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Sobre los «beneficios» del cambio climático

Fuentes:

El cambio climático está transformando nuestro planeta. La temperatura media del océano y de la atmósfera aumentan lenta pero inexorablemente. El nivel de las aguas también está subiendo. Los casquetes polares se derriten. La magnitud y la frecuencia de los desastres naturales también han empeorado. La lista de consecuencias apocalípticas que se derivan directamente del […]

El cambio climático está transformando nuestro planeta. La temperatura media del océano y de la atmósfera aumentan lenta pero inexorablemente. El nivel de las aguas también está subiendo. Los casquetes polares se derriten. La magnitud y la frecuencia de los desastres naturales también han empeorado. La lista de consecuencias apocalípticas que se derivan directamente del calentamiento es larga y aparece asiduamente en los noticiarios. También suele aparecer, con rimbombantes titulares, todos los acuerdos a escala mundial (con cumbre mediática incluida) sobre tasas de reducción de CO2, prohibición de gases de efecto invernadero, etc. Lo que ya no suele aparecer con tanta frecuencia es el gran potencial para generar dinero que el cambio climático está creando.

Hace un tiempo, la consultora Citigroup redactó un informe sobre cuales serían las empresas que saldrían más beneficiadas del calentamiento global. Éstas se agrupan en cinco grandes grupos:

1 Compañías del sector energético , siempre y cuando logren relacionar su nombre con la producción de energía limpia, proveniente de fuentes renovables, respetuosas con el planeta Tierra (¿a alguien le suena de alguna gran campaña publicitaria?). Así el consumidor percibirá (o creerá percibir) que su uso ayuda a la protección del medio ambiente y, por lo tanto, no tendrá cargo de conciencia al usarlo o, peor aún, creerá que está ayudando a la naturaleza consumiéndolo. Incluso se ha llegado al extremo de que compañías petroquímicas vendan sus productos como beneficiosos para el medio ambiente, a golpe de anuncio colorista y de lemas ambiguos.

2 Constructoras , que lograrán más compradores si promueven construcciones «sostenibles». O, dicho de otro modo, que ahorren energéticamente aprovechando el entorno natural donde están construidas (orientando las fachadas hacia el sol para reducir el gasto en calefacción, estudiar las corrientes de aire para ahorrar líquido refrigerante).

3 Aseguradoras . Como los desastres naturales aumentarán su frecuencia y su poder destructor (como se ha hecho referencia al comienzo de este artículo), mucha gente estará más dispuesta a contratar seguros de vida o a asegurar sus cultivos. Quizás para las aseguradoras el cambio climático suponga el riesgo de devolver mayor cantidad de dinero a sus asegurados, pero también de aumentar el número de pólizas y sus márgenes de beneficio.

4 Sector automovilístico , si se potencia la construcción de coches ecológicos a bajo coste.

5 Compañías agrícolas , al aumentar la demanda de la materia prima de los biocombustibles (caña de azucar y maíz principalmente) aumenta su precio de mercado y, por lo tanto, productores e intermediarios se enriquecen. El principal problema de este punto es que en países en vía de desarrollo, donde la agricultura no es un sector artificialmente rentable como en la Unión Europea (gracias a los subsidios), el precio de muchos productos alimenticios básicos ha aumentado, como los beneficios de los grandes latifundistas (habitualmente multinacionales extranjeras del primer mundo)

A juicio personal considero que este estudio ha olvidado a las consultorías y empresas de asesoramiento técnico y jurídico (como Citigroup, extrañamente el autor del informe) a las que las grandes empresas deberán recurrir para adaptarse a las nuevas exigencias del mercado. Pero también hay más gente de la que se va a aprovechar del nuevo marco medioambiental internacional.

Un ejemplo claro es que muchas hectáreas de terreno hasta el momento incultivable debido a sus gélidas condiciones climáticas, van a poder ser aprovechables. Por ejemplo, actualmente ya existen plantaciones de patata en Groenlandia. Como contrapartida también hay que tener en cuenta que se perderán muchas hectáreas debido a la desertización.

Otro ejemplo también bastante conocido -y casi gracioso- es que cierta clase de turismo (el de relax veraniego, que busca playas paradisíacas y buen clima) va a aumentar exponencialmente en zonas que hasta ahora eran inhóspitas. El típico veraneante de Benidorm también podrá elegir en unos años entre las tórridas playas de Noruega, Dinamarca, Alaska… Eso, unido a que (como hemos explicado en el punto anterior) muchas zonas van a convertirse de páramos yermos a vergeles fértiles, va a beneficiar de forma muy importante a los -por ahora- fríos países nórdicos.

