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Los peligros a la salud humana y a la diversidad biológica

Transgénicos, soberbia suicida

Fuentes: Indymedia

Palabras previas Las páginas que siguen han sido escritas con el fin de presentar de manera clara y concisa diversos aspectos de un problema, cuyas implicancias no hay que subestimar. De entre todo el abundante, heterogéneo y disperso material informativo al tuvimos acceso, que además de las referencias finales, incluye emisiones de onda corta de […]

Palabras previas

Las páginas que siguen han sido escritas con el fin de presentar de manera clara y concisa diversos aspectos de un problema, cuyas implicancias no hay que subestimar. De entre todo el abundante, heterogéneo y disperso material informativo al tuvimos acceso, que además de las referencias finales, incluye emisiones de onda corta de radios internacionales, entrevistas con estudiosos y aprendizaje in situ con campesinos, en su mayoría mujeres, hemos incorporado en esta publicación, sólo aquél cuyo contenido permite visualizar cuál sería el escenario en Bolivia, en caso de sembrarse aquí plantas genéticamente modificadas. Para tal hipótesis, hemos puesto el énfasis fundamentalmente en dos aspectos: salud humana y diversidad biológica. Todos los datos que aparecen en esta publicación corresponden a las fuentes citadas al final. Hemos omitido las referencias bibliográficas puntuales por razones de espacio. Quienes consideren necesario preguntar o criticar, están invitados a hacerlo y gustosamente se le responderá.

El rol protagónico en este guión está asignado, por motivos obvios, a la soya transgénica cuya patente es propiedad de la corporación transnacional Monsanto. Otros casos, como ser el maíz, no revisten igual importancia por cuanto su producción se destina en su totalidad al consumo interno, a través de diversos usos tradicionales, para los que el cultivo genéticamente manipulado no es utilizable. Dado el hecho de tratarse de la implementación de un paquete de tecnologías y no de la simple siembra de una semilla, dedicamos considerable espacio al herbicida Roundup (glifosato) co-protagonista de esta trama y a los efectos y consecuencias de su aplicación.

Asimismo, con el fin de llenar el aparente vacío normativo observable en esta materia, hemos incluido un breve análisis legal, aportando conclusiones justificables dentro del marco estricto de la legislación vigente.
Consideramos también la necesidad de interpretar el fenómeno de la ingeniería genética agrícola desde perspectivas epistemológicas y biológico-evolutivas. A ello también consagramos algún empeño. Creemos haber cumplido este propósito de manera satisfactoria.

Dada la abstracta aridez del tema, hemos intentado amenizar la exposición a través de algunas ejemplificaciones de tipo alegórico-deportivo, y mediante títulos que condensan el sentido de los textos que encabezan. Este dispositivo de titulación de textos, facilita la lectura, permitiendo una lectura ordenada a medida de cada lectora o lector. Es posible leer este trabajo en una pluralidad de secuencias u órdenes, aliviando así el tedio y cierta monotonía argumental. Sin embargo, existen ciertas limitaciones y en algunas ocasiones será necesario leer dos, o eventualmente tres bloques para una información adecuada. Esperamos que este trabajo brinde una modesta contribución para las discusiones relativas al Area de Libre Comercio de las Américas, uno de cuyos objetivos clave, es la eliminación de todos las restricciones a la introducción de semillas genéticamente manipuladas, que se hallan, además, subsidiadas en un 70-80% de su costo de producción. Dicha contribución, consiste a nuestro juicio, en que aquellos que sostienen las bondades de la transgénesis, que lo prueben en debate público, venciendo la lógica argumental que se les opone; tienen ellos ahora la palabra. Finalmente, hicimos referencia a un caso concreto de «biotecnología limpia» implementado en el país. Creemos que lo realizado en Bolivia en este terreno, permite afirmar que aquí están dadas las condiciones para ofrecer alternativas inconmensurablemente superiores a las «bondades» prometidas por la ingeniería genética.

Primeros peligros
Hay un buen número de razones convincentes que justifican evitar los alimentos que contengan ingredientes derivados de organismos genéticamente modificados y tratados con herbicidas, como la soya, el maíz, la colza y las papas. En particular, los niños deben ser aleccionados para evitar estos alimentos. Los científicos asistentes al Grupo Abierto de Trabajo sobre Bioseguridad de la Convención de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica realizado entre el 13 al 17 de octubre de 1998 solicitaron a «todos los gobiernos a emplear todas las medidas que estén a su disposición para excluir de sus mercados los frijoles de soya genéticamente manipulados Roundup-Ready de Monsanto resistentes a herbicida, porque dañan la salud pública».

Un experimento reciente llevado a cabo en el Reino Unido por un experto independiente, el Dr. Alpad Pusztai, ha mostrado que los alimentos genéticamente manipulados pueden, cuando se alimenta en cantidad suficiente con ellos a los animales, causar en forma muy gradual daños en sus órganos y en el sistema inmunológico.
El alimento utilizado en el experimento fueron papas genéticamente manipuladas. Se cultivó dos grupos de papas en los mismos tiestos dentro de un solo invernadero. Uno de los grupos era una variedad genéticamente alterada para producir una proteína aglutinante no tóxica, y el otro era una variedad corriente de papas. La papa normal fue suministrada a los animales sin que se produjeran efectos adversos. La papa genéticamente modificada causó daños graduales a los órganos y al sistema inmunológico.

El problema del método

Un experimento de seguimiento separado llevado a cabo por el Dr. S.W.B. Ewen, Patólogo Senior en la Universidad de Aberdeen, Escocia, ha confirmado que no fue la proteína la causante de daños en los órganos y en el sistema inmunológico de los animales alimentados con las papas modificadas, sino los residuos tóxicos o infecciosos acumulados durante el proceso de manipulación genética. Del hecho de que no fue la proteína en las papas, sino el proceso de manipulación en sí, el factor decisivo que llevó a la aparición de la toxicidad, se puede esperar resultados similares en animales o humanos, alimentados durante un prolongado período de tiempo (años o décadas) con soya, colza y maíz genéticamente manipulados directamente, o como ingredientes en alimentos industrialmente procesados.

Una cuestión clave en la peligrosidad que entraña el ingerir OGM, es el empleo de virus altamente infecciosos como vector portador del gene introducido. Un virus comúnmente empleado es una variedad muy infecciosa del virus mosaico (combinación clonada de diferentes genotipos) del coliflor. La variedad de este virus que se halla en alimentos comunes no tiene estas caracterísiticas y no puede ser absorbido por los mamíferos. Los daños fueron descriptos en detalle por el renombrado geneticista, Dr. Mae-Wan Ho en una reunión mantenida el 31 de marzo de 1999 a invitación del entonces ministro de medio ambiente del Reino Unido, Michael Meacher.

Cosechas de recompensa o problemas-plaga
Los que abogan por la introducción masiva de OGM en el mercado, aducen que estos productos brindan mayor seguridad ambiental y protección a la salud de productores y consumidores, pues permiten reducir el uso de plaguicidas y de herbicidas.

De hecho las investigacions realizadas dejaron claro que los agricultores que cultivan OGM emplean en promedio una cantidad igual o superior de plaguicidas que sus colegas dedicados a producir cultivos no manipulados.
Los agricultores «cosechan recompensas si cultivan OGM», es un eslogan muy utilizado por los promotores de la ingeniería genética. Pero, no es así. Los agricultores en realidad no se benefician de ningún modo. La verdad es que:
El rendimiento de los OGM es menor que los cultivos tradicionales, pues la función genética insertada de resistencia al herbicida, disminuye la energía de la planta que antes se hallaba disponible para el crecimiento.
El gasto en insumos químicos es mayor, dada la rápida generación de resistencia en poblaciones de insectos-plaga o de malezas.

El deterioro permanente de los suelos disminuye el valor potencial de la propiedad agrícola
Monsanto lleva adelante políticas intimidatorias en perjuicio de los productores y acciones judiciales por pago de patentes, lo que obliga a los agricultores a incrementar costos para aislar sus cultivos, y evitar así la contaminación con OGM y las demandas judiciales de la transnacional por el uso de su semilla patentada sin pago de regalías.
El periódico científico Nature con fecha 9-9-1999 informa que un grupo de agricultores en los EE.UU. se proponía iniciar acciones legales colectivas (class-action lawsuits), en representación de numerosos productores contra Monsanto y otras compañías, porque publicitaban sus OGM como benignos para la agricultura y el ambiente.
El diario Washington Post ha publicado el 18 de septiembre de 1999 que, «los agricultores norteamericanos han plantado OGM de buena fe, en la creencia de que el producto es seguro y que ellos serían recompensados por sus esfuerzos» citando una declaración de la Asociación de Productores de Maíz (American Corn Growers Association) emitida la semana previa a la publicación. «En lugar de ello, – publica en sus páginas el Post) los productores se ven engañados por las empresas productoras de semillas y agroquímicos, quienes los alentaron a sembrar un mayor número de hectáreas de estas variedades manipuladas, sin advertirles sobre los peligros vinculados con la producción de un cultivo que no habría de tener una mínima aceptación entre los consumidores».

Breve filiación de Monsanto

Monsanto tiene en su haber el desarrollo del «agente naranja» defoliante usado en la guerra de Vietnam. Otra de sus creaciones ha sido el DDT, y el methil parathion, uno de los ingredientes esenciales para fabricar el gas nervioso de las tan temidas «armas de destrucción masiva».

La vedette del momento para la corporación, fue hasta poco tiempo atrás, Roundup, un exterminador químico de plantas. En 1997, este herbicida representaba un 15% del total de las ventas de la transnacional. Solamente en el territorio estadounidense se fumigaba 11.800 toneladas al año en sembradíos, jardines y bermas. Los derechos intelectuales protegidos por la patente de invención de este herbicida, han expirado en el año 2.000 y como era esperable, el precio cayó en forma abrupta, pues ya hay una importante planta que lo produce en China. La soya transgénica Roundup Ready, SRR es una buena forma de asegurar los beneficios que producía la venta del Roundup, glifosato, antes de la caducidad del monopolio. El primer paso en ese sentido fue hacer dependiente la soya manipulada del herbicida fabricado por la misma corporación. Si se fumiga la soya SRR de Monsanto con algún otro herbicida que no fuera la formulación de glifosato registrada comercialmente como Roundup, la soya Monsanto, sencillamente muere.

Manipulación del derecho a elegir en forma voluntaria lo que comemos

La desconfianza entre los consumidores se nutre del hecho evidente de ser las mismas empresas que introdujeron en el mercado el methyl parathion, el DDT, el agente naranja y docenas de otros productos químicos peligrosos, prohibidos desde hace largo tiempo atrás, las que ahora nos dicen ahora que los organismos genéticamente manipulados son seguros y aún benéficos para el medioambiente.

Los insumos derivados de frejoles de soya, por ejemplo, son empleados en casi tres cuartas partes de los alimentos procesados por la industria, ofertados en supermercados y tiendas, desde cremas heladas y chocolate, margarina y sodas, pan y salsas de tomate, papas fritas y mermeladas hasta la pasta italiana. Otra «vedette» entre los OGM son los edulcorantes derivados del maíz transgénico. Es evidente que no hay prácticamente alimento elaborado que esté libre de estos nuevos productos. Ante esto, resulta paradójico y por demás significativo, el hecho de que quienes insisten de manera obstinada que los OGM son alimentos seguros y saludables, sean también los mismos que se niegan, por todos los medios, a identificar con etiquetado de fábrica, cuáles son los productos que contienen ingredientes elaborados con esos OGM «seguros» y «saludables».

Ayudas no filantrópicas
Mediante las campañas publicitarias promovidas por la industria biotecnológica, se pretende hacer creer que los fines buscados por estas corporaciones son de naturaleza filantrópica. Mejorar las condiciones ambientales, preservar la salud de la población y aliviar el hambre padecido por millones en el mundo, son algunos de los nobles embustes metódicamente difundidos. Sin embargo, con más de 800 millones de personas en el mundo sometidas a una cruel e injusta hambruna, hambruna que no sólo no fue atenuada por la Revolución Verde, sino que, como consecuencia de la implementación de ésta en el Tercer Mundo se acentuó, cabe preguntar si el problema es debido a deficiencias en la producción alimentaria, a falta de comida. La respuesta es: definitivamente no. Es un mito que no hay suficiente alimento como para dar de comer a toda la humanidad. Actualmente, existen excedentes que superan en un 50% la cantidad necesaria para lograr este propósito, excedentes a los que mucha gente no tiene acceso por razones ligadas a las políticas agrícolas de los países industrializados, entre éstos, aquellos en donde fueron desarrollados los OGM.
La llamada «ayuda alimentaria» a los países pobres, proveniente de los Estados Unidos y de la Unión Europea, ha empeorado, no mejorado la situación alimentaria de los primeros. Gracias a los astronómicos subsidios otorgados a los productores, superiores a los $us 1.000 millones diarios, esta ayuda se comercializa a precios muy inferiores a los costos reales de producción de los agricultores del Tercer Mundo. Cargill, por ejemplo compra cosechas de maíz al 20% del costo real del agricultor. Los efectos de estas políticas son la expulsión del mercado local de los campesinos, quienes engrosan las multitudes de desocupados que se hacinan en las ciudades y la creciente dependencia de insumos y alimentos importados del Norte industrial.

Más aún, los métodos de cultivo basados en el empleo de insumos de «alta tecnología», promovidos por las corporaciones transnacionales, han desquiciado los esquemas de suficiencia alimentaria existentes en los países en vías de desarrollo. Estos métodos, por su parte, han causado, debido al uso desproporcionado de agroquímicos y a la práctica irracional del monocultivo, severos daños a suelos y contaminado acuíferos, además de reducir drásticamente la diversidad de la agricultura nativa en muchos países.

Vacas sagradas

Es posible oír frecuentemente que, el hambre en el mundo se debe, fundamentalmente, a factores tales como la superpoblación, o el atraso tecnológico. Estas suposiciones se amparan en la sistemática desinformación que hay en este tema, y que se difunde gracias a las campañas de relaciones públicas de los intereses corporativos globales que manejan la producción y distribución global de alimentos.

Un ejemplo aclaratorio: Dos tercios de la humanidad consumen al año unos 170 kilogramos de cereales per capita. El norteamericano y el europeo medios registran en promedio, un consumo per capita cuatro veces y media superior a esa cifra. Sin embargo, no lo comen en forma directa, sino a través de carne, huevos, leche y productos derivados, provenientes de ganado y aves, que a su vez se alimentan con un 80 % de los aproximadamente 760 kilogramos de granos de consumo promedio. Es sabido que la eficiencia de la vaca en la conversión de substancia vegetal en proteína animal es muy baja, hasta el punto que sólo entre el 10% y el 20% del cereal o del grano que se le da, resulta convertido finalmente en proteína animal. Esto implica, necesariamente, que las vacas, por ejemplo, despilfarran durante su propio proceso de nutrición, entre un 80% y un 90% del cereal, que se les suministra. Esto implica que se desperdicia, más de media tonelada de granos por cabeza de ganado vacuno criada. Conclusión: existe una marcada preferencia entre las corporaciones del sector alimentario a producir alimento para animales y no para humanos, de los cuales sólo un número relativamente escaso consume alimentos de origen animal.

La UE produce la mayor parte de sus cereales, 108 millones de toneladas, de oleaginosas, 12,6 millones de tns, y de oleo- proteaginosas, 18,3 millones de tns, con el único propósito de alimentar ganado vacuna, porcino y aves.

Hectáreas-fantasma

¿De dónde se obtiene una importante parte de los recursos para esta producción de carne y productos lácteos consumidos en forma generosa en los países industrializados? Veamos algunos datos ilustrativos, aunque no demasiado actualizados, pues corresponden al año 1992: En aquél momento, los Estados Unidos y otros países del hemisferio Norte generaban grandes excedentes de cereales, carne, leche y otros productos para el mercado mundial de alimentos, aunque, no lo lograban dependiendo solamente de sus propias tierras cultivadas. Lo hacían, gracias a la explotación de «hectáreas – fantasma» en el extranjero para producir sus insumos agrícolas y alimentos. Holanda, a modo de ejemplo, dependía no sólo de lo producido a partir de sus dos millones (2.000.000) de hectáreas bajo cultivo, sino de quince a dieciséis millones (15 a 16.000.000) de hectáreas adicionales ubicadas en otros países. El Reino Unido explotaba en ese entonces para la agricultura, dos (2) hectáreas en otros países por cada hectárea cultivada en su territorio. En total, más de noventa y nueve millones, novecientas setenta y cuatro mil (99.974.000) hectáreas eran explotadas con ese propósito en países del Sur – un área equivalente a cuatro (4) veces la superficie total de las tierras bajo producción agropecuaria de todo el Reino Unido -. Irónicamente, aquellos países cuyos gobiernos han venido declarando solemnemente que luchan con firmeza contra «los problemas del exceso de producción», en el hipotético caso de ser retiradas de la producción sus «hectáreas fantasma», tendrían, casi con certeza, dificultades en la provisión de sus propias necesidades alimentarias, de no haber cambios radicales en sus dietas.» Como dato ilustrativo puede decirse que prácticamente el 80% de la cosecha mundial de soya, excluída la República Popular China, está destinada a convertirse en alimento balanceado para las vacas y los cerdos cuya carne comen en exceso norteamericanos y europeos.

