Recomiendo:
0

Teatro y capitalismo: cómo hacer un drama de la crisis económica

Fuentes: Sin Permiso

Las complejidades del mundo de las altas finanzas siempre se han considerado veneno para la taquilla. Pero ya no. ¿Cómo responde el teatro al capitalismo? La recesión, nos dicen, se da oficialmente por terminada, pero la gran noticia artística de este otoño es de qué manera estuvo al borde del derrumbe el sistema financiero. La […]

Las complejidades del mundo de las altas finanzas siempre se han considerado veneno para la taquilla. Pero ya no. ¿Cómo responde el teatro al capitalismo?

La recesión, nos dicen, se da oficialmente por terminada, pero la gran noticia artística de este otoño es de qué manera estuvo al borde del derrumbe el sistema financiero. La semana pasada, The Last Days of Lehman Brothers, un drama de la BBC 2, se centraba en la desaparición de una empresa en concreto; mientras que la nueva película de Michael Moore, Capitalism: a Love Story, estrenada en el festival de cine de Venecia, adoptaba una visión de mayor alcance. El teatro hace ya uso de ambos enfoques. Enron, de Lucy Prebble, que en breve se trasladará del Chichester Festival Theatre al Royal Court, describe con precisión forense la espectacular caída del gigante de la energía tejano. Mientras tanto The Power of Yes, de David Hare, que se estrena en el National Theatre en octubre, promete investigar de qué modo se usaron métodos socialistas para rescatar a un capitalismo achacoso. Y tampoco deberíamos olvidar el minúsculo teatro del Soho que fue pionero en este terreno con Everything Must Go, en el que diez escritores ofrecían su personal visión del fracaso fiscal.

En Enron, Prebble muestra cómo se construyó sobre sombras un imperio financiero, acumulando deudas por valor de 38.000 millones de dólares y tratando los beneficios proyectados como si fueran realidad. Predadores escamosos como lagartos acechan en el escenario, simbolizando las compañías fantasma de la empresa energética. El objetivo de Prebble, tal como ella misma me cuenta, «consistía en mostrar la teatralidad de los negocios y las ilusiones sobre las que prosperan. Jeffrey Skilling, presidente de Enron, poseía un celo mesiánico y creía que podía cambiar el mundo creando una economía virtual. Su agente financiero jefe, Andy Fastow, era fan del cine fantástico y de ciencia-ficción, y bautizó a las empresas fantasma de Enron con nombres como Raptor y Talon, una idea de la que me he valido de modo que las aves de rapiña del escenario se conviertan en una forma pavorosa y siniestra de mostrar cómo las ideas de Fastow acabaron descontroladas».

«Para Enron, hacer negocios se convirtió en una especie de negocio del espectáculo, el business se volvió showbusiness. Contrataban al Cirque du Soleil para que actuase en las fiestas de la empresa, y Skilling se transformó de tonto empollón en el mayor showman de todos ellos. Pero si los negocios son como el teatro, la cosa también funciona al revés. La gente corre a comprar entradas para el Enron del Royal Court únicamente sobre la base de lo que les han dicho. Si terminara fracasando -y espero con toda mi alma que no- sería el espejo perfecto del proceso de los negocios».

Si el teatro ha de vérselas seriamente con el capitalismo, empero, no será simplemente porque se ponga en pie y lo denuncie. Tal como Prebble comprende, hay que captar su peligroso atractivo y llegar a empatizar incluso con sus protagonistas. «Cuando hablé por primera vez con Ben Power [dramaturgo de Headlong Theatre, que ayudó a desarrollar la obra] sobre este proyecto,» cuenta, «estuvimos de acuerdo en que la mayoría de nosotros tenemos una respuesta ambivalente al capitalismo y que hasta a los liberales de simpatías izquierdistas les gustan los iPods, los pantalones vaqueros y las cosas que proporciona. No tiene mucho sentido escribir sobre una burbuja financiera a menos que estés dispuesta a pasar un rato dentro de la burbuja. Y además tienes que intentar crear un héroe trágico con el que puedes no estar de acuerdo, pero que ha de tener magnetismo dramático. Es lo que hizo Bernard Shaw con Andrew Undershaft en Major Barbara, y Tony Kushner con Roy Cohn en Angels in America. Y es lo que he tratado de hacer con Jeffrey Skilling. Me enteré de que solía despertarse a las cuatro de la mañana pensando en toda la presión que se le venía encima. Y se me hizo fácil sintonizar con eso porque a mí me pasaba lo mismo cuando era más joven, de solo pensar en todas las mentiras que había dicho y las patrañas que me había inventado».

