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¿Un punto de inflexión?

Sindicalización en el sector del automóvil en el sur de EE.UU.

Fuentes: Viento Sur

Hace diez años, el padre de Angelo Hernández participó en una campaña para sindicalizar la planta de Volkswagen en Chattanooga, Tennessee. El esfuerzo fracasó por poco, pero diez años más tarde el hijo puede hacer realidad el sueño de su padre [véase el artículo de Harold Meyerson, del 22 de abril, sobre el 73% de apoyo a la UAW en la votación que finalizó la noche del 19 de abril].

«Fue él quien me habló del sindicato incluso antes de aceptar este trabajo», dice Angelo Hernández, de 20 años. Cuando comenzó la actual campaña sindical a finales del año pasado, su padre empezó a presionarle para que se implicara. «Ya estoy aquí y voy a empezar ahora mismo», le dijo Angelo a su padre.

Durante más de diez años, los trabajadores lucharon, discutieron e intentaron persuadir a sus compañeros para que se afiliaran a un sindicato. Tras la primera derrota en esta planta de Volkswagen en 2014, la United Auto Workers (UAW) incluso creó un sindicato minoritario, el Local 42 (sindicato local de la UAW).

Pero en las dos elecciones sindicales anteriores en Chattanooga, la UAW no consiguió mover la aguja lo suficiente como para ganar, perdiendo la primera vez por 626 a 712, y en un segundo intento en 2019, por 776 a 833. Estados Unidos sigue siendo el único país del mundo donde las y los trabajadores de Volkswagen no están sindicados.

En 2022, las cosas empezaron a cambiar cuando Volkswagen amplió la planta para producir el modelo ID.4 totalmente eléctrico. Para la ocasión, la empresa realizó más de 2.000 nuevos contratos.

Debido a la escasez de mano de obra en el sector manufacturero en su conjunto, muchos de las trabajadoras y trabajadoras contratados por Volkswagen eran mucho más jóvenes y heterogéneos. Algunos incluso se habían trasladado a Volkswagen desde zonas del país más favorables a los sindicatos.

Mientras que en el pasado las y los trabajadores de Volkswagen, que tenían menos experiencia con los sindicatos, se mostraban escépticos ante las burocracias de la UAW, plagadas de escándalos [una docena de dirigentes fueron acusados de malversación de fondos, lo que llevó a cambiar el nombramiento del presidente por elección directa: esto dio lugar al nombramiento de Shawn Fain a principios de 2023], las y los trabajadores jóvenes del sur parecían más receptivos a la idea de probar algo nuevo.

«Sólo espero que llegue a buen puerto», dice Manny Pérez, de 25 años. «No estoy muy bien informado. Sólo sé que es más importante poder hacer oír tu propia voz que dejar que otras personas decidan por ti.»

En la última década, los trabajadores y trabajadoras de la planta de Volkswagen en Chattanooga han cambiado radicalmente, gracias en gran parte a esta nueva mano de obra más joven. Este cambio podría conducir a una victoria histórica en las elecciones sindicales, que terminan hoy [19 de abril], y a una victoria icónica para los sindicatos del Sur de Estados Unidos, una victoria que se les ha escapado durante años. Los votos se contarán esta tarde [ver más abajo].

«Mucha de la gente que se ha mostrado muy antisindical es de una generación mayor», afirma Caleb Michalski, de 32 años, responsable de seguridad. Ha trabajado en varios equipos de montaje en la planta de Volkswagen. «Mucha de la generación más joven, a través de una combinación de medios sociales, educación y cosas así, se están dando cuenta de que no tener presencia sindical no tiene sentido».

Volkswagen afirma que permanece neutral en todas las campañas sindicales en la planta de Tennessee. Pero entre bastidores han estado luchando contra el sindicato, al tiempo que se aliaba con políticos de alto rago, que han advertido repetidamente de que la planta, si se sindicalizaba, cerraría o perdería puestos de trabajo. Los gobernadores del sur desarrollan la misma táctica esta vez, firmando una declaración conjunta en la que expresan su preocupación por la campaña de la UAW aquí y en otros lugares.

En 2019, Volkswagen despidió o trasladó a varios capataces impopulares y puso en su lugar a un popular director de planta, Frank Fisher, que prometió mejorar las cosas.

