El académico Francis Fukuyama, uno de los más venerados compañeros de ruta del sector neoconservador que acompaña al gobierno de Estados Unidos, lanzó un furibundo ataque contra sus compañeros, a quienes calificó de «leninistas».
Fukuyama, autor del ensayo de 1992 «El fin de la historia y el último hombre» –en el que proclamó la inevitabilidad histórica de la democracia liberal en el mundo tras la guerra fría–, indicó, en un artículo para el diario The New York Times, que la guerra en Iraq se basó sobre graves errores de cálculo.
Al no tener en cuenta los grandes costos de la guerra que impulsaban, los neoconservadores fortalecieron, según Fukuyama, a dos adversarios domésticos: los realistas, que desprecian la promoción internacional de la democracia, y los aislacionistas, que se oponen a casi todo involucramiento de Estados Unidos con el resto del mundo.
Este profesor de economía internacional de la Universidad Johns Hopkins calificó de «leninistas» al director del semanario neoconservador The Weekly Standard, William Kristol, y a su colaborador Robert Kagan pues, consideró, ambos creen que la democracia liberal puede alcanzarse a través de «cambios coercitivos de régimen» o medios militares.
«La posición neoconservadora articulada por personas como Kristol y Kagan fue leninista. Creyeron que la historia puede avanzar con la aplicación correcta del poder y la voluntad», escribió Fukuyama en su artículo, publicado el domingo y titulado «Después del neoconservadurismo».
«El leninismo fue una tragedia en su versión bolchevique, y regresó como farsa al ser practicada por Estados Unidos», ironizó el experto. «El neoconservadurismo, como símbolo político y como cuerpo de ideas, ha evolucionado en algo que no puedo apoyar más.»
La protagonizada por Fukuyama es la más reciente –y tal vez la más espectacular– de las fracturas internas en la elite de la política exterior del gobernante Partido Republicano, que suma a nacionalistas belicistas (como el vicepresidente Dick Cheney), neoconservadores, realistas tradicionales que apoyaron la presidencia de George Bush, padre del actual mandatario, y la derecha cristiana.
Mientras se conocía el extenso artículo publicado en la página de opinión de The New York Times, se aguarda para el mes próximo la publicación de su próximo libro, titulado, significativamente «Estados Unidos en la encrucijada: Democracia, poder y el legado neoconservador».
Fukuyama está unido por una larga y estrecha amistad con quien es considerado el ideólogo más destacado del movimiento neoconservador, el ex subsecretario (viceministro) de Defensa y actual presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz.
Además, tuvo un destacado papel en el desarrollo del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC), organización unilateralista fundada en 1997 diseñada por Kristol y Kagan como nexo entre neoconservadores, la derecha cristiana y los nacionalistas en las vísperas de las elecciones de 2000.
Fukuyama fue uno de la veintena de miembros constitutivos del PNAC, junto con Cheney, el actual secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, y Wolfowitz.
También suscribió en 1998 una carta abierta al entonces presidente Bill Clinton para alentarlo a derrocar a líder iraquí Saddam Hussein por medio de las armas.
Nueve días después del atentado terrorista que dejó 3.000 muertos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, otra carta del PNAC, también firmada por Fukuyama, exhortaba al presidente George W. Bush a acabar con el régimen de Saddam Hussein «aun si la evidencia no vincula a Iraq directamente con el ataque».
A pesar de estos antecedentes belicistas, Fukuyama tenía ciertas reservas antes de la invasión a Iraq, en particular por el mesianismo democrático y el unilateralismo con que se condujo en esos tiempos la «guerra contra el terrorismo» declarada por Bush en septiembre de 2001.
En un artículo publicado en diciembre de 2002 por el diario The Wall Street Journal, el profesor universitario advirtió que el «proyecto idealista» de democratizar Medio Oriente podría «llegar a parecerse mucho más a un imperio puro y simple» que al paisaje que trazaba el gobierno.
«No está nada claro que el público estadounidense comprenda que nos estamos metiendo en un proyecto imperial, en oposición a una breve intervención y retirada de Iraq», alertó.
A fines 2004, escribió que quienes preveían una estabilización de Iraq para comienzos de 2005, a tal punto que las tropas estadounidenses podrían comenzar a retirarse entonces, «viven en un mundo de fantasía». Eso se aplicaba, en especial, a los neoconservadores.
Un año después, Fukuyama sentenciaba que el fracaso en Iraq allanaba el camino hacia el aislamiento estadounidense.
Consideró, además, que el escándalo por violaciones de derechos humanos en la prisión bagdadí de Abu Ghraib, la falta de apoyo internacional a la ocupación de Iraq y su incompetencia para estabilizar el país del Golfo había destruido la credibilidad de Estados Unidos como «hegemonizador benevolente».
El más reciente artículo de Fukuyama, «Después del neoconservadurismo», elabora esas ideas antes formuladas de una manera más completa y propone una política exterior más modesta y clásicamente «conservadora», sin «abandonar la creencia neoconservadora en la universalidad de los derechos humanos».
Esa política debería, según la columna, ser conducida «sin las ilusiones» propias del neoconservadurismo «acerca de la eficacia del poder y de la hegemonía estadounidense para alcanzar esas metas».
Fukuyama cree, como los realistas en materia de política exterior que militan en el Partido Republicano y en el opositor Partido Demócrata, que los avances y triunfos en las urnas de partidos islamistas en Iraq, Palestina y Egipto constituyen una bofetada al proyecto neoconservador en Medio Oriente.
Para Fukuyama, el modo en que concluyó la guerra fría creó entre los neconservadores «la creencia de que todos los regímenes totalitarios estaban huecos y se resquebrajarían con un empujoncito desde afuera», lo cual se aplicaría también al régimen de Saddam Hussein.
«Los impulsores de la guerra parecían creer que la democracia era una condición en la que caían las sociedades una vez que se registraba el cambio de régimen, más que un prolongado proceso de consolidación institucional y de reformas», anotó el profesor universitario.
A pesar de la retórica prodemocrática que mantienen Bush y la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice, «el impulso neoconservador parece haber acabado», según Fukuyama.
Pero el mayor temor del experto es que los fracasos desaten «una ola antineoconservadora que implique un rápido viraje hacia el aislacionismo, con una política realista cínica que alinee a Estados Unidos con autoritarismos amigos».
***** + +Página de Francis Fukuyama en la Universidad Johns Hopkins (http://www.sais-jhu.edu/faculty/fukuyama/) +Bush, dos platos – Cobertura especial de IPS Noticias (http://www.ipsnoticias.net/_focus/bush/index.asp) (FIN/IPS/traen-mj/jl/ks/ip ik sp/06)