En Enron, sin embargo, Prebble se ha ceñido estrechamente a los hechos. Su invención principal se llama Claudia Roe: una ejecutiva de Enron que se convierte en una amalgama de ficción de las diversas mujeres que pusieron en cuestión la desbordada ambición de Skilling. «Las mujeres desempeñan un papel clave en la historia de Enron», afirma. «Sherron Watkins fue la principal en hacer sonar la alarma en la empresa. Y Bethany McLean fue la joven que escribió el artículo de Fortune que contribuyó a hacer estallar la burbuja de Enron. No estoy afirmando que las mujeres tengan una mayor conciencia que los hombres, pero hablando con las que trabajan en el sector de negocios me he dado cuenta de que tienen una perspectiva diferente. Puesto que poseen un vínculo más estrecho con la vida familiar, tienden a ver las cosas desde fuera y están dispuestas a declarar que el emperador está desnudo».

El gran problema a la hora de escribir sobre los negocios, tal como reconocen tanto Prebble como David Hare estriba en cómo explicar al lego las complejidades de las finanzas. Prebble tenía la ventaja de partida de venir de una familia inmersa a fondo en el sector de negocios: su padre trabajaba en una empresa de software, y su hermano y su hermana en Accenture. «Intenté también que la información relativa a los hechos viniera de una base emocional», comenta. «En la escena inicial, una fiesta de la empresa, hago que Skilling explique todo el proceso «de la marca al mercado», en el que los beneficios proyectados se trataban como si fueran una realidad tangible. Viene motivada por la furia de Skilling con la gente de negocios que no comprende un sistema de contabilidad utilizado por todos los grandes bancos de inversiones de Wall Street. Y más tarde, cuando Fastow le explica a Skilling cómo se pueden desviar las pérdidas a compañías ficticias, el impulso emocional procede del hecho de que Fastow está desesperado por impresionar a su adorado jefe. Lo cierto es que se convierte casi en una escena de amor entre los dos hombres»

Alboroto y hondura

H istóricamente el teatro ha estado siempre alerta a las paradojas del capitalismo. Es célebre la cita del Timón de Atenas shakesperiano empleada por Marx en Das Kapital para mostrar lo que sucedía cuando «el frío nexo del dinero» substitutía a las auténticas relaciones humanas. Ibsen retrató el autoengaño de un Napoleón del comercio en John Gabriel Borkman; The Voysey Inheritance de Harley Granville Barker es un estudio clásico de un fraude criminal anterior a Maxwell, en el que un abogado especula con el dinero de sus clientes.

Pero últimamente las finanzas habían dejado de estar de moda: como dice Prebble, «comparadas con el sexo y la muerte, han estado básicamente ausentes de la literatura teatral más reciente». Hay raras excepciones: la sátira de Caryl Churchill, Serious Money, de 1987, y la obra de David Greig, The Speculator, de 1999, que contaba la historia de John Law, el escocés expatriado inventor del papel moneda. The Producers de Mel Brooks también apuntaba la locura del capitalismo del teatro, mostrando a un granuja jonsoniano [1] que liaba a los patrocinadores para que invirtieran de más en un presunto fracaso estrepitoso. Brooks demostraba, de hecho, que el teatro, en su extremo comercial, es un perfecto microcosmos de los grandes negocios: ambos invitan a la gente a invertir en un producto a menudo imaginario.

El texto de Prebble existe, no obstante, lo mismo como texto que como representación. The Power of Yes de Hare todavía está en proceso de creación. Pero aunque Hare se muestra remiso a hablar de ello con detalle, su propósito resulta claramente distinto del de Prebble. Ella ha escrito un entretenimiento alborotado, pese a que pasó por 17 borradores. Hare usa técnicas documentales para explorar la crisis de modo más amplio.

«Lo que trato de hacer es encarar el conjunto de la cuestión del sistema financiera y de su casi desplome», afirma. «Pero también cuestiono implícitamente el modo en que funciona el teatro. Hay grandes instituciones que se han vuelto artríticas en su manera de programar y en su dependencia de lo que Ken Campbell ha lllamado de forma memorable «teatro de folleto». Parece que ha pasado mucho tiempo desde el US de Peter Brook en los años 60, cuando la Royal Shakespeare Company daba a un director y a un grupo de escritores libertad para tratar un gran tema -Vietnam, en ese caso- sin saber cuál sería el producto final. Pero lo que ha sucedido aquí es algo parecido. Nick Hytner [director artístico del National Theatre] me invitó primero el 31 de marzo a que me las viera con la crisis financiera y pasé un periodo intenso investigando. La pieza sigue escribiéndose hasta el último minuto, pero encuentro alentador que una compañía grande subvencionada pueda volver a este tipo de experimentos».

