¿Existe la posibilidad concreta, real, de establecer un Estado Palestino en la Ribera Occidental y que comprenda, igualmente, como parte componente de ese hipotético Estado, al territorio de la Franja de Gaza? La respuesta a esta interrogante, sin más rodeos, en el actual marco de ocupación y bloqueo que sufren estos territorios, a manos de […]
¿Existe la posibilidad concreta, real, de establecer un Estado Palestino en la Ribera Occidental y que comprenda, igualmente, como parte componente de ese hipotético Estado, al territorio de la Franja de Gaza?
La respuesta a esta interrogante, sin más rodeos, en el actual marco de ocupación y bloqueo que sufren estos territorios, a manos de la entidad sionista hace imposible tener una respuesta positiva. ¡No! No es posible pensar en un Estado Palestino, a menos que ello signifique un cambio radical en el proceso de colonialismo, apartheid y la construcción de asentamientos, que se ha impulsado en Palestina por parte del régimen israelí desde el momento mismo que esta entidad nació el año 1948. No es posible pensar en un Estado palestino sin la desaparición del sionismo.
Efectivamente, una de las causas fundamentales que impide avanzar, no sólo en acuerdos de paz entre palestinos e israelíes, sino en concretar el proceso de autodeterminación palestino, lo constituye la ideología dominante en el régimen israelí, que permite y genera el bloqueo desde el año 2006 a la fecha de la Franja de Gaza y sobre todo la presencia de 650 mil colonos sionistas, profundamente extremistas, en los territorios del West Bank (la Cisjordania ocupada). Estos, mediante una política destinada a impedir la creación del Estado palestino ocupan tierras, tras la denominada Línea Verde establecida al finalizar la Guerra de Junio del año 1967.
Se incluye en esta ocupación, la presencia colonial en Al Quds Este – Jerusalén – junto a la construcción del denominado Muro de la Vergüenza, que conforma una serie de bantustanes en la Ribera occidental fragmentando el territorio, aislando a sus habitantes, dividiendo aldeas, pueblos y ciudades mediante una política de segregación y apartheid. Con una política de asesinatos masivos, como también selectivos de cuadros políticos y militares de la resistencia palestina. Conducta condenada en innumerables oportunidades, con resoluciones emanadas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) de su Asamblea General y de otras instancias internacionales.
Para Israel, esas reprobaciones son simples papeles, verbalizaciones huecas. No le preocupa en modo alguno, pues sabe que no habrá declaraciones altisonantes y amenazantes de Washington llamando a bloquear, establecer sanciones económicas o impedir el viaje de las principales figuras políticas y militares del régimen israelí. Y, no ha habido, no existe y no habrá sanciones, pues el hijo putativo de las administraciones estadounidenses cumple la función de gendarme de la política exterior de Washington y los afanes hegemónicos de occidente en tierras de Oriente Medio en una política de complicidad absoluta.
El Poder de los Perros de la Guerra
El conflicto en Palestina se agudiza y tiene escasos visos de solución, principalmente por la negativa israelí de cumplir sus obligaciones internacionales. En esto, tiene preponderancia el poder de los colonos judíos asentados en tierras palestinas, que a través del peso político que poseen en la sociedad israelí y en el seno de los partidos ultraconservadores, al representar un poder bélico y racista que ha sido bien aprovechado por el ultranacionalismo sionista. Son estos colonos y el poder económico que poseen a través del apoyo del lobby sionista estadounidense, francés e inglés y las comunidades cristianas sionistas de Estados Unidos, catalizado con su fanatismo extremo, los que impiden cualquier avance en materia de negociaciones de paz permitiendo poner punto final a un conflicto que se extiende ya por 70 años.
Esta política colonial da el sustento político al régimen israelí, que año tras año radicaliza aún más sus posiciones y que visualiza, como única alternativa para lo que el mundo sionista denomina «la sobrevivencia judía», la conformación de un «Gran Israel». Tal idea implica avanzar, cada día más, en la anexión de los asentamientos de la Ribera occidental, a contrapelo de cualquier condena internacional, gracias al poder de veto de su aliado estadounidense. Idea anexionista, que ha ido cobrando cada día más importancia y cuenta con voces defensoras e impulsoras en el seno del gobierno de Benjamín Netanyahu.