«Cuando empecé, enero de 2020, fue justo después de las últimas elecciones, y fue entonces cuando, ya sabes, el director de la planta dijo: Oye, vamos a arreglar esto internamente«, relata Caleb Michalski. «Hicieron muchos cambios. Cuando empecé, al principio de esa primera oleada de cambios, me quedé impresionado».

Según Michalski, la disponibilidad de la dirección le hizo creer que era posible resolver los problemas laborales sin necesidad de un sindicato. Antes pensaba que: “Quizá las personas adecuadas no son conscientes de la situación”.

Sin embargo, como responsable de seguridad, Caleb Michalski se encontró bloqueado en sus esfuerzos por resolver los problemas dentro de la planta. Volkswagen les pedía regularmente, a él y a sus colegas, que levantaran vehículos que podían pesar entre 315 kg y 360 kg, y a veces hasta 635 kg. Durante casi un año, pidió a Volkswagen que le proporcionara un elevador. La empresa no hizo nada, mientras muchos miembros de su equipo se lesionaban.

«Me lesioné la espalda en noviembre y llevo un mes con dolores crónicos, apenas puedo girar la cabeza y el cuello», explica Caleb Michalski. «Todos nosotros nos hemos lesionado. Dos de nosotros hemos tenido que operarnos del hombro, un tercero tendrá que operarse y otro se ha roto la rótula”.

Al final, Caleb Michalski tuvo que hablar con el director general de Volkswagen América para conseguir la aprobación de un elevador. Pero semanas después, el elevador aún no ha sido instalado.

«No debería tener que acudir al director general de una empresa multimillonaria para conseguir un elevador», dice Caleb Michalski. «Creo que deberíamos tener la capacidad de decir: Eh, este proceso no es seguro. Y ya está, no deberíamos tener que discutir durante semanas y semanas de reuniones para decir: Eh, necesitamos un elevador«.

Además de la batalla de diez años para ganarse los corazones y las mentes en la planta, los trabajadores de Volkswagen también dicen que el éxito de la Huelga Stand Up en los tres grandes fabricantes de automóviles [Stellantis, Ford y General Motors] en EE UU en otoño de 2023 ha ayudado a impulsar el interés por el sindicato.

«Las huelgas se desarrollaron por todo el país. Empezaron los escritores, los actores, y luego les siguió la UAW», comenta Zach Costello, trabajador de Volkswagen, sobre el verano huelguístico del año pasado. «Y luego vino el buen acuerdo que consiguió la UAW. Eso desencadenó una enorme discusión sobre los sindicatos en toda la planta».

En los últimos días de la campaña de sindicalización, los trabajadores y trabajadoras afirman que las tácticas antisindicales de Volkswagen están teniendo poco efecto para disuadirles. Debido a la influencia de la legislación laboral alemana, la empresa aún no ha participado en reuniones antisindicales de «audiencia cautiva» [asistencia obligatoria de los empleados] ni en discusiones individuales, que pueden ser letales para el apoyo sindical.

En su lugar, las fuerzas antisindicales de Volkswagen se han concentrado en gran medida en anuncios televisivos y online que intentan vincular la elección de la UAW con el presidente Biden, que es impopular en este Estado rojo (republicano), pero quizá no tanto en la planta. Cerca de la entrada de la fábrica hay una pancarta en la que se lee «Apoya a Biden, vota a la UAW».

En los últimos días, anuncios de televisión y vallas publicitarias locales han denostado a la UAW con mensajes como «UAW = Biden». El sindicato ha apoyado a Joe Biden, que estuvo presente en un piquete durante la huelga de las Tres Grandes. En una declaración oficial que envió a la afiliación, Joe Biden felicitó a las y los trabajadores de Chattanooga por su campaña sindical. «Como uno de los mayores fabricantes de automóviles del mundo, muchas plantas de Volkswagen en todo el mundo están sindicadas», dijo Biden en el comunicado. «Como el presidente más favorable a los sindicatos en la historia de EE UU, creo que las y los trabajadores estadounidenses también deben tener voz en sus lugares de trabajo. La decisión de afiliarse o no a un sindicato pertenece a los trabajadores y trabajadoras.»

