Recomiendo:
0

Tengan miedo. Mucho miedo

Fuentes: Progreso Semanal

La opinión ortodoxa de la semana pasada, o lo que eso se considera en la política norteamericana el consenso entre los lideres de lo que a veces llaman el «comentariado» de Washington, se encuentra ahora en el cubo de la basura. La razón para eso se llama Rick Perry, el gobernador republicano de Texas, quien acaba […]

La opinión ortodoxa de la semana pasada, o lo que eso se considera en la política norteamericana el consenso entre los lideres de lo que a veces llaman el «comentariado» de Washington, se encuentra ahora en el cubo de la basura.

La razón para eso se llama Rick Perry, el gobernador republicano de Texas, quien acaba de anunciar que será candidato a la presidencia en momentos que los candidatos ya anunciados estaban batallando para ganar el sondeo informal de Iowa. La pasada semana, los expertos habían declarado confiadamente que el número de contendientes serios se reducía a tres: al entrar Perry, se convierte en una competencia entre cuatro personas. Esa es la percepción colectiva de los principales analistas políticos en Washington.

Perry entró a escena a toda máquina. Al anunciar su aspiración. Perry dijo que cuando él se decide por algo, no para hasta alcanzarlo. En otras palabras, no habrá tregua. Así fue como un político relativamente novato fue capaz de derrotar a Kay Hutchison, poseedora de un escaño de senadora de EE.UU. Lo hizo principalmente flanqueándola por la derecha, convirtiéndose en el favorito del Tea Party, de fanáticos de las armas de fuego y del vasto y variado conglomerado de otros electores fanáticos, incluyendo a racistas, favorecedores de teorías de conspiración, cazadores de inmigrantes, vociferantes de la Biblia, proponentes fundamentalistas del libre mercado y de cero gobierno, y otros lunáticos surtidos que proliferan en Texas.

Cuando el general Sheridan era gobernador de Texas, justo después de la Guerra Civil, declaró que si él fuera propietario del infierno y de Texas, daría el segundo en alquiler y se iría a vivir al primero. Pero la declaración de Sheridan sigue siendo válida en el presente para cualquiera que no sea blanco o adinerado. La cuarta parte de la población de Texas carece de seguro de salud, una de las tasas más altas de la nación, y la tasa es mucho más alta del 25 por ciento entre las minorías. Texas es un estado que debiera tener un enorme complejo de culpa; en su lugar, exuda arrogancia y superioridad. En este sentido, y quizás de ninguna otra manera, George W. Bush era un verdadero texano, no solo el heredero trasplantado, mimado y privilegiado de generaciones de elites adineradas del nordeste y graduado nada menos que de Yale y Harvard. Rick Perry también es un verdadero texano, con muchos deseos y sin el barniz de refinamiento aristocrático que (apenas) ponía sordina a la crueldad de la «filosofía» socioeconómica y geopolítica  de George W. Bush.

No quiero decir que la culpa no concientizada por Texas sea solo porque fue adquirida mediante el robo. También todos los otros estados. Los verdaderos aborígenes norteamericanos, los esquimales de Alaska, los pobladores originales de Hawái nunca consintieron que su tierra y todo lo demás que ellos valoraban les fueran arrebatados. Todo se hizo por medio del engaño y la fuerza.

Pero el caso de Texas es diferente en un aspecto importante, no porque en esta oportunidad los desposeídos no fueran los aborígenes norteamericanos  -los conquistadores españoles ya se habían encargado muy bien de ello con anterioridad. Es que mientras los grupos aborígenes se resistieron con fiereza, los mexicanos en verdad invitaron a los anglos a que fueran a vivir a su tierra poco poblada.  Fue un enorme error. Los anglos inundaron el lugar hasta que superaron en número a los mexicanos. Luego pagaron a sus anfitriones por la bienvenida apoderándose de la provincia mexicana. Cuando los mexicanos trataron de reclamar su tierra, un grupo de norteamericanos, incluyendo algunos sospechosos personajes, se encerraron en un pequeño fuerte para resistir hasta el final. Fueron exterminados. A partir del sitio de El Álamo, los mitómanos de Texas han inventado una historia de resistencia y heroísmo equiparada con Masada, Numancia y Stalingrado. Pero a diferencia de esas historias de patriotismo verdadero, los rebeldes texanos no estaban luchando realmente por su país. La república de Texas fue efímera; los texanos pronto decidieron que querían unirse a Estados Unidos.

Perry está hecho de la misma estofa que los hombres que se robaron a Texas. Al derrotar a Kay Hutchison, Perry demostró al menos tres cosas. Sus posiciones políticas son muy extremas. A pesar de eso, es un político eficaz, capaz de superar una gran desventaja en cuanto a reconocimiento por parte del electorado. Y no tiene en absoluto escrúpulos políticos al calumniar a Hutchison, una republicana leal, y por tanto ignorar el famoso mandamiento del icono republicano Ronald Reagan: «No criticarás a un colega republicano».