Tal amparo a la idea de incorporación de territorios palestinos ha sido planteado por los ministros de la banca de «colonos» como son el Ministro de Educación Naftali Bennett, la Ministra de Justicia Ayeled Shaked y del Ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman. A estos hay que adicionar a Israel Katz, de Inteligencia; Gilad Erdan, de Seguridad Pública, y Zeev Elkin, de Protección Ambiental, así como la vicecanciller Tzipi Hotovely y el alcalde de Jerusalén, Nir Barkat. Estos últimos miembros del Comité Central del partido gobernante Likud, quienes votaron el 1 de enero pasado una resolución que pide «la anexión a Israel de todos los asentamientos en la Cisjordania». El Ministro de Ciencias Ofir Akunisas fue más explícito y declaró que «Dos Estados para dos pueblos es un concepto que ha desaparecido del mundo». Con un Netanyahu en la cuerda floja por acusaciones de corrupción el apoyo de estos ministros es fundamental pero eso tiene un precio.
La resolución aprobada en el seno del Likud se distancia de cualquier compromiso que implique el permitir el establecimiento de un futuro Estado palestino. Esto deja al descubierto la historia de patrañas y falsedades tejidas por Israel en materia de negociar acuerdos de paz o establecer compromisos de reconocimiento, pero también la enorme debilidad e incluso la traición a los principios del pueblo palestino de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) incapaz de poner fin a la ignominia de los Acuerdos de Oslo. El objetivo israelí, claramente, ha sido siempre ganar tiempo para seguir estableciendo asentamientos en Cisjordania, para luego sostener que se hace imposible reconocer un Estado que cuenta en su seno con colonias habitadas por los hombres y mujeres considerados los más extremistas, dentro de una sociedad de por si violenta.
Colonos que se confunden con el ejército sin distinción precisa, pues muchos de esos colonos judíos extranjeros en suelo palestino son oficiales o miembros del ejército sionista. Colonos formados como milicias terroristas paramilitares, nacionalistas dotados de una religiosidad malsana, que aprovechan los beneficios de usurpar territorios que no les pertenece: subsidios en las viviendas, generosos aportes en dinero muy por encima de la media del resto de Israel. Ortodoxos, migrantes de países como Argentina, Rusia, Estados Unidos, Francia, entre otros, atraídos por promesas económicas y un discurso mesiánico. Expresión de un pensamiento y práctica militarista de una sociedad violenta, que participa activamente de la ocupación de territorios, lo avala y apoya a los políticos que propugnan esta ocupación permanente que se mantiene con el pueblo palestino, pero también con la política agresiva que se mantiene con los vecinos, bajo el discurso apocalíptico mitificado respecto a «protegerse o desaparecer».
Los grupos extremistas sionistas y en especial el bloque de colonos, sus partidos y dirigentes juegan un papel principal en el desarrollo del conflicto, con su insaciable sed de violencia, con esa hambre de despojo y rapiña, que bajo el amparo de la ideología del sionismo les permite ampliar sus afanes de dominio. Una ideología que desprecia al ser humano, que minimiza el respeto a cualquiera que no sea parte de lo que su mito fundacional denomina «el pueblo elegido». Una ideología, que sustentada igualmente en el Talmud llama a considerar a lo «no judíos» como animales, indignos de cualquier consideración de ser humano; bestias, basura, excremento son algunos de los suaves epítetos con que suelen ser calificados aquellos que no cuenta con la gracia de ser parte del «pueblo elegido» «Considera al Goyim como un animal bestial y feroz, y trátalo como tal. Pon tu celo y tu ingenio en destruirle». (Tomo 3, libro 2, cap. 4, art. 5).
Sostuve en un artículo anterior que esos extranjeros ilegales eran denominados como «Perros de Guerra». Terminología usada por Uri Avnery, ex miembro de la organización terrorista Irgún y actual activista por la paz, otrora parlamentario israelí, que al catalogar estos fanáticos y extremistas judíos como «Perros de Guerra» constata con ello el símil que existe entre la utilización de perros especialmente amaestrados para atacar al pueblo palestino, con estos colonos armados hasta los dientes, que se funden en su ferocidad con estos animales, que los hemos vuelto a ver en acción hace pocos días en Al Quds, en Al Jalil y otras aldeas palestinas contra mujeres y niños palestinos.
«Este tipo de perros terroríficos – afirma Avnery – no se veían desde El sabueso de los Baskerville. Han sido criados por un ardiente admirador del difunto «rabino» Meir Kahane, que fue calificado por el Tribunal Supremo israelí de fascista. Su tarea es proteger las colonias y atacar a los palestinos. Son colonos-perros, o más bien perros-colonos. Todas nuestras cadenas de televisión han informado de ellos con detalle alabando su efectividad y fervor» Lo medios de comunicación israelí catalogan a estos animales como «armas efectivas» para proteger la seguridad de los colonos y soldados. Argumento hipócrita y cómplice de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino.