Efectos negativos de la práctica de monocultivos
Según datos difundidos por la FAO hace algo más de un quinquenio, el 25% del total de tierras arables en el mundo ha sido degradado por mal manejo. El 10% se ha perdido completamente durante los últimos 50 años. El despojo de la cubierta vegetal protectora, el uso de maquinaria pesada, el monocultivo continuado, el descuido de las prácticas de conservación de suelos, la tala de árboles en el campo, la pérdida de materia orgánica y de diversidad de vida por uso de pesticidas químicos son los factores causantes de la degradación. Cada año, en todo el mundo, se pierde por erosión 24.000 millones de toneladas de suelo fértil. Suficiente cantidad para llenar un tren con vagones de carga cuya longitud sería la distancia cinco veces ida y vuelta, entre la Tierra y la Luna.

El mal manejo del agua está estrechamente ligado a la degradación de suelos. La agricultura acapara el 73% del total del consumo mundial de agua y alrededor del 10% de las tierras bajo riego en el planeta se ha perdido o está severamente dañado por el riego intensivo que causa salinización, alcalinización y descenso en el nivel de las napas.
El uso intensivo e indiscriminado de fertilizantes, insecticidas, fungicidas y herbicidas sintéticos ha producido estragos entre los organismos que habitan los suelos, disminuyendo drásticamente su fertilidad; reduciendo la calidad nutritiva de los alimentos y generando en las personas el crecimiento exponencial de enfermedades como cáncer, mal de Parkinson, esclerosis múltiple, enfermedad neuromotora y encefalomielitis miálgica, así como también inmunosupresión y otras afecciones de su sistema inmunológico. También se ha verificado que estas substancias eliminan los insectos benéficos, y, provocando mortandad masiva, amenazan con extinguir especies de aves, peces y mamíferos .
Las pérdidas causadas por insectos-plaga en la agricultura han crecido en los EE.UU. desde un 7% de las cosechas en 1945, hasta prácticamente un 13% en el año 1989, no obstante haberse incrementado, durante el mismo período, más de diez (10) veces el volumen de insecticidas sintéticos aplicado a los cultivos. Resulta preocupante que la mitad de las 500 especies de insectos que ocasionan en ese país pérdidas por valor de 2.000 millones de $us al año, ha desarrollado resistencia a los insecticidas.

El reservorio genético de la mayor parte de las especies comúnmente cultivadas ha sufrido una devastadora erosión, especialmente aquellas que son comercializadas en los mercados globales. La erosión es resultado del desplazamiento de las especies nativas por variedades de alto rendimiento introducidas por la «Revolución Verde». El arroz y el trigo han recibido el golpe más duro. En 1990 las variedades híbridas de arroz cubrían ya el 74% de las tierras arroceras en Asia. En algunos países como Sri Lanka, Filipinas, China y Malasia la cesión del mercado en favor de las nuevas líneas genéticas es hoy prácticamente total. Unas pocas décadas atrás, en la India, los agricultores cultivaban unas 50.000 variedades diferentes de arroz; hoy cultivan apenas unas pocas docenas. De la misma manera, en las Filipinas alguna vez fueron cultivadas unas 4.000 variedades distintas de este ceral, sin embargo, ahora los agricultores sólo plantan unas pocas en todo el país. En Indonesia, 1.500 variedades locales de arroz se extinguieron en los últimos 15 años.

La soya transgénica Roundup Ready

La soya Monsanto Roundup Ready (SRR) es una variedad de soya manipulada genéticamente, conteniendo genes de un virus mosaico del coliflor, CMV, de una petunia y de una bacteria (Agrobacterium sp). El código genético bacterial le confiere la resistencia al glifosato, los otros códigos genéticos insertados están destinados a controlar la expresión del «gene-glifosato». Como consecuencia de la «inmunidad inducida» al herbicida, éste puede usarse para eliminar malezas en sembradíos de soya sin dañarla. De acuerdo con esto, determinar el o los impactos potenciales de la SRR liberada en el ambiente y en la salud requiere plantear las siguientes cuestiones:

(1) Qué efectos de tipo ecológico puede generarse a través de la liberación indiscriminada en el medioambiente y del uso de soya genéticamente manipulada, conteniendo genes de otras especies.
(2) Cómo podría modificarse el patrón de uso del herbicida glifosato y de qué modo podría repercutir este cambio en la salud humana y en el ambiente.
(3) Qué riesgos podrían, como consecuencia de las modificaciones hechas a la soya, amenazar la salud de los consumidores humanos.

Con este fin, es fundamental no perder de vista las peculiaridades del mercado de la soya y de los acuerdos comerciales en torno a él. La soya es un bien transable en el mercado internacional, y Monsanto es una transnacional que opera en numerosos países. Si ha de procederse de acuerdo con criterios lógicos, lo más razonable sería evaluar los posibles efectos en el entorno ambiental de mayor riesgo. Es éste, precisamente, una de las más flagrantes omisiones en el informe de Monsanto elaborado para las autoridades gubernamentales de los Estados Unidos y de la Unión Europea. Este se basa solamente en datos recogidos en los EE.UU., Canadá, Costa Rica y Puerto Rico. No se trata únicamente de cuestionamientos de carácter metodológico en relación con las pruebas llevadas a cabo en esos países, sino que las conclusiones obtenidas de ellas no reflejan en lo más mínimo el escenario posible en regiones como el Lejano Oriente o Sudamérica, donde los posibles impactos pueden ser sensiblemente mayores.

Los peligros y su geografía
La Academia de Ciencias de EE.UU. declaró con relación a esta cuestión que «Norteamérica, en especial los Estados Unidos, encierra hábitats de muy escasas especies cultivables, dado que la agricultura allí se basa mayormente en plantas de origen foráneo. Esta pobreza de variedades de cultivos de origen nativo implica que habrá relativamente pocas oportunidades para que ocurra en el territorio estadounidense una hibridización entre plantas genéticamente modificadas y especies silvestres emparentadas. Puede esperarse que la incidencia de hibridizaciones entre cultivos genéticamente modificados y especies silvestres emparentadas sea menor aquí que en Asia Menor, en el sudeste asiático, en el subcontinente indio y en América del Sur, y puede requerirse un mayor cuidado al introducir organismos vegetales genéticamente modificados en esas regiones.» Una clara advertencia que no ha sido oída.

Perjuicios ecológicos derivados del uso de SRR
La soya constituye la principal fuente en el mundo de aceite vegetal comestible, así como de suplemento proteínico para alimentar el ganado. Tiene también un amplio espectro de usos distintos en la industria alimentaria y otras. Es un alimento importante para consumo humano en Asia. La soya es un bien transable de intercambio global, que se transporta por vía marítima en grandes cantidades hacia muchos destinos, para su procesamiento o consumo final. Los Estados Unidos, Brasil, China y Argentina producen algo más del 90 % de la cosecha mundial de soya. Los dos primeros y Argentina son los principales exportadores de soya y abastecen los mercados de Japón y de Europa. Además de los países mencionados en el anterior párrafo, Monsanto llevó cabo pruebas de campo en Argentina. En 1994 realizó también pruebas en ámbitos semi-aislados en Japón. La empresa dejó claro que la SRR no será separada de las otras soyas convencionales, es decir, no manipuladas. También advierte que la soya transgénica ha de ser cultivada y comercializada en todo el mundo, incluyendo Sudamérica y el Lejano Oriente.

Una de las cuestiones clave en la evaluación de riesgo ambiental de los cultivos genéticamente modificados, es si el gene foráneo introducido puede transferirse por polinización cruzada a una especie nativa, emparentada o no, y causar así contaminación genética. Aunque la soya cultivada es principalmente autopolinizante, el polen puede también ser transportado por abejas hacia otras plantas de soya y a parientes silvestres o a alguna otra maleza. Este último caso podría ser el más peligroso para Bolivia. Las malezas «contaminadas» con la resistencia al glifosato podrían volverse tóxicas para especies de insectos polinizadores, causando serios desequilibrios en los ecosistemas entre éstos y otros insectos predadores. Las consecuencias podrían ser catastróficas en las poblaciones de plantas.
La soya puede cruzarse con otros miembros del género Glycinus, que se hallan en Australasia, incluyendo al Japón. Se sabe que la hibridización natural ocurre entre soya cultivada y G. soya, una maleza común en Japón. Cabe aclarar que no existen parientes compatibles en los Estados Unidos o en Europa.

Tercer Mundo: a mayor peligro, menor control de impactos
Los peligros ecológicos son, evidentemente, mayores en el Lejano Oriente y América del Sur. Entonces, el potencial para que la SRR cause daños ecológicos debería ser específicamente analizado en dichos entornos ambientales. En la determinación de riesgos de esta naturaleza, al solicitar autorizaciones para la importación de la SRR en Europa, Monsanto ha considerado solamente la posibilidad de transferencia de genes en Europa, donde no existen especies emparentadas. En el caso de los Estados Unidos, esta empresa ha utilizado un argumento similiar. Sin embargo, resulta claro que no es el propósito y el objetivo de Monsanto que la siembra y comercialización de la soya modificada genéticamente se limite a esas regiones del globo.

Debería evaluarse el riesgo de transferencia de genes en aquellos países ricos en biodiversidad, y no solamente donde la SRR puede ser cultivada sino también donde puede importarse. Como comentaba un experto recientemente, «dado que las semillas viajan cientos de kilómetros entre el sitio de venta, el de siembra y la planta industrial de procesamiento, los derrames de semillas durante el transporte son inevitables y causan mucha más preocupación que la diseminación de polen».

Otra cuestión importante en la evaluación de riesgos ambientales y, también agrícolas, es si la SRR puede o no perdurar en el medioambiente y desplazar flora o fauna silvestres, o convertirse en una maleza invasora. En razón de la susceptibilidad de la SRR a la escarcha, éste ha sido un argumento usado por Monsanto para apoyar su afirmación en cuanto a la seguridad ambiental de este cultivo. Sin embargo, en las pruebas experimentales descriptas por Monsanto en sus solicitudes para la desregulación en EE.UU. y su aplicación también en el mercado europeo, no se ha investigado el potencial de la SRR para perdurar en el ambiente. Las parcelas experimentales son rutinariamente destruidas mediante el pulverizador de disco una vez finalizados los experimentos diseñados únicamente para testear propiedades agronómicas, no impactos ecológicos.

Maleza «supervillana»

En una prueba se detectó SRR «voluntaria» (nombre dado a la planta de soya que, no habiendo sido cosechada, persiste como maleza), en la siguiente temporada de siembra, sin embargo, estas plantas fueron destruídas mediante pulverización de disco en el suelo, y no se investigó nada al respecto. Además, y más preocupante aún, es el hecho de que el potencial para la persistencia en países que no sean los EE.UU: o los europeos, no ha sido nunca estudiado, por ejemplo en el Lejano Oriente y Sudamérica, donde, por otro lado, la escarcha no regula la persistencia entre temporadas. No existe información de que en algún sitio se hubiera llevado a cabo pruebas de esta naturaleza.
Más aún, igualmente a lo sucedido con el potencial para hibridarse, Monsanto no ha provisto datos cuantitativos respecto a la capacidad invasiva de la SRR o de enmalezamiento . Monsanto también se sirvió de la Lista de Baker, para argumentar que es improbable que la soya manipulada se convierta en una maleza invasora. Se trata de una lista de características comúnmente asociadas con malezas y que fue utilizada para predecir el enmalezamiento de plantas. La confiabilidad de esta lista ha sido cuestionada por científicos, que solían verificar si mediante ella podía predecirse el enmalezamiento de malezas conocidas, especies ya existentes como tales, al constatar que no es confiable en este respecto.

La transferencia de genes a plantas silvestres y la persistencia de la SRR son temas de suma importancia en el ámbito de la ecología. Puede que la codificación genética para crear tolerancia al glifosato no fuese neutra en términos ecológicos. La tolerancia misma constituye una ventaja competitiva, en presencia del herbicida, determinando que la persistencia y la propagación de la SRR o, eventualmente, alguna especie emparentada con la cual ésta se cruce, amerite un tratamiento serio y en profundidad. Aun sin la presencia del glifosato, el gene de tolerancia podría persistir y causar polución genética. Las presunciones en el sentido de que los genes que brindan tolerancia no perdurarían en el ambiente, porque se convertirían en un mero «bagaje genético», y pasarían entonces a constituir una desventaja, han sido socavadas mediante experimentos que mostraron que la colza manipulada genéticamente no era menos capaz de sobrevivir que su similar sin manipulación (Crawley et al., 1993). Como conclusión podemos afirmar que el estudio de riesgo ecológico de Monsanto es deficiente y exhibe insuficiencias en varios aspectos importantes porque:
(1) presenta un escenario optimista injustificable, evaluando los riesgos solamente en el contexto de los EE.UU. y de Europa, mientras que la SRR ha de sembrarse y/o exportarse a entornos ambientales de elevado riesgo ecológico en América del Sur y en Asia.

(2) ha omitido realizar experimentos adecuados para investigar los riesgos posibles para la ecología, porque se ha limitado exclusivamente a investigar características agronómicas, dejando de lado su invasividad, propensión al enmalezamiento o capacidad de hibridación.

(3) se ha basado en métodos de predicción no confiables para argumentar que la SRR es ecológicamente segura. En el contexto del mercado global de la soya, los resultados obtenidos por Monsanto con relación a la inocuidad de la SRR no pueden ser confiables.

Diferencias que producen alergias
Una peligrosa diferencia existente entre el cultivo normal y la manipulación genética, es que ésta aumenta enormemente el riesgo de que la planta desarrolle compuestos tóxicos o alergénicos. Tales cambios inesperados han sido observados en algunos cultivos genéticamente modificados.

La inserción de un gene nuevo puede, en algunos casos, alterar la síntesis de compuestos químicos en la planta. Las alteraciones pueden consistir en incrementos significativos en los niveles existentes de compuestos tóxicos, o en el desarrollo de compuestos alergénicos. No existe forma de predecir estos efectos, y sería azaroso detectarlos sin realizar durante muchos años pruebas e investigaciones independientes y detalladas, en sujetos de test que, obligadamente, deben ser personas. Los efectos tóxicos graduales habrían de ocurrir a lo largo de semanas, meses o años o aún décadas y no habría conciencia acerca del daño a la salud hasta que fuese muy tarde

Otro riesgo importante de los alimentos genéticamente manipulados, es la posibilidad de que la exposición en forma regular a material de ADN y de ARN extraños, insertados en estos alimentos artificiales, causara reacciones alérgicas o enfermedades en el propio sistema inmunológico del consumidor. Algunas investigaciones recientes han revelado que, puede detectarse fragmentos de ADN de ingredientes de alimentos manipulados genéticamente en el cerebro de animales alimentados con ellos.

En el Reino Unido los científicos verificaron un crecimiento del 50% de alergias a la soya en un solo año. Ellos consideran que este aumento de las alergias a la soya puede ser causado por el creciente uso en la manufactura alimentaria de ingredientes hechos a base de soya genéticamente manipulada.

La amenaza interior
El asunto de mayor relevancia a considerar, es la posibilidad de que las proteínas producidas por la planta de soya modificada pudiesen ser tóxicas o alergénicas.

La SRR contiene un gene obtenido de una bacteria, Agrobacterium sp., que comprende la enzima (proteína) 5-enolpiruvilshikimato-3-fosfato (EPSPS su sigla en inglés). El glifosato actúa sobre esta enzima inhibiéndola, lo cual causa la muerte a la planta, dado que se trata de una enzima importante para una de las secuencias de reacciones bioquímicas de las plantas. La nueva forma de la enzima, CP4 EPSPS, que ha sido introducida en la soya no es sensible al glifosato. En esto consiste la tolerancia al mismo.

La interrogante más grande consiste en saber, si la proteína modificada (CP4 EPSPS) podría o no ser alergénica en los productos derivados de la soya que la contienen. No existen análisis cualitativos para predecir la alergenicidad de algún elemento. Las comprobaciones recientes de que un gene de la castaña que especifica una proteína rica en metionina introducida en la soya, causa reacciones alérgicas en personas sensibles, a pesar de que las evaluaciones anteriores fueron negativas, arrojan cierta luz en este sentido. Esto resalta los posibles graves efectos de la transferencia de genes que codifican proteínas nuevas.

Dos casos ilustrativos
Tienen razón los consumidores y las organizaciones que los representan al desconfiar de la salubridad de los alimentos que contienen insumos obtenidos a partir de OGM. Basta con recordar dos casos de triste celebridad. Al dársele partes de ovejas muertas como alimento a las vacas, nadie imaginó que esto podría llevar a la enfermedad de las vacas locas, encefalitis espongiforme bovina, (BSE por su sigla en inglés). Una vez que esta enfermedad se manifestó, nadie quiso creer que podría transmitirse a los seres humanos al comer carne. Los riesgos de la SRR son desconocidos y, de hecho, son incognoscibles, al menos en un modo preventivo, es decir, que no fuese «ex post facto».

En 1989, una compañía japonesa introdujo un complemento proteínico, «tryptophan», en el mercado de los EE.UU.. Se trataba de un suplemento alimenticio producido a partir de una bacteria genéticamente manipulada. Pero 37 personas murieron y otras 1.500 quedaron con discapacidades permanentes luego de ingerirlo, con síntomas previos como inflamación de articulaciones, hinchazón de la piel, jaquecas e inmunosupresión.

