Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. *** Estábamos aquí. Me ha hecho gracia y te agradezco tu referencia lakatosiana (de I. Lakatos). Señalas también una crítica, […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
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Estábamos aquí. Me ha hecho gracia y te agradezco tu referencia lakatosiana (de I. Lakatos). Señalas también una crítica, muy oportuna en mi opinión, a la noción de sociedad de las cosmovisiones neoliberales y afines. La sociedad no es, afirmas, «un conjunto atomizado de individualidades preconstituidas en sus relaciones mutuas ex post». De acuerdo. ¿Qué es entonces para ti la sociedad?
Frente a ese modelo, teorizado desde el liberalismo, la prioridad ontológica del individuo aislado, construido etológicamente de forma innata, que luego, desde ese trascendental comportamental prefigurado, se relaciona con los demás, frente a ese modelo, ha estado siempre el que ha establecido la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo. Desde su explicitación clásica, en la Política de Aristóteles dentro de nuestra tradición histórico cultural. Un modelo que ha sido reelaborado posteriormente para acoger la historicidad y la génesis histórica tanto de la comunidad como la de la subjetividad. Una realidad comunitaria social que es, en su materialidad, actividad generada, actividad cuya génesis es solo posible como consecuencia de la interacción entre subjetividades interrelacionadas y de la trasmisión entre ellas del nuevo saber hacer posible que emerge, que se genera como resultado de la indefinida nueva posibilidad de hacer que se abre como resultado de esa interacción.
Interacción intersubjetiva, que es, por tanto, social, que depende de las formas, creadas también, de organizar o anudar las relaciones sociales entre los individuos. Que genera o crea el mundo objetivo humano, desde las barras de pan -que deben ser creadas constantemente, hasta lo más aparentemente trivial producido por el ser humano es siempre «creatio»- y genera el nuevo saber hacer, y también las nuevas capacidades y facultades que los individuos desarrollan y ponen en obra. Que genera ese hacer que merece un nombre distinto, «praxis» -o si se quiere, praxis y poiesis-. Comunidad práxica interactiva que produce la autogénesis u hominización del ser comunitario, social, homo, y la de cada uno de los individuos constituyentes. La hominización como consecuencia de las capacidades y facultades que la interacción intersubjetiva crea o genera entre los individuos. Esta comunidad práxica interactiva en proceso de creación de praxis, esta caracterización definidora de la realidad humana, es denominada por Hegel y por Marx, «Wirklichkeit», «Realidad efectiva», y, como ya hemos hablado anteriormente, este es un término teórico fuerte.
La auto creación del mundo humano, afirmada por Vico, -«verum ipsum factum», verdad es producto práxico del hacer humano. O de Hegel, que denomina «Espíritu» a esa capacidad práxica que surge de la interacción comunitaria -wirklichkeit-. Capacidad concreta, que crea tanto el saber hacer que aplicará, la praxis que lo aplica, la objetivación producida, y también crea la subjetividad: las capacidades de la consciencia y de la autoconsciencia. El «Espíritu» es capacidad que emerge de la comunidad religada en interacción -Hegel crea este categoría robando y laicizando, inmanentizando, una noción cristiana, que ahora ya no «desciende» desde la trascendencia sobre la comunidad, sino que «emerge», génesis, es generada, de «abajo arriba» como consecuencia de la interacción práxica concreta…- Esta es la ontoantropología de Marx, y de otros pensadores, desde luego.
Y estas ideas son las que inspiran los trabajos científicos de los biólogos progresistas, a los que ya nos hemos referido en otra ocasión; son las protoculturas creadas por el grupo las que se convierten en factor de selección biológica, y han generado la cerebración humana. El comportamiento humano no es innato, no está biológicamente determinado, «no está en los genes». Autores como Jacques Ruffié, Jean Pierre Changeux, R.C. Lewontin, José María Bermúdez de Castro, etcétera lo sostienen.
El liberalismo, señalas, considera externo a toda consideración política una gran parte de la vida real del individuo. La declara libre de toda interferencia política. Si no es el caso, estamos en situaciones políticas de tiranía. ¿Es tesis de toda tradición liberal? ¿Qué parte de la vida real de los individuos dejaría fuera del ámbito político?
El liberalismo, que es la matriz de la que se elaboran diversas interpretaciones. Y previamente, su precursora, la corriente mayoritaria de la Ilustración, el Utilitarismo, la Fisiocracia, de la que nace el liberalismo tras Thermidor, tras la contra revolución, ha pensado que el ser humano sea un ser individual aislado.
