Cándido, al final de su interesante nota «La ‘caída’ de Fidel» recién aparecida en el sitio de Rebelión.org afirma que «además de inteligencia, honradez y entrega a sus ideales, el dirigente cubano que ha sobrevivido a tantas batallas adversas y triunfado, tiene algo más que no es frecuente encontrar entre los líderes políticos europeos como […]
Cándido, al final de su interesante nota «La ‘caída’ de Fidel» recién aparecida en el sitio de Rebelión.org afirma que «además de inteligencia, honradez y entrega a sus ideales, el dirigente cubano que ha sobrevivido a tantas batallas adversas y triunfado, tiene algo más que no es frecuente encontrar entre los líderes políticos europeos como ha podido comprobarse recientemente».
Este pasaje me trajo a la memoria el discurso que el Comandante nos regalara en la Universidad Técnica de Santiago de Chile en el año 1971, durante su visita al país. Allí, dialogando con los alumnos, nos reprendió por haber abucheado al delegado de la derecha política cuando le planteó su pregunta (cuyo contenido no recuerdo). Fidel dijo, agradeciendo al «momio» por su pregunta, casi exactamente lo siguiente: «no es justo que ustedes, si se consideran de izquierda, revolucionarios, impidan que vuestro adversario ideológico-político pueda expresar sus puntos de vista; tal actitud no es nuestra, no está en nuestro ideario. Nosotros tenemos la verdad y la fuerza de nuestras justas convicciones y tenemos que aprender a utilizarlas para vencer, también, con los argumentos, con la fuerza de la razón» . Y en otro pasaje de su discurso, nos dijo (y lo recuerdo exactamente): «El ser humano es dialéctico porque encierra aspectos negativos y positivos. El sistema capitalista favorece, estimula el desarrollo de nuestros aspectos negativos, mientras que el socialismo, el sistema superior de organización social al cual aspiramos, favorece y estimula los aspectos positivos».
Esta frase me quedó grabada, porque no solamente y de manera certera evidencia una realidad, sino porque contiene la llave con la que todo aquel que se sienta «de izquierda», debería abrir la puerta de sus potencialidades positivas (humildad, interés por el estudio y la lectura, dolor y rabia por el sufrimiento de los explotados y desheredados, por toda injusticia; rebelión racional contra el sistema capitalista, esfuerzo constante por ayudar a despertar conciencia entre los desposeídos para aunar fuerzas en la lucha por el reemplazo del capitalismo por el socialismo) y cerrar aquella de las negativas (por todos conocidas y cuyas consecuencias sufren las inmensas mayorías).
La profunda y total consecuencia con este mensaje suyo, escuchado por una privilegiada y electrizada asamblea de alumnos, empleados y docentes de aquella emérita alta casa de estudios superiores, es lo que ha distinguido y distingue a Fidel, cualidades proyectadas a su obra gigantesca representada por millones de cubanos más otros cientos de millones de seres humanos repartidos por el mundo que lo quieren, admiran y apoyan tratando, cada uno con sus medios y dentro de sus particulares capacidades y posibilidades, de seguir su ejemplo.
Si a mi, que me considero orgulloso de pertenecer a dicho ejército universal de admiradores, pero también mediocre por no haber logrado alcanzar el grado de revolucionario, me preguntaran cuál es la cualidad humana que más me atrae en él, mi respuesta espontánea sería: su humildad y su amor por nuestra especie. Es, como genialmente lo ha descrito Celia Hart «El Hombre de las zancadas largas».