Los anuncios antisindicales repiten a quienes puedan afiliarse que el dinero de sus cuotas se destinará a ayudar a la campaña de reelección de Biden.

«La afiliación a la UAW está en su nivel más bajo desde 2009. Tal vez la UAW debería preocuparse más por sus miembros que por la política», afirman los grupos antisindicales en anuncios en línea publicados en Chattanooga. [Los gobernadores de seis estados del sur -Tennessee, Alabama, Georgia, Misisipi, Carolina del Sur y Texas- son republicanos].

Como la planta de Volkswagen se encuentra en el país de Trump, en el este de Tennessee, los activistas de la UAW reaccionaron distanciándose de la función política de su sindicato. «Este voto no tiene nada que ver con la política», dijo el trabajador de Volkswagen Isaac Meadows en una entrevista a American Prospect (una revista y página web demócrata de tendencia izquierdista). «Esta votación trata de que los trabajadores y trabajadoras (…) se defiendan».

La elección mayoritaria de la UAW en Volkswagen podría espolear a los trabajadores de otras plantas del Sur a sindicarse. La UAW ya ha convocado elecciones sindicales en la planta de Mercedes en Vance, Alabama, y hay otras movilizaciones en marcha.

Josh Murray, profesor de sociología en la Universidad de Vanderbilt (Nashville, Tennessee), que lleva años estudiando los intentos de sindicación en el Sur, cree que una victoria en Volkswagen podría crear un efecto dominó.

Josh Murray explica:

En la teoría de los movimientos sociales, existe la idea de la ‘fuerza social y política de la posibilidad’, según la cual el éxito de un movimiento engendra el éxito de futuros movimientos porque moviliza a la gente al darle la prueba de que es posible ganar. Aplicado a la UAW, la enorme victoria en las huelgas contra GM, Ford y Stellantis hace más probable la victoria en Volkswagen, y una victoria en Volkswagen haría más probables otras victorias en plantas actualmente no sindicadas.

En los últimos días de las terceras elecciones en diez años de la UAW en Volkswagen, esa esperanza es evidente entre los trabajadores, trabajadoras y activistas sindicales.

«En lo que respecta a recuperar nuestro poder, estp empieza por nosotros», afirma Caleb Michalski. «Y si podemos ser los primeros en asegurarnos de que las trabajadoras y trabajadores sindicalizados consigan empleos bien pagados, con derechos, aquí en el Sur, estoy totalmente a favor». (Artículo publicado por American Prospect,19/04/2024)

Mike Elk es periodista especializado en temas sindicales.


Victoria de la UAW en Chattanooga: un posible punto de inflexión en una histórica batalla político-económica

Harold Meyerson

El pasado 19 de abril, las y los trabajadores de la planta de Volkswagen en Chattanooga votaron a favor de afiliarse a la United Auto Workers (UAW) por un abrumador margen de 2628 a 985, un 73% frente a un 27%.

La votación fue histórica en más de un sentido. Representa la primera sindicalización con éxito por parte de la UAW de una planta automovilística propiedad de un fabricante extranjero, tras varios intentos fallidos. Representa la primera sindicalización en más de medio siglo de un sector importante de trabajadores del Sur no sindicado. Puede incluso significar el renacimiento de un poderoso movimiento sindical, algo que ha faltado en Estados Unidos durante los últimos 40 años.

Además de la victoria temporal en Starbucks, esta victoria también marca un avance en una profesión que históricamente ha estado sindicada. En los últimos años, se ha producido una oleada de sindicalización entre asistentes universitarios, guías de museos y en sectores en los que no se les puede sustituir fácilmente si la dirección los despide en razón de sus opiniones sindicales. Por otro lado, es una práctica habitual que la dirección despida a quienes trabajan en las cadenas de montaje, en la venta al por menor, en la construcción y en una miríada de profesiones en las que se pueden encontrar sustitutos si amenazan con sindicarse. Esta práctica es ilegal, pero las sanciones son tan ridículas -reincorporarles tras meses o años de litigios, pagarles los salarios atrasados y colocar un aviso en algún lugar del lugar de trabajo- que durante mucho tiempo ha sido una práctica empresarial habitual en Estados Unidos. Los trabajadores de VW y Starbucks tenían esta espada colgando sobre sus cabezas, pero aun así consiguieron hacerse valer. Si su ejemplo sirviera de inspiración a los millones de trabajadores y trabajadoras a quienes les gustaría afiliarse a un sindicato pero temen las represalias de los empresarios, supondría un cambio radical en la vida económica de Estados Unidos.