De hecho, no ha podido llegarse a una comprensión del suceso, porque no existe, dada la novedad del fenómeno, conocimiento del modo cómo operan los vínculos entre el inusual dímero (polímero resultante de la unión de dos monómeros) L-tryptophan que puede haber sido producido como subproducto marginal por las bacterias genéticamente manipuladas (que no se logró remover mediante filtrado a través de carbón activo) y la bacteria Eosinophilia mylagia, que de por sí genera una toxina en la sangre contra gusanos parásitos y los muchos decesos ocurridos a la gente que ingirió el citado dímero.

Lo malo conocido u omitido
El descubrimiento del potencial alergénico de la soya genéticamente manipulada de Pioneer Hi-Bred, ocurrido en forma previa a su empleo como fuente alimenticia para humanos, tuvo lugar gracias a una ventaja singular: el organismo donante del gene, la castaña, es un alimento con propiedades alergénicas conocido y, se disponía para efectuar las pruebas, de muestras de plasma sanguíneo de personas que se sabía de antemano que eran alérgicas a la castaña. Monsanto enfrenta una dificultad peculiar para evaluar el potencial alergénico de la SRR, porque, a diferencia de la proteína de la castaña, la que fuera introducida en su soya no proviene de una fuente identificada como alergénica. Entonces, Monsanto no dispone de prueba específica alguna que pudiera llevar a cabo para reunir evidencias que sugieran su seguridad. En esta situación, a Monsanto no le quedó otra opción que basarse en métodos más cuestionables, como la comparación con otros compuestos, en lugar de una evidencia experimental. Por ejemplo, Monsanto ha puesto énfasis en el hecho que EPSPS no tiene homología secuencial con otras proteínas alergénicas. Sin embargo, un experto declaró recientemente que «es imposible identificar la mayor parte de las proteínas alergénicas previamente a la manipulación genética. Estas proteínas no parecen tener secuencias de aminoácidos en común, entonces la comparación de sus antígenos determinantes, ligados a la inmunoglobulinaE, resultará con probabilidad infructuosa».

Monsanto también hace hincapié en la pequeña cantidad de EPSPS que estaría presente en la dieta y en que, la mayor parte de los alergénicos son proteínas importantes en la dieta humana. A pesar de ello, no es ésta la situación real, por cuanto el gene CP4 EPSPS está siendo usado en otros cultivos también, de forma tal que puede que la exposición a éste no se halle limitada a la soya. CP4 EPSPS también se produce en cantidades superiores en la soya manipulada genéticamente, a la del gene normal EPSPS producida en la soya convencional. Además, se ha señalado que debe llevarse a cabo las evaluaciones de digeribilidad con la proteína aislada, como así en la forma en la que ha de ser ingerida. No hay evidencias de que Monsanto hubiese realizado las pruebas con el alimento intacto bajo condiciones reales. De acuerdo con lo que antecede, la evaluación realizada por Monsanto de la probabilidad de riesgos de alergenicidad de la SRR resulta deficiente pues:

(1) puede que el riesgo de alergenicidad sea bajo, pero es esencialmente impredecible
(2) los alimentos que contienen SRR no serán etiquetados, por consiguiente, el más importante mecanismo protector disponible para la gente sensible, que permite evitar el alimento alergénico, no estará accesible en caso de que surgieran problemas
(3) puede que el gene bacterial EPSPS también esté presente en otros productos no fabricados en base a la soya, que influirán en el riesgo.

Los serios riesgos potenciales asociados con alergias alimentarias son injustificables al ser impredecibles e imposible su determinación mediante tests. Esto sumado al hecho de no estar disponibles los métodos normales de evitar los alimentos alergénicos (etiquetado), torna irrelevante su evaluación sobre la seguridad de la SRR, porque Monsanto ha ignorado en forma deliberada estas cuestiones.

Efectos teratogénicos
Finalmente, diremos que algunos cultivos genéticamente manipulados cambian de forma tal, que desarrollan sus propios niveles de pesticidas. Por ejemplo, se ha mostrado que los cultivos genéticamente manipulados para producir la toxina Bt emiten muy elevados niveles de esta toxina. Las plantas genéticamente manipuladas para producir la toxina Bt producen, al menos 1.000 (mil) veces más toxina Bt por hectárea que el resultante de aplicarla directamente en las plantas. Puede que esto lleve a problemas con la ingestión de tales alimentos en el largo plazo – maíz genéticamente manipulado y edulcorantes fabricados a partir de él -. Aun en el caso de que las plantas genéticamente manipuladas no produzcan pesticidas, se ha demostrado de manera concluyente que los herbicidas usados en algunas de estas plantas artificiales (soya o maíz) son extremadamente tóxicos y pueden causar defectos en los nacimientos.

¿Qué es el glifosato?
El glifosato es un herbicida de amplio espectro usado para eliminar malezas. El nombre comercial de Monsanto para este compuesto es Roundup. Los cultivos de soya Roundup Ready están manipulados genéticamente para sobrellevar la fumigación del herbicida. De esta manera, es posible aplicar el herbicida después de la emergencia del cultivo, matando las malezas, pero no a las plantas del cultivo resistentes al Roundup, tales como la soya Roundup Ready (SRR).
Químicamente, el glifosato es un organofosforado, como muchos otros pesticidas, sin embargo, no afecta el sistema nervioso como otros productos organofosforados. El glifosato es un herbicida de amplio espectro usado para eliminar malezas. El nombre comercial de Monsanto para este compuesto es «Roundup». Las plantas Roundup Ready están manipuladas genéticamente para sobrellevar indemnes la fumigación del herbicida.

Se trata además, de un herbicida no selectivo que mata todas las plantas, incluidos pastizales, plantas de hojas grandes y plantas leñosas. Es absorbido principalmente a través de las hojas y al ser transportado por el sistema vascular de la planta, mata todas sus partes. Actúa inhibiendo una secuencia de reacciones bioquímicas, la secuencia del ácido eshkímico. Con bajos niveles de aplicación actúa como regulador del crecimiento. Existen tres formas de glifosato utilizadas como eliminadores de malezas, glifosato isopropilamonio y glifosato sesquidio, ambos patentados por Monsanto y glifosato trimesio, patentado por ICI, hoy Zeneca, una de las cuatro mayores transnacionales en el rubro agroquímicos, superada por Monsanto o Novartis. Algunos nombres comerciales comunes son también Rodeo, Accordo o Vision.

Resulta extremadamente difícil, en términos técnicos, medir el glifosato en muestras ambientales. Solamente un puñado de laboratorios en el mundo manejan las técnicas y tienen el sofisticado equipamiento necesarios para este fin. Esto significa que, los datos sobre los niveles de residuos de este herbicida en los alimentos y en el entorno ambiental, no existen en la mayoría de los casos, y que los datos disponibles pueden no ser confiables.

Las aseveraciones de Monsanto, respecto a que el uso de SRR y de glifosato puede disminuir costos, comparado con otras opciones, (nunca hasta hoy identificadas por los voceros de la corporación) no han sido respaldadas con pruebas. Nunca se ha hecho mención en sus informes de las posibles desventajas, como ser, favorecer el surgimiento de malezas resistentes al herbicida. Existe un reporte que informa sobre resistencia al glifosato ocurrida en pastizales en Australia publicado en la revista New Scientist, en julio de 1996. Es importante aclarar que dicha resistencia se manifiesta aún antes de la siembra masiva de organismos genéticamente modificados, es decir con un uso de glifosato muy por debajo en relación con el registrado a partir de la siembra de SRR.

Control de malezas
El producto de la venta de glifosato rondaba en el año 1997, los $us 1.200 millones anuales. Durante la década de los ’80, en los EE.UU., el glifosato fue utilizado anualmente en una cantidad de hectáreas que oscilaba entre las 5,5 a 6,3 millones. En el Reino Unido fue usado en 1994 en casi 360.000 hectáreas. Debido a su amplio espectro de acción, se lo utiliza para controlar una gran variedad de arbustos leñosos, pastizales de ciclos anuales, bianuales y perennes, setos y malezas de hoja ancha. Es utilizado en cultivos frutales, viñedos, plantaciones de coníferas y en muchos cultivos agrícolas (café, te, bananas), en la etapa de precosecha, en la de pos-emergencia de malezas, y en una amplia gama de cultivos agrícolas (soya, cereales, hortalizas y algodón.), en áreas no cultivables (bermas – banquinas – o sitios de paso peatonal), en el rastrojo de cereales, viveros forestales, jardinería y horticultura. Otros usos de sales de glifosato tienen lugar durante el crecimiento en el maní y en la caña de azúcar, para regular el crecimiento y acelerar la maduración.

Toxicidad para los humanos

Debido a la inexistencia de la secuencia de reacciones del ácido eshkímico en los animales, el grado de toxicidad del glifosato es bajo para ellos. El glifosato puede interferir en algunas funciones enzimáticas de los animales, aunque sólo se observa síntomas de envenenamiento en caso de dosis muy elevadas. Sin embargo, los productos que contienen glifosato, contienen también otros compuestos que pueden ser tóxicos. Muchos, en particular, contienen substancias detergentes como las polioxietileneaminas (POEA). Algunas de éstas son mucho más tóxicas que el glifosato. Se trata de compuestos que irritan intensamente el tracto respiratorio, los ojos y la piel y suelen estar contaminados con dioxane, del cual se sospecha que es carcinógeno. Algunos de estos compuestos son también tóxicos para los peces.
En California, el glifosato es la tercera causa más comúnmente registrada de enfermedades relacionadas con exposición a agroquímcos entre los trabajadores agrícolas.

Toxicidad ambiental
El glifosato es uno de los herbicidas de mayor grado de toxicidad. Muchas especies de plantas silvestres resultan severamente dañadas o «asesinadas» por aplicaciones que no alcanzan los 10 microgramos por planta. Este herbicida puede ser más destructivo para la flora silvestre que muchos otros herbicidas. Esto, a causa de que la fumigación aérea con glifosato puede tener desviaciones de entre 350 a 700 m y la fumigación en tierra puede causar daños a plantas sensibles al herbicida hasta los 90 m de distancia del terreno fumigado. Se piensa que el uso del glifosato afecta los árboles de los setos, ocasionando desfoliaciones fuera de estación y que reduce su capacidad de sobrevivencia durante la época invernal y de resistencia a enfermedades fungosas. La toxicidad directa del glifosato para mamíferos y aves es baja. Sin embargo, sus efectos en la flora pueden tener un efecto perjudicial en los mamíferos y aves a causa de la destrucción de hábitats. La agencia de protección ambiental de EE.UU., EPA por su sigla en inglés, determinó que muchas especies de plantas, así como también el sapo de Houston están en peligro de extinción a partir del empleo del glifosato.

Glifosato en el país de las maravillas

Los peces y los invertebrados evidencian mayor sensibilidad a las formulaciones de glifosato. Como ocurre con los humanos, los detergentes copresentes en él son responsables por la mayor parte del daño. La toxicidad aumenta con temperaturas más elevadas en el agua, y con el crecimiento del pH. En Australia, las instrucciones de empleo establecen que la mayoría de las formulaciones de glifosato no debe usarse en el agua o cerca de ella, a causa de sus efectos tóxicos en renacuajos y ranas adultas. Las formulaciones más recientes, como el Roundup Biactive no están incluidas en estas recomendaciones.

Entre nueve herbicidas probados para determinar el grado de toxicidad para los microorganismos del suelo, se halló que el glifosato era el segundo más tóxico para una variedad de bacterias, hongos, actinomicetes y levaduras. Sin embargo, en la publicidad difundida por Monsanto se declara que, cuando el glifosato entra en contacto con el suelo, se fija rápidamente a las partículas del mismo, y queda inactivo. El glifosato que se fija, resulta luego degradado por bacterias. La reducida actividad debida a la fijación a las partículas del suelo sugiere que los efectos del glifosato en la ecología del suelo han de ser limitados. No osbtante, algunos trabajos de investigación recientes muestran que el glifosato puede ser fácilmente liberado de ciertos tipos de partículas del suelo, y por lo tanto, puede filtrarse hasta los acuíferos o ser absorbido por las plantas.

Las organizaciones conservacionistas que promueven la creación de áreas reservadas tienen mucho que decir con respecto al uso de herbicidas sistémicos como el glifosato y sus consecuencias para las especies amenazadas y endémicas.

Efectos derivados de la siembra de OGM resistentes a herbicidas
La introducción de cultivos manipulados con resistencia al glifosato podría tener efectos tan dañinos como aumentar, en primer lugar, el empleo del herbicida y en segundo lugar, estimular la emergencia de malezas resistentes a éste. Monsanto asegura que la introducción de los cultivos resistentes al herbicida reducirá la cantidad de herbicida usado. Ellos aducen que el glifosato reemplazará a otros herbicidas más dañinos para el ambiente, porque solamente se requiere usar glifosato en lugar de varios compuestos diferentes. Ellos también esgrimen el argumento de que el exterminador de malezas será usado con menor frecuencia en los cultivos resistentes. También consideran que el glifosato es un herbicida seguro, y que no causa perjuicios al ambiente, fundando esta afirmación en su reducida capacidad de fijarse en partículas del suelo y en la baja toxicidad para los humanos.

Otros herbicidas utilizados en la soya y otros cultivos son perjudiciales, de manera incuestionable, para el medioambiente y para la salud humana. La pregunta es si el glifosato es o no realmente menos dañino y si las plantas resistentes al herbicida reducirán o no la cantidad de agroquímicos empleada con riesgos ambientales y humanos. Evaluar la cantidad global de productos tóxicos utilizados, tomando como parámetro el peso o el volumen del producto empleado, no nos dice nada acerca de las diferencias en el grado de toxicidad entre los distintos compuestos utilizados.

Otro punto a debatir es si ha de haber o no una reducción en el número de aplicaciones del herbicida. En sus informes a las autoridades de los EE.UU. Monsanto declara que bajo las condiciones actuales, se requiere entre una a cinco aplicaciones de diversos herbicidas o cócteles de éstos, para el control de malezas en los sembradíos de soya. Con la soya Roundup Ready (SRR), afirma Monsanto, sólo se necesita una, o posiblemente dos aplicaciones del herbicida Roundup. No obstante esto, la información distribuida por Monsanto a los productores en Argentina recomienda el uso del herbicida Roundup con la soya homónima, antes de la siembra, cuando los plantines tengan entre tres a cuatro hojas, y luego en cualquier momento en el que el agricultor encuentre malezas. Esto implica más de dos aplicaciones y más frecuentemente.

Inducción de resistencia a herbicidas en malezas
Una de las mayores preocupaciones de los científicos dedicados a investigaciones en torno al control de malezas, es la adquisición por éstas de resistencia a herbicidas, la cual se induce mediante la siembra de OGM resistentes a herbicidas. La resistencia a herbicidas surge de un modo análogo a la resistencia a los antibióticos en bacterias. La ocurrencia de mutaciones en las plantas permite que algunas desarrollen la resistencia al herbicida empleado. Esta adaptación dará a estas plantas ventaja sobre otras que no la tengan, permitiéndole crecer y florecer, y por consiguiente propagarse tornándose dominante.

Resulta sencillo inducir resistencia al glifosato en plantas de laboratorio. Monsanto afirma que es improbable que surja resistencia al glifosato en el campo porque el herbicida no persiste en el suelo. Sin embargo, la resistencia de malezas al paraquat, un herbicida con persistencia en el suelo inferior al glifosato ya constituye un problema serio. Un especialista en malezas concluyó, comparando con el caso del paraquat, que «puede que la resistencia al glifosato, presumiblemente, pudiera obtenerse también con tratamientos multianuales». La soya Roundup Ready está diseñada para ser usada con tratamientos multianuales y esto, seguramente facilitará la generación de resistencia.

Crece la resistencia al herbicida
Aún antes del aumento del uso del glifosato registrado con la introducción de cultivos resistentes al herbicida, ya ha habido informes de resistencia al glifosato en una maleza que ocurre en pastizales de Australia. Según constataron los investigadores en la Charles Sturt University de Nueva Gales del Sur, luego de 10 fumigaciones efectuadas a lo largo de un lapso de 15 años, la maleza más común en Australia, ryegrass, podía tolerar casi cinco veces la dosis de aplicación recomendada para el glifosato. Si la aplicación es realizada con cierta regularidad, sostienen los investigadores, las malezas presentes en el área desarrollaran ,con seguridad, tolerancia. Esto hará necesario el uso creciente del herbicida, y la cantidad de residuos del mismo presentes en el alimento inevitablemente crecerá. Monsanto admite, aunque tácitamente, que ello ocurrirá, pues ha solicitado a las autoridades en EE.UU, en la UE y en Australia el aumento del límite permitido de residuo de glifosato en la cosecha que era de 6 miligramos por cada kilogramo de peso seco, hasta los 20 miligramos. ¡¡Apenas un 330% de incremento!!

También pueden aparecer malezas resistentes al glifosato, si ocurre un flujo genético entre la soya y una planta silvestre emparentada, o si la soya sobrevive como para convertirse ella misma en maleza en la siguiente siembra. En este caso, dijimos que recibe el nombre de «voluntaria». El flujo genético es factible en Sudamérica y en el Lejano Oriente. Conviene recordar que, en el caso del Lejano Oriente, la soya es originaria de allí, y que existen entonces con seguridad parientes silvestres.