Rick Perry está en camino. Tengan miedo. Mucho miedo. Sus planes para Estados Unidos son atemorizantes, desde su enfoque de todo basado en la oración, a terminar con la sequía en Texas, pasando por aumentar el empleo, e incluyendo su tema de campaña basada en mentiras. Ese es el que asegura que en años recientes Texas ha creado más empleos que todos los demás estados en conjunto. Y que lo que funciona para Texas, funcionará para Estados Unidos.

La pizca de verdad en esta Gran Mentira es que Texas ha creado últimamente muchos empleos. Pero las razones tienen poco que ver con cualquier elixir mágico patentado por Rick Perry. Una razón es que Texas aún produce mucho petróleo y el precio del petróleo ha aumentado en flecha. Rick Perry no puede apoderarse de ese crédito.

Una segunda razón es demográfica. La población de Texas ha estado creciendo con más rapidez que los demás estados, salvo unos cuantos. Entre los migrantes están las legiones de ancianos norteamericanos de ingresos medios que no pueden pagar un condominio en la Florida. Así que van al Sur de Texas porque hay una temperatura cálida, el costo de la vida es bajo y el idioma es el inglés. Esta población no se cuenta con el propósito de computar las tasas de desempleo porque no es parte de la fuerza de trabajo. Pero sí gastan dinero, ingresos provenientes de los cheques de la Seguridad Social que el odiado gobierno federal envía con precisión cronométrica cada mes. Este dinero crea empleos. Todo un complejo médico se ha desarrollado para dar atención a esta población y para recibir su dinero de Medicare, lo cual beneficia el ingreso disponible de médicos y otros trabajadores de la salud, lo cual a su vez genera más empleos. Rick Perry no se merece el crédito por los empleos generados a partir de los programas sociales federales que él y su partido quieren aniquilar.

Una tercera fuente de incremento del empleo es también demográfica: una nueva corriente migratoria de mexicanos educados y relativamente acomodados que huyen de la violencia en su país. El dinero que gastan cuando obtienen un empleo profesional, compran una casa o invierten parte de sus recursos genera empleos en Texas. Rick Perry y el Partido Republicano no están en posición de alardear acerca de los nuevos empleos creados por la desgracia de nuestro vecino del Sur, para no mencionar que Perry y los republicanos han adoptado una actitud cada vez más hostil a los inmigrantes, en especial a los de piel oscura.

Finalmente, quizás la mayor mentira de todas sea la aseveración de Perry de que existe un «milagro de empleo» en Texas que puede ser replicado nacionalmente y producido atrayendo a corporaciones al estado por medio de bajos impuestos y regulaciones comerciales «flexibles». Como ha señalado Paul Krugman, esta es una falacia colosal. Lo que significan estas políticas es que Texas ha estado adquiriendo empleos robándoselos a otros estados. Y esto evidentemente no puede funcionar para el país como un todo, porque si cada estado gana empleos por medio del robo a los otros estados tentando a las corporaciones con empleados de bajos salarios, impuestos bajos así como regulaciones relajadas, el resultado neto para el país no es un milagro de empleos, sino ningún empleo adicional para todos. Cada empleo adquirido por un estado es un empleo perdido por otro, un clásico juego de cero suma. Con lo que nos quedamos es con una carrera hacia el fondo, una nación de bajos salarios, poca protección para los trabajadores y un medio ambiente desastrosamente más sucio. Eso se parece bastante al camino por el que nos dirigimos, pero Rick Perry aceleraría el proceso con esteroides.

A pesar de la evidencia de que todo eso significa que, entre sus otros atributos, Perry es un eficaz y desvergonzado vendedor de aceite de serpiente, un falso profeta al estilo del personaje principal de la novela clásica norteamericana Elmer Gantry, Perry se puso a la cabeza de la manada cuando su aspiración era solo un rumor. Ahora que lo ha anunciado, está mucho más adelante a solo dos semanas de haberse sumado a la contienda.

Perry tiene todas las posibilidades de arrasar en un campo republicano excepcionalmente débil. El temor es que pudiera repetir su desempeño contra un presidente que ha sido impotente para arreglar la economía debido a los grilletes que los republicanos le han colocado en la Cámara de Representantes, y por su propio fracaso en luchar con suficiente fuerza y en cada oportunidad contra los republicanos.

Rick Perry es un hombre que algunos dicen nos haría sentir nostalgia por la era de George W. Bush.

Tengan miedo. Mucho miedo.