Sin embargo, el estatus histórico de la victoria de Volkswagen sigue siendo condicional. Para que marque una ruptura verdaderamente histórica con casi 60 años de declive sindical –un declive que ha estado en la raíz de la erosión de las medidas igualitarias del New Deal y, en consecuencia, del aumento de los niveles récord de desigualdad económica– no puede seguir siendo una victoria aislada. La UAW debe extender este movimiento a otras fábricas del Sur creadas con inversión extranjera. La primera prueba de la capacidad de la UAW para hacerlo llegará la semana del 13 de mayo, cuando las y los trabajadores de la planta de Mercedes en Vance, Alabama, voten si se afilian a la UAW.

Pero esta victoria -si se convierte en presagio de otras victorias- debe verse en un contexto histórico aún más amplio. Podría significar que el Norte tiene ahora más posibilidades de ganar la guerra civil que comenzó en 1861, pero que nunca terminó realmente. Esa guerra, por supuesto, fue entre dos sistemas laborales inextricablemente ligados a dos sistemas raciales y sociales.

Todo el mundo conoce, al menos, una parte de la historia del racismo: el auge del igualitarismo racial de la Reconstrucción [1865-1877] se extinguió a mediados de la década de 1870, dejando en el Sur una economía agrícola predominantemente negra, una sociedad segregada y un sistema de represión de la población negra basado en el linchamiento. Muchos de estos sistemas fueron derrocados por décadas de activismo, a menudo heroico, de la gente negra y sus aliados. Pero aún subsisten algunos.

La profunda antipatía de los confederados hacia cualquier forma de poder obrero -que en el Sur de la preguerra significaba poder negro- ha persistido hasta nuestros días. Desde el final de la Guerra Civil y antes del inicio de la Reconstrucción, los gobiernos de los estados del Sur promulgaron sus códigos negros, que obligaban a los antiguos esclavos a seguir trabajando, pero esta vez por salarios irrisorios, en sus antiguas plantaciones, sin ninguna posibilidad real de abandonarlas. El arrendamiento y la aparcería los mantenían allí hasta que pudieran saldar sus deudas, lo que, debido a la forma en que estaba establecido el sistema, rara vez ocurría.

A finales del siglo XIX, algunas de las empresas con sede en el Norte, principalmente en los sectores textil, ferroviario, minero y siderúrgico industrial, se instalaron en el Sur. En la década de 1920, los sindicatos con sede en el Norte y los radicales indígenas del Sur intentaron organizar a las y los trabajadores del sector textil, pero encontraron una oposición (armada cuando fue necesario) que no pudieron superar. Después, con la gran oleada de sindicalización industrial que la UAW lanzó en Michigan con su exitosa huelga de 1937 en General Motors, la organización de sindicatos industriales –el CIO, Congreso de Organizaciones Industriales- realizó un gran esfuerzo para organizar las fábricas del Sur en 1938. Este esfuerzo coincidió con los esfuerzos del presidente F. D. Roosevelt [1933-1945] por apoyar a los candidatos liberales (de izquierdas) contra los senadores y representantes conservadores del Sur en las primarias demócratas de ese año; pero los intentos de Roosevelt y del CIO no tuvieron éxito.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, las y los trabajadores trataron de obtener aumentos salariales para compensar lo que no habían recibido durante la congelación salarial [desde septiembre de 1942], y el país experimentó la mayor oleada de huelgas de su historia. Los sindicatos trataron de aprovechar este impulso lanzando una campaña masiva –la Operación Dixie[1] – para organizar el Sur industrial. El hecho de que los sindicatos del CIO, como la UAW, apoyaran los derechos civiles [en un entorno altamente segregado] y propusieran a menudo establecer locales desagregados en el corazón de Dixie, significó que las estructuras de poder del Sur estaban aún más decididas a borrar todo rastro de sindicalismo por cualquier medio posible. Las estructuras de poder reaccionarias no sólo dijeron a las y os trabajadores blancos que se verían obligados a trabajar junto a las y los negros, sino también que los sindicatos eran intrusos del Norte decididos a socavar los valores del Sur.