Las plantas «voluntarias» resistentes al herbicida pueden ser un problema serio en regiones de clima templado, al ser posible para la soya sobrevivir durante el invierno. Las plantas que resisten a los herbicidas son un problema cuya solución es costosa para los agricultores. Tener malezas resistentes a un herbicida como triazina, por ejemplo, ocasiona para su erradicación, costos extras a los productores estimados en unos $us 22 por hectárea. Habría, entonces, un castigo adicional para agricultores que siembran cultivos resistentes al glifosato, si las malezas evolucionaran hacia la resistencia al herbicida, porque, no solamente tendrían que modificar sus prácticas de control de malezas, sino también por el hecho de haber pagado una prima «tecnológica» por la semilla resistente al herbicida.

Riesgos potenciales por cambios del patrón de uso del glifosato

La soya SRR está, obviamente, desarrollada para usarse en conjunción con el herbicida glifosato. Este es un exterminador de malezas de amplio espectro de acción. Su modo de actuar es de tipo sistémico. Significa que es absorbido por la planta, y luego distribuido en la totalidad de la misma, destruyendo todos los tejidos del organismo, no sólo en aquellas partes con las que inicialmente ha tomado contacto. Se espera que las ventas de Roundup crecerán como resultado de la introducción de cultivos resistentes al mismo, como la soya SRR.

A pesar de las afirmaciones relativas a la seguridad que brindaría este herbicida, ello es en sí mismo contradictorio, por cuanto se trata de un compuesto químico sintético que se emplea en virtud de sus efectos fuertemente tóxicos para las plantas: algo así no puede ser benigno para el medioambiente. Hay evidencias de que Roundup puede ocasionar daños en el ambiente y en la salud de las personas, aun en los niveles relativamente reducidos de uso, antes de la introducción de la SRR. Puede que el aumento en el uso del glifosato contamine acuíferos, y conduzca a una disminución aún mayor de la diversidad en las plantas silvestres. Puede también causar daños a animales superiores y a microorganismos benéficos para la ecología de los suelos.

Se cree que el glifosato se inmoviliza en el suelo, porque se fija fácilmente a las partículas del mismo, sin embargo, hay un estudio que indica que puede liberarse muy fácilmente de ellas y entonces filtrarse hasta las napas de agua. En Alemania, el ingrediente activo del glifosato fue hallado en el agua potable. El Roundup es tóxico para los peces en un grado que depende de varios factores, incluyendo la dureza del agua, su temperatura y la edad de los peces. En algunos casos, concentraciones de glifosato tan bajas como 10 partes por millón, pueden ser mortales para los peces, de acuerdo con informes publicados en 1994 de la Organización Mundial de la Salud, (OMS), el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUD) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Dispersión del herbicida y persistencia de sus residuos
Este herbicida afecta también el crecimiento y la supervivencia de las lombrices de tierra. Un estudio realizado en Nueva Zelanda mostró que el glifosato causaba la reducción en el crecimiento, y un aumento en la mortandad de las lombrices de tierra más comúnmente halladas en ese país. El glifosato es también muy tóxico para muchas micorrizas, hongos benéficos que facilitan la absorción de nutrientes del suelo por las plantas.

Las fumigaciones suelen desviarse entre 400 a 800 metros del sitio de aplicación, provocando daños a las plantas silvestres. A su vez, la muerte de éstas últimas puede afectar de forma negativa a especies de animales silvestres, aves y mamíferos, así como también a insectos que dependen de la vegetación para alimentarse o como refugio .
Residuos de glifosato han sido hallados en frutillas, lechugas, zanahorias, cebada, y en peces. Estos residuos habían permanecido por mucho tiempo después del empleo del herbicida. Las lechugas, zanahorias y la cebada contenían residuos de glifosato al ser plantadas un año después del tratamiento con el herbicida. Monsanto, por su parte, sostiene, casi con orgullo, que Roundup es rápidamente descompuesto en el suelo por microorganismos, que lo transforman en monóxido de carbono, amoníaco y fosfatos. Ellos afirman que luego de una semana, no quedan trazas detectables del herbicida.

En los Estados Unidos, la Coalición del Noroeste para Alternativas a los Plaguicidas, (Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides) ha emprendido exámenes exhaustivos sobre la toxicología del glifosato y sus consecuencias en los seres humanos, y en los ecosistemas. Esta institución halló que los productos que contienen glifosato son extremadamente tóxicos para los humanos. Los síntomas son irritación de ojos y de piel, paro cardiaco y vómitos. Esta toxicidad parece ser resultado de la presencia de compuestos inertes contenidos en algunas formulaciones del herbicida. Su forma de actuar sobre el organismo no ha sido aún comprendida del todo. De todos modos, comprobaciones como éstas siembran de dudas las afirmaciones de Monsanto acerca de los beneficios del uso del Roundup, como por ejemplo, aquella sobre su supuesta «aceptabilidad ambiental».

Política «contra-evolucionaria»
El grupo ambientalista Greenpeace afirma en su sitio web, que con este desarrollo, la industria química y la agroindustria están moviéndose en una dirección peligrosa: adaptando plantas a venenos químicos (sintéticos). Además, el uso de la soya Roundup Ready podría tornar dependientes de una sola corporación a los agricultores. Monsanto es propietaria de Asgrow Seed. Co. y trabaja también con las principales compañías sementeras de los EE.UU., como DeKalb, Northup King Co. y Pioneer Hi-Bred International Inc.. Esta última fue la que desarrolló soya con genes de nueces de Brasil (castañas), retirada del mercado debido a la ocurrencia de reacciones alérgicas en humanos.
Monsanto sostiene que sus inversiones y esfuerzos en la ingeniería genética son un paso hacia adelante en dirección a un medioambiente más seguro, y hacia el mejoramiento de la provisión de alimentos en el mundo. Sin embargo, la trayectoria de Monsanto ha sido, y es, introducir en el mercado productos extremadamente peligrosos para la salud y para el ambiente. Sus investigaciones en manipulación genética están orientadas a acrecentar sus beneficios pecuniarios, no al incremento de la disponibilidad de alimentos en el mundo. Esta última sólo puede mejorarse a través de la diversificación genética, no de la eliminación de esa diversidad vía OGM, tal como se plantea hoy. En realidad, la variabilidad es condición de posibilidad de los fenómenos evolutivos exitosos, por cuanto resulta irremplazable para garantizar la adaptación frente a presiones selectivas. Nadie en su sano juicio, con mínimos conocimientos sobre el tema, puede sostener seriamente que las manipulaciones genéticas, llevadas a cabo hasta ahora por diversas corporaciones agroalimentarias, pueden mejorar procesos evolutivos o coevolutivos que han pasado con éxito el test de eones de tiempo.

Frankenstein desencadenado
La ingeniería genética es, esencialmente, una técnica para transferir genes entre especies que no guardan ningún parentesco o vínculo analógico entre sí. Esto implica la creación de organismos nuevos, cuyos procesos metabólicos resultan absolutamente impredecibles. Estos organismos poseen la capacidad de transmitir los genes transgénicos a las siguientes generaciones, y también a otras especies emparentadas. Los cambios en el largo plazo como consecuencia de esto son también impredecibles. Ante preguntas tales como ¿Desplazará del ecosistema la soya modificada a otras plantas? ¿penetrará otros hábitats? ¿Contaminará la genética de especies silvestres emparentadas o, eventualmente de otras especies que no están emparentadas?¿qué cambios se operarán en el largo plazo, gracias a su resistencia a substancias tóxicas? No hay forma de responderlas con aceptable certidumbre.

El Dr.Thomas Mikkelsen y sus colegas del Riso National Laboratory en Dinamarca establecieron que el transgene para resistencia a herbicida introducido en la colza, Brassica napus, se transmitió con facilidad a su pariente silvestre, Brassica campestris, y produjo malezas fértiles, transgénicas en sólo dos generaciones de hibridización y retrocruzamiento, es decir cruza de plantas parentales con su descendencia.

También fue detectada la transferencia de genes entre rábanos cultivados, Raphanus sativus, y malezas emparentadas. Las malezas híbridas resultantes produjeron más frutos y semillas que la original. De esto se deduce que un gene que confiera tolerancia a un herbicida, transferido de los rábanos cultivados a las malezas emparentadas, permanecerá en la planta híbrida resultante, y no se descarta que, con el transcurso del tiempo, aumente la frecuencia de ocurrencia en la «piscina o reservorio genéticos» de la especie. Una consecuencia fundamental a partir de estas comprobaciones es la siguiente: La ocurrencia en los ecosistemas de la diseminación de propiedades genéticas de OGM, introducidas mediante manipulación, en particular, aquellas que otorgan ventajas de supervivencia a las plantas, como lo son la resistencia a herbicidas o a plagas, es sólo una cuestión de tiempo, mas que de coincidencia estadística o cálculo de probabilidades. Aun en el caso de propiedades que acarrean ciertas desventajas, como la tecnología «terminator» (autoesterilización inducida de la semilla), o la maduración retardada o inhibida, serán capaces de entrar en la piscina o reservorio genéticos de especies emparentadas. A este respecto, el investigador Paul Hatchwell manifestó que, «en los ecosistemas sensibles, en especial en aquellos donde ciertas especies se hallan amenazadas de extinción, grandes cantidades de nuevas inserciones de genes podrían significar la diferencia entre la extinción y la continuidad de esas especies».

Irreversible incertidumbre
Las elevadas cantidades de OGM liberados en el medioambiente, tanto en pruebas de campo como en siembras agroindustriales, asegurarán que, al menos, algunas de ellas perduren y se difundan fuera de todo control y afecten los ecosistemas. Dichas liberaciones bien podrían estar ocurriendo a escala más rápida que, aquella a la cual los ecosistemas estarían en condiciones de absorber esos organismos manipulados. Para empeorar las cosas, las combinaciones de genes de organismos radicalmente distintos (papas y ranas, algodón y bacterias o tabaco y virus) poseen características genéticas y metabólicas que no registran precedentes en el marco evolutivo de las especies. La dimensión real del problema se manifiesta una vez liberados al ambiente los transgenes, a partir de este hecho, y aunque pudiera detectarse efectos nocivos, colaterales o no deseados, no habría forma alguna de seguirles el rastro y devolverlos al laboratorio. Se trata de un efecto irreversible, análogo a las ondas en la superficie del agua, luego de la caída de una piedra, que se propagará de modos diversos a otras especies, insectos, microorganismos del suelo, aves, peces o mamíferos, sin poder predecir cuándo, hasta qué grado o en cuáles especies tendrá lugar la contaminación genética.

La British Medical Association y la Royal Society of Sciences, junto a otros investigadores independientes, analizaron la cuestión de la transferencia de genes en campo abierto y llegaron a la conclusión de que, es normalmente posible la ocurrencia de intercambios de polen entre plantas cultivadas y silvestres. Dependiendo del tipo de cultivo y de polinización, la transferencia contaminante de genes manipulados puede ir bastante más allá de los límites establecidos para la protección de campos cercanos, además de contaminar no sólo a las especies que son genéticamente emparentadas, sino también otras especies que no lo son. De masificarse las pruebas y siembras a campo abierto, se corre el riesgo de tornar imposible la práctica del cultivo biológico.

Infección transgénica
La liberación en el ambiente de OGM puede, al causar contaminación genética, alterar equilibrios inter-especies, con consecuencias graves e irreparables, como el desplazamiento de especies de flora y de fauna silvestres nativas. No debe permitirse que esto ocurra pues, los perjuicios en el equilibrio de los ecosistemas naturales tendrían carácter irreversible. En este sentido, el uso de OGM en la agricultura no permite hablar de sostenibilidad. Los impactos ambientales y los perjuicios a la salud de las personas van a ser constatados, pero a gran escala mediante experimentos incontrolados, en los que el ambiente y nosotros somos todos ratas de laboratorio: un verdadero camino sin retorno, como el de los cerdos de Gadara, con consecuencias impredecibles, irreversibles e incontrolables que serán heredadas por las generaciones futuras y sin beneficio de inventario.

Un indicador de la magnitud del proceso: En 1996 fue levantada en EE.UU. la primera cosecha de soya transgénica. En ese entonces el volumen de esta soya equivalía al 2% del total de la producción soyera en ese país. Al año siguiente, 1997, la cifra correspondió al 10% del total de la soya y desde entonces ha continuado con esta tendencia exponencial. En el 2000 en todo el mundo existían 45 millones de hectáreas sembradas con cultivos transgénicos. El 68% se ubicaba en los EE.UU. y un 23% en Argentina. Más del 80% de esas superficies estaba dedicada a la soya y al maíz. No obstante el empinado crecimiento en la producción de la soya manipulada, Monsanto se opone con fervor a la identificación y separación de este producto de la soya convencional; y lo propio hace respecto al etiquetado, negándole a los consumidores el derecho a saber si la soya que están comiendo, es o no soya transgénica. De esto se deduce que ingerir soya manipulada genéticamente no da beneficio alguno al consumidor; ya que ni es más barata, ni tiene mejor sabor, ni tampoco posee ventajas nutricionales. Todos los beneficios son para Monsanto.

Los consumidores, por su parte, son recelosos con respecto a todos los alimentos producidos con OGM y no los aceptan. Cabe preguntarse entonces, ¿qué ocurre en este caso con la proclamada perfección regulatoria del «divino Mercado», creencia defendida a sangre y fuego, sin eufemismos, por sus fieles paladines: las corporaciones transnacionales y los gobiernos de Washington y la UE? ¿no es acaso el mercado un sistema democrático per se? ¿no constituye la economía de mercado una estructura fundamental, sine qua non, asociada a la institucionalidad característica de una sociedad genuinamente democrática?

Balanceado e insumos

Los Estados Unidos produce alrededor de un 60% del volumen mundial de cultivos transgénicos, siendo la soya manipulada el segundo cultivo en importancia. La soya o sus derivados se hallan presentes en 2/3 de los alimentos procesados que consumen las personas. La soya es muy rica en proteínas y en grasas naturales. La mayor parte de la producción de soya se emplea en la fabricación de alimento balanceado para ganado, destinándose el remanente a producir insumos como la lecitina, derivada del aceite de la soya, utilizada como estabilizador o como emulsionante. El aceite de soya es otro insumo clave de la industria alimentaria, usado en decenas de miles de productos. En las etiquetas de los alimentos que lo contienen puede leerse «aceites vegetales» o «aceite vegetal hidrogenado». La lecitina suele etiquetarse con su nombre o como E322. Estos insumos forman parte, entre otros, de productos como margarina, arenque ahumado, donuts, tortas, pan, galletas, carne, comida para bebés, alimentos dietéticos, cremas heladas, chocolates, papas fritas, mayonesa, salsas preparadas para pastas o pizzas.

¿Quién dice que son seguros?
No han sido llevados a cabo, ni aun en los EE. UU., estudios para evaluar efectos en la salud por exposición aumentada al herbicida, debida a residuos del mismo presentes en fuentes alimenticias que resisten su aplicación, o los efectos de exposición acrecentada a plaguicidas incorporados en la substancia alimenticia. En los únicos casos en los que la Food and Drug Administration (FDA) exige análisis adicionales de alimentos que contengan OGM, es en aquellos en los que hubiese sido introducido en la fuente, en nuestro caso la planta, uno entre un pequeño grupo de entre 8 y 10 agentes alergénicos, más allá de eso, nada.

Mucha gente es alérgica a plantas alimenticias, debido a las proteínas producidas por ellas que tienen como función defenderlas contra plagas y enfermedades. A partir del hecho de que las plantas genéticamente modificadas están diseñadas, específicamente, para producir mayor cantidad de esas proteínas, se torna evidente que el potencial alergénico de esas plantas también aumentará.

Existen fundados temores de que ciertos cultivos dotados de un gene resistente a la ampicilina, podrían hacer inefectivo el tratamiento de ciertas enfermedades en humanos y en animales. La ampicilina es uno de los antibióticos usados más importantes. El mayor peligro reside en la posibilidad de que el gene se transfiera a bacterias patógenas, haciéndolas inmunes al tratamiento con este antibiótico.

¿Hay controles públicos para alimentos genéticamente manipulados?
La administración de medicamentos y alimentos de los EE.UU., Food and Drug Administration, FDA por su sigla en inglés, no realiza pruebas ni requiere tests de seguridad para los alimentos genéticamente manipulados. Poco tiempo atrás, pudo saberse que los científicos de la FDA habían advertido a los funcionarios de esta institución que ellos (los mismos funcionarios) ignoran los peligros potenciales de los alimentos genéticamente manipulados. Tampoco la Agencia de Protección Ambiental, Environmental Protection Agency, EPA, ni el Departamento de Agricultura, USDA, exigen prueba alguna sobre los efectos de estos cultivos en la salud de seres humanos.

