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El americano impasible de Graham Greene y la fantasía vietnamita de Bush

«Soy Alden Pyle»

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El presidente Bush atrajo recientemente considerable atención y críticas por declarar ante los Veteranos de Guerras en el Extranjero que la lección de Vietnam es que nos largamos demasiado pronto, y que no debiéramos repetir ese error en Iraq.

En realidad, el presidente había presentado esa línea de razonamiento en noviembre pasado durante la cumbre de la APEC [Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico] en Vietnam.

Creo que mi comentario de aquel entonces sigue dando en el blanco:

«Al preguntársele si la experiencia en Vietnam daba lecciones para Iraq, Bush dijo el viernes:»Tendemos a querer que en el mundo haya un éxito instantáneo, y la tarea en Iraq va a tardar un poco.

Dijo: «va a tardar mucho» para que «una ideología de libertad supere a una ideología de odio. Sin embargo, en el mundo en el que vivimos hoy en día se quiere que las cosas sucedan de inmediato.»

«Tendremos éxito a menos que abandonemos,» dijo el presidente.

Me parece que la lección de la Guerra de Vietnam es que metimos la pata, nos derrotaron, decenas de miles de estadounidenses y millones de vietnamitas murieron pero, eh, el sol sigue saliendo por el este, las cosas mejoraron, y treinta años después nuestro presidente se da la mano con los herederos políticos de los que nos derrotaron.

En otras palabras, la emergencia de un Vietnam próspero, pacífico, es un argumento bastante fuerte para reconocer el error que cometimos en Iraq y, sin ambages, tener éxito, retirándonos.»

El elemento nuevo en el ensueño vietnamita del presidente Bush, que llevó a la perplejidad de los especialistas y a que pusieran los ojos en blanco, fue su invocación de Alden Pyle, el bien intencionado confiado y profundamente destructivo ingenuo en El americano impasible, de Graham Greene:

«En 1955, mucho antes de que EE.UU. entrara a la guerra, Graham Greene escribió una novela llamada El americano impasible. Estaba ambientada en Saigón y el personaje principal era un joven agente del gobierno llamado Alden Pyle. Era un símbolo la determinación y patriotismo estadounidenses y de peligrosa ingenuidad. Otro personaje describe a Alden como sigue: ‘Nunca conocí a un hombre que tuviera mejores motivos para todos los problemas que causó.’

«Después de que EE.UU. entró a la Guerra de Vietnam, Graham Greene – el argumento de Graham Greene se hizo más popular. De hecho, muchos argumentaron que si nos íbamos, no habría consecuencias para el pueblo vietnamita. En 1972, un senador contrario a la guerra lo describió como sigue: «¿Qué diferencia puede representar para tribus nómadas y campesinos de subsistencia sin educación en Vietnam o Camboya o Laos si tienen un dictador militar, un príncipe real o un comisario socialista en alguna capital distante que nunca han visto o del que tal vez nunca hayan oído hablar?»

¡Hmm!

Contrariamente a la afirmación del presidente, la lección central del libro de Greene no es que el calor, la energía, y el idealismo de Pyle (léase Bush) hayan sido traicionados por el desdeño perezoso, innoble, de gente de menos valía (léase demócratas) hacia una cruzada de decenas de años por la libertad vietnamita (léase iraquí).

El tema argumentado enérgicamente por Greene es que Pyle sacrificó la elevada causa moral, condenó su empresa desde su comienzo, y sembró las semillas de su propia destrucción al orquestar un bombardeo terrorista en un intento profundamente descaminado e indecente por imponer una agenda política estúpida, poco realista y catastrófica.

Greene tuvo razón en cuanto a Vietnam y, yo diría, en cuanto a Iraq.

El presidente Bush se equivoca.

La idea de que el presidente Bush tal vez se base en esta descripción ficticia de un iluso ingenuo para alimentar fantasías personales de omnisciencia, claridad moral, y tal vez incluso de martirologio (político) ante el repudio generalizado hacia sus políticas, es por decir lo menos, inquietante.