Al año siguiente, en junio de 1947, los demócratas sureños de la Cámara de Representantes y del Senado se unieron a los republicanos del Norte para aprobar -sobre el veto de Harry Truman [vicepresidente que sucedió a Roosevelt en abril de 1945]- la Ley Taft-Hartley, que dificultaba mucho más el desarrollo de los sindicatos al permitir que los estados aprobaran las llamadas leyes de derecho al trabajo, que permitían a los trabajadores representados por sindicatos no pagar cuotas a éstos. Como consecuencia, los sindicatos no disponían de los fondos necesarios para llevar a cabo campañas de defensa y organización. Todos los Estados del sur aprobaron rápidamente leyes al respecto. Con el paso de los años, a medida que estos Estados del Sur se hicieron republicanos y los republicanos del Norte se volvieron ideológicamente más sureños, es decir, de derechas, algunos Estados del Norte controlados por los republicanos también se convirtieron en Estados de derecho al trabajo. Incluso hoy en día, los cinco Estados sin una ley de salario mínimo son todos estados del Sur –Alabama, Luisiana, Misisipi, Carolina del Sur y Tennessee–, mientras que el salario mínimo de Georgia (5,15 dólares la hora) es en realidad inferior al mínimo federal de 7,25 dólares (que todos los Estados están obligados a cumplir y que pueden superar legalmente, como ocurre en muchos otros estados).

Hoy en día, la élite política y económica del Sur sigue movilizándose para defender su sistema de economía laboral (explotador), como hizo en 1861, en los años veinte, en 1938 y en 1946-1947. Hoy, como en el pasado, este sistema se basa en salarios bajos, que se mantienen al impedir que los trabajadores y trabajadoras tengan el poder de oponerse a ellos. La expansión de la América industrial hacia el Sur ha continuado a lo largo del actual periodo de promoción de la deslocalización por parte del capitalismo financiero. Ha sido alentada por las empresas europeas y asiáticas que buscan mano de obra mal pagada cuya producción pueda evitar largos viajes para venderse en Estados Unidos. Los Estados del sur albergan ahora no sólo fábricas de VW y Mercedes, sino también de Nissan, Hyundai, Honda y otros fabricantes de automóviles asiáticos [Subaru, Mazda, Volvo, que es propiedad de Geely], en los que no existen sindicatos. Durante décadas, los gobernadores y alcaldes del Sur han cruzado el Atlántico y el Pacífico para intentar atraer a estas empresas con una retórica que ensalza los méritos de una mano de obra barata sin poder alguno.

Los centros de decisión de la economía estadounidense –Wall Street– se han alineado desde hace tiempo con el Sur, tratando de limitar los salarios y reducir el poder de las y los trabajadores[2]. El 10 de mayo de 2011, escribí (Washington Post) sobre un estudio –todavía no publicado– del Boston Consulting Group que destacaba la rapidez con la que estaban aumentando los salarios en las fábricas en el cinturón industrial de China y aplaudía diciendo que esta subida pronto haría que los salarios de algunos trabajadores de las fábricas de EE UU volvieran a ser competitivos, siempre que la organización del trabajo fuera lo suficientemente flexible en cuanto a la remuneración salarial. Para demostrar este inminente renacimiento de la industria manufacturera estadounidense, el estudio comparaba los salarios chinos con los de Misisipi. Cuando llamé al autor del estudio para señalarle que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de EE UU no considerarían un renacimiento alcanzar el nivel de vida de Misisipi, lo admitió. Cuando finalmente se publicó el estudio, se había eliminado la referencia a Misisipi. En su lugar, citaba los estándares salariales industriales de Carolina del Sur.

No es sorprendente que las normas salariales de Carolina del Sur convengan a algunas empresas extranjeras. Dado que Airbus es en parte propiedad del gobierno alemán y, por tanto, debe cumplir en parte la legislación alemana que exige la presencia de representantes sindicales en los consejos de administración, en una conversación que mantuve hace unos diez años con el asistente de un responsable sindical alemán que formaba parte del consejo de Airbus, me dijeron que la empresa estaba sopesando cuidadosamente las ventajas y desventajas respectivas de ubicar su próxima planta: en el sur de China o en el sur de Estados Unidos.

