El atentado del once de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, en Washington, marcó el inicio de una nueva era. Después de la confusión inicial del Presidente W. Bush, de su escapatoria aérea y el desorden gubernativo consiguiente, a sus asesores de la pandilla petrolera se les ocurrió […]
El atentado del once de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, en Washington, marcó el inicio de una nueva era. Después de la confusión inicial del Presidente W. Bush, de su escapatoria aérea y el desorden gubernativo consiguiente, a sus asesores de la pandilla petrolera se les ocurrió que el incidente serviría para justificar el apresamiento de los recursos energéticos de Irak y la posición estratégica de Afganistán en el Oriente Medio.
Desde entonces se lanzó una cruzada verbal contra el terrorismo para justificar esas acciones. Bush lo menciona en cada uno de sus discursos como uno de los objetivos centrales de Estados Unidos. La lucha por la «libertad» y la «democracia» no deja de ser aludida en cada alocución del mandatario. Pero ¿es realmente así? El antiterrorismo bushista no es más que un pretexto para encubrir ambiciones imperiales.
Lo cierto es que el gobierno de Estados Unido ha sido uno de los promotores principales del terrorismo en el mundo y ha reforzado aún más estas actividades criminales en la era de W. Bush. Han sido los inventores de muchos procedimientos delictivos en las luchas políticas, como los magnicidios y los secuestros de aviones, que luego se volvieron contra ellos.
Frente a Cuba hace decenios que se viene empleando todo tipo de operaciones destructivas en una guerra no declarada que ha costado miles de víctimas al pueblo cubano y daños a su economía por miles de millones de dólares.
Acaba de efectuarse en La Habana un encuentro mundial contra el terrorismo que atrajo la presencia de centenares de intelectuales, parlamentarios, religiosos, activistas sociales, académicos y artistas de todo el mundo. Se han escuchado numerosos testimonios de víctimas de atentados, escuadrones de la muerte, martirizados por torturas y damnificados por penalidades infligidas por esbirros de las opresiones. Casi todas esas acciones agresivas fueron alentadas de manera directa o indirectamente por gobiernos de Estados Unidos.
La vinculación de la Agencia Central de Inteligencia con el crimen organizado, las mafias y sus cómplices, ha quedado demostrada más allá de toda duda. Aún más, la participación mayoritaria de los cubanos de Miami en toda clase de atropellos y atrocidades fue establecida de manera clara y autorizada.
Uno de los crímenes que mayor espanto ha causado es la rememoración del atentado contra el avión cubano que despegó de Barbados, en 1976, que causara setenta y tres víctimas. Luis Posada Carriles, uno de los responsables de ese acto, ha logrado ampararse dentro de Estados Unidos y pese a los reclamos de todo el mundo para que sea entregado a los tribunales venezolanos, el gobierno de Bush no da respuesta y lo clasifica como inmigrante ilegal y no como terrorista. En ello colaboran todos los medios de comunicación que al referirse a ese peligroso malhechor, causante de la muerte de decenas de personas, lo califican de «anticastrista». El uso de ese eufemismo le otorga una categoría de combatiente político y lo despoja de su verdadera dimensión criminal. Pero no ha sido el atentado en Barbados el único.
Recordemos que los artefactos explosivos situados en 1960 en el vapor La Coubre, que transportaba municiones para la defensa del pueblo cubano amenazado, causaron 101 muertes. Y las bandas contrarrevolucionarias que operaron en la serranía del Escambray, en Cuba, provocaron el fallecimiento de 549 individuos. La invasión de Playa Girón dejó un saldo de 176 cadáveres.
A ello habría que añadir los perjuicios causados por la estación J.M. Wave, de la CIA, que disponía en Miami de 600 oficiales militares y cuatro mil mercenarios de origen cubano con el fin de agredir a Cuba, lo cual incluyó difusión de gérmenes que causaron una epidemia de dengue hemorrágico que costó la vida a 158 personas, de las cuales 101 eran niños.
Organizaciones como la Fundación Nacional Cubano Americana ha suministrado recursos económicos, de manera ilimitada, para financiar el terrorismo. Entidades como el CORU, la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas han fomentado el sabotaje, la guerra irregular y el terrorismo en una guerra sucia continuada contra la revolución cubana.
Asesinos confesos como Posada Carriles, Orlando Bosch o Guillermo Novo Sampol, han ejecutado el trabajo sucio pero han tenido la colaboración de monstruosos conjurados, como Otto Reich, o los legisladores Ileana Ross y los hermanos Díaz Balart, que han creado las bases de sustentación material y la protección de los verdugos.
Es un capítulo sanguinario en la historia de la infamia, que aún no ha concluido pero las denuncias, surgidas en esta reunión de La Habana, contribuirán a debilitar a los despiadados. La toma de conciencia, cada día más extendida, de esta siniestra conspiración de canallas para abatir la justicia social, la igualdad entre los hombres y la dignidad humana finalmente logrará abatirlos.