma «raro e inútil» al que alude JSM, a mi también me gusta el fútbol (a pesar de su acelerada servidumbre a las finalidades crematísticas insaciables de las grandes multinacionales [5]) y, ¡por qué negarlo!, yo también soy -no quiero apuntar que lo sea JSM forzosamente- un culé bastante dogmático… y, por si fuera poco, ¡algo o bastante anti-madridista! (perdón, perdón), dicho sea todo ello para completar mi torpe, triste y «unionista» figura.

Notas:

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=173057

[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172862

[3] Para mayor sorpresa-contradicción: ¡yo mismo formo parte de ese Front Cívic al que alude mi crítico! ¡Válgame Dios!

[4] Es una broma injusta. La compañera obrera, bondadosa hasta la máxima belleza ética que yo he conocido hasta el momento, era incapaz de formular una cosa así de mi o de nadie.

[5] Ejemplo (no es el único por supuesto): la multinacional futbolística Barça-Qatar y las televisiones anexas de pago.

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.