Traducido para Rebelión por LB.
Ni que decir tiene que no abrigo excesivas esperanzas con respecto al resultado de las actuales «conversaciones de paz». Como ya he dicho en numerosas ocasiones, a los israelíes no les interesa la paz, ya que no alcanzan a comprender lo que representa o significa ese concepto. Para los israelíes, y para la mayoría de los judíos, ‘Shalom’, la palabra hebrea para decir ‘paz’, significa «seguridad para los judíos». Por lo tanto, ‘Shalom’ no tiene nada que ver con reconciliación o con convivir con otros. ‘Shalom’ es un concepto judeocéntrico que transmite la idea de esperanza a un solo pueblo. El conflicto palestino-israelí nunca podrá ser resuelto mediante una «iniciativa shalom». La función de ‘Shalom’ es dividir la tierra y separar al pueblo: negar a los palestinos sus derechos elementales, como el derecho al retorno.
Pero supongamos por un segundo que estoy completamente equivocado en mi interpretación de los israelíes y en su comprensión política y cultural. Consideremos entonces un escenario imaginario en el cual un primer ministro israelí se despierta una soleada mañana con la insólita determinación de alcanzar la paz verdadera. Digamos que en las primeras horas de la madrugada la sabiduría se apodera de él o ella. Él o ella se da cuenta de que Israel es en realidad Palestina: se extiende sobre la Palestina histórica a expensas del pueblo palestino, de sus medios de vida y de su historia. Él o ella comprende que los palestinos son la población indígena del país y que los cohetes que disparan de vez en cuando no son sino cartas de amor a sus pueblos, huertos, viñedos y campos robados.
Nuestro imaginario primer ministro israelí se da cuenta de que el llamado conflicto palestino-israelí puede resolverse en 25 minutos una vez que los dos pueblos decidan vivir juntos. Siguiendo la tradición unilateral israelí, el mismo día a las 14:00 horas se convoca una rueda de prensa televisada. Imbuido de un espíritu de verdadera justicia, el Primer Ministro anuncia al mundo y a su pueblo que «Israel es consciente de sus circunstancias particulares y de su responsabilidad crucial para la paz mundial. Israel hace un llamamiento al pueblo palestino para que regrese a su hogar. El Estado judío se convertirá en un Estado de sus ciudadanos en el que todas las personas gozarán de plena igualdad de derechos».
Aunque sorprendidos por la repentina iniciativa israelí, los analistas políticos de todo el mundo rápidamente comprenden que, dado que Israel es el representante de la judería mundial, esa sencilla iniciativa pacífica no solamente resolverá el conflicto de Oriente Medio sino que también pondrá fin a dos milenios de mutuos recelos y resentimiento entre cristianos y judíos. Algunos académicos, ideólogos y políticos israelíes de derechas se adhieren a la revolucionaria iniciativa y declaran que ese heroico acto unilateral israelí podría constituir la única, total y satisfactoria realización global del sueño sionista, ya que no solo los judíos habrán regresado a su supuesto hogar histórico, sino que también habrán logrado, por fin, amar a sus vecinos y ser amados por ellos.
Por mucho que esta idea sea emocionante y excitante, no hay esperanza de que ocurra, pues Israel es el Estado judío y la judeidad es una ideología tribal basada en la noción de exclusividad, excepcionalidad, supremacía racial, y en una profunda inclinación congénita hacia la segregación.
Para que Israel y los israelíes puedan llegar a ser un pueblo como los demás debe eliminarse previamente todo vestigio de superioridad ideológica judía. Para que el Estado judío pueda dirigir una iniciativa de paz Israel debe ser de-sionizado, debe dejar de ser el Estado judío. Del mismo modo, para que un imaginario primer ministro israelí consiga la paz, previamente él o ella debe ser de-sionizado.
Hoy por hoy, en su actual situación ideológica Israel es categóricamente incapaz de conducir la región a la reconciliación. Le faltan los ingredientes necesarios para pensar en términos de armonía y reconciliación.
El único pueblo capaz de lograr la paz es el pueblo palestino, pues Palestina, contra todo pronóstico y a pesar del sufrimiento sin fin, de la humillación y de la opresión total, sigue siendo una sociedad ecuménica regida por principios éticos.
Fuente: http://www.gilad.co.uk/writings/gilad-atzmon-apropos-peace-talks.html
rCR