¿Quién era supuestamente Alden Pyle?

Jean de Lattre de Tassigny, el brillante y dinámico general que fue Alto Comisionado para Indochina y la última y mejor esperanza del desesperado esfuerzo de contrainsurgencia de Francia contra Ho Chi Minh, dijo lo siguiente sobre Robert Blum, jefe de la Misión de Ayuda Económica de EE.UU. para Indochina (a Blum lo citan a veces como modelo para Pyle):

«Usted es el hombre más peligroso en Indochina.»

¿Y fue EE.UU. representado en la ficción de Greene por Alden Pyle, suficientemente peligroso como para complotar con un señor de la guerra vietnamita en un ataque terrorista en Saigón en 1951?

Esa fue la afirmación explosiva al centro de El americano impasible.

El americano impasible culmina con un sangriento atentado en una plaza en la calle Catinat en el centro de Saigón, precipitado por el intento ingenuo, libresco, de Pyle por presionar a los franceses y presentar a un matonesco señor de la guerra, el general The, como dirigente de una «Tercera Fuerza» nacionalista y democrática.

En la vida real, como en el libro, la explosión fue provocada por un «General» The, un oficial renegado que había abandonado el ejército privado de la secta Caodai para establecerse cerca de Saigón. Al parecer había atraído el interés del estadounidense, ansioso de encontrar una tercera fuerza nacionalista que suplantara tanto al comunismo como al régimen de Bao Dai, respaldado por los franceses.

Para llegar estruendosamente a la escena política, The ejecutó dos sangrientos atentados en Saigón. No sólo eso, los reivindicó en una transmisión por radio, a pesar de intentos iniciales de EE.UU. de culpar al Vietminh por las atrocidades.

The se convirtió posteriormente en parte integrante del gobierno de Diem respaldado por EE.UU.

El americano impasible enfureció a los estadounidenses cuando apareció. El escritor del New Yorker A.J. Leibling, recién llegado de la liberación de las bodegas de vino de París, y eufórico de autoestima proveniente de la buena guerra, vilipendió a Greene en una famosa reseña.

No puede sorprender que el actual gobierno vietnamita adore el libro por su presentación de una intervención de EE.UU. moral y estratégicamente condenada desde su concepción.

Al parecer El americano impasible se consigue en todo Vietnam y el gobierno dio pleno apoyo a la filmación de la excelente adaptación de Philip Noyce, que fue finalmente estrenada en 2002 después de mucha angustia relacionada con el 11-S.

Pero la pregunta interesante y que no ha obtenido respuesta es ¿qué obtuvo exactamente The de EE.UU. en 1950 y 1951?

La mayoría de las historias estadounidenses del lío en Vietnam prestan relativamente poca atención al período previo a 1954. Fue el año de Dienbienphu, Ginebra, Diem, y todo eso, y Vietnam se convirtió oficialmente en la muñeca embreada, señuelo exclusivo de EE.UU.

Es el motivo por el cual El americano impasible de Graham Greene y el segundo volumen de la biografía autorizada del autor de Norman Sherry The Life of Graham Greene (Penguin, 2004) son contribuciones tan fascinantes e importantes a la historia de ese período.

Greene trabajó como corresponsal en Vietnam a comienzos de los años cincuenta, y muchos de los personajes e incidentes son destilados directos de sus experiencias. Escribió «Tal vez haya más reportaje directo en El americano impasible que en cualquier otra novela que haya escrito.» La diligencia de Sherry en el rastreo de los pasos de Greene y en suministrar un contexto para su trabajo y su vida se ha hecho legendaria.

Parece muy probable que en 1950-1951 la misión de ayuda de EE.UU., en realidad una guarida de agentes de la CIA, estaba irritada por el papel limitado y la poca información que los franceses estaban dispuestos a otorgarle en el esfuerzo contra el Vietminh.

