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El futuro de Gaza y Cisjordania

Toma y daca unilateral

Fuentes: CSCAweb

«Los palestinos han cerrado el círculo, después de una odisea que comenzó hace once años en Oslo, de vuelta al «paso inicial» de esos días, llamado «Primero Gaza y Jericó». El Plan de Retirada no promete más que eso. Aún menos, puesto que no les promete soberanía en Gaza. En su día, Yaser Arafat comprendió […]

«Los palestinos han cerrado el círculo, después de una odisea que comenzó hace once años en Oslo, de vuelta al «paso inicial» de esos días, llamado «Primero Gaza y Jericó». El Plan de Retirada no promete más que eso. Aún menos, puesto que no les promete soberanía en Gaza. En su día, Yaser Arafat comprendió que no debía permitirse que Israel separase Gaza de Cisjordania. Abu Mazen ha dejado que suceda. En Sharm el Sheij se avinó a la separación de ambos territorios, mientras que Israel no se comprometió en nada respecto al futuro»

En los días de antaño, cuando atrabiliarios derechistas gritaban «¡Arik, Rey de Israel!» [1], los dirigentes de la izquierda hacían muecas de desagrado. El pasado 20 de febrero, sin embargo, después de que el gabinete aprobara el Plan de Retirada de Arik, los ministros laboristas se mostraron radiantes de satisfacción. Hacían lo que podían para no tener que gritar: «¡Arik, Rey de Israel!». Sharon ha comenzado a llevar a cabo por ellos lo que los Acuerdos de Oslo nunca se atrevieron a abordar: el desmantelamiento de los asentamientos. Los medios le han prometido un lugar en el panteón de los grandes. Es el hombre que ha establecido un plazo para el «fin de la ocupación», que «ha abierto un nuevo capítulo en la historia de Oriente Medio» (Shimon Shiffer, Yediot Aharonot, 20 de febrero). En ese domingo tan festivo pocos querían que se les recordara que, tras aprobar la retirada -prácticamente al tiempo-, el Gobierno decidió la construcción de su su conocida «barrera de separación» siguiendo una línea que, de hecho, se anexionará unilateralmente el 7% de Cisjordania. El principio de acción unilateral, según demuestra Sharon, puede funcionar en dos direcciones. Pero esta vez no era uno de sus conocidos trucos. El Partido Laborista se asocia plenamente a la decisión sobre el muro, que anexiona a Israel el gran asentamiento urbano de Maaleh Adumin y el Bloque de Etzion.

Sever Plotzker, veterano analista de Yediot Aharonot, escribió acerca de ese histórico domingo en un editorial: «El sueño del Gran Israel se ha desvanecido, desaparecido del orden del día, al menos para la actual generación. Con Ariel Sharon Israel se retira de Gaza y liquida todos los asentamientos de la zona, como primer y no último paso para un regreso a sus verdaderas fronteras».

¿Pero cuáles son esas auténticas fronteras? Tal como leemos en el mapa, los palestinos han cerrado el círculo, después de una odisea que comenzó hace once años en Oslo, de vuelta al «paso inicial» de esos días, llamado «Primero Gaza y Jericó». El Plan de Retirada no promete más que eso. Aún menos, puesto que no les promete soberanía en Gaza. En su día, Yaser Arafat comprendió que no debía permitirse que Israel separase Gaza de Cisjordania. Abu Mazen ha dejado que suceda. En Sharm el Sheij se avinó a la separación de ambos territorios, mientras que Israel no se comprometió en nada respecto al futuro.

Por lo que respecta a Israel, Gaza y y Cisjordania son mundos separados. En abril de 2002, mientras arreciaba la Intifada, el Likud y los laboristas se unieron para llevar adelante una guerra en toda regla contra Cisjordania, en una operación conocida como «Escudo defensivo». Israel no dudó en arrasar la Autoridad Palestina y poner políticamente en cuarentena a Arafat. Pero no entró en Gaza y no es casualidad. Israel no tiene allí intereses, mientras que considera Cisjordania como territorio estratégico propio, aunque parte de ello pueda pasar con el tiempo a manos de una dócil Autoridad Palestina (AP).

Nahum Barnea, veterano comentarista de Yediot, interpreta el rumbo adoptado por Sharon en términos ajedrecísticos, como una forma de sacrificar una torre en un intento de salvar a la reina (21 de febrero). El peón son los colonos de Gaza y la reina representa a los de Cisjordania. El humorista de Yediot, B. Micha’el escribía el 22 de febrero: «Lento en aprender y dirigido por un prestidigitador, Israel pone otra vez en marcha una de sus operaciones de «timo»: un nuevo e inútil intento de vender mercancía averiada a un precio exorbitante.»

Las «verdaderas fronteras» del futuro Estado palestino varían según quien las mire. Del lado de los engañados, depende del poder que puedan reunir para recobrar lo que les han robado. Si para conseguir la devolución de Gaza, territorio que Israel no desea en absoluto, han sido necesarios cuatro años de Intifada, imaginemos ¡qué suerte de Guerra Civil no haría falta para recobrar Cisjordania!

Sacar partido de la farsa

Entretanto, y con la excepción del pueblo palestino, son muchos los que le sacan partido a la farsa. Para Abu Mazen y la AP, el camino de vuelta a la escena política, tras el fiasco que dejó Arafat, debe pasar por Sharon. El Partido Laborista israelí se adjudica parte del gobierno sin tener que hacer dejación de principios que, en todo caso, nunca tuvo… El Partido Yahat (que tiene el copyright de la Iniciativa de Ginebra) cree que Sharon, al romper el tabú del desmantelamiento de los asentamientos, dejará expedito el camino para que se pueda seguir por él cuando se marche. Los partidos árabes, como de costumbre, no han ido más allá del plano de las proclamas. Anunciaron su oposición a la retirada porque no garantiza las mínimas necesidades palestinas, pero absteniéndose en votaciones cruciales de la Knesset, o votaron «no» sabiendo que ganaría el sí. En las comisiones de la Knesset, cuando el resultado se adivinaba apretado, dos de ellos votaron a favor de la retirada. La izquierda oficial israelí, por decirlo en una palabra, muestra su acostumbrada miopía.

El destino de Cisjordania no será el de Gaza. El desmantelamiento de algunos pequeños asentamientos de Cisjordania les saldrá caro a los palestinos: tendrán que aceptar que se queden los demás asentamientos, más grandes, por no mencionar las concesiones sobre Jerusalén y los refugiados. Cuando se anuncie el precio, sacarán en conclusión que el coste de la independencia es la rendición de esa misma independencia. Y entonces, de nuevo, recurrirán a las armas. Y «Arik, Rey de Israel» descubrirá que no es que vaya a llevarlos simplemente de la mano, ni a ellos ni a Israel sino finalmente a si mismo. Cuando enjauló a Arafat en la Muqata para que se consumiera de muerte lenta, dejó a Abu Mazen vagando en el exterior. Pero un Abu Mazen con las manos vacías se verá impotente para detener el próximo levantamiento. ¿Y quién le quedará entonces al rey Arik?

* Roni Ben Efrat es editora de la publicación israelí de izquierda ‘Challenge’
Challenge nº 90 (marzo-abril de 2005). Traducción para CSCAweb de Pablo Carbajosa

Nota de CSCAweb:
[1] Refiriéndose al primer ministro israelí Ariel Sharon.