¿Existe algún motivo? Realmente sí. Como ha sido ampliamente informado, funcionarios de la FDA, la EPA y el USDA son, con frecuencia, recompensados con empleos muy bien remunerados en las compañías que ellos están controlando. Un informe reciente del Instituto Edmonds, brinda un listado de varios centenares de ejemplos posibles de relaciones de ida y vuelta entre los que regulan y las empresas que se supone que son reguladas por ellos. El Instituto Edmonds es una organización sin fines de lucro y de interés público dedicada a promover la salud y la sostenibilidad de los ecosistemas, y de sus habitantes. Ha publicado algunos trabajos señeros en materia de ciencia y de asesoramiento en políticas tecnológicas con impactos en la salud y ecosistemas: A Manual for Assessing Ecological and Human Health Effects of Genetically Engineered Organisms (Manual para evaluar efectos ecológicos y en la salud humana de los OGM) y A Brief History of Biotechnology Risk and Policy Debates in the US (Breve historia de la biotecnología: Debates en los Estados Unidos sobre riesgos y cursos de acción)

Muchos han expresado una seria preocupación, por el hecho de que los funcionarios de estas agencias gubernamentales ignoran los temores hechos explícitos de manera sistemática por sus propios científicos, así como los del público en general, y actúan por cuenta propia con el fin de complacer a las compañías que deben fiscalizar. Por ejemplo, el departamento de salud del Reino Unido elevó los niveles permitidos de residuos del herbicida Roundup – glifosato – en los alimentos, en 200 veces. Esto se llevó a cabo, a pesar de los peligros denunciados por importantes expertos en seguridad alimentaria. Aumentos similares en cantidad de residuos permitidos de plaguicidas o herbicidas han sido concedidos, en los Estados Unidos y en otros países, a solicitud de las empresas involucradas en la producción de alimentos genéticamente manipulados.

Neobscurantismo empresarial
Dos investigadores de la Universidad de Berkeley, David Quist e Ignacio Chapela publicaron un artículo en la revista Nature, correspondiente a la edición de noviembre de 2001. Allí anunciaban el descubrimiento de restos de maíz transgénico en las variedades de maíz autóctono mexicano. Lo más alarmante del caso, afirmaban los investigadores, era el hecho de haberse comprobado que el ADN de las plantas manipúladas se había fragmentado, procediendo a desplazar, en contra de todas las garantías ofrecidas por el lobby biotecnológico, al genoma del maíz nativo local. La contaminación era algo innegable, sin embargo, la segunda comprobación echaba por tierra la seriedad y confiabilidad de toda la progaganda difundida. que aseguraba la imposibilidad absoluta de que los genes introducidos en la transgénesis se desplazaran alguna vez del lugar preciso del genoma donde fueran insertados.

Esto era demasiado. Anteriormente, en 1997, Monsanto había estado al borde de la quiebra, como resultado del desprestigio ganado por su desleal campaña en pro de los OGM. La empresa fue obligada en varios procesos a pagar sendas multas. Luego de la bomba que significó el artículo de Nature, la corporación contrató a una empresa de relaciones públicas, Bivings Group, especializada en campañas por Internet. Esta empresa instrumentó una campaña de difamación en perjuicio de los investigadores de Berkeley. Contrató científicos que trabajaban para la industria de la biotecnología, con el fin de impugnar las investigaciones de Quist y Chapela y recurrió también al expediente de crear personas ficticias para ensuciar el debate. La violencia y el chantaje dieron sus frutos: Nature tomó la decisión de retractarse. Esto no tenía precedente alguno en la trayectoria de esta prestigiosa publicación.

Hay sin embargo, algunos fracasos que, por su magnitud y difusión fuera de reuniones de directorio y de laboratorios, han trascendido, permitiendo verificar in situ las deficiencias de los cultivos transgénicos y sus efectos negativos emergentes.

El fiasco del algodón transgénico

De hecho, los ingenieros genéticos carecen del conocimiento necesario acerca de la interacción entre genes, y entre éstos y el ambiente, como para ser capaces de predecir si su «edificar construcciones con bloques» realmente sirve. Una experiencia aleccionadora ocurrió en el año 1996 y su escenario fueron vastas regiones de los Estados Unidos. Se trata del algodón transgénico NuCOTN®, conocido comercialmente como «Bollgard» dotado con la capacidad de producir la toxina Bt, (Bacillum thuringiensis) que lo protegería de la larva (Helicoverpa zea) y de la larva del tabaco, (Heliothis virescens). Una temporada estival de inusual calor y singular sequedad obligó a plagas y plantas a comportarse de manera distinta a lo previsto y planificado. El stress generado en las plantas por el calor y la sequía provocó cambios en la síntesis proteica, algo que sucedía normalmente con una planta de algodón convencional. Al parecer uno de los cambios involucró la producción de la toxina Bt, alcanzando niveles inferiores a los hipotéticos bajo condiciones normales. Para Helicoverpa zea, el calor y la sequedad no constituyen obstáculo alguno en su ciclo vital.

Entonces, ocurrió lo peor: se combinaron niveles bajos de producción de toxina con gusanos que disponían de condiciones inmejorables: escaso control, competencia nula y abundancia de alimento. Como resultado de todo esto, la mitad de las 810.000 hectáreas sembradas con el algodón transgénico NuCOTN®, sufrieron daños por el ataque de la plaga y Monsanto se vió en la necesidad de ordenar la aplicación de plaguicidas convencionales para evitar la pérdida total de la cosecha.

Habiendo la plaga llegado, en algunos casos, a atacar exitosamente hasta un 60% de las plantas. Dede un comienzo, los agricultores advirtieron que el Bollgard no era capaz de producir el insecticida (la toxina Bt) en cantidades suficientes y con la rapidez necesaria, como para proteger los primeros brotes contra las orugas. El daño económico estimado alcanzó los $us 1.000 millones. Pero podría ser todavía peor. Las plagas podrían adquirir resistencia al insecticida Bt, dejando a muchos agricultores desamparados ante la ineficacia, inducida, de un importante método de control biológico.

En relación con esta cuestión, el profesor Fred Gould de la North Carolina State University señalaba, en el momento en que esta catástrofe ocurría, que de no haber habido ola de calor y sequía, los problemas con las plagas habrían aparecido igualmente. En las pruebas de campo previas a la siembra masiva – recordaba el científico – el algodón transgénico no mataba la totalidad de la plaga, sino solamente el 80% de ella. Remarcó Gould que «80% de mortandad es exactamente el indicador que los investigadores usan cuando desean criar insectos resistentes a tóxicos». Según este investigador, sembrar algodón Bt es el método perfecto para criar orugas resistentes al Bt.

La parte de la plaga…

Para demorar el desarrollo de resistencia en los insectos a la toxina Bt, aunque no para impedirla, una estrategia recomendada por Monsanto es plantar «refugios». ¿En qué consisten? Se trata de sembrar, en áreas cercanas al cultivo con Bt incorporada, la misma planta (algodón en este caso), pero no-manipulada, es decir algodón convencional que no producirá la toxina. Los insectos tendrán preferencia por este algodón que no es tóxico para ellos, disminuyendo la presión selectiva que los hará, más temprano que tarde, resistentes al herbicida. La pregunta es qué superficie debe destinarse a refugios. Monsanto recomienda, reconociendo con ello tácitamente que la plaga ha de volverse resistente, el 4% del total de la superficie sembrada. El profesor Gould argumenta que esta superficie de refugios bastaría para el caso de que la mortandad fuese del 100%. Pero como fue realmente de un 80%, se requiere al menos un 20% del área total de siembra destinado a refugios. A mediados del año 2002, en una transmisión de CBC, Canadian Broadcasting Company, la emisora radial internacional de Canadá en onda corta, tuvimos la oportunidad de oir cómo la directora del Departamento de Entomología Agrícola de la universidad de Toronto, reprochaba al director de investigaciones de Monsanto que el área necesaria para refugios superaba el 30%, pudiendo llegar hasta el 40% del total de superficie sembrada. Dijo textualmente «no podemos recomendar a los productores que sacrifiquen, sin más, a la plaga el 40% de la cosecha». No hubo respuesta del representante de Monsanto.

Invalidez rigurosa
Es una necesidad crítica que la evaluación científica de los riesgos potenciales, inherentes a los organismos genéticamente modificados, se funde en conceptos apropiados. Ahora se observa que un buen número de esquemas conceptuales de seguridad genética ha estado basado en ideas científicas que han resultado desactualizadas. Uno de los esquemas más difundidos, cuya vigencia es sólo publicitaria, demuestra categóricamente que la ingeniería genética no es otra cosa, sino la extensión de los métodos usuales, tradicionales, de selección de variedades de cultivo.
Sin embargo la realidad es otra: los mecanismos de ambos métodos (tradicional y manipulación genética) y sus potencialidades guardan profundas diferencias. Esto no implica que todo organismo genéticamente modificado (OGM), sea peligroso en términos ecológicos, sino que algunos tipos de OGM pueden ser considerablemente más peligrosos que los organismos producidos mediante selección tradicional de cultivos, en especial en el caso de que un organismo huésped, ecológicamente competitivo, fuese suplementado con caracteres nuevos que puedan aumentar su competitividad con otras especies. Además, los efectos genéticos colaterales ponen sobre el tapete cuestiones de seguridad alimentaria, y tampoco puede descartarse la posibilidad de que éstos (los efectos genéticos colaterales) puedan aumentar su competitividad ecológica, aun pudiendo esto ser ocasional. Las parcelas experimentales en el campo tienen una función específica: reunir datos útiles para analizar los peligros de liberar OGM a escala comercial en el medioambiente. Sin embargo, no tiene rigor científico considerar que una pequeña población confinada y aislada de competidores potenciales en el campo, valida argumentos sobre seguridad, y que si en ese caso experimental controlado «nada ocurrió», puede concluirse entonces que el OGM no ofrece peligros para su comercialización o que todos los OGM se comportarán de manera similar.

Estrategias de la ilusión según una teología «natural»

Entre 1978 y 1986 ha venido utilizándose una variedad de argumentos, con el fin de convencernos de que todos los organismos genéticamente modificados deben ser confiables. Estos argumentos recibieron una crítica sistemática por algunos destacados especialistas y fueron analizados en numerosos talleres técnicos. Como resultado de ello, hoy apenas se recurre a esos argumentos. En forma breve, son los siguientes:

1) La ingeniería genética no es diferente de la reproducción sexual ordinaria, por lo tanto no presenta riesgos nuevos.
2) La ingeniería genética siempre impondrá una carga metabólica adicional tan considerable, que los organismos transgénicos serán siempre no competitivos en términos ecológicos.
3) La ingeniería genética no es capaz de crear nada realmente nuevo, porque millones de años de evolución han probado todas las combinaciones posibles de genes. Y todo aquello que hoy no existe es porque ha probado ser no adaptativo.
4) La ingeniería genética solamente puede hacer un organismo menos perfecto que lo hecho por la evolución.
5) La naturaleza mantiene a todas las poblaciones en equilibrio; rechazará las novedades transgénicas o las conservará en equilibrio como ocurrió con los huéspedes originales.

Una razón por la que estos argumentos han tenido algún atractivo, es el hecho de no estar familiarizada la mayoría de los biólogos con el progreso conceptual en el terreno de la ecología, y de la biología evolutiva, que tuvo lugar en las postrimerías del siglo XX.

Las visiones imperantes en el siglo XIX y a comienzos del XX abrigaban la idea de la perfección de las adaptaciones y de un equilibrio simplista en el ámbito de la naturaleza. Aunque se presentaban como teorías seculares, sólo lo fueron de manera superficial. Esta forma de pensar encajaba exactamente en la antigua tradición deísta fundada en una «teología natural» que interpretaba el universo físico como un sistema de relojería perfecto e integrado que, de ningún modo podría mejorarse, aunque sí conocerse. En otras palabras, esa visión mecanicista es producto del proceso de secularización ocurrido en Europa entre los siglos XVI y XVIII.

La concepción actual sobre la ecología y la evolución deja mucho más margen a la idea de que, si una variedad silvestre o cuasi-silvestre de un organismo resultara modificada genéticamente, mediante una novedosa y adaptativa combinación de características genéticas, entonces, pese a las imperfecciones que pudiera presentar dicha variedad, la nueva criatura podría, en el caso en que los beneficios ecológicos del o de los caracteres introducidos tuvieran mayor peso que los costos ecológicos, persistir en un medio natural libremente integrado, y en algunas ocasiones alterar o interferir la organización ad-hoc de las comunidades y de los ecosistemas.

Tabaco con cola y frutillas con escamas
Desde los lejanos tiempos en que los seres humanos comenzaron a cultivar plantas y criar animales para obtener alimentos, han estado también esforzándose para mejorarlos y producir en forma más eficiente. Mediante los mecanismos naturales de la cruza, que no es sino un camino evolutivo de asegurar la diversidad genética, los agricultores han sido capaces de alterar las características biológicas de la descendencia, a través de la selección y apareamiento de los padres que portan las características deseadas. Este tipo de cruza solamente tiene lugar entre especies de plantas o de animales que se hallan emparentados genéticamente. Ahora, con el surgimiento de la ingeniería genética, existe la posibilidad de superar las barreras naturales en la cruza de especies. Los «ingenieros genéticos» pueden cortar y extraer fragmentos de la cadena de ADN de un organismo vivo, e insertarlos en el ADN de especies totalmente diferentes y distantes.

La mayoría de las plantas alimenticias más importantes en el mundo ha sido probada en versiones manipuladas genéticamente, o bien están siendo objeto de dichas pruebas. Hasta la fecha, al menos 38 especies de plantas diferentes han sido manipuladas y probadas en experimentos de campo. Fueron insertados genes animales en plantas, genes de bacteria en plantas alimentcias domesticadas y genes humanos en plantas y animales. Por ejemplo, se ha implantado en laboratorio un gene humano en un salmón, en una trucha y en arroz, genes de pollo en papas, genes de peces en frutillas, genes de ratón en el tabaco y genes de bacteria y de virus en pepinos y en tomates.

Una ingeniería no muy ingenieril

Quienes abogan por liberalizar las regulaciones concernientes a OGM, parecen haber arribado a un argumento que intuitivamente resulta atrayente, aunque es equívoco en términos científicos. Expresado en pocas palabras, este argumento dice así: La nueva biotecnología (la ingeniería genética) con ADN recombinante (ADNr) y técnicas relacionadas sólo cambia de posición genes entre cromosomas. Los seres humanos han estado cambiando de posición genes durante miles de años en cultivos tradicionales de maíz, trigo, o en bovinos, bacilos de yogur o levaduras de cerveza, y estos cambios nunca han dado como resultado una criatura peligrosa. El entrelazamiento de genes de alta tecnología con ADNr, permite actualmente cambiar de posición genes con mucha mayor precisión y, por tanto, esto debería ser aún más seguro que el desarrollo por métodos tradicionales, donde los resultados han sido en mayor medida impredecibles. Pero, ¿es realmente así?

No. De hecho se trata de una retórica reduccionista, sin sustento científico, que pretende unificar bajo un mismo criterio la crianza tradicional y el método basado en ADN recombinante. La retórica, por más elegancia dialéctica que exhiba, no es un método científico comparativo válido. Dejarse llevar sin cuidado por argumentos de esta clase, puede conducirnos a traicionarnos con relación a nuestras propias pretensiones.

Dividiremos la refutación en dos partes. La primera parte estará consagrada a rebatir formalmente el argumento, mediante un experimento imaginario, y la segunda a poner en evidencia su carácter falaz mediante un contraejemplo. Vayamos al experimento imaginario. El argumento se funda en que ignorar 3.500 millones de años de evolución, en los mecanismos de selección genética, equivale a la temeridad suicida que se relata a continuación: Es sabido que, en el momento en que un paracaidista toca el suelo al finalizar el salto, la velocidad con que lo hace, es equivalente a la de una caída libre desde una altura de seis (6) metros. Pues bien, resulta que un día, un especialista en paracaidismo de acrobacia acepta una apuesta con varios colegas. Las condiciones pactadas establecían que él se arrojaría del avión desde 5.000 metros, y no abriría el paracaídas hasta llegar a una altitud de 400 metros sobre el suelo. El margen para tener éxito en este caso es por demás escaso; requiriéndose nervios de acero y una singular intrepidez para lograr algo así. Imaginemos por un momento que ya caemos libremente con nuestro amigo acróbata con una aceleración de 9,80 m/s – valor impuesto por la gravitación de nuestra madre Tierra – mientras éste mira su altímetro con inocultable ansiedad, hasta llegar a la altura convenida en la apuesta, y jala de la cuerda del paracaídas, que para su sorpresa no se abre. Inmediatamente prueba con la cuerda del paracaídas de emergencia con idéntico resultado…Entonces, piensa nuestro héroe «¡¡qué pena perder una apuesta así!!»; continúa sin embargo observando atentamente su altímetro, hasta que éste le indica que ya se halla a seis metros del suelo, y entonces dice «¡¡desde aquí salto!!». Creemos que dadas las evidencias disponibles, la manipulación genética intenta salvar las apariencias como si se tratara de un salto libre de sólo seis metros, ya no en el vacío sino en la genética evolutiva.

Otras bombas inteligentes (y biológicas)
Vayamos ahora al anunciado contraejemplo. Comenzaremos diciendo que en total contradicción con la soberbia propia de las declaraciones de los productores de OGM y de sus comunicadores asalariados, la incertidumbre y la imposibilidad de predecir con exactitud qué sucede al introducir ADNr en un organismo constituye la norma en el ámbito de la ingeniería genética. La pretendida «precisión científica» y «exactitud» en la transferencia de genes declamada por los apologetas de la manipulación genética, no es más que una coartada publicitaria montada por intereses corporativos transnacionales, dirigida a anestesiar a la opinión pública mediante el recurso a la autoridad de la ciencia, e inducirla a aceptar sin reparos estos productos-quimera. Esta postura ideológica es un residuo de la creencia, presente desde la infancia de esta tecnología, unas dos décadas atrás, de que un gene constituía una unidad discreta, aislable, responsable por la producción de una proteína específica, identificable con una función y que actuaba en forma independiente respecto a todos los otros genes en general, y de aquellos situados en su proximidad en especial. Si un gene transmitía la instrucción para producir un pigmento de determinado color, por ejemplo, entonces se pensaba que era ésa su función exclusiva y nada más. Su ubicación en la cadena de ADN, o la vecindad con otros genes no implicarían diferencia alguna en su función.