Era evidente que la supervivencia de la presencia francesa en Vietnam y su régimen de Bao Dai no iba a durar más de un año o dos. EE.UU. no tenía escrúpulos en su búsqueda independiente de opciones de Tercera Fuerza y mostraba poca simpatía hacia las objeciones francesas o los efectos desestabilizadores o desmoralizantes que sus acciones tenían sobre el desesperado esfuerzo francés por estabilizar Vietnam.

El propio Greene, agente del M16 en la Segunda Guerra Mundial y favorable al punto de vista francés, indudablemente supo del flirteo de EE.UU. con gente como The a través de fuentes indignadas en la Sûreté francesa.

¿Obtuvo The, como afirma Greene en su libro, explosivos, conocimientos y dirección de la CIA? ¿Y tuvo EE.UU. conocimiento previo de los atentados y, en lugar de detenerlos, los alentó y planeó sobre esa base y los explotó para propósitos de propaganda?

Norman Sherry es extremadamente cuidadoso y circunspecto en la evaluación de la evidencia para las afirmaciones más sensacionales.

Greene oía obviamente chismes gálicos mientras personal suspicaz de la inteligencia, los militares y de la diplomacia francesa monitoreaba la creciente y cada vez más agresiva presencia de EE.UU. en Saigón.

La más condenatoria fue la información del Número 1 francés en Vietnam, el general Salan, de que había arrestado a un agente consular estadounidense en el puente Sakow (donde Alden Pyle halla su fin en el libro) con explosivos plásticos en el maletero de su coche.

Sin embargo, Mr. Sherry no descubrió ningún informante en las filas de los estadounidenses estacionados en Saigón en 1950 y 1951 que apoyara la historia de Greene de que el atentado de Catinat fue realizado por The con conocimiento previo, ayuda y aprobación culpables estadounidenses – o incluso que EE.UU. haya tenido algún contacto serio con The antes de 1954.

Un caso que no ha sido probado según estándares legales es la conclusión que extraje del Capítulo 29, en el que discute la era y los eventos de los atentados en gran detalle.

Sin embargo, sobre una base artística la situación en Vietnam suministró una base adecuada para que Greene describiera las muertes en la calle Catinat como consecuencia directa del aventurerismo cruel y autosuficiente de EE.UU.

El examen del contexto histórico de El americano impasible suministra un cuadro iluminador de la rastrera intervención estadounidense y su marginación de los franceses, que salió a la luz recién en 1955, cuando EE.UU. apoyó a Ngo Van Diem-y al general The- y cerró los libros sobre la experiencia francesa en Vietnam.

La lucha francesa por recuperar el control de Vietnam después de la Segunda Guerra Mundial fue una catástrofe política, humana y financiera para la metrópoli.

No cabe duda de que los franceses necesitaban la ayuda estadounidense, que Truman y Eisenhower suministraron. Para cuando los franceses tiraron la toalla después de Dien Bien Phu, EE.UU. había cubierto un 80% del coste del fracasado esfuerzo francés.

Sin embargo, EE.UU. fue un socio poco entusiasta y suspicaz. El anticomunismo de Truman había reemplazado el apoyo de Roosevelt a la autodeterminación en los países liberados del Sudeste Asiático como la ideología guía de EE.UU., pero EE.UU. nunca pudo ver los objetivos, los métodos o las capacidades de Francia en Vietnam con algún entusiasmo.

La corrosiva desconfianza y aversión entre franceses y estadounidenses está plenamente documentada en el libro de Greene.

La lección del libro de Greene no es que se haya equivocado sobre la naturaleza de la actividad de EE.UU. en el breve período cuando Vietnam iba saliendo del control francés. Es que tenía profundamente razón sobre la pesadilla de veinte años en la que iban a caer juntos EE.UU. y Vietnam.

La vida y el arte de Greene fueron alimentados por una combinación de duda y de conocimiento de sí mismo. La lucha condenada a la ruina, hastiada, de Francia por Vietnam encontró resonancia en el sentido de pecado y de desánimo cínico de Greene.