Por supuesto, al tratar de equiparar las normas laborales de China, la estructura de poder del Sur hacía un flaco favor a sus propios trabajadores y trabajadoras ,y rebajaba los niveles salariales y de prestaciones de los trabajadores del Norte. Como señalé en un artículo de American Prospect (verano de 2015), «entre 1980 y 2013, el Wall Street Journal informó de que el número de puestos de trabajo de la industria automovilística en el Medio Oeste cayó un 33%, mientras que los del Sur aumentaron un 52%». No es sorprendente que los salarios en la industria manufacturera hayan seguido el declive de la fabricación. En 2021, el Wall Street Journal informó de que un empleo en una fábrica remunerado un 83% más que un empleo en un hotel o un restaurante en 2010, en 2020 solo remuneraría un 56% más. Añade que la diferencia salarial entre la industria manufacturera y el comercio minorista ha caído del 40% al 27%. Sin embargo, esto no se debe a que los salarios en hoteles, restaurantes y tiendas estén subiendo.

En la batalla en torno a VW en Chattanooga, la estructura de poder sureña no sólo se unió para oponerse al horror del poder obrero, sino que utilizó el mismo manual de desinformación alarmista que ha sustentado sus mensajes durante más de cien años. Como señaló Jamelle Bouie en el New York Times (19/04/2024 – «Los gobernadores republicanos del Sur están repentinamente asustados»), los gobernadores (todos republicanos) de Alabama, Georgia, Mississippi, Carolina del Sur, Tennessee y Texas emitieron una carta conjunta en la que denunciaban lo que denominaban «intereses especiales que pretenden entrar en nuestro Estado y amenazar nuestros puestos de trabajo y los valores que defendemos». Al igual que sus predecesores en 1946 y 1938 –incluso Jefferson Davis [presidente entre 1861 y 1865] y John C. Calhoun [senador por Carolina del Sur entre 1845 y 1850]– describieron esta batalla como librada por forasteros del Norte que pretendían socavar sus valores. En particular, su última defensa de esos valores consistió en anuncios que afirmaban que al votar a favor de la sindicalización, los trabajadores y trabajadoras se estaban afiliando a una organización que había respaldado al repugnante Joe Biden.

Pero esta vez no funcionó. Como señaló Mike Elk en un artículo [véase más arriba] sobre Chattanooga publicado el viernes, los trabajadores de la planta de VW son un grupo más joven y racialmente más heterogéneo que los que rechazaron anteriores intentos de sindicación. En la enseñanza, en Starbucks y ahora en la automoción, las y los trabajadores que han votado a favor de la sindicación en los últimos dos años son, según muchas encuestas, desproporcionadamente la generación más pro-sindicalización que este país haya visto jamás. Su conciencia de los niveles estratosféricos de desigualdad de este país y de las difíciles condiciones financieras en las que ellos mismos viven les ha impulsado a buscar mejores condiciones. Y si la opción sindical no les parecía muy atractiva antes -o si los sindicatos estaban tan lejos de su «pantalla de radar» que ni siquiera la consideraban-, las campañas llevadas a cabo por el Nuevo Modelo UAW bajo el liderazgo del presidente Shawn Fain [véase la entrevista con Shawn Fain más abajo] no sólo han llamado su atención sobre los sindicatos, sino que han hecho que la opción sindical resulte tangiblemente atractiva. La reciente huelga de la UAW contra General Motors, Ford y Stellantis dio lugar a convenios récord para sus miembros. Aunque todas las plantas no sindicadas del Sur dieron inmediatamente aumentos a sus propios trabajadores para evitar una repentina (y totalmente racional) explosión de sentimiento pro-sindical, los contratos de la UAW seguían estando muy por encima de lo que ofrecían las plantas del Sur. Y los aumentos de la UAW fueron tan bien publicitados que quienes se enteraron de ellos en el Sur.

