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¿Tenemos que rescatar al turismo de esta crisis?

Fuentes: Revista Ecologista

El turismo es la industria más exitosa de nuestra economía, la que más precariza, pero beneficiada por inversiones públicas y grandes beneficios. ¿Debemos rescatar a las empresas turísticas ante las pérdidas por la pandemia o rescatamos a la ciudadanía?

España ha sido en 2019 el segundo país receptor de turistas con 83 millones y el más competitivo según el Foro Económico Mundial, resultado de su especialización, los recursos naturales y culturales, la accesibilidad, infraestructuras de transporte y red de alojamientos. La competitividad en nuestro caso está unida a la dependencia del turismo en muchas regiones, lo que nos coloca en una posición crítica en esta pandemia, ya que la movilidad geográfica necesaria para la industria turística está desaconsejada para evitar contagios.

La contribución del turismo al PIB asciende a un 15 %, por delante de la construcción con un 14 %, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, en inglés). La inversión española para el sector alcanza el 0,9 del PIB, cuarta del mundo, y desde la Secretaria de Estado de Turismo se lleva impulsando el sector más de 60 años. La construcción se ha beneficiado del auge del turismo por la edificación de hoteles, segundas residencias o infraestructuras de transporte. Estos dos sectores han crecido en paralelo y son dos caras de una misma moneda.

Existe una cara amable del turismo, la industria sin chimeneas, pero también tiene la cara más despiadada del capitalismo, los fondos soberanos internacionales como el saudí, han invertido masivamente en el sector, también socimis o grupos inversoras no vinculados al turismo son grandes propietarios de los edificios destinados al alojamiento vacacional. Blackstone es propietaria de muchos de los hoteles y viviendas de uso turístico (VUT) españolas, en los que desde hace años se está separando la propiedad de la gestión; los inversores quieren el ladrillo y las cadenas la gestión. La venta de los inmuebles les posibilita modernizarse y extenderse. Esta tendencia se incrementará con el coronavirus.

Riqueza engañosa

Los trabajadores vinculados al turismo en el tercer trimestre de 2019 fueron 2.830.000, un 14,3 % del empleo total con una temporalidad del 36 %. Esta temporalidad inherente al sector supone que miles de trabajadores en octubre queden en paro precarizando su vida, dependientes de subsidios y con falta de ingresos para el Estado. La vinculación entre turismo y riqueza es bastante engañosa, los datos disponibles sobre afluencia de turistas muestran cómo las regiones más visitadas son las que peor calidad de empleo tienen. La mayor temporalidad se da en Andalucía, Cataluña, Baleares y Canarias. Por otra parte, las regiones más turísticas del Estado no tienen la mejor calidad de vida, calidad encabezada por Navarra, mientras dos de las más visitadas, Andalucía y Canarias se encuentras a la cola del ranking. Estas regiones ya vulnerables verán incrementada su precariedad con la covid-19.

Los españoles hicimos, en 2019, 193 millones de viajes de los que el 10,4 % se realizaron al extranjero. La media de gasto de los españoles en sus vacaciones interiores fue de 713 euros mientras que la de los extranjeros fue de 1.102 euros. El gasto de turistas extranjeros supone el 16,6 % de las exportaciones españolas. Esos 19 millones de viajes de españoles en el extranjero no se producirán en 2020, pero tampoco servirán para paliar la falta de beneficios de los extranjeros si se quedan en España.

Este verano no llegará turismo internacional por la pandemia. Los representantes políticos de los países que más nos visitan, Reino Unido, Alemania y Francia están recomendando no viajar al extranjero y potenciando su turismo interior. El turismo interior en España no podrá suplir la falta de llegadas internacionales, porque los viajes de los españoles ya eran mayoritariamente internos, además, dadas las circunstancias de recesión económica el gasto será menor, se espera que el desempleo pueda llegar al 20 %, según datos del Banco de España. Tal vez las zonas rurales o espacios naturales puedan ver un aumento de visitantes, lo que habrá que vigilar por su efecto sobre el medio ambiente, pero las zonas donde la densidad de oferta sea mayor, el Levante o islas, tendrán previsiblemente enormes dificultades.

Aún no hemos visto la magnitud del derrumbe del sector turístico por la crisis sanitaria, no importa cuánto se quiera ayudar al sector, esas ayudas pueden caer en saco roto, porque salvar la temporada no depende de regar de dinero a las empresas o dar créditos avalados por el Estado, todo dependerá de los contagios, de la falta de demanda y finalmente de la apertura o no de las fronteras: hoy, 156 países tienen cerradas sus fronteras a los extranjeros.