Hare revela enigmáticamente que su propio yo inquisitivo estará representado en escena por un personaje. Parece justo asumir, a juzgar por el pasado, que será crítico con la respuesta del gobierno, que, tal como ha escrito George Monbiot, ha consistido en entregar nuestro dinero a la gente que para empezar causó la crisis. Dice Hare: «Trato de quebrar las actitudes protectoras de los banqueros, que sostienen que se trata de una recesión como cualquier otra, que tenemos que reconstituir el sistema tal como era y que no hay necesidad de poner en cuestión o revisar la base misma del capitalismo. Fue Alan Greenspan, el antiguo presidente de la Reserva Federal, el que admitió que «todo el entramado intelectual se ha desmoronado». Eso es lo que estoy tratando de explorar».

Aunque difieran en sus enfoques, Hare y Prebble coinciden en numerosos puntos. Uno de ellos es la dificultad de explorar las complejidades del dinero; y resulta interesante que ambos rindan homenaje, cada uno por su lado, a Michael Frayn, como escritor capaz de clarificar sistemas complejos. Prebble afirma que vuelve «accesibles datos recónditos». Hare está de acuerdo. «Habría parecido imposible pensar que el público pudiera llegar a entender la física nuclear o las interioridades de la política alemana de postguerra hasta que Frayn escribió Copenhagen y Democracy«. Ambos autores creen que el dinero es un asunto injustamente ignorado por el teatro moderno.

«Aunque parezca mentira,» dice Hare, «hará cosa de año asistí a una conferencia en la London School of Economics en la que Howard Davies, director entonces de la Confederation of British Industry [la organización de la patronal del Reino Unido] expresó su sorpresa por lo poco que se había escrito sobre el fenómeno de la City y el lugar del capitalismo en la cultura. Evidentemente, esto está cambiando con la nueva novela de Sebastian Faulks, A Week in December, y la última película de Michael Moore».

«Pero me he sentido bastante solo al escribir sobre las conexiones entre las finanzas y la política: la cuestión central de mi obra Gethsemane consistía en mostrar de qué modo la política ha quedado encajonada en una esquina por su dependencia de quienes recaudan los fondos. Además, creo apasionadamente en la capacidad del teatro de dar una visión general de un tema de importancia. Cuando escribí Stuff Happens [2], quería explicar los orígenes de la guerra de Irak de una modo distinto a cómo, según mi impresión, lo estaba haciendo el periodismo. Y ahora me enfrento a la crisis financiera, en parte con el fin de luchar contra mi propia ignorancia, pero también porque el teatro es el lugar ideal para investigar asuntos nacionales y globales. Algo hay en la experiencia colectiva, intensificada del teatro, que hace posible asimilar ideas e información».

Por gratificante que resulte encontrar dos autores de teatro más interesados en analizar el dinero que en hacerlo, espero que Enron y The Power of Yes sean el comienzo de algo en lugar de su conclusión. El capitalismo no sólo resulta fascinante en si mismo, suscita infinitas preguntas morales y prácticas, tal como mostraba el libro de Niall Ferguson, The Ascent of Money. ¿Nace la pobreza de la ausencia de bancos o de su existencia? ¿Hay un elemento darwiniano intrínseco en todo el mundo financiero? ¿Supone cumplir un deseo imaginar que el Estado es una alternativa realista a los mercados? El teatro, con su propia combinación de financiación privada y públicas y privadas, es el lugar ideal para enfrentarse a las contradicciones del capitalismo, siempre y cuando se recuerde el mandamiento de Dryden [3] según el cual el drama, como la poesía, «sólo instruye deleitando».

Notas del traductor

[1] De Ben Jonson (1572-1637), el dramaturgo contemporáneo de Shakespeare, conocido por farsas maestras como Volpone. [2] Stuff Happens, que podría traducirse como «pasan cosas», es una frase de Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de Bush durante la guerra de Irak, que resume su estilo entre brutal y convenientemente descuidado ante lo sucedido durante la invasión y ocupación del país. [3] John Dryden (1631-1700) fue el mejor poeta y satírico inglés de su época, la de la restauración monárquica de la segunda mitad del siglo XVII.

Michael Billington es crítico teatral y escribe en el diario británico The Guardian.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón.