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Tenet, otro imperfecto gerente imperial es destituido

Fuentes: Progreso Semanal

Pobre George J. Tenet (julio de 1997-julio de 2004). Este mentiroso pero leal sirviente supuestamente renunció como Director de la CIA, pero todos en Washington saben que el Presidente Bush lo consideraba una carga. Tenet se convertirá en el chivo expiatorio de Bush, el responsable de que la CIA no haya detenido los ataques del […]

Pobre George J. Tenet (julio de 1997-julio de 2004). Este mentiroso pero leal sirviente supuestamente renunció como Director de la CIA, pero todos en Washington saben que el Presidente Bush lo consideraba una carga. Tenet se convertirá en el chivo expiatorio de Bush, el responsable de que la CIA no haya detenido los ataques del 11/9, de no haber encontrado las ADM iraquíes y de no haber predecido las pruebas nucleares de India y Pakistán en 1998. Pero los jefes de la CIA están destinados institucionalmente a cargar con la culpa.

Los bushistas, divididos por una política exterior de tres vías respecto a Irak que implica a los departamentos de Estado y Defensa y a la oficina del Vicepresidente Dick Cheney, ahora necesitan a un tapón para sus «fracasos de inteligencia» cuando el Congreso les a pregunte acerca de las inexistentes armas letales iraquíes.

Y cuando la Comisión del 11/9 publique su informe en julio, los bushistas tratarán de rechazar las acusaciones de que poseían evidencia sustancial de un importante plan terrorista y no hicieron nada. Y tratarán de eliminar las acusaciones de que ellos o Ahmad Chalabi, su confiable asesor y notorio simulador, filtraron «secretos de seguridad nacional» a Irán.

El Fiscal Especial Patrick Fitzgerald, que actualmente busca al traidor que «denunció» a la operativa de la CIA Valerie Plame, ha comenzado a interrogar a Bush, quien ha consultado a un abogado privado acerca del asunto. Esto sugiere que la evidencia puede señalar que el propio Presidente autorizó el plan de que el columnista Robert Novak diera a conocer el nombre de Plame para castigar a su esposo, el ex embajador Joseph Wilson. Wilson denunció el engaño de Bush para inventar evidencia que demostrara que Saddam Hussein había tratado de comprar una torta amarilla de uranio en África para poder fabricar bombas. Agréguese el escándalo de las torturas en Abu Ghraib a este problema y cualquiera se figuraría que los demócratas se van a dar banquete en los debates presidenciales de otoño. ¿Entonces por esa expresión de disgusto, Sr. Kerry?

Pero los escándalos actuales y la politiquería -¿no es lo que hay en Washington?- acerca de la partida de Tenet oscurecen el papel de la CIA, una agencia supuestamente destinada tanto a acopiar como a analizar inteligencia y a hacer política por medio de la acción encubierta.

En los años 80, William Casey hizo que la CIA iniciara una serie de guerras encubiertas para desestabilizar a gobiernos vinculados a la Unión Soviética, como Nicaragua, Angola, Afganistán, Mozambique, Cuba y Viet Nam. Para vengarse de Viet Nam, la CIA se dio besitos con el infame Pol Pot en Cambodia.

En Angola y Mozambique, la CIA se unió a Sudáfrica y a criminales líderes tribales; en Afganistán, con fanáticos islámicos anti-Occidente. La estrategia de Casey combinaba ataques a la periferia soviética con una carrera armamentista destinada en parte a obligar a los soviéticos a gastar preciosos recursos y a enfrascarse en guerras de propaganda.

Sin embargo, los planificadores de la guerra encubierta multicontinental no tuvieron en cuenta las consecuencias. Conspirar para derrocar a otros gobiernos significa violar la ley. La CIA esconde su comportamiento criminal recurriendo a la mística de la «acción encubierta». La nación seleccionada como objetivo sabe perfectamente que ha sido atacada por mercenarios apoyados por EEUU. La Agencia quiere que su secreto -la actividad ilegal- no se haga público. Después del 11/9, el imperio sencillamente eliminó los a débiles del gobierno de la república.

Despué3s de la 2da. Guerra Mundial, los creadores de la CIA argumentaron que la acción encubierta complementaría la inteligencia, la cual la república necesitaba. La acción encubierta ofreció a sucesivos presidentes un instrumento de fuerza que eliminaba el engorroso procedimiento de solicitar la anuencia del Congreso.

La CIA se convirtió en el equivalente de la Guardia Pretoriana del Presidente, un recurso ejecutivo que podría reafirmar (mentir) al Congreso al presentarse como una agencia de inteligencia.

Cuando la prensa descubría una operación encubierta, los mentirosos la adornaban: dado la cruel naturaleza del inescrupuloso enemigo comunista, al que desgraciadamente tenemos que enfrentarnos, argumentaban, ocasionalmente tenemos que acudir a actividades no tan agradables -como derrocar gobiernos, asesinar líderes extranjeros y echar a perder la función diaria de la vida de otros pueblos.

Cuando el Congreso descubrió el papel de la CIA en la desestabilización del gobierno elegido de Chile (1970-1973), después de las revelaciones de las campañas de asesinatos de la CIA en Viet Nam, hubo demandas de reforma. Pero la consiguiente discusión congresional y pública acerca del arreglo de la Agencia se concentró en procedimientos de reformas, como si la CIA pudiera lograr un balance entre los principios de la república y el poder imperial. Así que los escándalos anteriores de la CIA han provocado una discusión de procedimientos, no la eliminación de su función encubierta (asesinato y terrorismo).

Los miembros del Congreso aún temen las consecuencias de usar la palabra que empieza con «i» (imperio) en estos rituales de «reforma de la CIA». Y la CIA continuará distorsionando la inteligencia para satisfacer los deseos imperiales. Sus fuerzas encubiertas matarán, torturarán y convertirán a los nativos en traidores, tal como han hecho anteriormente. Surgirán nuevos escándalos. El Congreso se quejará: «¿Cómo es posible esto?». Y celebrarán más audiencias para procedimientos de reforma y llamarán a declarar a ex directores de la CIA.

El ex director de la CIA (bajo Bush padre) Robert M. Gates resumió el complot de evitación. Distraer al público de la discusión sustancial enfocando el procedimiento. En vez de preguntar por qué una república necesita 725 bases en todo el mundo, Gates situaría al nuevo jefe de la CIA dentro del «pequeño círculo que decide la política cuando se toman las decisiones clave. El es responsable de mantener a todos bajo control y de mantener honesto el debate, si se desea».

¡Qué risa! ¡Tenet el traicionero manteniendo honesto el debate! Como Director de la CIA, Tenet vaciló entre suministrar inteligencia y promover la guerra de Bush en Irak. ¿Esto es honestidad? El público lo recuerda por haberlo visto en TV sentado detrás del Secretario de Estado Colin Powell en el Consejo de Seguridad de la ONU el 5 de febrero de 2003 -¿tratando de no bostezar?- mientras Powell hacía su presentación a favor de la causa de la sincera prevaricación.

La misma presencia de Tenet en la ONU simbolizó el peso de la inteligencia de la CIA, como si él personalmente apoyara cada mentira que pronunció Powell acerca de la localización de las armas de destrucción masiva de Saddam.

En enero de 2004, cuando David Kay (nombrado por Bush) y el equipo de inspección de armas regresaron de Irak con las manos vacías, Tenet, al igual que Powell y otros mentirosos de alto nivel, representaron al nadir de la credibilidad de la Administración Bush.