Por otra parte, consideró la ignorancia jovial y agresiva de los estadounidenses – simbolizada por Alden Pyle – como una afronta personal.

En 1951, para indicar las consecuencias desastrosas de la virtud impuesta ciegamente sin conciencia de la ceguera y la debilidad personal, Greene convierte al ingenuo Pyle en un cómplice a sabiendas de un crimen horrible: el atentado terrorista contra una plaza repleta de civiles inocentes en el centro de Saigón.

Más adelante, los errores estadounidenses en Vietnam se caracterizarían más por pecados por omisión que por la ignorancia ciega e intencionalmente ignorante, y los pecados demasiado conscientes de perpetración por gente que no albergaba ilusiones sobre la decencia de sus propios métodos.

Gente como Edward Lansdale.

Por suerte, el libro de Sherry dispone del embuste, repetido en «Vietnam» de Stanley Karnow y repetido en otros innumerables trabajos – y promovido por el propio Landsdale – de que Edward Lansdale haya sido el modelo para Alden Pyle.

Lansdale fue la antítesis de Pyle: un presumido egomaníaco, jactancioso, un bala perdida cuya excentricidad bordeaba en lo patológico.

Pasó genialmente gato por liebre respecto a Graham Greene, al conspirar con el director Joseph Manckiewicz para filmar la primera versión de El americano impasible, en 1959, en contradicción directa con el libro y las intenciones de Greene. Cuando apareció la película, Alden Pyle – representado por Audie Murphy – fue el héroe, y el alter-ego de Greene – el agotado periodista inglés Fowler – es el ingenuo peligroso que precipita la carnicería en la plaza.

Al explicar por qué su versión debería prevalecer, Lansdale escribió a Manckiewicz:

«[no hay] más de uno o dos vietnamitas vivos que conozcan la verdad real sobre el asunto, y ciertamente no se la van a contar a nadie.»

Landsdale no entró oficialmente a la arena de Vietnam hasta 1954, cuando apareció como el supervisor de Diem. Greene escribió su libro en 1952.

Pero eso no significa que la sombra de Lansdale no se proyecte sobre los eventos en la calle Catinat.

Antes de que Lansdale lograra notoriedad como el jugador franquicia de John Kennedy para los fracasos espectaculares, primero en Vietnam y luego en la Operación Mangosta – las estrategias cada vez más atolondradas para desestabilizar a Cuba y asesinar a Castro que atrajeron la atención del Comité Church – dirigió uno de los mayores éxitos de la política extranjera de EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial – el aplastamiento de la insurrección filipina.

Lo hizo aliado con un enérgico, talentoso, y dócil oficial militar, Ramón Magsaysay.

Las tácticas incluyeron la ampliación y mejora del ejército, la limitación de los abusos contra la población por las fuerzas militares del Estado, agresivas operaciones irregulares de contrainsurgencia, numerosas operaciones psicológicas, y algunas reformas agrarias. También escuadrones altamente entrenados de asesinos y paramilitares poco fiables.

Sorprendentemente, todo funcionó, por lo menos contra el aislado movimiento Huk, que en su apogeo tuvo 15.000 soldados y sólo se apoyó en la población de Luzón de 1,5 millones.

Las Filipinas siguen representando el clímax de la contrainsurgencia estadounidense, y debería ser citada junto con la represión británica del Levantamiento Malayo, que parece recibir todas las menciones positivas como la única operación de contrainsurgencia verdaderamente exitosa en el período moderno.

Según Lansdale, en 1954 lo enviaron a Vietnam «para hacer allí lo que hizo en las Filipinas.»

Un académico de la Universidad de las Filipinas, Roland Simbulan, señaló:

«La CIA tuvo tanto éxito en el control entre bastidores a través de Lansdale que en 1954, un comité a alta nivel de EE.UU. informó que: «La política estadounidense en el Sudeste Asiático fue representada más efectivamente en las Filipinas, donde se puede lanzar mejor un programa expandido de influencia occidental.»

