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Respuesta a Daniel Escribano

Sobre el uso de las lenguas en los medios de comunicación y asuntos no estrictamente afines

Fuentes: Rebelión

Agradezco a Daniel Escribano el interés que se ha tomado en responder una antigua colaboración mía en rebelión. Su documentado artículo -«Medios de comunicación públicos y ámbitos exclusivos de uso» publicado en esta misma página el 13 de diciembre de 2007- permite una discusión sosegada y razonable. He aprendido mucho con su trabajo y creo […]


Agradezco a Daniel Escribano el interés que se ha tomado en responder una antigua colaboración mía en rebelión. Su documentado artículo -«Medios de comunicación públicos y ámbitos exclusivos de uso» publicado en esta misma página el 13 de diciembre de 2007- permite una discusión sosegada y razonable. He aprendido mucho con su trabajo y creo que tiene razón en varias cosas que señala. Seguramente cometí más de un error en mi exposición. Pido disculpas por ello.

En lo que sigue me gustaría apuntar algunos desacuerdos que mantengo con la posición que él defiende en su trabajo.

1. El uso de las comillas al utilizar el término «país» era inocente. Era una forma de ironizar sobre el uso, y acaso abuso, de la palabra en contextos o formulaciones nacionalistas: fer pais, cal construir pais, el pais es fa entre tots, etc. Pido disculpas por mi desafortunado uso que en absoluto pretendía molestar.

2. Es posible que el término «despido» sea jurídicamente inexacto para referirse a lo sucedido pero según mi información la no presencia de Cristina Peri en el programa «Una nit a la Terra» responde a un acto no voluntario ni incluso, según se dijo, deseado directamente por las partes, por ambas partes. Presiones políticas directas obligaron a los responsables del programa radiofónico a prescindir de la presencia y aportación de Peri Rossi. Seguramente no sea «despido» el término ajustado referirse a una situación así, pero acaso Daniel Escribano pueda admitir que estamos ante un caso de uso de poder para romper unilateralmente una relación de colaboración que hasta entonces no presentaba problemas y que, según creo, no había originado protestas de la ciudadanía.

3. Si, como apunta Escribano, «esta utilización abusiva del término despido tiende a crear en la percepción de los lectores y lectoras una relación de identidad entre la situación de Peri y la de los millones de personas asalariadas que han sufrido la pérdida de su empleo o se enfrentan cotidianamente a la amenaza de perderlo», si ése es realmente el caso, el efecto causado por el uso del término, si el lector o lectora infiere una identidad sin matices entre una y otra situación, me corrijo inmediatamente, pidiendo disculpas por ello. Sin duda, no es exactamente la misma situación la de Peri Rossi y la de los despedidos de SEAT o de Mereces Benz

4. También tiene razón Escribano cuando afirma que los medios de comunicación públicos deben ofrecer un servicio de calidad (término difuso sin duda) y que eso, en principio, es independiente del éxito de audiencia. De acuerdo nuevamente. No era un argumento propio. Lo apunté porque se usaba en la polémica que surgió en aquel momento queriendo señalar con él la aceptación ciudadana del programa radiofónico en su anterior formato.

Debo añadir que la exclusión que hace Escribano de los medios de comunicación privados, a pesar de la argumentación desplegada, no me parece totalmente convincente. Dejemos el tema para otra ocasión.

5. No estoy de acuerdo con Escribano en cambio cuando, usando un ejemplo que expuse en mi anterior contribución de cambio de idioma ante el requerimiento de una alumna, infiere la ideología sociolingüística que subyace a mi comportamiento. La siguiente: «el español es la lengua necesaria socialmente, mientras que el catalán es meramente optativo». Es una mala inferencia. No se colige de la situación descrita la conclusión que él extrae a no ser que añadamos una enorme cantidad de premisas que yo no aceptaría. ¿Por qué debería inferirse esa «ideología» -palabra por lo demás muy complicada y polisémica conceptualmente- según Escribano?

Añade: «Baste para percatarse de ello el hecho de que al cambiar de lengua, López Arnal ni se debió de plantear cuáles fuesen las preferencias lingüísticas del alumnado catalanohablante». De nuevo aquí presupone más de lo aceptable. Obviamente, sí que me las planteé y no dude ni dudo que sus preferencias lingüísticos sean las de usar su propio idioma pero creí en aquel momento, con alto riesgo de errar desde luego, que era preferible situar en un primer plano la comprensión del tema estudiado que el uso de tal o cual idioma, o incluso de la discusión lingüístico-política que la situación parecía abrir.

De hecho, como Escribano sabe y seguramente comparte, la generosidad lingüística de la ciudadanía catalanohablante es, en general, muy superior a la ciudadanía castellanoparlante, incluso si la comparamos con personas llegadas recientemente a Catalunya desde otros lugares del mundo. Otro ejemplo académico. Hablando el otro día en clase de matemáticas, un alumna rumana, recién llegada a Barcelona, me comentó muy educadamente, después de hablar una media hora en catalán, que, por favor, usara también el castellano. No dijo, insisto, sólo en castellano, sino al 50%, ése fue el porcentaje que usó. Ella tenía dificultades para entender en catalán, llevaba muy poco tiempo entre nosotros, pero estaba en ello añadió.

6. Matizo también, admitiendo que es cosa lateral, que las expresiones catalanohablante y castellanoparlante debería ser usadas con prudencia. Cada día más, las gentes no suelen ser ni catalano ni castellanoparlantes puras. No se tiene sólo una lengua materna sino dos o incluso más en algún caso. En muchas familias el uso del catalán y el castellano se mezcla en conversaciones y encuentros sin problemas. En el futuro, que ya está aquí, que ya es presente, es posible que eso mismo pase con el árabe, el chino y el catalán y el castellano.