Los hallazgos más recientes confirman que esta concepción se caracteriza por una marcada falta de conocimiento y de comprensión del modo cómo operan los genes y se organizan. Esto implica una incapacidad casi absoluta para predecir qué pasará cuando un gene es tomado de un organismo y insertado al azar en otro. A pesar de su pomposo nombre, la ingeniería genética no puede dirigir a un gene a insertarse en un sitio determinado, ni prever con certidumbre dónde el gene se ubicará. De esta forma, el transgene puede terminar en cualquier vecindad de genes y puede aún insertarse en otro gene. Aquí también hay fuego amistoso y daños colaterales.

Silenciamiento de genes
Este problema resultó inesperadamente manifiesto, y multiplicado, en pruebas de campo realizadas en Alemania a principios de los ’90 con 20.000 petunias (Petunia hybrida), flores genéticamente manipuladas. En ellas se había insertado un gene para el color rojo extraído del maíz y otro gene para generar resistencia a antibióticos proveniente de una bacteria. En teoría, la petunia manipulada exhibiría esas características agregadas a las propias normales, no obstante, en los otros aspectos la petunia debería continuar sin cambios. Pero, al ser transplantadas en la tierra las petunias modificadas, éstas tenían mayor número de hojas y de yemas axilares, más resistencia a patógenos (especialmente hongos) y menor fertilidad. Todas estas características no tenían ninguna relación con el gene del color ni con aquél de resistencia a antibióticos y diferían de aquellas de las petunias no modificadas. No es posible predecir estos múltiples efectos colaterales de los genes introducidos no relacionados (pleiotropía) y no siempre son visibles o detectables con facilidad.

En otro experimento se extrajo un gene de la petunia, el cual se creía responsable por la pigmentación y se lo alteró de forma tal que estuviera funcionando constantemente, es decir, produciendo contínuamente la «molécula de color» relevante. Luego fue insertado nuevamente en otras plantas de petunia que tenían su propio gene productor de color sin modificar. Los investigadores esperaban que las flores de petunia resultantes fuesen de un tono de rojo más intenso que el usual. A pesar de ello, en una prueba de campo grande con 30.000 plantas, hasta un 50% de las plantas mostraba irregularidades inesperadas en su coloración, irregularidades que incluían flores completamente blancas. Se hizo evidente que los genes responsables de la coloración habían sido desactivados o «silenciados».

La genética, nuevo juego de azar
Este fenómeno de «silenciamiento de genes», recientemente descubierto, se debe a la presencia de copias múltiples del mismo gene. La adición de tan sólo una copia de un gene homólogo, puede silenciar todos los genes homólogos en lugar de reforzarlos. Se cree que el silenciamiento del gene ha jugado un rol substancial en la evolución de los genes, genomas y mecanismos que controlan la expresión del gene. Además es poco lo que se conoce acerca de los factores ambientales que pueden activar o desactivar las secuencias de genes.

La introducción de genes noveles en las plantas también pueden resultar en la desaparición de los genes recientemente introducidos, o, a la inversa, en la multiplicación de los mismos en grandes cantidades. En un experimento realizado con arroz (Orya sativa) que había sido genéticamente modificado con un gene que confería resistencia a antibióticos, los científicos descubrieron que cada descendencia poseía tanto más como menos copias del gene, que las poseídas por la planta madre mediante un patrón que parecía regirse por el azar.

Mientras que algunos científicos están tratando, con fervor, de descifrar los secretos de la organización de los genes y otros estudiando el desarrollo de niveles de resistencia en las plantas e insectos, la industria se halla en este momento aplicando a gran escala con propósitos comerciales un conocimiento hasta ahora incompleto y limitado, sin importar qué riesgos podría acarrear para el medioambiente y para las personas esta tecnología «novata».

Dopaje genético
Con respecto a las afirmaciones en el sentido de que la ingeniería genética no plantea riesgos diferentes a los propios de la reproducción sexual evolutiva, conviene recordar que se trata de comparar un método reproductivo que fue implementado hace apenas algo más de dos décadas, con procesos probados, mejorados y seleccionados al cabo de cientos de millones de años…Es ésta idea la que ha motivado el empleo de la imagen conceptual basada en el ejemplo del paracaidista, aunque, para mantener realmente las proporciones, nuestro «héroe» debería haberse lanzado, como mínimo, en caída libre desde la estación orbital espacial internacional…

Existen, por lo tanto, razones objetivas que permiten diferenciar el proceso de introducir en un organismo ADN recombinante (transgénesis) de la forma tradicional mediante la cual la humanidad ha practicado la cruzas inter e intraespecíficas durante milenios. La mayor parte de los proyectos acometidos hasta ahora por la ingeniería genética, consistió en introducir nuevas características genotípicas, no-adaptativas, en genomas de huéspedes ecológicamente no competitivos. Estas manipulaciones no implican peligro en términos ecológicos. Pero, al introducir características adaptativas en huéspedes que, sí son ecológicamente competitivos, se corre el riesgo de crear organismos supercompetitivos con posibles alteraciones de funciones ecológicas. Estas alteraciones tornan a los nuevos organismos en competidores inusuales dentro del ecosistema, brindándoles ventajas imposibles de contrarrestar para otros organismos, con resultados imprevisibles para el equilibrio interespecífico y dentro de la especie a la que pertenezca el OGM. Para comprender mejor la situación creada, imagine el lector que en una partida de ajedrez, repentinamente uno de los jugadores tiene la posibilidad de mover sus torres como si fuesen caballos, además de seguir haciéndolo también como torres, y su rival no tiene acceso de ninguna manera a esa «innovación». Ningún talento magistral estaría en condiciones de compensar esta desmesurada ventaja, y el resultado sería el mismo, sin importar el número de partidas que se jugase. La posesión de las dos torres-caballos (quimera ajedrecística) constituiría una ventaja irreductible para el resto de los jugadores, que no podrían valerse de ella, de manera análoga a la ventaja conferida por resistencia a insecticidas o a un herbicida, introducida en una planta, con respecto a otros ejemplares de la especie, o de otras especies competidoras que no tuvieran esta caraterística.

Impredictibilidad inevitable
El fenómeno descripto anteriormente, conocido como «pleiotropía», hace surgir dudas respecto a la seguridad alimentaria, la toxicidad y la generación de alergias. Las plantas se defienden de los insectos, de mamíferos herbívoros y de patógenos mediante la producción de substancias químicas bioactivas que son agresivas o tóxicas. En relación con este tema, preocupa a los investigadores el hecho que, en las plantas transgénicas pueda alterarse la biosíntesis en determinadas secuencias de reacciones bioquímicas, y producirse así compuestos bioactivos que estarían presentes en niveles más elevados o que fuesen tóxicos completamente nuevos y, por lo tanto, su antídoto desconocido. Conviene tener presente que en este caso, no habría tratamiento inmediato para las mismas.

En efecto, pues aun las plantas ecológicamente inocuas podrían presentar, en teoría, problemas de seguridad alimentaria, debido a modificaciones inesperadas, requiriéndose en esos casos precauciones adecuadas.
«Esta es una tecnología imperfecta con peligros inherentes…Lo más preocupante es lo impredecible de los resultados» declaró el Dr. Michael Antoniou, británico, profesor senior de biología molecular.

La ingeniería genética crea formas de vida totalmente nuevas. Estos organismos están vivos, pueden mutar, multiplicarse, reproducirse con otra formas de vida y continuar reproduciéndose durante generaciones. En todo el mundo se ha registrado ejemplos de catástrofes inducidas por la introducción de especies exóticas en hábitats nuevos o la destrucción de ecosistemas (ver Lecciones olvidadas más abajo). Se sabe ahora que al cambiar un componente en un ecosistema, puede dispararse una serie de cambios en cascada que lo afectan en su totalidad. Sin embargo, la industria de la biotecnología sostiene que estas especies extrañas no causarán problemas.

El círculo vicioso y la noria química
Existe consenso en cuanto a que los OGM causarán problemas cuya gravedad no resulta posible predecir. En la medida en que malezas e insectos son expuestos en forma repetida a un herbicida o plaguicida, se tornan gradualmente tolerantes a la toxina. Así actúan los mecanismos de presión selectiva. Esto significa que la cantidad requerida de esas substancias para lograr el mismo efecto será mayor cada vez. Esto conduce a perpetuar la «noria química», en la que los agricultores se ven, con el tiempo, obligados a usar agroquímicos en mayor cantidad y más potentes para controlar plagas y malezas. Esto implica mayor contaminación en el entorno y más daños a las variedades de plantas cercanas y a la fertilidad del suelo. Las consecuencias de esto no se restringen al medioambiente. La soya Monsanto está diseñada para soportar la exposición a su «propio» herbicida, lo que implica una presencia mayor de tóxicos en nuestra comida. El maíz Bt de Novartis incorpora el plaguicida directamente en la planta, incrementando el contenido de agroquímicos en los alimentos. Las consecuencias de ingerir la soya Monsanto y el maíz Novartis para nuestra salud son, en gran medida, desconocidas, a causa de que el ADN recombinante introducido en la genética de estas plantas, nunca antes, ni por azar, había estado en nuestra dieta diaria.

Amenaza para los medios de sustento de los trabajadores agrícolas
El mecanismo descripto como «noria química» genera la dependencia incondicional del productor a una tecnología única y patentada. Mediante la ingeniería genética, el control de la agricultura pasa progresivamente a manos de los gigantes de la industria de agroquímicos, que establecen derechos de propiedad intelectual sobre los organismos modificados. Una vez patentados éstos, sólo se accede a las semillas a través del pago de regalías agregadas a su precio. Puede que, en algún momento, algunas especies de plantas se tornen totalmente inaccesibles para los agricultores y puede que, aun las variedades de plantas nativas antes libremente cultivadas y comercializadas lleguen a estar restringidas.

Los productores que adquieren semillas genéticamente manipuladas, se encierran mediante esos acuerdos con las multinacionales que las producen. En el caso de Monsanto, por ejemplo, los agricultores que desean sembrar la soya manipulada deben pagar, en primer término, elevados precios por las semillas, luego firman un convenio para utilizar por un período establecido exclusivamente el herbicida de Monsanto, Roundup, así como para autorizar inspecciones puntuales sobre sus operaciones. Contratos como éstos obligan, legal y económicamente, a los agricultores a someterse al control y supervisión corporativos. Finalmente toda la cadena productiva, desde las semillas, pasando por la cosecha, hasta el procesamiento, podrá ser controlada por las transnacionales, y los métodos de producción de alimentos locales han de ser dejados de lado. Los productores de éstos serán expulsados del mercado, como ha ocurrido en los EE.UU., y pasarán a engrosar las filas de desocupados hacinados en ciudades o en prisiones.
Peter Rosset, director del Food First Institute de California, ha descripto con impresionante realismo la situación en los Estados Unidos en materia de ocupación laboral en áreas rurales: mientras que la población rural apenas alcanza el millón y medio de personas, la población carcelaria supera ya la cifra de dos millones. Un buen número de estos son trabajadores rurales afroamericanos que han sido desplazados de la actividad agrícola.

Cabe preguntarnos ¿Qué se hizo de la Farmer’s Republic de los tiempos de Abraham Lincoln y la Homestead Act?

Pobreza a dos bandas
Alimentar a los hambrientos implica la existencia de más, no de menos, familias agricultoras produciendo cultivos sostenibles. Los agrocultivos industriales en el Norte han tenido como consecuencia precios bajos, empujando a las familias agricultoras fuera del negocio agrícola-alimentario. Por otra parte, los excedentes enviados a los países necesitados de alimentos son vendidos a precios ridículamente bajos, empujando también allí a las familias agricultoras fuera de la actividad agrícola. Los cultivos de alta tecnología ligados al uso de químicos tóxicos no podrían, en el largo plazo, beneficiar a esas familias, en especial en áreas de pobreza. Para la gente más pobre y hambrienta, los costosos productos de la ingeniería genética son inaplicables a sus sistemas de cultivo, en primer lugar, a causa de que no pueden pagar la tecnología. Para los agricultores que pueden pagar la tecnología de la ingeniería genética, los ahorros monetarios en el corto plazo mediante el uso menor de químicos se contraerán con el tiempo, a medida que las plagas de los cultivos y las malezas desarrollen resistencia y se requiera una mayor cantidad de químicos para lograr el mismo efecto de los anteriores niveles. Dados los elevados costos vinculados con el crecimiento de estos cultivos, la ingeniería genética, no puede ser, sencillamente, una respuesta viable para las necesidades alimentarias de las naciones en desarrollo.

La agricultura tradicional es efectiva

Un gran número de estudios ha mostrado que la agricultura familiar tradicional, tanto en el mundo en desarrollo, como en el Norte, tiene una elevada productividad y sostenibilidad. En el informe de la US National Academy of Sciences titulado «Agricultura alternativa» (1989) se halló que los establecimientos agrícolas que no emplean ni plaguicidas ni fertilizantes químicos son tan productivos como aquellos que los utilizan. En América Latina, los programas de conservación de suelos y con fertilización orgánica triplicaron o cuadruplicaron los rendimientos anuales. En los países en desarrollo, tales iniciativas junto con la reforma agraria, programas de crédito, educación, organización comunitaria y capacitación en el cuidado de la tierra, son la mejor manera para reducir el hambre y mantener a los agricultores dentro del esquema de producción.

Las penas son de nosotros, los beneficios son ajenos

En un trabajo publicado con el sugestivo título «Transgénicos y fracaso del modelo agropecuario argentino», el ingeniero agrónomo Adolfo Boy integrante de la Red por una América Latina libre de Transgénicos, grupo de reflexión rural describe crudamente la realidad impuesta a partir de la masificación de cultivos transgénicos en el país que fuera el «granero del mundo»: La expulsión de agricultores, – afirma Boy en el artículo – especialmente pequeños y medianos, que van quedando fuera de la creciente escala productiva, es otra impactante realidad del campo argentino, que conduce a la concentración de tierras en manos de los pool de siembra, nueva forma empresarial del contratista, con mayor escala que aquél y capitales provenientes de fondos de inversión bancarios (fuera del sector agropecuario). Como afirmara Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina: «los mismos lineamientos de política económica y agropecuaria, siguen condenando a la desaparición a miles de productores, y con ello, se sigue diseñando en Argentina una agricultura sin agricultores». En este sentido, la realidad es inapelable: entre 1988 y 2002 desaparecieron 103.405 establecimientos agrícolas en Argentina, más del 30,5% del total en la región pampeana (60.000 establecimientos), sumado al hecho de la adquisición por extranjeros de campos subvaluados con una superficie total de 17.000.000 de hectáreas. Los datos presentados por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) en ocasión del Censo Nacional Agropecuario realizado en el 2002 muestran una reducción abrupta en el número de explotaciones agropecuarias en el país austral: 24,5% menos que en 1988. Una encuesta privada revela que esta cifra alcanza al 31% de los establecimientos que había en la provincia de Buenos Aires.

Con respecto a la supuesta disminución de uso de agroquímicos, Adolfo Boy explica que «también manejando hábilmente las cifras se dice que el consumo de glifosato disminuyó, e incluso se menciona que Argentina ha ahorrado en este concepto $us 400 millones, con la consiguiente disminución de la contaminación ambiental. La realidad puede consultarse en www. casfe.org, donde la propia Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes, detalla que las ventas de glifosato en el 2000 superaron los $us 240 millones y los 80 millones de litros. Hace 5 años (Boy se refiere al año 1997) se utilizaba menos de 14 millones de litros con una facturación de aproximadamente $us 75 millones, aquí está el «detalle» del ahorro puntualizado que se debe a una reducción importante del costo de la droga y la importación de glifosato de muy bajo precio proveniente de China. Una incógnita que seguramente el tiempo develará, es el hecho que ya vencida la patente mundial del glifosato, Monsanto haya instalado en la provincia de Buenos Aires, en febrero de 2000, una fábrica del herbicida con un costo de $us 135 millones.

Excursus legal: ¿Hay alguna norma legal en Bolivia aplicable a esta cuestión?

Nos referiremos exclusivamente a la soya manipulada por Monsanto, la SRR. Es precisamente el vínculo de dependencia creado entre la soya SRR y el Roundup o glifosato de Monsanto el elemento que permite tipificar adecuadamente el caso en el marco de la legislación vigente en la materia. El Decreto Supremo 10.283 (ver referencias al final) que data del 30 de mayo de 1972 establece en su art. 118 que «Sólo se permitirán las aspersiones de pesticidas sistémicos (altamente tóxicos), cuando a juicio del técnico que prescribe no existe otro producto de menor toxicidad para el fin que se persigue. Cuando se reúnan las condiciones para las aspersiones aéreas de pesticidas sistémicos (altamente tóxicos), éstas deberán hacerse bajo la supervisión del técnico que prescribe dicho producto.»

