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Sobre películas, dinastías y esperanza

Fuentes: The Brooklyn Rail

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

Una de las propuestas más interesantes de cine político de los últimos años ha sido la película alemana La vida de los otros, una representación realista del espionaje indiscriminado al que el Gobierno de Alemania del Este sometió a sus ciudadanos, y de los niveles a los que llegó la corrupción cuando los funcionarios de Estado y el partido gobernante emplearon su poder para atroces fines privados. La película obtuvo el Óscar en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa, además de numerosos premios, y muchos la consideraron una obra maestra.

Acaso largometrajes como La vida de los otros o novelas como Rebelión en la granja o 1984 sirvan para representarnos mentalmente y hacernos una idea del tipo de régimen que instauraron los partidos comunistas en el poder durante la segunda mitad del siglo XX. Tal vez detalles como el gobierno hereditario establecido en un país como Corea del Norte y los aspectos de la vida cotidiana -y el espionaje diario a los ciudadanos, como el que ilustran las obras mencionadas- aclaren nuestra visión de estos regímenes tanto como los centenares de volúmenes que describen las realidades políticas, sociales y económicas de los regímenes estalinistas en Europa y Asia. De igual manera, películas como la argentina Kamchatka nos transmiten, sin estadísticas ni declaraciones políticas, el horror de la dictadura militar en la que miles de ciudadanos pasaron a ser desaparecidos. Si algo está claro en el turbio y traicionero mundo de la política moderna es la necesidad de defender con dureza las libertades civiles, la única garantía frente a los abusos de poder del Gobierno.

En este contexto, la reciente Citizenfour debería dejarnos helados. Aunque cualquier persona medianamente familiarizada con las posibilidades de espiar a los ciudadanos que ha abierto la tecnología moderna no debería sorprenderse de los hechos que narra la película, ver a Edward Snowden, William Binney y Glenn Greenwald demostrar claramente cómo el Gobierno estadounidense nos espía proporciona algo más que enriquecimiento intelectual. Esto es especialmente cierto cuando, casi al mismo tiempo que la cinta llegaba a las pantallas, aparecía el informe del Senado de Estados Unidos sobre las técnicas de tortura empleadas por la CIA durante los interrogatorios a detenidos. Todo ello ilustra de manera alarmante la existencia de instituciones muy poderosas que ponen en peligro las libertades civiles y que incluso podrían acabar con ellas sin demasiado esfuerzo en un momento dado. De hecho, hace poco, al pasar por delante de una gran pantalla de televisión en la que aparecían las noticias, leí en los subtítulos que a la mayoría de los estadounidenses le parece bien los métodos de la CIA. Si es cierto, las libertades civiles dependen de una débil coyuntura.

El hecho de que el poder político se herede, propio de las antiguas monarquías y las modernas familias gobernantes como las de Corea del Norte, Siria o Cuba, revela la concentración de poder y la falta de democracia real. Jeb Bush ha insinuado que va a presentarse a las elecciones de 2016. Si gana las primarias del Partido Republicano es muy posible que tenga a Hillary Clinton como oponente en las presidenciales. De modo que tendríamos al hermano de un ex presidente y al hijo de otro enfrentados a la mujer de un tercer ex presidente. ¿Guarda esto algún parecido con otras dinastías modernas como las de Corea del Norte o Cuba? Desde luego las analogías no llegan muy lejos, pues en el caso de Kim Jong-un el poder se basa en el férreo control de un partido político que dirige todos sus niveles, mientras que las familias estadounidenses son poderosas porque pertenecen a la elite más rica o al puñado de familias que han demostrado su capacidad para dirigir los negocios de los ricos y poderosos. Por eso, como escribió Glenn Greenwald en The Intercept, mientras los ricos celebraron de inmediato la probable candidatura de Jeb Bush, Wall Street se ha decantado por la de Hillary Clinton. Además, y como era de esperar, ambas familias han desarrollado, como explicó Greenwald, «una relación conmovedoramente cordial acorde a su posición: la matriarca de la familia Bush (la ex primera dama Bárbara) ha descrito al patriarca Clinton (ex presidente Bill) como miembro virtual de su familia, ya que su hijo, George W., se refiere cariñosamente a su antecesor como ‘mi hermano de otra madre'».

Tal vez deberíamos estar preocupados por todo esto, pero a veces hace falta algo más que el pensamiento racional para tratar de comprender la realidad. Si queremos que la democracia y las libertades civiles prevalezcan y sirvan para avanzar políticamente a favor de la gente, entonces quizá sea la desesperanza y no la esperanza lo que nos haga pasar a la acción. Como el escritor polaco Tadeusz Borowski escribió estando prisionero en el campo de concentración de Auschwitz, la esperanza por un mundo mejor puede llevarnos a veces a sufrir las peores humillaciones.

«Es esa misma esperanza la que hace que la gente vaya sin un murmullo a las cámaras de gas, evita que inicien una revuelta y los paraliza en una inactividad entumecida. Es la esperanza la que rompe lazos familiares, la que hace que las madres renuncien a sus hijos, que las esposas vendan sus cuerpos por pan o que los esposos asesinen. Es la esperanza la que obliga al hombre a aferrarse a un día más de vida, porque quizás aquel día sea el de nuestra liberación. Oh, ni siquiera es la esperanza por un mundo diferente y mejor, sino simplemente por la vida, una vida de descanso y paz. Nunca antes en la historia de la humanidad ha sido la esperanza más fuerte que el hombre, pero nunca a su vez ha provocado tanto daño como en esta guerra, en este campo de concentración. Nunca nos enseñaron cómo abandonar la esperanza, y es por ello que hoy perecemos en las cámaras de gas.»

Citizenfour obtuvo el premio de la Academia en la categoría de Mejor Documental en la 87º edición de estos galardones. Probablemente tengamos que estar agradecidos a Laura Poitras por ser nuestra actual Borowsky, y enseñarnos a abandonar la esperanza.

Jose Tapía Granados es profesor de historia y política en la Universidad de Drexel .

Fuente: http://www.brooklynrail.org/2015/04/field-notes/on-movies-dynasties-and-hope