Pero no se me entienda mal. En Catalunya el dominio del castellano en instancias no oficiales sigue siendo abrumador, totalmente abrumador. No puede haber duda sobre ello.

7. En el resto de las consideraciones de Daniel Escribano estoy en general de acuerdo menos cuando nuevamente habla de «la premisa implícita en el comportamiento de López Arnal, esto es, el carácter obligatorio del español en Cataluña y la mera operatividad del catalán» que no creo en absoluto que esté implícita en mi comportamiento como ya señalé.

Tampoco coincido en algún punto más. Señala Escribano que de la misma manera que el castellano. goza de ámbitos exclusivos de uso en la totalidad de medios de comunicación públicos y privados en determinados territorios, también debería gozar de ellos la lengua catalana en sus territorios propios «cuando menos en los media de titularidad pública». Lo contrario, según Escribano, implicaría la conculcación del derecho de la ciudadanía catalanohablante a disponer de medios de comunicación íntegramente en su lengua. Ni creo que lo primero debiera ser así, ni veo que lo segundo sea totalmente necesario. No creo que sea un derecho de la ciudadanía andaluza, extremeña, catalana o vasca oír únicamente mensajes, canciones o informaciones en un solo idioma. De hecho, como es sabido, musicalmente, el 80% de las canciones, las oímos en otro idioma, pero, sea como sea, no creo que esa exclusividad fonética sea derecho de nadie. Aún más, yo agradezco enormemente escuchar en la radio informaciones en euskera, que no entiendo, o en alemán o en inglés rápido, que apenas entiendo. La traducción me informa y me saca de dudas, y la lengua original amplia mi sensibilidad fonética y me trasmite belleza cuando es el caso

8. No creo que usara la expresión «ser nacionalista excluyente y provinciana» para referirme a la izquierda que defiende el uso exclusivo del catalán en los medios de comunicación públicos. Pido disculpas si lo hice. No es mi creencia ni mi valoración política. De hecho, no me gusta nada esa expresión. Creo que ataca más que comprende.

9. Coincido con Escribano cuando apunta que «el término nacionalismo designa la ideología que postula la nacionalidad como elemento principal de autoidentificación y como criterio prioritario de articulación de la solidaridad social y de la acción política, así como las prácticas basadas en esta ideología». Pero él admitirá también que haya ciudadanos que no coincidan con esa elección en su autoidentificación y que por ello se declaren no nacionalistas. No creo que la identidad nacional sea única en muchos ciudadanos y creo, además, que entre los elementos que identifican a un ciudadano o ciudadana la nacionalidad o nacionalidades puede ser uno entre muchos otros elementos y no tiene por qué ser criterio prioritario de nada o de casi nada. En la tradiciones marxista-comunista, socialista no entregada y anarquista se hablaba de internacionalismo para señalar ese ámbito sentimental de pertenencia no-nacionalista. De hecho, dirigentes tachados de nacionalistas o muy catalanistas en la tradición del comunismo catalán como Comorera o Solé Barberà no compartían esa concepción de la nacionalidad como elemento principal de autoidentificación. Su apuesta por la clase obrera estaba, como mínimo, al mismo nivel.

10. No sabía que aún existía la Lliga Comunista Revolucionària (aunque, desde luego, siguen existiendo los admirables y tenaces compañeros que la componían) y desconocía igualmente que reivindicaran la oficialidad única de la lengua catalana en su dominio territorial. Tal vez en algún momento de su historia, pero no siempre. En todo caso, una organización puede reivindicar la oficialidad única de la lengua en su territorio y de ahí no se infiere que no pueda admitir la presencia de una colaboradora de un medio público que se exprese en otro idioma. Pongamos, en aranés, gallego, italiano o castellano. Es una cuestión de aplicación flexible de un principio normativo poliético.

Por lo demás, el apunte final de Escribano señalando la existencia de nacionalistas catalanes que buscan elementos cohesionadores de la sociedad catalana diferentes del catalán, de forma tal que puedan converger conmigo en la condena de la imposición de ámbitos exclusivos de uso para éste, es uno de esos usuales ataques políticos que no ayudan en absoluto a comprender las cosas y que crean líneas de demarcación donde no existen y donde no es necesario registrarlas.

Me imagino que Escribano ha pretendido acabar su artículo de una forma brillante aproximándome a posiciones de grupos políticos como CiU o quizás ERC (no sé si también ICV) que él sabe bien seguramente que, en general, no tiene nada ver con mis posiciones políticas.

Sea como sea, a mi, como a él estoy seguro, no nos importa coincidir con tal o cual formación política si lo que nos une es la defensa de lo que nos parece verdadero o razonable. El señor Mas, el señor Duran i Lleida o el señor Carod-Rovira creen, o deberían creer, que es un escándalo la situación del catalán, del euskera o del gallego en los territorios españoles donde no se ha hablado usualmente estos idiomas y en eso yo coincido totalmente con ellos. También creo, con ellos, y seguramente con Escribano, que los estudiantes extremeños, andaluces o manchegos deberían tener la posibilidad de estudiar esas lenguas en la educación pública y que no es de recibo la escasa presencia de cátedras de catalán, gallego o euskera en el conjunto de las universidades españolas.

Coincidimos, pues, coincido con líderes del nacionalismo burgués o moderado y con un líder del independentismo catalán, acaso también moderado, en este punto concreto. ¿Cuál es el problema?