Los aumentos significativos de afiliación sindical no se producen gradualmente, sino por oleadas. Fue el éxito de la huelga de 1937 de la UAW en las principales plantas de GM lo que produjo la mayor de esas oleadas, elevando la afiliación de la mano de obra nacional de un 10% a mediados de la década de 1930 a cerca del 34% a mediados de la década de 1940. ¿Puede volver a hacerlo la UAW? ¿Puede el Norte ganar por fin nuestra guerra civil casi permanente? (Artículo publicado por American Prospect el 22/04/2024)

Harold Meyerson, redactor de American Prospect

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[1] La Operación Dixie fue lanzada por el CIO en marzo de 1946 en 12 estados del Sur, en los sectores textil, de la confección, de la transformación agraria y otros, con el fin de extender al Sur las conquistas logradas en el Norte. El CIO movilizó a 200 trabajadores fijos y recaudó una importante suma de dinero. El planteamiento se basaba en un concepto similar al que había conducido a la sindicalización de la industria siderúrgica en 1936-37. Sin embargo, la movilización tuvo que enfrentarse a la fuerza de la segregación racial, a organizaciones ultraconservadoras activas y, a partir de 1947, a la Ley Taft-Harley, que formaba parte del inicio de la campaña anticomunista característica de la Guerra Fría, con una dimensión de hostilidad activa hacia el sindicalismo y las fuerzas de izquierda. (Ed.)


Entrevista a Shawn Fain sobre Volkswagen y la estrategia de la UAW en el Sur

John Nichols

«Familia Volkswagen, bienvenidos a la familia de la UAW», declaró el presidente de United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, el viernes 19 de abril por la noche, después de que los trabajadores de la planta de Volkswagen en Chattanooga, Tennessee, votaran 2.628 contra 985 a favor de la representación sindical. La masiva votación fue una victoria sin precedentes para la UAW en una planta extranjera en el Sur, una región históricamente difícil de sindicalizar.

En una entrevista previa a la votación, Shawn Fain y yo hablamos largo y tendido sobre hacia dónde se dirige el sindicato, incluyendo por qué la victoria en Volkswagen es crucial para la organización en las plantas del Sur y de todo el país. También hablamos de la lucha más amplia para organizar a las y los trabajadores de las empresas automovilísticas no sindicadas de EE UU, como la planta Tesla de Elon Musk en Fremont, California. Esta transcripción ha sido ligeramente editada para mayor longitud y claridad.

John Nichols: Cuando la huelga de la UAW contra las Tres Grandes tuvo éxito, mucha gente prestó atención a lo que el sindicato iba a hacer a continuación. Usted mencionó que la UAW estaba decidida a organizar toda la industria automovilística, a ir a por las fábricas de propiedad extranjera en el sur, lo que siempre ha sido difícil, y finalmente a ir a por Tesla.

Shawn Fain: La gente decía que nunca seríamos capaces de organizarnos en el Sur. Alcanzamos el 50% en Volkswagen [a principios de febrero], y más tarde ese mismo mes, alcanzamos el 50% de los trabajadores en Mercedes-Benz [planta de Vance, Alabama]. Eso nos devuelve a una situación de la que no hablábamos. Desde que se produjo [la victoria sobre las Tres Grandes], desde que las y los trabajadores vieron la diferencia que supone disponer de un sindicato, han estado queriendo su parte. Estas empresas del Sur son más rentables de lo que jamás podrían ser las Tres Grandes, pero las trabajadoras y trabajadores están peor pagados. Su explotación es cinco veces mayor que en las Tres Grandes. Los trabajadores y trabajadoras se están dando cuenta de ello: pueden ver la realidad de la situación. Y, ya, debido a este éxito, han visto cómo el Estado de Alabama, su Cámara de Comercio y e gobernador, se oponen. Han creado una nueva entidad llamada Alabama Strong, en la que intentan enfrentar a las y los trabajadores con los sindicatos.

John Nichols: En los Estados del sur hay una larga historia de poderosos intereses políticos y económicos que intentan bloquear a los sindicatos.

