Miles de personas se han quedado sin trabajo y sin dinero. No pueden regresar a sus países de origen ni tienen un lugar en el que ponerse a salvo de los bombardeos israelíes.
En el último mes, Farah Salka y su equipo de trabajadores y voluntarios en una organización libanesa contra el racismo han respondido a miles de mensajes desesperados de mujeres que no tienen dónde ponerse a salvo de los bombardeos israelíes. Antes de que Israel iniciara su campaña de ataques aéreos contra Líbano, el trabajo de Salka como directora del Movimiento Antirracista Libanés (Anti-Racism Movement, ARM por sus siglas en inglés) consistía en defender los derechos de los 400.000 trabajadores migrantes que hay en Líbano. El 60% de ellos procede de Etiopia y de Bangladesh.
Ahora, ella y su equipo se han convertido en trabajadores humanitarios de primera línea, y se esfuerzan por buscar un refugio y proporcionar protección a las trabajadoras domésticas extranjeras de países como Etiopía y Sierra Leona, a las que sus empleadores libaneses han dejado atrás cuando han huido de los bombardeos y se han desplazado a lugares más seguros.
Sin trabajo y sin dinero, no tienen forma de volver a sus países. “Sinceramente, la situación de muchas de las trabajadoras migrantes a las que apoyamos en Líbano ya era horrible incluso antes de que empezaran los bombardeos, pero ahora vemos a mujeres que llegaron a Líbano para trabajar como empleadas domésticas y que han sido arrojadas a la calle como lavadoras usadas, abandonadas en el interior de las casas mientras sus empleadores libaneses huyen del peligro o, simplemente, han sido dejadas a un lado de la carretera para que se valgan por sí mismas en un país devastado por la guerra y del que no hablan el idioma”, lamentó la responsable de ARM.
Los fuertes bombardeos israelíes de las últimas semanas han provocado una enorme oleada de desplazamiento de las áreas más castigadas en el sur del país, el este y los suburbios meridionales de la capital, Beirut. Alrededor de 1,2 millones de personas, cerca del 20% de la población libanesa, se han visto obligadas a abandonar sus hogares y comunidades, y a buscar refugio en zonas más seguras.
Los trabajadores humanitarios de primera línea afirman que, a medida que más personas desplazadas llegan a la capital huyendo de los bombardeos en los suburbios sureños, cientos de migrantes se han quedado sin hogar, sin forma de acceder a alimentos o saneamiento.
Vetados de los refugios oficiales
En la Plaza de los Mártires de Beirut, grupos de trabajadores migrantes han estado durmiendo a la intemperie, algunos tumbados en delgados colchones en el suelo, otros en refugios improvisados hechos con lo que han encontrado en las calles. “En medio del caos del desplazamiento, estamos viendo a un gran número de trabajadores migrantes, entre ellos muchas mujeres, que están completamente solos y desamparados”, explicó Salka. “Los refugios oficiales les niegan la entrada porque no son libaneses y tienen que dormir en la calle sin protección. No tienen forma de volver a su país de origen”.
La ONU informó hace muchos días de que las 900 escuelas públicas convertidas en refugios en todo Líbano ya estaban llenas. Aquellos desplazados que no han conseguido un sitio en esos lugares han sido acogidos en casa de amigos y familiares, o se han alojado temporalmente en casas abandonadas, hoteles o clubes nocturnos vacíos. Sin embargo, muchas de las personas a las que grupos como ARM apoyan no tienen adónde ir.
A la sombra de las cúpulas azules de la mezquita de Mohammed al Amin, un armazón de alambre levantado para sostener el árbol de Navidad de la plaza y cubierto de pancartas blancas y negras con el lema “Beirut nunca muere”, se ha convertido en una improvisada carpa en la que la gente se refugia.
“Este tipo es de Sudán, nosotros somos todos de Bangladesh. Todas esas mujeres son de Siria”, explicó Raju Mrija, trabajador migrante bangladeshí, mientras señalaba a una docena de mujeres sentadas sobre mantas en el centro de la plaza. Mrija relató a The Guardian que huyó de los suburbios del sur de Beirut con otros trabajadores migrantes bangladeshíes hace dos semanas, tras un ataque aéreo israelí cerca de su casa. “Hubo una gran explosión, todos estábamos aterrorizados. Salimos corriendo a la calle y luego llegamos aquí. Al menos este sitio parece seguro”.
Junto a Mrija y a otros ciudadanos de Bangladesh, había un grupo de sudaneses con las maletas amontonadas junto a una bombona de gas. Dijeron que tienen pocas esperanzas de que su Gobierno gestione su evacuación para que puedan regresar a su país, sumido en un violento conflicto civil desde abril de 2023.
En la plaza, Jamileh Begum, una empleada doméstica de Bangladesh, afirmó que ella y las demás trabajadoras no han intentado encontrar un lugar en un refugio. A los trabajadores migrantes les dijeron que los refugios sólo estaban abiertos a ciudadanos libaneses y, por lo tanto, ella estaba convencida de que no le permitirían la entrada. Begum trabajaba como ama de llaves, relató mientras se ajustaba el hiyab a cuadros rojos y azules, y agarraba una mochila. “Pero ahora nos hemos quedado sin dinero. No queríamos venir [a Beirut], pero tuvimos que huir”, lamentó. Begum contó que ella y los demás que duermen en la plaza dependen de las donaciones de alimentos de voluntarios y organizaciones humanitarias, que se esfuerzan por ayudar a quienes se encuentran en los campamentos improvisados que han aparecido por toda la ciudad.
Hostilidad en las calles
Salka explicó que “trabajadores de pequeñas organizaciones y voluntarios, muchos de ellos mujeres, están asumiendo la respuesta a esta catástrofe. El trabajo que están realizando es increíble, pero están cansados y asustados. Nada de lo que estamos haciendo es sostenible, el apoyo de quienes tienen el mandato de proporcionarlo es casi nulo y el panorama general es desalentador”.
Una mujer que coordina la ayuda humanitaria a los refugiados sirios, que no quiso dar su nombre, afirmó que la situación de la comunidad siria en Líbano es “desesperada”.
“En las últimas semanas, hemos intentado ayudar a los que pueden volver a cruzar la frontera [de Líbano con Siria]. Pero ahora esa ruta se está volviendo demasiado peligrosa y también hemos oído informaciones de personas que han regresado y han sido detenidas” por las autoridades sirias, afirmó. Según los últimos datos de la ONU, más de 425.000 personas han huido a Siria en las pasadas semanas y más del 70% son ciudadanos de ese país, y el resto, libaneses.
“Los sirios que se encuentran en Beirut, que han sobrevivido a la guerra civil en su país y al bombardeo de Alepo, están traumatizados por lo que está ocurriendo. No se les permite entrar en los refugios y sufren hostilidad en las calles. No tienen forma de subsistir ni de alimentar a sus familias”, explicó. “Intentamos transmitirles que todo va a ir bien, pero tememos que esto sea sólo el principio”.
Texto traducido por Emma Reverter y actualizado por elDiario.es