Sin embargo, en Washington nada tiene tanto éxito como el fracaso. Bajo George Tenet, la CIA no fue capaz de predecir ni evitar los ataques el 11/9. A Tenet le faltó también la valentía para enfrentarse a Bush, Cheney y Rumsfeld en referencia a sus aseveraciones de que Saddam tenía armas de destrucción masiva y vínculos con Al-Qaeda. En su lugar, según Bob Woodward, Tenet dijo a Bush que demostrar la existencia de ADM era «un caso seguro».

Después de estos desastrosos fracasos de inteligencia y de las respuestas nada verdaderas a las preguntas de los congresistas acerca de ambos temas, la lógica debía haber dictado que el prolongado éxodo de Tenet habría provocado titulares como:

«Finalmente Bush se deshace del cobarde idiota principal de la CIA»

En su lugar, los ovejunos medios repiten lugares comunes dictados por Bush, cuyos fracasos hacen palidecer los de Tenet. Tenet hizo un «excelente trabajo» en la lucha contra el terror. Bush describió al liderazgo de Tenet como «firme». The Los Angeles Times acredita a Tenet con haber expandido «el cuerpo de analistas y de operativos clandestinos de la CIA» al reabrir estaciones en el exterior, incrementar el «apoyo al espionaje en el extranjero» y en reformar en sentido general el aparato de inteligencia y recuperar el «sentimiento de misión y propósito» de la Agencia.

Compárense estos «éxitos» de procedimiento con los sustanciales fracasos: no pudo prever las pruebas de armas nucleares por parte de India y Pakistán en 1998, sucesos que cambiaron la geopolítica el Océano Indico. En mayo de 1999, su «expandido cuerpo de inteligencia» dio a la OTAN (la Fuerza aérea de EEUU) las coordenadas para bombardear la embajada china en Belgrado.

A pesar del precedente de la bomba de 1993 en el World Trade Center, la CIA de Tenet no pudo seguir ni penetrar a Al-Qaeda. Mientras ellos insistían en los vínculos entre Saddam y Al-Qaeda, Tenet obsequiosamente dijo a la Casa Blanca que eliminara de un discurso de Bush el argumento de que Saddam trataba de comprar combustible nuclear en África. Sin embargo, la acusación apareció en el discurso del Estado de la Unión de Bush en 2003. Vaya, un líder decidido. Pero Tenet hizo el esfuerzo. ¿O no lo hizo?

A no ser que la fuerza resida en besar el trasero a los poderosos y persistentes mentirosos, los grandes logros de inteligencia de Tenet se resumen en hacer que la CIA ayudara a las fuerzas locales de la ley a evitar un intento en 1998 por parte de la Jihad Islmica egipcia de bombardear la embajada de EEUU en Tirana, Albania, e impedir un plan de Al-Qaeda para secuestrar un avión comercial con el fin de obligar a Estados Unidos a poner en libertad al Jeque Omar Abdel-Rahman, quien actualmente cumple una condena de cadena perpetua por conspirar para poner bombas en lugares de Nueva York.

Los fracasos de Tenet superan con mucho sus éxitos. No importa. La potencia imperial de EEUU sobrevive al fracaso de sus administradores. Siempre y cuando el Administrador juegue con las reglas de la casa, el grupo imperial recompensa el fracaso con el más alto honor.

Los que conceden estos cómodos puestos suponen que la fuerza inherente del imperio norteamericano lo hace inmune a las torpezas de los tontos que lo administran.

Tenet puede unirse ahora a los reverenciados por el Secretario de Defensa Robert McNamara y el difunto Asesor de Seguridad Nacional MacGeorge Bundy, cuyos errores en Viet Nam bajo Kennedy y Johnson contaron millones de vidas; Henry Ksissinger, cuyo criminal desempeño en Chile, Viet Nam, Indonesia y todos los otros lugares le significaron riquezas, prestigio y honor. Quizás una importante cadena le ofrezca al «pobre Tenet» un empleo como director de su departamento de noticias. ¿Me escuchan, Fox y CNN?

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