Sobre la segunda parte de tu pregunta: El ser humano es generado, se auto crea, como consecuencia de la praxis de la comunidad, que crea las protoculturas. Cada saber hacer cultural responde a una determinada realidad social práxica que depende de unas determinadas relaciones sociales y de las fuerzas sociales que generan esa relación social de fuerzas, de la totalidad de ellas en interacción entre sí. El ser humano es un ser histórico y social. La libertad humana individual es histórica y es resultante de esa capacidad de metabolizar en común sobre la naturaleza que se concreta en cada sociedad y que está en cambio histórico constante. Y en consecuencia, podemos ver que no podemos dejar libre de control esa capacidad desatada, porque sabemos adónde nos lleva. También sabemos que en gran parte, el hundimiento de los regímenes socialistas, se debió q que se aceptaba como natural el modo de producir y de consumir generado por el capitalismo, se aceptaba como natural el modo de vida generado por el industrialismo capitalista, y se pensaba que el socialismo lograría incluso superarlo en capacidad de consumo.
Todo el liberalismo sostiene la tesis de que ese mundo de producción y sus consecuencias es innato. Y que tratar de interferirlo es liberticida. El liberalismo dejaría libre todo el hacer productivo, que considera producto de la individualidad, de una individualidad antropológicamente preformada: lo dejaría, lo deja sometido a los imperativos del capital productor, que genera productos nuevos y necesidades nuevas. Declarar que libertad, nuestra libertad está o radica en que los que tienen el poder económico hagan según su conveniencia, «sin ser interferidos», tal como hace el liberalismo, es grotesco, claro. Ahí no está la libertad individual.
Desde tu posición, ¿hay alguna parte de la vida del individuo real que debería, que debe estar la margen del ámbito político? ¿No estamos, no se está politizando en exceso? ¿La vida humana es sólo política? ¿No existe, no debería existir un derecho público y un derecho privado?
Todo el ser humano, la totalidad de su hacer y de su sentir es producto de la actividad social humana. Nada en él es natural, innato. Ni por tanto, individual o prexistente al margen de las relaciones sociales humanas. El vivir, o cultura material de vida, el ethos o sittlichkeit, la cultura material de vida que fundamenta, que microfundamenta nuestro hacer cotidiano, es producto socio histórico. Nuestras necesidades y expectativas, consiguientemente nuestra antropología, lo son también. Nuestro desmedido deseo de consumo es consecuencia de una organización de la producción cuyo fin en la reproducción ampliada, el crecimiento perpetuo, algo que solo necesita el capital, es por tanto, no un comportamiento natural, sino un imperativo de una clase social. Este crecimiento perpetuo de la producción -en un planeta limitado-, y el correspondiente a crecimiento de nuestras necesidades antropológicas de consumo material, que aquel genera, es culturalmente producido, es producto de la lucha política de clases que llevó a una clase social a lograr imponer su dominación, las relaciones sociales que la convierten en políticamente dominante. Como decía Gramsci, que era consciente de que todo esto era consecuencia -querida o contradictoria- de la lucha social y del dominio de una clase sobre las otras: todo es política, política lo es todo. Porque todo es resultado de la voluntad práxica organizada, de las relaciones sociales generadas por la lucha social. Y todo debe poder ser deliberado en común y cambiado: sabemos que vamos a la catástrofe ecológica de lo contrario.
El problema es confundir política con práctica gubernativa, guardia de la porra, decisiones administrativas, leyes, gestión institucional. Precisamente el creador de ese nuevo ethos -hoy el orgánico al capitalismo- lo crea, cuando lo crea, sin gobernar. El Príncipe -que somos todos los seres humanos que nos autoorganizamos capilarmente para lograr crear entre todos una nueva praxis, una nueva eticidad-, ejerce el poder sin gobernar. Así lo explicita taxativamente Gramsci en algún paso deslumbrante de sus Quaderni. La hegemonía, el gobierno a lo hegeliano, la «forma hegeliana de gobierno» -así lo denomina el alguna ocasión- se genera desde la sociedad civil, desde organizaciones, o instancias, que en el mundo del capitalismo liberal son percibidas como «privadas».
Si consideramos que la organización de los participantes en cada actividad debe ser controlada y reflexionada por ellos
Por ellos en común…
Efectivamente, por ellos en común, porque ese es el modo posible de intervención real de todos en lo que generamos, y esa es la única forma de garantizarnos la libertad, de creárnosla, a ese auto control ¿le llamamos apoliticidad….o… democracia sustantiva, esto es, «política»?
Desde luego, las relaciones humanas, una vez se crean e imponen, perviven como «hegemonía», sin coacción, por auto interiorización de las mismas, o por generación de experiencias y de necesidades, desde dadas unas mismas condiciones históricas. Paso a poner un ejemplo radical, extremo, para que se me comprenda en lo que digo.
Adelante con él, nos ayudara a todos.