Ilustración: Ana Penyas. www.anapenyas.es

Sabemos ya de los créditos a Iberia o Vueling, con beneficios estas últimas de casi 3.000 millones de euros, en 2018, o Aena, el mayor operador aeroportuario mundial con 1.400 millones de beneficios en 2019. Thierry Breton, comisario europeo del ramo está pidiendo que, de los fondos europeos para la recuperación, el 20 % – 25 % vaya destinado al turismo. Habría que considerar los beneficios de las empresas turísticas en los últimos años y el origen de la propiedad real de estos grupos empresariales antes de tomar una decisión no sea que esta crisis solo beneficie las cuentas de resultados de algunas empresas y se olvide de los ciudadanos. Muchas de las empresas turísticas tienen externalidades negativas en lo medioambiental, conflictos en cuestión de derechos laborales o falta de responsabilidad social. Sería un premio poco merecido a quienes ayudan a destruir culturas o ecosistemas, a quienes contratan de manera irregular o hacen subir el precio de la vivienda, recibir tan cuantiosas ayudas

Desaparición de ecosistemas

El turismo es uno de los sectores que más ha contribuido a la desaparición de ecosistemas, pérdida de biodiversidad y son muchas las razones para cuestionarnos seguir apostando por él. La aportación del sector al PIB parece enorme, pero solo refleja unas cuentas engañosas en las que no se incorporan los daños ambientales o las externalidades negativas del sector o como retorna el sector a la sociedad la inversión del Estado en forma de impuestos, empleo o igualdad. Si hiciéramos otras cuentas nos sorprenderíamos y puede que este sea el momento de redimensionar el sector, que alcance su nivel y decidir apostar por recursos humanos y económicos en sectores alternativos que tanto necesitamos.

El transporte aéreo es el que mayor impacto ambiental tiene, sus emisiones han crecido un 70 % en 20 años. Los parques nacionales han perdido un 80 % de inversión mientras los esfuerzos se están centrando en la gestión del ocio. Tenemos un 40 % del litoral urbanizado y 7% dedicado a instalaciones portuarias. En la costa levantina y balear encontramos 203 instalaciones náutico-recreativas en 2.400 kilómetros, una por cada 12 km. La afección a los frentes dunares, a las especies de flora y fauna amenazadas por la presión humana está principalmente relacionada con la actividad turística en las playas. El estrés hídrico que sufre la cuenca mediterránea se ve aumentado en las zonas turísticas. Actualmente tenemos una disponibilidad media de 3.000 m³ para una demanda de 2.000 m³, pero para finales de siglo la disponibilidad se habrá reducido a 450 m³, afectando especialmente a las zonas más turísticas. El sector de los cruceros movió en 2019 un total de 30 millones de pasajeros; solo una compañía, Carnival, contamina con óxido de azufre 10 veces más que todos los vehículos europeos juntos en un año. España es el país más vulnerable de Europa a la contaminación por cruceros. La contratación en 2020 está paralizada, pero ha crecido un 40 % para 2021.

El 35 % de los hoteles españoles son de pequeños propietarios, ellos serán los más afectados por esta crisis junto con la restauración, donde la tónica también es la pequeña propiedad. Es probable que como en otras crisis muchos de estos pequeños propietarios sean devorados por inversores o desaparezcan. Existen ya buitres merodeando que vislumbran rentabilidad en el sector en un futuro próximo si el virus lo permite y comprarán barato. El 65 % de los hoteles españoles está en manos de grandes grupos muy rentables. Meliá, decimosegunda cadena mundial obtuvo beneficios por 43 millones de euros en 2019; Catalonia por 59 millones; NH, hoy del grupo tailandés Minor Hotel, ganó 90 millones; Hotusa, propiedad de Amancio Ortega, 54 millones; La facturación de Iberostar creció un 5 % y Riu creció un 80 %.

Benidorm. Foto: Carlos Santiago.

El sector se ha acostumbrado a vivir a costa de inversiones públicas en carreteras para los alojamientos, canalización de la escasa agua para piscinas o campos de golf, aeropuertos, la gestión de residuos o congestión de centros de salud de zonas turísticas. De estas inversiones públicas solo saca beneficio el sector turístico y nunca han sido consideradas en las cuentas de resultados ni devueltas a la sociedad, ayudas que las administraciones temen cobrar al turista para no perder competitividad. En Barcelona, el puerto de cruceros más importante de Europa, se inauguró en 2018 una nueva terminal con un coste compartido público privado de 46 millones gestionada por Carnival. Un tercio del uso de las carreteras baleares lo hacen los turistas.

El caso de Carnival Corporation es paradigmático pues ha perdido en bolsa en los últimos meses un 81 % de su valor, pero el fondo soberano saudí ha comprado 340 millones de dólares de sus acciones a precio de ganga para diversificar las inversiones del príncipe Bin Salman, gestor del fondo, ante el desplome del precio del petróleo del que ya no quiere depender.

Las ayudas que lleguen del Estado o de Europa tienen que llegar a las personas y algunas puede que viajen. Hay que aprovechar el momento para, de una vez, cambiar de modelo productivo, redimensionar el sector del ocio para que alcance un nivel asumible pues la inundación de este sector es perjudicial para sí mismo y para la salud de la economía y el planeta. Esta es la oportunidad de descentralizar la economía hacia los lugares que quieran diversificar su producción y renaturalizar el excedente de oferta. Sería el momento de hacer las cuentas reales al turismo y poner encima de la mesa de verdad el coste real de la apuesta por este sector, sin olvidar que quien esconde la patita por detrás son sectores muy especulativos y destructores.

Belén García. Área de Urbanismo y Turismo de Ecologistas en Acción.

Fuente: Revista Ecologista nº 104.