También, gracias al deshielo de los casquetes, los barcos de pesca se podrán adentrar hasta aguas más norteñas en busca de capturas. Y los grandes barcos mercantes podrán «atajar» pasando por en medio del otrora polo norte (se podría reducir un 42% la distancia a recorrer entre Rótterdam y Yokohama, por ejemplo). Es importante señalar que no se prevé un ártico libre de hielos hasta el ¿lejano? 2040. —-la letra cursiva y los signos de interrogación son mías. N del A——

Desgraciadamente, no todos los «beneficios» que puede aportar el cambio climático son igual de cándidos (si es que se puede aplicar la palabra «beneficio» a los provechos marginales que puede deparar para algunos este proceso que puede llevar a la extinción de la vida sobre la tierra).

Barrick Gold, una empresa de la que forma parte George Bush padre entre otros, pretende explotar los ricos yacimientos de oro y plata de los glaciares de Pascual-Lama, en Chile, y que el calentamiento global ha dejado al descubierto. Otras empresas también están deseosas de poder empezar a extraer mineral de Groenlandia y de la Antártida, hasta ahora inaccesibles.

Shell Oil quería empezar a explotar los yacimientos de petróleo de Alaska (con los famosos árboles de Bush de por medio, que los talaba para que no se quemaran y porque debajo tenían petróleo…) el año pasado pero la legislación se lo ha impedido, por ahora. Dentro de poco empezará a poner en funcionamiento sus extractores en el mar de Beaufort. Las compañías rusas como la últimamente mediática Gazprom están preparadas asimismo para empezar hacer lo mismo en el mar de Barents y en Siberia. Y es que la porción de pastel que se quieren repartir los estadounidenses y los rusos es bastante jugoso: se piensa que las reservas de petróleo ártico son aproximadamente el doble de las que Arabia Saudí posee.

Pero bien, eso no sale en los noticiarios. La atención mediática se centra, o bien en hechos muy puntuales (osos polares que se ahogan por cansancio porqué no encuentran un trozo de hielo donde subirse a descansar) o en acuerdos internacionales con mucho lema colorista pero pocas sanciones para aquellos que lo incumplan (el famoso plan 20 20 20 de Sarkozy, o el protocolo de Kyoto). Parece haber una necesidad en los noticiarios de hacer ver al telespectador de que el cambio climático existe y de que son necesarios grandes acuerdos para pararlo (de que esos dos temas fueran titulares de prensa hace unos años, como poco, era impensable. Algo debemos haber avanzado). Pero las políticas medioambientales e internacionales de los grandes países continúan invariables: se continúa contaminando o liberando CO2 a la atmósfera en una cantidad creciente (y su crecimiento se va acelerando) a pesar de que la lucha contra el cambio climático se haya convertido en una batalla mundial, mediática, merecedora de premios Nobel de la paz.

Porque, desgraciadamente, son las grandes fortunas, las grandes empresas con grandes intereses económicos, quienes mueven los hilos de la política internacional. Y a éstos les da igual el futuro inmediato de la humanidad mientras puedan continuar aumentando sus ingresos y sus comisiones (a pesar de la crisis económica y medioambiental mundial). El lema «pan para hoy, hambre para mañana» elevado al máximo exponente. Porque, además, estas grandes empresas tienen todos los medios necesarios para no poner en riesgo su margen de beneficios. Controlan los grandes gobiernos a golpe de talonario para financiar sus campañas electorales, disponen de los mass media para entretener a la plebe -o, al menos, para hacer que miren a otro lado y dejarles con la mente tranquila- mientras se enriquecen.

Nicholas Stern, en su famoso informe que publicó hace unos años, remarcaba que el cambio climático provocaría el retroceso de hasta un 20% en la economía mundial, y que con solo destinar adecuadamente el 1% del PIB mundial, se podría detener y revertir. En este proceso de empobrecimiento, algunas empresas se enriquecerán, es inevitable. Por ejemplo, el gremio de cultivadores de patata de Groenlandia y la agrupación de Hosteleros y Socorristas de Playa de Bergen (Noruega). Pero nos tenemos que preguntar en que medida este 20% de retroceso va a afectar a las grandes multinacionales que controlan la economía mundial, porque ni los agricultores de Groenlandia ni los hosteleros de Bergen tienen poder fáctico para alterar las corrientes geopolíticas actuales. Con toda seguridad, también las grandes empresas deberán salir beneficiadas del cambio climático porque si no sí que hubiéramos apreciado algún cambio apreciable en las políticas medioambientales de las grandes potencias.