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Todos somos Arafat

Fuentes: La Jornada

La muerte de Yasser Arafat deja un lugar muy difícil de llenar, por una persona, o por un equipo, salidos de la filas de la resistencia palestina. Cabe esperar de un liderazgo heterogéneo en edades y puntos de vista, que ha sufrido innumerables bajas por muerte o cárcel que sea capaz de llegar a un […]

La muerte de Yasser Arafat deja un lugar muy difícil de llenar, por una persona, o por un equipo, salidos de la filas de la resistencia palestina. Cabe esperar de un liderazgo heterogéneo en edades y puntos de vista, que ha sufrido innumerables bajas por muerte o cárcel que sea capaz de llegar a un consenso básico para echarse al hombro la etapa que se inicia. Como el rais no era del agrado de Washigton y Tel Aviv estos procurarán estimular el ascenso de sus preferidos, esos a quienes llaman los moderados, dispuestos a hacer concesiones de fondo y a sepultar el recuerdo de Arafat

¡Que lluvia de calumnias le han achacado al histórico líder los medios de (in)comunicación en estos día de agonía: terrorista, autoritario, corrupto, inflexibe etc.etc. Ya esas letanías las hemos aprendido y sabemos de dónde provienen. Todos los seres humanos tenemos virtudes y defectos. La grandeza está en lograr que en el balance las segundas prevalezcan. Es el caso de Abu Ammar. Arafat era un conspirador nato a quien le tocó desenvolverse en las condiciones más adversas y es lógico que su manejo de las finanzas o de otros recursos no los ventilara en conferencias de prensa y ni siquiera en un parlamento donde no le faltaban adversarios. Pero no hay dudas de que fue austero y entregado a la causa hasta el último aliento y que nunca rehuyó los puestos de mayor peligro desde que recibió el bautismo de fuego en 1948 hasta el cerco tendido en los últimos años por los sionistas en la Mukata, concebida como un cárcel para un solo reo.

La Mukata no era el 10 de Downing Street y de demócratas de ese estilo proliferan otras críticas, inspiradas por la democracia abstracta y elitista, es decir la democracia vaciada de pueblo. Cabe preguntarse por qué resultan de tanto interés los defectos, reales o supuestos, de Abu Anmar, por qué se han hecho correr sobre ellos ríos de mentiras en periódicos y, sobre todo en la televisón. ¿ Por qué podemos adivinar a Bush y a Sharon entonando plegarias para acelerar la solución que tanto esperaban? ¿Por qué ambos satanizaron al presidente palestino, lo trataron como a un paria y se negaron a aceptarlo como al legítimo representante electo de su pueblo, por cierto en elecciones más democráticas que las estadunidenses e isaelíes? ¿ Por qué la mayoría de los gobiernos árabes-íntimos amigos de Estados Unidos- lo dejó solo, incluso después de su confimiento? ¿ Es Israel un Estado democrático? Para esta pregunta hay varias definiciones demoledoras, entre ellas las del prestigioso activista israelí por la paz Uri Avnery.

Procedente de una familia de la alta burguesía, Arafat no fue nunca en rigor un revolucionario social, pero sí un luchador inclaudicable por la soberanía palestina y por preservar la identidad de una nación sin territorio, a menos que demos tal nombre a los girones a que ha quedado confinado por los ocupantes hebreos. Fue unos de las más esclarecidos miembros y portavoces del nacionalismo árabe de los años sesentas y setentsd. Sin su liderazgo es inconcebible el prestigio y la autoridad que el movimiento de resistencia palestina alcanzó en el mundo y en los foros internacionales. Qué duda cabe que desde que Arafat constituyó primero Al Fatah y más tarde la Organización para la liberación de Paletina (OLP), hace varias décadas, la misión principal de ese movimiento fue y ha seguido siendo la misma: la liberación nacional del yugo sionista. Se dice fácil, pero cuánto talento y entrega a toda prueba exige una hazaña semejante.

Así como la lucha de todos los pueblos de tierra es una sola, así tambien la es de los pueblos del mundo árabe. Por encima de diferencias culturales el eco de Gaza y Cisjordnia llega a Fallujah, pero también al sur del Río Bravo, a las Antillas, a Seatle, a Washington y al país vasco y se repite en Génova, Praga y Barcelona. El imperialismo es un sistema mundial de dominación, y mundial ha de ser la lucha por derrotarlo. La cuestión es comprender los vasos comunicantes que hacen de esta lucha una sola, por sobre diferencias culturales, étnicas o nacionles.

Para establecer este puente Arafat es un buen referente por su concepción laica amplia y unitaria de la lucha antimperialista. ¡Honor y gloria para Abú Ammar!

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