Bajo el sionismo no hay posibilidad de un estado palestino
Tanto el perro como el colono que sustenta el uso de estos animales son parte del mismo engranaje criminal. En las palabras de Uri Avnery: «cualquier tipo de paz entre Israel y el pueblo palestino estará basado necesariamente en ceder Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza al futuro Estado de Palestina. Actualmente existe un amplio consenso mundial al respecto. La única cuestión es por dónde discurrirá exactamente la frontera, puesto que también hay un consenso sobre intercambios menores de territorio mutuamente acordados. Esto significa que la paz implica necesariamente el desmantelamiento de un gran número de colonias y la evacuación de colonos a lo largo de Cisjordania». Idea utópica pues mientras el sionismo sea la ideología dominante en la sociedad israelí, no hay posibilidad de marcha atrás en este proceso de colonización, crimen y racismo que soporta el pueblo palestino.
Avnery, así como otros ilustres intelectuales judíos: Ilán Pappé, Norman Finkelstein y el valiente periodista Gideon Levy, defienden en sus escritos y conferencias, la idea que los colonos y sus aliados dominan el actual gobierno israelí y se oponen a entregar «siquiera una pulgada cuadrada de territorio del país que Dios nos prometió, (incluso los colonos que no creen en Dios creen que Él nos prometió la tierra). Por eso no hay negociaciones de paz, no hay congelamiento de la actividad inmobiliaria en las colonias, ningún movimiento de ninguna clase hacia la paz… Los colonos fueron a sus emplazamientos en Cisjordania específicamente para este propósito: crear «hechos sobre el terreno» que impidieran cualquier posibilidad de establecer un Estado palestino viable. Es inconsistente si son los colonos los que impiden devolver los territorios ocupados o si es el gobierno usa a los colonos para este propósito. Es lo mismo: los colonos bloquean cualquier intento de paz».
La realidad de este año 2018 nos muestra que perros, colonos, ejército de ocupación sionista, políticos del Likud y partidos aliados en el gobierno de Netanyahu se confunden en una amalgama perversa – exculpando a los perros, pobres animales del cual se hace un uso criminal. Entrenados para cumplir funciones de represión, aterrorizando al pueblo palestino en una práctica que hace recordar a aquellos perros adiestrados bajo el nazismo y utilizados profusamente en los campos de concentración donde se hacinaban gitanos, prisioneros políticos disidentes del nazismo, prisioneros de guerra de los países ocupados e incluso judíos, que parece no ser antecedente plausible de usar para detener el uso que se hace hoy de estos «perros de la guerra» en una proyección perversa y vomitiva.
¿Cómo alguien que se ha beneficiado en forma territorial y económica de los horrendos crímenes cometidos contra su pueblo, repite acciones y políticas que asimilan el nacionalsocialismo con esta creación nacionalsionista? Podría un defensor del sionismo responder esto sin apelar a los consabidos argumentos, que criticar esta ideología y su práctica violatoria de la vida palestina es pecar de antisemita o antijudío. Difícil debe resultar a un israelí con moral defender los crímenes de su régimen, difícil debe resultar a alguien con un mínimo de humanidad respaldar a quienes cometen crímenes contra el pueblo palestino bajo el marco de una ideología perversa.
Una ideología como la sionista que parece haber aprendido bien de la manera de perpetrar los abusos y asesinatos que se realizaron contra su pueblo e incluso superar a su maestro en muchos ámbitos, pero no de tener una moral que les impida replicar estos crímenes contra la población palestina en los territorios ocupados. Crímenes donde los colonos, protegidos por un Ejército de ocupación y exterminio al estilo de las SS hitlerianas, violan la legislación internacional, ocupan cada pulgada de las más ricas y fértiles tierras palestinas, segregan a su población, la deportan y han decidido exterminarla a golpes de complicidad de organismos internacionales ciegos, sordos y mudos frente a las violaciones de los derechos humanos de millones de seres humanos cometidos por el sionismo.
Ante ello la única política posible es la resistencia, que es hablar de entereza y dignidad. El único camino viable hacia la victoria ante los usurpadores y ocupantes israelíes. Resistencia política y militar, con aplicación de una política de boicot, desinversión e inversiones contra la entidad sionista, para aislarlos y convertirlos en parias internacionales
Fuente original: https://www.hispantv.com/noticias/opinion/370087/sionismo-estado-palestino-israel-gaza-ribera-occidental
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