En el apartado «De las definiciones», en el art. 69 del DS. 10.283 se establece que «Por convenio general la palabra insumo agrícola incluye todos los pesticidas y otros productos químicos de uso agrícola, registrados y autorizados para su venta, de acuerdo a su uso terapeútico vegetal y estarán claramente catalogados como sigue: insecticidas, acaricidas, nematicidas, fungicidas, sistémicos, herbicidas, defoliantes, desecantes, atrayente de insectos, rodenticidas». Hasta aquí el rubro pesticidas, la lista continúa con «otros productos químicos», donde se lista hormonas, fertilizantes y luego se define los grados de toxicidad y el criterio de DL-50, dosis letal media.
En esta instancia nos interesa señalar dos cosas: en primer lugar la ley define genéricamente como pesticida a los herbicidas; en segundo lugar el texto legal señala claramente que un herbicida (pesticida) sistémico (el glifosato es sistémico) debe evitarse y su empleo es el último recurso, de no haber otro medio menos tóxico para el fin que se persigue. Es razonable que así sea, porque el carácter sistémico de un herbicida lo hace más tóxico, dada su capacidad de intoxicar la totalidad de los tejidos de la planta. En el espíritu de esta norma legal esto se muestra en el hecho de considerar el carácter sistémico como un factor de mucho peligro. Por ejemplo, dice en el art. 135, «todos aquellos insecticidas sistémicos de uso agropecuario o forestal, serán considerados extremadamente tóxicos salvo las excepciones que establezcan las normas que dicten los Ministerios de Asuntos Campesinos y Agricultura y de Salud Pública». En este punto, la ley equipara el carácter sistémico de un insecticida, con uno de los más poderosos tóxicos al darle igual tratamiento; dice el art. 134 que «todas aquellas formulaciones en las que entre el Paration, como compuesto activo se considerarán extremadamente tóxicos». Los productos extremadamente tóxicos, identificados con etiqueta roja, están prohibidos en Bolivia Según establece el Art. 58: los insumos y particularmente los pesticidas se registrarán solamente cuando los mismos correspondan a la clasificación toxicológica de : Altamente tóxico – Moderadamente tóxico – Ligeramente tóxico – Inocuo. Es decir no se otorgará registro, esto es, no se permite la importación, comercialización y uso en el territorio nacional para los pesticidas clasificados como extremadamente tóxicos.

Conclusión interlocutoria
Por nuestra parte, pensamos que no estaría forzándose el alcance del texto legal, en el art.118, que autoriza el uso de un herbicida sistémico solamente cuando a juicio de un profesional responsable, el mismo que deberá estar presente en el sitio donde ha de realizarse la fumigación, no existiera otro producto de menor toxicidad para el fin que se persigue, si extendemos la prohibición a la semilla enganchada (asociada al Roundup), esto es la soya SRR, por cuanto ésta es parte del herbicida, es decir hace inevitable su uso porque Monsanto así lo desea. Ahora bien, como el fin que se persigue es producir soya, y no contaminar el ambiente, entonces, sí hay otros productos que no inducen una alta toxicidad asociada «simbióticamente» a su empleo como en el caso de la soya transgénica de Monsanto: estos productos son las semillas de soya tradicionales, sin manipulación genética. En otras palabras, siguiendo la lógica del legislador en esta materia, que prefiere la no utilización en Bolivia de herbicidas sistémicos, la semilla Roundup Ready debe prohibirse en Bolivia, pues su cultivo hace inevitable el empleo de un herbicida sistémico, mientras que otras semillas no. Obviamente el legislador opta por restringir al máximo el empleo de herbicidas sistémicos. Siendo una norma creada, el D.S.10.283, con anterioridad a la aparición en el mercado de soya transgénica o de cualquier otro cultivo agrícola transgénico, no podía preverse allí el vínculo causal de la dependencia, del mismo modo que en ninguno de los códigos penales vigentes al popularizarse el tendido de redes eléctricas preveía el hurto de fluido eléctrico colgando el cable, pues el hurto sólo podía por objeto el apoderamiento de una cosa mueble…como sabemos, la correcta interpretación de las intenciones del legislador es fuente supletoria de derecho ante una eventual laguna en el ordenamiento.

«La mano invisible» y «la desregulación evolutiva»

La ciencia, a partir de Newton y de Kant, la misma ciencia en la que creen Henry Kissinger y Collin Powell, con sus leyes y sus excepciones, sus generalizaciones y sus casuísticas, se halla determinada en su aplicación, como todo derecho substantivo, por un sistema de normas procesales. El derecho procesal de la ciencia es la lógica, y las doctrinas emanadas de ella por los glosadores de la filosofía de la ciencia. Hagamos entonces un pequeño esfuerzo de imaginación, y extrapolemos categorías lógicas dentro del proceso de investigación de la ingeniería genética, con el fin de traducir conceptualmente este proceso. Esta conceptualización nos permitirá ubicar en un mapa, la relación de la transgénesis con otros fenómenos de ocurrencia evolutiva. Como decíamos en otro lugar, (ver abajo fuentes consultadas) «prácticamente todas las corporaciones transnacionales del sector agroquímico realizaron importantes $us(miles de millones) inversiones en biotecnología, con el propósito (específico) de desarrollar plantas con tolerancia a herbicidas (y plaguicidas). La lógica de esta tendencia es directa y sencilla: El lanzamiento al mercado de un nuevo plaguicida, a través de todo el proceso de regulación (y de pruebas de campo) demanda un costo que puede oscilar entre los $us 40 y 100 millones, mientras que el costo de una variedad de planta (genéticamente manipulada) puede rondar el millón de dólares aproximadamente. El principio económico determina que las compañías agroquímicas «inventen» nuevas variedades de cultivos comerciales que se adapten a los productos químicos ya desarrollados, en lugar de invertir grandes sumas para que los agroquímicos funciones con las plantas ya existentes. A partir de esto, es la evolución misma la que debe adaptarse al diseño de los científicos corporativos. La «mano invisible» de Adam Smith impone una nueva teoría de evolución de las especies fundada en el análisis de cálculo de costo/beneficio.» Se trata de someter al encierro el desarrollo evolutivo de los organismos, mediante reglas adaptativas introducidas por mecanismos de selección, que aseguran la apropiación privada exclusiva de especies vivas con el fin de que los beneficios financieros se maximicen. En este estado de cosas, es más fácil que un rico entre al Reino de los Cielos, que hacer pasar el camello de la evolución por el ojo de la aguja de la ingeniería genética. En efecto, sustituir cultivos milenarios por monocultivos cuya genética ha sido amputada o silenciada y dependientes además de insumos costosos y de elevada toxicidad no es una política sostenible en el largo plazo. La pérdida de especies nativas por una parte, y la creciente dependencia de insumos petroquímicos por otra, no apuntan en dirección a más alimentos y más baratos para los necesitados..

Petróleo a cambio de alimentos
No crea el lector que vamos a ocuparnos de las políticas genocidas aplicadas desde hace más de una década contra la nación iraquí. El título es para no olvidar que, el rendimiento esperado y prometido de estas semillas de laboratorio, se encuentra ligado al uso intensivo de fertilizantes, los que son fabricados gracias a una considerable inversión de energía fósil, al ser productos obtenidos a partir de gas e hidrocarburos. En verdad, el petróleo no tiene hasta el momento un substituto en sus aplicaciones en la industria agroquímica. Para comprender mejor esta situación, transcribimos un texto de finales de la «guerra fría»: «La producción de alimentos se ha vuelto totalmente dependiente de nuestra provisión de petróleo» – advertía Marvin Harris – enumerando las diferentes fases, tracción agrícola, elevación, arrastre de cargas y transporte que progresivamente fueron capturadas por el uso de energía fósil. El texto del antropólogo estadounidense que citamos se remonta al año,1985, primera edición en inglés (nuestras citas están tomadas de la edición en castellano, ver referencias). Dice Harris en ese momento (1985) que «en la actualidad hemos alcanzado la etapa en que el condicionamiento del suelo mediante fertilizantes químicos y la defensa de plantas mediante herbicidas, insecticidas y fungicidas, también han llegado a ser totalmente dependientes de una provisión siempre creciente de productos petroquímicos. La así llamada «revolución verde» es una revolución del petróleo en la que se han vuelto posibles rendimientos más elevados por hectárea mediante la contínua inyección de grandes cantidades de energía fósiles en la producción de plantas especialmente cultivadas por su capacidad de respuesta a la incorporación de productos petroquímicos». Luego de esta cruda realidad descripta, recurre Harris a datos muy convincentes. Con respecto a esos datos, nosotros hemos tenido la oportunidad de corroborarlos a través de otras fuentes documentales. Dice textualmente Harris que «como ha demostrado David Pimentel, de la Cornell University, hoy se emplean en Estados Unidos 2.790 calorías de energía para producir y ofrecer una lata de cereales que contiene 270 calorías. En la actualidad la producción de carne requiere déficits energéticos aún más prodigiosos: 22.000 calorías para producir 100 gramos (que contienen las mismas 270 calorías que la lata de cereales)». La revelación más concluyente está en el volumen de despilfarro y en el grado de ineficiencia que muestran estas cifras, pues, como dice Harris, «la naturaleza burbujeante de este modo de producción puede observarse en el hecho de que si el resto del mundo adoptara repentinamente las proporciones energéticas características de la agricultura estadounidense, todas las reservas conocidas de petróleo se agotarían en once años.» En 1985, no se había iniciado aún la siembra comercial de plantas genéticamente modificadas.

Injerencia transnacional en la libre autodeterminación hereditaria
Este nuevo modo de producción que la agroindustria se empeña en imponer, puede considerarse, analógicamente, como una «segunda revolución verde». Esta segunda versión incrementa la dependencia agrícola de los insumos que provee la industria petroquímica (semillas-pesticidas) así como el volumen utilizado. Además, los datos reunidos por David Pimentel citados arriba, ponen en evidencia que es ésta la forma de producción de alimentos más ineficiente jamás conocida. Baste un ejemplo como muestra de la magnitud del despilfarro. En la Amazonía, más exactamente en la región del Río Negro que corresponde a territorio venezolano, la yuca (conocida allí con el nombre de «mandioca») produce 15,2 calorías por cada caloría invertida en su cultivo y procesamiento para hacer harina. Tengan en cuenta las lectoras y lectores que se trata de una de las zonas de menor eficiencia productiva de la región, medida en términos de gasto de energía. El promedio mundial de producción de yuca duplica estas cifras y en el Brasil se llega a triplicarlas. La obtención de calorías mediante métodos agrícolas tradicionales puede superar ampliamente estos rendimientos, si tomamos en cuenta otros cultivos como maíz o papa o quinua, sin recurrir, obviamente, al empleo de insumos producidos a partir de combustibles fósiles.

Los subsidios técnológicos, indispensables pára el cultivo de las plantas «genéticamente mejoradas» mediante transgénesis, son agentes exógenos sintéticos que eliminan a los competidores del reino vegetal destruyendo el equilibrio interespecie del ecosistema. Con este propóstio y no con otro, está específicamente hecho este herbicida sistémico de amplio espectro de acción (glifosato), que acaba con todas las plantas, con la excepción de aquellas que se hubiesen adaptado como «supermalezas», cuyos metabolismos inéditos podrían introducir nuevos compuestos tóxicos en un ecosistema, una substancia con la que ninguna especie de invertebrados (insectos, lombrices y microorganismos) ha coevolucionado. Esto acarreará, casi con seguridad, consecuencias catastróficas e irreversibles para la diversidad biológica. Para poner un ejemplo más próximo a la experiencia colectiva, la manipulación genética es a los ecosistemas lo que las dictaduras militares fueron para la población de los países de Latinamérica y del Caribe.

Simiente con fines de lucro
Estos OGM son, literalmente, un organismo emergente, una nueva forma de vida, un cultivo mutante que no posee un hábitat natural fuera del laboratorio. Los riesgos que puede acarrear para la salud de las personas son, por este motivo, totalmente desconocidos y en última instancia impredecibles. Como afirmamos más atrás, la incertidumbre y la imposibilidad de predecir con exactitud qué sucede al introducir ADNr en un organismo, constituye la norma en el ámbito de la ingeniería genética. Esto implica una incapacidad casi absoluta para predecir qué pasará cuando un gene es tomado de un organismo e insertado al azar en otro. Por otra parte, los efectos causados no siempre son visibles o detectables Lo más inquietante y peligroso, es la impredecibilidad de los resultados, tanto cualitativa como cuantitativamente (¿qué clase de mutación o cambio tendrá lugar y en qué magnitud y cuándo?).

Es dudoso que se busque un remedio contra el hambre, indeterminadamente peligroso para la salud. Nos parece que la peligrosidad como norma, no como excepción o accidente, se halla irreconciliablemente reñida con la cualidad de «alimenticio» o «curativo» y también filantrópico ya que el supuesto beneficiado es en realidad «conejillo de indias».
El objetivo primordial de esta política es vender semillas «encerradas» dentro de un paquete tecnológico integrado con diversos productos industriales. En otras palabras, la soya transgénica SRR no es una semilla más entre otras ofrecidas en el mercado, advirtiendo que está manipulada para resistir exclusivamente al glifosato formulado por Monsanto, un «off farm input» (insumo no producido en forma local por agricultores), así denominado en el argot de la «Agreeculture» que se enseñorea en las agencias integradas en el CGIAR*. En la eventualidad de que un sembradío de soya SRR fuese fumigado con otro herbicida que no fuese el Roundup, las plantas de soya morirían pues su resistencia es específica a este herbicida. La función patrimonial cumplida, antes de caducar los derechos de la patente sobre la propiedad intelectual de la formulación del herbicida, ahora le corresponde, vía dependencia, a la semilla Roundup Ready – and hooked – (y dependiente, «enganchada»; el agregado es nuestro); además la propiedad intelectual de la semilla de soya SRR que penaliza resembrar permite mantener el monopolio de Monsanto en el mercado sementero.

*CGIAR: Grupo Consultivo Internacional en Investigación Agrícola, (Consultive Group on International Agriculture Research, de allí su sigla CGIAR) directamente dependiente del Banco Mundial, a partir de su creación a comienzos de los ’70 por quien se hallaba en la presidencia del directorio del Banco Mundial, Robert McNamara. Este ex secretario de defensa durante las presidencias de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson, fue designado en ese cargo durante el primer mandato de Richard M. Nixon. Hasta la fecha es quien más años estuvo ocupando ese cargo en el BM. Jugó un rol clave en la política de bombardeos masivos a Vietnam del Norte, hasta que fue trasladado a la jefatura del Banco Mundial cuyo nombre completo es: World Bank for Reconstruction and Development. Una significativa paradoja.

A manera de reflexión teórica, aunque benevolente
Con el fin de determinar de qué parámetros cognitivos se valen quienes promueven la tecnología productora de OGM cuando invocan su riguroso status científico a la hora de enunciar apodíctica y categóricamente las bondades y ventajas de esos productos, abordamos en este espacio el tema desde una óptica epistemológica. En esta ocasión, hemos optado por un enfoque cuya peculiaridad consiste en ser, no neutral, sino favorable o al menos compatible con los principios que rigen el desarrollo tecnológico de la agroindustria, dado que, en relación con ciertas cuestiones básicas, es un enfoque acrítico pues se funda en una comprensión conceptual de la ciencia y de la vida regida por intereses instrumentales y utilitaristas.

Se trata de la epistemología evolutiva «biologista» de Karl Popper, aquél célebre filósofo- miembro conspicuo de la London School of Economics, y del círculo aúlico de Friedrich August von Hayek economista austríaco, naturalizado británico, junto con quien es considerado como uno de los padres fundadores del neoliberalismo. De este modo, tenemos la certidumbre eliminar toda sospecha de parcialidad u objeciones que remitan a una intencionalidad sesgada, que pudiera haber sido asumida por nuestra parte para el tratamiento de esta cuestión. Tradujimos algunos fragmentos relevantes para nuestro análisis tomados de dos obras suyas clásicas (ver referencias al final). En ellos Popper describe su concepción evolutiva del conocimiento, afirmando que, «desde un punto de vista objetivista, la epistemología se desarrolla como teoría del crecimiento del conocimiento. Llega a ser la teoría de la resolución de problemas, o en otras palabras, de la construcción, discusión crítica, evaluación y examen crítico de teorías conjeturales en competencia». (The Logic and Biology of Discovery). La evaluación de una teoría – escribe Popper unas pocas páginas más adelante – «es siempre crítica y es su meta el descubrimiento y la eliminación de errores. El crecimiento del conocimiento, o el proceso de aprendizaje, no es un proceso acumulativo o repetitivo, sino de eliminación de errores. Es selección darwiniana mas que instrucción lamarckiana.» Casi inmediatamente, el autor de «La sociedad abierta y sus enemigos» agrega que ésta, su concepción descriptiva de la epistemología desde un punto de vista objetivo, «puede interpretarse como una descripción de la evolución biológica. Los animales, y aún las plantas, son «resolutores» de problemas. Y lo hacen mediante el método de soluciones tentativas en competencia y de eliminación de errores. Las soluciones tentativas que animales y plantas incorporan a su anatomía y a su comportamiento son los análogos biológicos de las teorías, y, viceversa: las teorías corresponden (igualmente que muchos productos exosomáticos, especialmente instrumentos exosomáticos como las telarañas) a los órganos endosomáticos y a sus formas de funcionamiento. De igual manera que las teorías, los órganos y sus funciones son adaptaciones tentativas al mundo en que vivimos.» Y un poco más adelante, concluye que «nuevos comportamientos o nuevos órganos pueden conducir a nuevos problemas emergentes. Y puede que de este modo influyan en el curso futuro de la evolución, incluyendo la emergencia de nuevos valores biológicos». Resumiendo las teorías son análogas en el proceso de selección a los organismos en el ámbito evolutivo.

