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Terra Madre: Una celebración de las economías vivas

Fuentes: Znet

Traducido por Esther Carrera y revisado por Fernando Soler

En un mundo dominado por el miedo y la fragmentación, exclusión y desesperanza, una mágica reunión de comunidades dedicadas a la alimentación,-Terra Madre-, tuvo lugar en Turín, Italia, del 20 al 22 de octubre de 2004. Comida Lenta, (Slow Food) el movimiento, que ha situado la cultura de cultivar y comer una comida buena, saludable y variada en el centro de la transformación social, política y económica, reunió bajo el mismo techo a 5.000 miembros de 1.200 comunidades dedicadas a la alimentación de 130 países. Y a pesar de su diversidad y sus diferencias todos conectaron: conectaron a través de la tierra, nuestra madre, Terra Madre, a través de los alimentos, la verdadera tela de araña de la vida, a través de una humanidad común que iguala al campesino con el príncipe.

De globalización corporativa a democracia terrenal

En las últimas décadas, la producción, procesamiento y distribución de alimentos están siendo arrebatados de las manos de mujeres, pequeños agricultores y pequeños productores y están siendo monopolizados por gigantescas corporaciones mundiales como Cargill, Monsanto, Phillip Morris, Nestle. Los pequeños productores de todo el mundo están siendo desplazados y desarraigados por la competencia desleal de una industria agropecuaria enormemente subvencionada.

El movimiento antiglobalización se ha centrado sobre la injusticia de las reglas que rigen el comercio global, que están empujando a los agricultores a la deuda y al suicidio. En Terra Madre, los pequeños productores se han congregado no sólo para maldecir las fuerzas del mal de la globalización corporativa sino también para mantener viva la pequeña llama de la producción biodiversificada y descentralizada que provee de los alimentos necesarios a las comunidades sin suponer una carga para la tierra.

La vibrante energía de Terra Madre ha venido de la resistencia de los agricultores que han continuado guardando y compartiendo sus diferentes semillas, viviendo sus diferentes culturas, hablando sus diferentes lenguas lenguas y celebrando sus diferentes tradiciones culinarias.

Estaba presente una comunidad de productores de mango seco y mujeres entomófagas (una asociación de mujeres que recolecta, procesa y vende insectos comestibles) de Ouagadougou, la comunidad Baobab de Atacora, plantadores de albahaca y pesto genoveses, artesanos de Liguria, pastores nómadas de India y Kirgbity, criadores de ovejas de Asia Central, agricultores de arroz jasmine de Tailandia y de arroz Basmati de la India (ambos han sido victimas de la biopiratería por parte de la corporación Ricetec con base en Texas la cual vende arroz Jasmine como Jasmati y arroz Basmati como Texmati).

El mundo de Terra Madre refleja el mundo real de la gente con esa diversidad tan deslumbrante, que los ojos y los oídos estaban teniendo un festín mientras que las comunidades compartían con orgullo, alegría y dignidad sus tradiciones sobre agricultura y alimentación.

No era el mundo de la Organización Mundial de Comercio donde sólo existen negocios agrarios, sólo cinco productos (soja, maíz, arroz, trigo y canola) representan la mayoría del comercio agrícola, solo una compañía (Monsanto) supone el 94% de las semillas transgénicas que se siembran en el mundo, y la mayoría de los alimentos cultivados no son consumidos por personas sino por miles de millones de animales encerrados en granjas industriales.

En el mundo de Terra Madre, los pequeños agricultores producen más que los agricultores industriales usando menos recursos; la biodiversidad protege la salud del terreno y de las personas; la calidad, el sabor y la nutrición son los criterios utilizados para la producción y el procesamiento y no cantidades tóxicas y grandes beneficios para la agroindustria.

Terra Madre fue una reunión de pequeños productores que rechazan desaparecer en un mundo donde la globalización ha eliminado la diversidad de las especies y las culturas, los pequeños productores, las economías locales, la sabiduría indígena. No son sólo pequeñas granjas y comunidades alimenticias locales negándose a desaparecer, sino que están decididas a crearse un futuro a pesar de la globalización. Como dijo en su presentación de Terra Madre Granny Almanac, ministro de agricultura y silvicultura de Italia: «Lo verdaderamente original y revolucionario de Terra Madre es que seleccionando las comunidades alimentarias menos susceptibles al proceso industrial, -de ahí la característica calidad y autenticidad de sus productos-, intenta colocar en el centro del escenario a los productores de alimentos a pequeña escala».

La diversidad es el fundamento para un giro en nuestro sistema alimenticio, diversidad de cultivos, diversidad de alimentos, diversidad de culturas. La diversidad es al mismo tiempo una resistencia a una cultura única y una alternativa creativa. Construir sobre nuestra singularidad y variedad es nuestra fortaleza, una fortaleza que sólo puede ser erosionada cuando nos rendimos.

Otro paradigma de la alimentación

Terra Madre proveyó una oportunidad y una plataforma para articular otro paradigma de la alimentación. Durante la ceremonia de apertura, Carlo Petrini, fundador de Slow Food hizo un llamamiento general para defender los derechos, los conocimientos y la creatividad de los pequeños productores de todo el mundo. «Convirtámonos todos en coproductores», dijo. Consumir significa destruir. «Consumo» es el nombre que se le daba antiguamente a la tuberculosis.