Se atribuye a Charles Seignobos que el enamoramiento es un «invento» del siglo Xll. El gran Erick Auerbach historiza también los sentimientos en su Mimesis, la realidad en la literatura. La génesis de la subjetividad afectiva de los propios sentimientos es un hecho histórico consecuencia de las relaciones sociales que organizan la sociedad. Con el desarrollo de unas relaciones sociales que permiten y exigen a unas determinadas individualidades -minoritarias entonces- auto elegirse, -nobles segundones, cuyas vidas no tienen objeto, y son tiempo vacío pero bien dotado «económicamente», para decirlo con un término ahistórico, o hijos de familias de profesiones liberales no nobles en el Xlll, en el XlV, que también deben elegir a qué dedicarse, deben auto elegirse-, surge una antropología, poco a poco, que se auto interroga, a partir de su experiencia de libertad, de su tener que decidir y elegir su hacer, sobre qué desea ser, quién es, al margen del nombre de su casa, qué valor tiene él, qué capacidades singulares tiene, cómo quiere vivir y emplear su tiempo. Se está desarrollando la autoconsciencia a un nuevo nivel, se están autodesarrollando exigencias-necesidades de auto elegirse. Surge el tema de la «vocación», por ejemplo. Esas mismas personas, cuando buscan relación erótica, necesitan, tienen, un nuevo deseo: el deseo de ser deseados eróticamente por su singular forma de ser, y buscan, anhelan desear a otro que les atraiga eróticamente a ellos por su forma singular de ser. Esto, esa nueva forma de sentimentalidad, el erotismo amoroso, no es la sola sensualidad -sana, intachable en sí misma. Esta nueva sentimentalidad que se genera, esta nueva, emergente, antropología, no es asunto gubernativo, pero sí es consecuencia de la praxis social; sí es resultado de un ethos creado por unas relaciones de fuerza, es consecuencia -indirecta- de una voluntad organizada que va imponiendo una nueva realidad social. Es por tanto, en ese sentido, política.
Porque esta cultura material de vida, esta eticidad, es Estado, es la parte del Estado que denominamos sociedad civil.
Lo cual combate cualquier tipo de reduccionismo.
Reducir el Estado a aparatos burocráticos, reducirlo al modelo liberal -ese es, precisamente, el modelo liberal- nos lleva a los dos errores claramente visibles de los países socialistas, no tener en cuenta que las culturas materiales de vida están inspiradas por modelos de vida hegemónicos, y que el del consumo masivo es el del capitalismo. No comprender que una sociedad se dirige, se auto dirige, realmente, desde esas culturas. Que se deben crear instancias que posibiliten a las masas sociales, únicas capaces de crear culturas de vida nuevas, dotarse de instancias de autoorganización, que esas son políticas, radicalmente políticas y que va a determinar cómo será esa sociedad y su destino. Y, segundo error, y una vez no se tienen gafas para ver la sociedad eticopolítica, el ethos, y la necesidad de crear instancias de auto organización capilar en lo cotidiano, considerar, claro, que los organismos político administrativos de gobierno son la única instancia de accionar político y deben poder invadir todos los territorios de la actividad social y adoptar todas las medidas que se crean necesarias. Si confundimos la acción de los aparatos políticos con la totalidad de lo político, y consideramos el aparato gubernativo como único instrumento de intervención -si nos compramos el modelo liberal- nos pasaremos en la intervención administrativa y por otro lado, no llegaremos a generar la política cultural, la construcción de un sujeto social organizado que desarrolla un nuevo vivir, una nueva cultura hegemónica o que lucha por constituirse como sujeto creador de sí mismo. Y es urgente poder hacerlo…
¿Por qué esa urgencia?
Porque esta civilización está agotando los recursos sobre los que se sustenta, el petróleo, por ejemplo, además de estar destruyendo las equilibrios ecosistémicos que posibilitan la vida de la especie. Por tanto, hay que afirmar que todo es político, pues para salvar la humanidad hay que crear un nuevo vivir -tarea creadora solo posible desde la praxis capilar organizada de millones de seres humanos-, y eso es tarea política, que tendrá consecuencias en la antropología de las individualidades.
Una vez dicho esto, sí creo que es conveniente que exista un derecho público -es, precisamente, el que ahora se hace quebrar, se hunde, el que aniquila, destruye o vacía de sentido el liberalismo- y un derecho privado. Pero no puedo dejar de recordar que derecho es un instrumento creado por una comunidad, por un Soberano. Y tanto el público como el privado reclama para su aplicación, la creación y aceptación de ambos ámbitos del derecho por parte de una comunidad o por la fuerza soberana que la organiza y genera el derecho. Todo derecho, todo código, es construcción social, relación social de fuerzas. No existe en el aire, à la Hans Kelsen.
Respiremos un poco si te parece.
Respiremos, unas trece veces por minuto como señaló Celaya, un poeta que tú sueles citar.
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