Shawn Fain: Nikki Haley [ex embajadora de EEU U en la ONU de enero de 2017 a diciembre de 2018; candidata a las primarias republicanas], como gobernadora [de enero de 2011 a enero de 2017], dijo: «Si eres miembro de un sindicato, no eres bienvenido en Carolina del Sur». Están intentando aprobar leyes [antisindicales]. Lo hicieron en Tennessee, están intentando hacerlo en Georgia, donde si una empresa reconoce al sindicato, no obtendrá ninguna financiación del Estado. Intentan decir que [conseguir que los trabajadores se afilien] es reconocer la autoridad del sindicato en la plantilla. El sindicato no obliga a nadie a firmar una tarjeta sindical. Es una decisión personal. Pero de lo que no se habla es de cómo las empresas infringen la ley cada día con quienes lo hacen. Las empresas organizan reuniones con un público cautivo. Les amenazan. Amenazan con cerrar su planta si se afilian a un sindicato. Amenazan con trasladar los puestos de trabajo a México. Incumplen la ley repetidamente y no pasa nada.

John Nichols: Las empresas están creando una situación en la que firmar una tarjeta sindical es a menudo un acto de valentía. Han puesto en marcha toda una estrategia para disuadir la afiliación a un sindicato, al tiempo que afirman que el sindicato chantajea [a las y los trabajadores].

Shawn Fain: Estamos enfrentado a ello. Se llama intimidación. Proviene del interior de la empresa. Los días en los que se afirmaba que el sindicato intimidaba a los trabajadores se han acabado. La intimidación y la presión están del lado de las empresas y de la clase multimillonaria. Esto tiene que acabar. Necesitamos leyes que obliguen a estas empresas a rendir cuentas cuando infringen la ley. Cuando los miembros de la clase trabajadora infringen la ley, van a la cárcel. Sufren las consecuencias. No hay consecuencias para estas empresas, y eso tiene que acabar.

John Nichols: Pero no se conseguirán leyes que lo impidan si no aumenta la afiliación a los sindicatos.

Shawn Fain: Eso nos lleva de nuevo a los dos candidatos presidenciales. Donald Trump fue presidente, ¿qué hizo? Puso a un tipo antisindical a cargo de la Junta Nacional de Relaciones Laborales, y retrocedimos. En su momento quebraron la campaña sindical en Volkswagen.

Con el presidente Joe Biden, los sindicatos tendrán gente más simpatizante con su causa. Trabajarán para los trabajadores. Todas estas cosas vuelven a la política y al hecho de que las y los trabajadores tienen que defender sus propios intereses. Todo está conectado.

John Nichols: Hay mucha más gente a la que organizar en el Sur. Y luego está Elon Musk y Tesla. Cuando la UAW ataca a Tesla, en realidad está atacando a la clase multimillonaria, ¿no? En términos de historia estadounidense, esto es muy importante.

Shawn Fain: Tesla está en el mismo lugar del radar que todos los demás en el Sur. No se trata de priorizar a unos sobre otros. Estamos priorizando lo que tiene más potencial en este momento, nos centramos en ello y vamos a seguir desarrollándolo. Estoy firmemente convencido de que una vez que caiga la primera ficha de dominó, se abrirán las compuertas. La gente se dará cuenta de las ventajas de estar sindicada. (The Nation,  18/04/2024, actualizada el 20 de abril)

22/04/2024

Traducción: viento sur

Notas:
[1] La Operación Dixie fue lanzada por el CIO en marzo de 1946 en 12 estados del Sur, en los sectores textil, de la confección, de la transformación agraria y otros, para extender al Sur las conquistas logradas en el Norte. El CIO movilizó a 200 trabajadores permanentes y recaudó una importante suma de dinero. El planteamiento se basaba en un concepto similar al que había conducido a la sindicalización de la industria siderúrgica en 1936-37. Sin embargo, la movilización tuvo que enfrentarse a la fuerza de la segregación racial, a organizaciones ultraconservadoras activas y, a partir de 1947, a la Ley Taft-Harley, que formaba parte del inicio de la campaña anticomunista de la Guerra Fría, con una dimensión de hostilidad activa hacia el sindicalismo y las fuerzas de izquierda (Editor).

[2] Durante la Guerra de Secesión, muchos financieros neoyorquinos –el Wall Street de los primeros tiempos– invirtieron fuertemente en la economía de plantación, hasta el punto de que el alcalde de Nueva York, Fernando Wood, sugirió la secesión de la ciudad para apoyar a la Confederación.

Fuente: https://vientosur.info/sindicalizacion-en-el-sector-del-automovil-en-el-sur-de-ee-uu-un-punto-de-inflexion/