En el acto de comer, estamos ya participando en la producción. Comiendo productos orgánicos decimos «no» a los tóxicos y apoyamos a los agricultores orgánicos. Rechazando los organismos genéticamente modificados, estamos votando a favor de los pequeños agricultores y por el derecho de las personas a la información y la salud. Comiendo productos locales estamos arrebatando el poder y los beneficios a la agroindustria global y estamos fortaleciendo nuestra comunidad alimenticia local.

Por lo tanto comiendo nos convertimos en coproductores porque la relación con los pequeños productores es un eslabón de vital importancia para la creación de un sistema alimenticio sostenible, justo, saludable, y también porque somos lo que comemos y eligiendo la comida, elegimos quien somos.

La industrialización y la globalización de nuestro sistema alimenticio nos dividen, norte-sur, productor-consumidor, rico-pobre. La causa principal de nuestra separación y nuestra división es el mito de que los sistemas industriales alimenticios producen más comida, por lo tanto son necesarios para acabar con el hambre. Con el mito de comida «barata». Sin embargo los pequeños agricultores orgánicos con su biodiversidad tienen una producción más alta que las grandes industrias monoculturales.

Como el Príncipe Carlos recordó a los reunidos en sus comentarios durante la ceremonia de cierre: «Uno de los argumentos usados por los «agricultores industrialistas» es que solo a través de la intensificación seremos capaces de alimentar a una población mundial creciente. Pero incluso sin inversiones significativas y a menudo enfrentándose a la desaprobación oficial, los ensayos orgánicos mejorados han aumentado el rendimiento y la producción de manera espectacular.»

Un estudio reciente de la FAO ha revelado que la cosecha de patatas en Bolivia subió de cuatro a quince toneladas por hectárea. En Cuba la cosecha de verduras en los huertos orgánicos casi se ha duplicado. En Etiopia, que hace veinte años sufrió una hambruna espantosa, la cosecha de batatas subió de seis a treinta toneladas por hectárea. En Kenia la cosecha de maíz aumentó de dos toneladas y cuarto a nueve toneladas por hectárea. Y en Pakistán la cosecha de mango se ha incrementado de siete y media a veinte toneladas por hectárea.

En la ceremonia de inauguración resalté el hecho de que la alimentación globalizada e industrializada no es barata, es muy cara para la tierra, para los agricultores, para nuestra salud. La tierra no puede seguir arrastrando la carga de la explotación de sus acuíferos, la contaminación por los pesticidas, la desaparición de las especies, la desestabilización del clima.

El agricultor no puede seguir llevando la carga de una deuda que es inevitable en una agricultura industrializada con altos costes de producción. Los 25.000 suicidios de agricultores en la India en el corto periodo de seis años es un síntoma de la profundidad de la crisis en el modelo dominante de agricultura y producción de alimentos. Este sistema está negando el derecho al alimento y a la salud a mil millones de personas que sufren de hambre y a otros mil millones que sufren de obesidad. Este modelo es incapaz de producir alimentos seguros, culturalmente apropiados, sabrosos y de calidad. Y es incapaz de producir suficientes alimentos para todos porque derrocha el agua,la tierra y la energía.

Utiliza diez veces más de la energía que produce, diez veces más agua que la agricultura ecológica. Por lo tanto es diez veces menos efectiva. Incluso la eficacia de la mano de obra es un mito porque todos los investigadores, productores de pesticidas, ingenieros genéticos, conductores de camiones, soldados luchando en guerras por el petróleo son parte del sistema de producción alimenticia industrial.

Si contáramos a todas las personas involucradas en la producción no sostenible de alimentos, incluyendo a las personas que se dedican a la producción de material tóxico destructivo, la eficacia de la mano de obra de la industria alimenticia mundial también sería más baja que la de la alimentación ecológica. Cuando la agricultura se convierte en una guerra y armas de destrucción masiva como los fertilizantes y pesticidas, que tienen sus orígenes en las guerras, reemplazan material agrícola interno, el alimento se transforma en no-alimento. El comercio basado en precios falsos e intercambios injustos no es comercio, es explotación. Esta es la razón por la cual propuse en Terra Madre que junto con el idioma de no-documentos y no-grupos, en la Organización Mundial del Comercio el Acuerdo sobre Agricultura debería llamarse Acuerdo sobre no-comercio en no-alimentos.

La razón por la cual la alimentación industrial es barata no es porque sea eficaz, ni desde el punto de vista de los recursos naturales ni de la energía. Es «barata» porque externaliza todos los costes, -las guerras, las enfermedades, la destrucción medioambiental, la decadencia cultural, la desintegración social- y se financia con subvenciones, -400.000 millones de dólares en subvenciones en países ricos que llevaron al fracaso de la reunión del gabinete de la Organización Mundial del Comercio en Cancún-, que se financia con subvenciones al transporte, subvenciones medioambientales y la más importante de todas las subvenciones, el pago con vidas humanas.

Para nosotros Terra Madre fue una celebración de una agricultura honesta en la cual los precios no mienten, que no explota a la tierra y a sus cuidadores, Terra Madre fue una celebración de la puesta en practica de las economías vivas en las cuales nosotros coproducimos con el gusano de tierra y la araña, con el mychorizzae y el hongo. Estamos todos conectados en esta tela de araña de la vida y los alimentos son los que la hacen girar. Como ha declarado el anciano Taitreya Upanishad:

«Todas las criaturas se crean de comida……….»

Los seres nacen del alimento, cuando nacen viven alimentándose, cuando se mueren vuelven al alimento.