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Yendo a casa - Diario de un palestino norteamericano

¿Tienen las ocas que producen foie gras más derechos que los palestinos?

Fuentes: New America media

Traducido para Rebelión Carlos Sanchis

Nota del editor: El primer problema con que se encuentra un palestino norteamericanos en su viaje de regreso a Jerusalén es el nombre de su país de nacimiento.

Día Uno: Aeropuerto de Ben Gurion.

El vuelo hasta el aeropuerto de Ben Gurion desde Amán es tan sólo de 20 minutos. Llegamos a Tel Aviv en la víspera del Rosh Hashana. La seguridad del aeropuerto se ha reforzado. Me coloco estratégicamente tras un funcionario norteamericano del Departamento de Estado en el control de pasaportes. Viste pantalones cortos y ha estado en R&R en Amán.

«Siempre me atormentan en el aeropuerto de Ben Gurion,» le digo al pez gordo del pasaporte diplomático. Él pasa rápidamente. «El siguiente,» grita la funcionaria..

«Usted nació en Israel, ¿no?», pregunta.

«Jerusalén,» contesto, «no Israel. Eso es lo que yo escribí en el formulario… también está en mi pasaporte.»

Ella pone sus ojos en blanco. «Usted debe escribir un país». La funcionaria tacha Jerusalén y escribe «ISRAEL» en rojo. Como de costumbre, estoy irritado.

«Cuando yo nací,» le digo, » los jordanos controlaban Jerusalén. Mi madre nació allí cuando lo controlaban los británicos, y mi padre también nació en Jerusalén al comenzar la 1ª Guerra Mundial, en los últimos tiempos de los otomanos. Su pasaporte dice Palestina, en árabe, hebreo y inglés.»

«El siguiente,» ella grita de nuevo y me da mi pasaporte y un papel de «dudosa lealtad». Me detengo a exigencias de un funcionario de seguridad en la recogida de equipajes. Miro tras él, y allí está el tipo del Departamento de Estado con sus pantalones cortos. ¿»Hay un problema»? pregunta. «Nada excepcional,» contesto, «para un palestino que regresa a Palestina.»

El funcionario de seguridad israelí mira al funcionario norteamericano, me mira, y me da mi pasaporte.

«Bienvenido a Israel,» dice.

Día Dos: Jerusalén

Hoy es el Rosh Hashanah y el primer día del Ramadán. No se permite tráfico alguno en el barrio Haradym (judíos ortodoxos) en Jerusalén Occidental, y el casco antiguo está parado 15 minutos antes del Iftar (rompimiento del ayuno). Todos están esperando ansiosamente en sus comedores. Hay un sentimiento extraño de paz en un lugar que ha sido testigo de tanto derramamiento de sangre durante siglos. Me siento en mi balcón frente al Monte de los Olivos escuchando el viento. Las llamadas de los muecines hacen un eco armónico en las siete colinas de la ciudad como una sinfonía… «Alá wa Akbar… Allah wa Akbar,» Dios es grande… Dios es grande. El canto canónigo, hace añicos la paz y señala el fin del ayuno. Oigo el ruido de las cucharas que golpean ollas y platos. Personas hablando y riéndose. Me pregunto como lo viven en la parte Occidental de la ciudad.

Día Tres: Ramallah

«Wein Ala Ramallah,» (Vamos a Ramallah) es una canción folklórica que todos los de Ramallah saben de memoria, resalta la belleza y el anhelo de lo que era un pueblo bonito. Ahora, la mayoría de los originales habitantes de Ramallah viven en Michigan. Mis padres nos traían a este lugar en el verano para escapar de la prisa y el bullicio de Jerusalén. El viaje llevaba 15 minutos pero parecía como si fuéramos a algún lugar lejano. Hoy, me ha costado unas dos horas llegar. Hemos pasado por una carretera de circunvalación y tres puntos de control militar. Kalandia ha sido el peor. Un atasco de centenares de automóviles. Uno puede comprar cualquier cosa en el atasco: ropa, falsas Nikes, frutas, verduras, pájaros, refrigeradores. Vi a alguien vendiendo frigoríficos desde la parte de atrás de su camión. Bajo el control de los israelíes y de la Autoridad Palestina, Ramallah ha crecido en medio de un batiburrillo de edificaciones sin planear o dividida en zonas restringidas. Apiñada, sucia y ruidosa. Oh, los días gloriosos de Ramallah… » Wein ala Ramallah.»

Día Cuatro: Beit Agron

Fui a Beit Agron para renovar mi carné israelí de prensa. Sin él no podré entrar en Gaza que todavía es considerada una zona militar cerrada. A las 8:30 de la mañana, dos periodistas extranjeros (1 italiano y 1 británico) recibieron sus tarjetas de prensa en menos de 15 minutos. A mí, por otro lado me dicen que mis trámites llevarán varios días. Le declaro al empleado de la oficina de prensa que sólo voy a quedarme en el país dos días más. Ni se mueve.

Estoy hirviendo por dentro pero decido no perder el temple. Así que voy a dar un paseo por el casco antiguo.