El éxito de la CIA al aplastar la rebelión Huk basada en campesinos en los años cincuenta hizo que esta operación fuera el modelo para futuras operaciones de contrainsurgencia en Vietnam y Latinoamérica. El coronel Lansdale y su compañero de trabajo filipino, el coronel Napoleón Valeriano utilizaron más tarde su experiencia en la contraguerrilla en las Filipinas para entrenar agentes encubiertos en Vietnam y en la Escuela de las Américas de EE.UU., que entrenó a asesinos de la contraguerrilla para Latinoamérica. Por lo tanto, las Filipinas se habían convertido en el prototipo de la CIA para exitosas operaciones encubiertas y la guerra psicológica.»

Después de su tarea en las Filipinas, utilizando la propaganda, la guerra psicológica y el engaño contra el movimiento Huk, Lansdale fue asignado a Vietnam para conducir la guerra militar, política y psicológica.

Cuando los estadounidenses consideraron Vietnam, creyeron que los franceses tenían la fórmula del fracaso, y que EE.UU. tenía la receta para el éxito.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt ya había recomendado especialmente la política de EE.UU. en apoyo a la independencia filipina como un modelo para Vietnam.

Los Papeles del Pentágono documentan que el presidente Roosevelt ofreció a De Gaulle consejeros filipinos para ayudarles en Vietnam.

La reacción de De Gaulle ante la sorprendente sugerencia de que el pendón de la civilización europea y del honor francés podría ser mejor portado con la ayuda de gente de color de las Filipinas fue «un silencio meditativo.»

Los estadounidenses – como Alden Pyle – sentían demasiada impaciencia por lograr el éxito y confianza en sus métodos como para colaborar con los franceses.

Partidos los franceses, esperaban que la magia estadounidense funcionara en Vietnam como lo había hecho en las Filipinas. Todo lo que se necesitaba era el prestigio y la ayuda estadounidenses, un grupo base innovador e implacable de consejeros, y una coordinación perfecta entre el patrón estadounidenses y el cliente vietnamita, todos resplandeciendo alrededor de un líder carismático y competente.

Pero las diferencias resultaron ser más importantes que las similitudes.

En lugar de Magsaysay, un hombre dinámico de a caballo, apostamos a Diem, un católico (literalmente) enclaustrado y un egoísta fuera de contacto con la realidad.

En lugar de los desventurados y aislados huks, nos veíamos frente a los soldados duros como el acero del Ejército Nacional Popular con una base impregnable en Vietnam del Norte, fronteras que eran un refugio seguro, y ayuda rusa y china.

Teníamos una operación de contrainsurgencia que desde el comienzo estuvo fatalmente comprometida por la exagerada confianza estadounidense en la violencia política y militar.

Y, desde luego, obtuvimos la derrota en lugar de la victoria.

Es la tragedia que Graham Greene previó en la calle Catinat.

Pienso que dejaré que Philip Noyce, director de la adaptación cinematográfica de 2002 de El americano impasible, tenga la última palabra. De una entrevista en Saigón a comienzos de 2003, mientras EE.UU. titubeaba al borde de la invasión de Iraq:

«Alden Pyle está vivo y bien en nuestros días. Y es una señal de la brillantez de Greene, o del hecho de que algunas cosas simplemente nunca cambian… En teoría, hay una Casa Blanca repleta de Alden Pyles. [Risas] Y eso da miedo…»

… Ahora bien: ¡George Bush es el supremo Alden Pyle! Apenas ha estado afuera del país, está lleno de buenas intenciones, cree que tiene la respuesta, es muy ingenuo, después de todo no es demasiado ágil de mente, y es extremadamente peligroso.»

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China Hand edita el interesantísimo sitio en la Red China Matters.

http://www.counterpunch.org/china08282007.html