Entro a él a través del pasadizo de la Nueva Puerta del Colegio de los Hermanos, la escuela católica francesa donde pasé 13 años recibiendo mi primera educación. Camino por la Vía Dolorosa, el camino tomado por Jesucristo, hacia su crucifixión, y me detengo en la sexta estación donde él cayó llevando la cruz. Toco las marcas en la pared de la piedra… ya no siento dolor… ya no estoy enfadado.

Día Cinco: Jericó

Durante la Guerra de los Seis Días en 1967, nos quedamos con mi abuela en Jericó. Siempre pensé en mi abuela como mi protectora. Tenía 88 años cuando los israelíes con sus tanques pasaban bajo el Monte de las Tentaciones en Jericó. Cuando los soldados vinieron a nuestra casa ella se poso delante de todos nosotros y se aseguró que todos nosotros estábamos seguros. Jericó siembre me recuerda a ella: cálido, viejo y bonito… un oasis.

Hoy, el camino antiguo entre Jerusalén y Jericó está bloqueado por un muro de seguridad israelí de 30 pies [10 metros]. Los palestinos lo llaman el «Muro del Apartheid». Ahora se tiene que pasar por un túnel para unirse a la carretera de un carril que serpentea su camino a Jericó. Sé cuando estoy cerca de Jericó, por un estallido en mis oídos. Está por debajo del nivel del mar.

Hoy, cuando nos hemos acercado a la intersección de Wadi el Qilt, el tráfico se ha detenido súbitamente. Dos zumbantes vehículos militares israelíes han bloquedo el camino y los soldados están verificando los documentos de identidad de los chóferes palestinos. Por supuesto, los colonos israelíes con matrículas amarillas pasan rápidamente. Los palestinos tienen que permanecer sentados mucho tiempo bajo el calor del sol sofocante del Valle del Jordán.

Veo a una anciana de unos 80 años a lomo de su asno. Lleva uvas e higos. Es detenida por los israelíes y la obligan a volver hacia atrás. Pasa junto a nuestro automóvil.

«Hacia donde se dirige Vd., hajeh»? (un título de respeto para dirigirse a un anciano, que literalmente quiere decir «peregrino»)

«A Jericó», contesta. «Llegaré allí, Inshallah, no se preocupé.»

Toca con el codo su asno, que inmediatamente se encamina hacia las colinas. La veo desaparecer lentamente y reaparecer como un espejismo. Nos lleva aproximadamente dos horas estar en el centro de la ciudad, todavía me estremezco. Jericó no ha cambiado mucho. Sigue siendo el mismo pueblo de buen talante que yo recordaba. Los campesinos todavía cultivan cítricos y plátanos y el centro del pueblo no ha crecido ni un pie. Cuando conseguimos llegar al «Douwar» (la plaza), tomo mi derecha y allí está ella… y su asno comiéndose algunas mondaduras de naranja. Parece feliz. Nos dirigimos a su lado y paramos. Ella me mira y sonríe. Yo sonrío y saludo. Pienso en mi abuela.

Día Seis: Jerusalén

Leí en la sección de Cartas al Director del periódico israelí Haaretz que el gabinete israelí había interrumpido los intentos del ministerio de agricultura por eludir la sentencia del Tribunal Supremo para acabar con la cruel alimentación forzada de las ocas para ¡producir foie gras!. Este resultado fue ensalzado para preservar «la dignidad de Israel como un estado humanitario que observa el cumplimiento de la ley». La carta al director añadía: «¿Quizás la dignidad de Israel como un estado humanitario que sigue la observancia de la regla se manifestará ahora respecto a los palestinos como lo hace respecto a las ocas?»

He acabado de leer siete periódicos por completo. Tres israelíes, tres palestinos y The International Herald Tribune: Los palestinos echan de menos un gran periódico que acoja la influencia partisana y del gobierno. Necesitan su propio New York Times. Hay mucho debate en curso en la prensa israelí sobre el futuro de Israel. ¿Debe abandonar Israel Cisjordania? ¿Debe sacrificar Israel su identidad judía por la democracia?

Hay mucha charla y debate pero ninguna acción sobre el terreno para aliviar el sufrimiento de los palestinos. El gigantesco Muro está finalizado en casi un 70 por ciento, los israelíes continúan su política de demoler casas palestinas, las actividades expansionistas de los ilegales asentamientos en Cisjordania y los abusos de los derechos humanos contra la población indígena de la tierra, son perpetrados a diario por el gobierno israelí, bajo el ojo vigilante de los Estados Unidos y de la Unión Europea.

Esta noche, me dirigiré de vuelta al aeropuerto de Ben Gurion. El joven funcionario de seguridad israelí, quizás un nuevo inmigrante o su hijo, preguntará: «¿Dónde está su tarjeta de identificación israelí? ¿Por qué regresó? ¿A quién vio usted? ¿A quien conoce? ¿Qué ha hecho?»

Me sé la monserga de memoria…

Colaborador de PNS, Jamal Dajani es director de programación de Medio Oriente en Link TV(www.linktv.org).