Evolución = control + eliminación de errores

En otro trabajo publicado en la misma colección de ensayos, Karl Popper describe su teoría acerca de la selección darwiniana como un proceso análogo al de selección competitiva de teorías científicas. Para comenzar, señala que «el darwinismo, con todas sus enormes virtudes, no es, de ninguna manera una teoría perfecta. Se encuentra necesitada de una redefinición que la torne menos vaga. La teoría evolutiva que voy a esquematizar aquí es una tentativa en el sentido de tal redefinición». Atención, es una redefinición del sentido de la vida en términos pragmatistas. El reduccionismo popperiano de asimilar el conocimiento humano a desarrollos adaptativos de las otras especies, reduccionismo que no compartimos desde ninguna perspecitva, resulta de utilidad aquí por cuanto los principios rectores de la ingeniería genética deberían encajar con holgura dentro de dicho esquema. Dicho en un lenguaje más universalizado, en este esquema teórico, los transgénicos «juegan de locales» y tienen ventaja por diferencia de goles. Continúa su exposición neoevolutiva el autor de «La miseria del historicismo» afirmando que su «teoría puede describirse como tentativa de aplicar a la totalidad de la evolución, aquello que aprendimos cuando analizamos la evolución desde el lenguaje animal hasta el lenguaje humano. Y consiste en una cierta visión de la evolución como sistema jerárquico de controles plásticos crecientes (Popper define un control plástico como una clase de control que no substituye el o los controles de menor jerarquía, sino que los controla mediante la retroalimentación, «feedback», eliminando los errores que superan esos controles subordinados), y en una cierta visión de los organismos (vivos) como incorporación de este sistema creciente de controles plásticos – o que evoluciona de manera exosomática en caso de los humanos -. La teoría de la evolución neodarwinista constituye una presuposición; aunque se halla redefinida al señalar que puede interpretarse sus «mutaciones» como estratagemas más o menos accidentales de ensayo y error, y la «selección natural» como una forma de controlarlas mediante la eliminación del error.»

 Soluciones tentativas, ensayo y error, retroalimentación (aprendizaje en eliminación de errores), estratagemas accidentales y selección natural (libre competencia interespecies y presión selectiva natural), son los principios básicos en el desarrollo de teorías científicas y de la evolución biológica, claramente definidos.

Imperialismo epistémico
Adviértase que en concordancia simétrica con su pensamiento neoliberal en el ámbito de lo social, Popper necesita crear en el ámbito de lo natural, una teoría de la evolución de cuño darwiniano, aunque precedida por el prefijo «neo-«. Este prefijo, como ha podido observarse en la experiencia cotidiana en materia política y económica, no significa una simple renovación de estructuras conceptuales, del mismo modo que el neoplatonismo o el neokantismo no fueron precisamente un mero renacimiento espiritual de doctrinas magistrales. Con este criterio, diseña un concepto de evolución fundado en relaciones de competitividad, donde el pensamiento humano, en el nivel crítico-argumentativo, no es más que un breve capítulo de una antiquísima carrera evolutiva por la adquisición de ventajas de una especie sobre las demás. No es ocioso señalar que, mediante una interpretación de la naturaleza como campo de juego rayado para competir en la resolución de problemas, (problemas donde seguramente el hambre o la malaria no cuentan, debido a la falta de competitividad en la «biología conductual» de sus víctimas o portadores) Popper pretende «justificar» la epistemología (y en ello va incluida la práctica científica) como la continuación de la evolución neodarwiniana de nuestra especie, pero por medios culturales. Expone, curiosamente, su teoría evolutiva neodarwinista, «en forma de doce (12) tesis breves (para nuestros requerimientos en este trabajo hemos de omitir algunas dada su irrelevancia con relación al mismo):

1) Todos los organismos se hallan constantemente, día y noche, embarcados en la solución de problemas; igualmente lo están todas aquellas secuencias evolutivas de organismos pertenecientes al mismo phylum, grupo o clase de organismos que descienden de los mismos ancestros evolutivos, que se inicia con las formas más primitivas y simples, y del que los organismos vivos actuales vienen a ser los miembros más recientes.
2) Estos problemas lo son en un sentido objetivo; en virtud de esto, puede, hipotéticamente, reconstruírselos a posteriori mediante reflexión (…).
3) La resolución de problemas procede en todos los casos mediante el método de ensayo y error: nuevas reacciones, nuevas formas, nuevos órganos, nuevas modalidades de comportamiento, nuevas hipótesis, son tentativamente ofrecidas y controladas mediante eliminación de errores.
4) La eliminación de errores puede proceder mediante la eliminación total de las formas no-exitosas (la muerte de las mismas mediante selección natural), o bien mediante la evolución – tentativa – de controles que modifican o suprimen los órganos, o las formas de comportamiento o las hipótesis que resultan ineficaces.
5) El organismo individual, como fuese, condensa telescópicamente dentro de un solo cuerpo todos los controles desarrollados durante la evolución de su phylum, al mismo tiempo que en su desarrollo ontogénico (el curso íntegro de su desarrollo individual y de su historia vital particular), recapitula parcialmente su evolución filogenética (la historia de su especiación). (Nota: Alguna condensación de las descriptas por Popper puede apreciarse en algunos mamíferos a través de las distintas fases observables en la evolución uterina del feto)
6) El organismo individual es una suerte de «punta de lanza» de la secuencia evolutiva de organismos a la cual pertenece – su phylum -: es, en sí mismo, una solución tentativa que explora nuevos nichos ambientales, elige un entorno y lo modifica. De esta forma se encuentra relacionado con su phylum, de manera similar a como las acciones – su conducta – del organismo individual están relacionadas con el organismo: ambos el organismo individual y su conducta, son ensayos que pueden ser removidos del proceso evolutivo mediante eliminación del error. (Of Clouds and Clocks, XVIII)

Mickey Mouse en el ADN
A partir del cotejo entre la información previamente vertida en este trabajo, y la descripción de la hipótesis popperiana sobre el conocimiento humano y el darwinismo, hemos arribado a la siguiente síntesis comparativa:

1) La solución emprendida por los inventores de los OGM no es de carácter tentativo, de cambios anatómicos o de comportamiento que involucran un número reducido de individuos. No existen pruebas en condiciones experimentales reales o adecuadas que denoten el carácter tentativo de la teoría-solución propuesta. Por el contrario se trata de liberar masivamente en el entorno ambiental, millones de plantas trsnsgénicas y ver qué pasa..
2) Los OGM no siguen secuencia evolutiva alguna, por el contrario, violan la totalidad de las barreras biológicas desarrolladas evolutivamente para preservar la diversidad genética.
3) La reconstrucción del proceso a posteriori por reflexión se hará extremadamente difícil o tal vez imposible, dado el nivel de incertidumbre con el que opera la ingeniería genética; y porque, además el método no es de ensayo y error, debido a que se ignora casi la totalidad de las posibles ocurrencias calificables como «error», por la sencilla razón de que, como se ha dicho, resulta imposible seguir el rastro de la contaminación genética una vez liberados los OGM en el medioambiente; además las soluciones adoptadas responden a una lógica extraña al problema que se dice querer resolver (hambre y degradación ambiental), de modo que:
4) también es impracticable toda clase de control que revierta la tentativa errónea. En estas circunstancias, el organismo manipulado podría escapar a toda clase de control, al no haber mecanismos de competencia funcionando a través de otros organismos que hubiesen coevolucionado con él. Entonces:
5) el individuo no condensa telescópicamente nada, pues se trata de una mutación inducida al margen de procesos evolutivos biológicos, su único fin es la acumulación ilimitada de beneficios financieros y control de mercados. Es decir, más allá de la existencia individual en el tiempo de cada una de estas quimeras industriales, los OGM, no hay reversión posible pues no hay hacia dónde hacerlo. Estos OGM no tienen verdaderos ancestros evolutivos genéticos. Pongamos por caso la soya SRR, ¿cuáles son los ancestros hacia dónde revertir una tentativa errónea? ¿la soya híbrida, la petunia, la bacteria o el virus?
6) No existe la «punta de lanza» como ensayo que puede revertirse. No, mas bien se trata de algo así como soltar la bomba nuclear y esperar que se manifiesten los efectos en el tiempo. Para concluir, la eliminación por selección natural de las formas no-exitosas es impracticable porque para introducir las formas que pudieran resultar no-exitosas junto con las que pudieran serlo, se destruye sistemáticamente los ecosistemas, pues la adaptación manipulada de los OGM incluye la resistencia a los medios exógenos (herbicidas y otros biocidas) empleados en la eliminación de toda competencia selectiva por parte de otras especies. En otras palabras, la selección natural resulta perturbada y anulada por la intervención exógena. De acuerdo con esto, los OGM y las teorías que les dieron origen contradicen los parámetros y principios de Popper referentes a su hipótesis sobre la evolución neodarwinista, y de su «doble» en la epistemología, el conocimiento objetivo evolutivo.

Entonces ni aun desde un punto de vista académico neoliberal ortodoxo puede otorgarse el calificativo de científico al proceso que, mal llamado, se conoce como ingeniería genética. No hay nada en el ámbito de este desarrollo tecnológico que permita ejercer algún tipo de control, ni tampoco hacer una predicción dentro de un margen aceptable de incertidumbre. Tampoco la manipulación genética resuelve los problemas que supuestamente estaría llamada a resolver, por el contrario, nos trae a la memoria algo muy distinto, tan distinto como aquella escena de un filme de Walt Disney donde el ratón Mickey, con atuendo de aprendiz de hechicero, multiplica tozudamente las escobas embrujadas a golpes de hacha, mientras la aguas siguen subiendo…

Otras inquisiciones
Para ampliar y complementar el análisis emprendido a partir de la teoría popperiana, hemos acudido a una obra de Kenneth Sayre, profesor de filosofía de Notre Dame University de Indiana, EE.UU.. Dicho texto se titula «Evolutionary Progress» (progreso evolutivo), y forma parte de un libro publicado por este autor (ver referencias). El fragmento que tradujimos está consagrado al tratamiento de la especialización evolutiva. Hemos realizado algunas ligeras adaptaciones para su inserción en este lugar. Antes de introducirnos en las concepciones del profesor Sayre, haremos algunas precisiones previas.

En primer lugar, resulta en extremo improbable, sino imposible, que un organismo determinado hubiera podido progresar en téminos evolutivos sin aprovechar el potencial ecológico de un ecosistema, potencial basado en la sinergia resultante de las relaciones interespecie, aun en el caso en que su ventaja adaptativa fuese su capacidad de resistir bombardeos con armas químicas de destrucción masiva. Segundo, ningún proceso evolutivo es viable sin una diversidad biológica concurrente en un ciclo de reciclaje y redistribución de recursos y de nutrientes.Por último, aprovechar energía, biomasa y ciertas substancias presentes en un hábitat no supone la destrucción de un número indeterminado de especies. «La marca del éxito de una especie en el experimento de la evolución, – afirma Kenneth Sayre – es la habilidad de sus miembros en alcanzar la estabilidad dentro de su entorno ambiental, y mantener dicha estabilidad hasta que tenga lugar su reproducción. Ernst Schrödinger definía esto como la persistente habilidad por parte del organismo de alimentarse a expensas de la neguentropía de su entorno inmediato. Cuanto más eficiente deviene un organismo en aprovechar la energía y la estructura presentes en su entorno para crecer y estabilizarse, mayor será su chance de poblar el entorno con más individuos de su descendencia. La tendencia rectora de la selección natural es «elegir» las formas de vida que mejor mantienen a su favor el equilibrio de intercambio neguentrópico». De acuerdo con estos principios enunciados por el profesor Sayre, podemos afirmar que, 1) la selección natural nunca habría llegado a la clase de recombinación genética que es característica de los OGM; 2) estos organismos jamás podrían prosperar mediante mecanismos de competencia, su «mejora adaptativa», pues, según anuncian, de «mejoramiento genético» se trata, consiste en resistir una serie de catástrofes inducidas que aniquilan todo mecanismo competitivo y de control interespecies.

OGM: ¿evolutivamente especializados u oportunísticos?

«Ambas, energía y estructura son formas de neguentropía». A partir de esto – mantiene Sayre – es posible formular una importante correlación entre el grado de complejidad estructural de un organismo que implica determinada especialización, dividido por la cantidad promedio de energía que emplea ese organismo para mantener su estructura, a pesar de las presiones selectivas que se suceden en el ambiente que habita. En principio, parece que esta correlación brinda un estándar cuantificacional del éxito evolutivo que podría significar el desarrollo de una especialización. Determinada especie podría considerarse más exitosa que otra, si a sus representantes típicos les correspondiese una correlación más elevada entre su estructura especializada y la energía necesaria para desarrollarla y mantenerla. El factor de éxito en la especialización evolutiva estaría indicado por correlaciones sucesivas cada vez más elevadas. Es decir, aquellas en las que la cifra del numerador de la fracción crece más rápido que la cifra del denominador. ¿Qué ocurre en el caso específico de un OGM como la soya SRR?

Si consideramos el uso insubstituible de fertilizantes, de herbicidas (glifosato) y de insecticidas, todos ellos sintéticos, insumos que causan mortandad masiva de invertebrados – microorganismos, lombrices e insectos – y de plantas, el desorden generado (entropía) se expresa en un denominador infinitamente grande en relación con el numerador de la fracción, indicando un éxito evolutivo igual a cero (0) y yendo más allá, habría que asignarle magnitudes negativas, menores a cero, si tenemos presentes las cifras comparativas, en materia de eficiencia energética, entre la industria alimentaria transnacional y la agricultura amazónica tradicional (10-100 cal. para producir 1 cal. y 1 cal. para producir 15 cal. respectivamente o más; ver más atrás «Petróleo a cambio de alimentos»)

En este aspecto, es posible clasificar a la soya transgénica SRR y otros cultivos similares como especie «oportunística». Los biólogos definen como oportunístico al microorganismo que causa una enfermedad bajo determinadas condiciones, como en el caso de una persona u otro ser vivo cuyo sistema inmunológico se halle debilitado. En general, puede definirse cualesquiera especie como oportunística; si esa especie prospera a expensas de un volumen considerable de contaminación (alteración) o destrucción de hábitats o mortandad masiva de seres vivos, obteniendo provecho sin integrar como retorno, como decompositor, proceso alguno de sinergía interespecies, es decir sin ser capaz de aprovechar la energía y estructuras (plantas, animales y circulación y descomposición de biomasa), sin menoscabar la diversidad biológica existente. Una especie es oportunística, si no cumple ninguna función ecológica. En esta categoría podría incluirse chulupis, vinchucas, roedores urbanos y…plantas alimenticias transgénicas. Estas formas de vida sacan provecho de una selección de hábitat, aunque sin una estructura especializada adaptativa que actúe, simplemente sacan ventaja de la imposiblidad de otros organismos de controlarlos en forma competitiva, debido a la catástrofe selectiva ocurrida, inducida por intervenciones exógenas. En cierta forma se asemejan a quienes se dedican al bandidaje y al saqueo luego de un terremoto o de un bombardeo aéreo-misilístico…

El falso dilema de la agroindustria: ¿Agrotóxicos o hambre?
Norman Borlaug, responsable de la creación, mediante mejoramiento genético, de las variedades de trigo enano y de arroz de alto rendimiento, quien ostenta como científico la paternidad de la «Revolución Verde», afirmó categóricamente que, dejar de lado el uso de los plaguicidas organoclorados (conspicuos representantes de la «docena maldita») implicaría una catástrofe de alcance mundial, pues los rendimientos agrícolas podrían descender hasta un 50%, situación que provocaría un aumento de cuatro a cinco veces en el precio de los alimentos básicos. Para este eminente científico, premiado con un Nobel de la Paz, es preferible soportar el envenenamiento químico en lugar de la hambruna. De todas formas, estos dos flagelos no son excluyentes el uno respecto del otro, y en la actualidad, coexisten en el mundo, cientos de millones de famélicos con decenas de miles de muertes al año de trabajadores agrícolas por envenenamiento, en su mayoría del Tercer Mundo. A esto hay que sumar millones de discapacitados con afecciones irreversibles (consumidores y también agricultores) inducidas por exposición a agrotóxicos o a ingestión prolongada en dosis mínimas como residuo en alimentos.

Es preciso recordar que el problema de la proliferación de plagas y enfermedades fungosas, se debe principalmente al uso de plaguicidas y fungicidas sintéticos. Como dato ilustrativo mencionaremos que en los EE.UU., en 1945, las pérdidas ocasionadas a la agricultura por insectos era el 7% del total sembrado. A partir del uso masivo de agrotóxicos implantado en el contexto de la «Revolución Verde», las pérdidas aumentaron de manera sensible. Para 1989 éstas casi se habían duplicado, alcanzando un 13% de la siembra, sin embargo, el uso de plaguicidas había sido incrementado durante el mismo período en diez (10) veces el volumen correspondiente a 1945, nada menos que ¡¡un 1.000%!!. Por otra parte, la mitad de las 500 especies de insectos que causaban pérdidas (estimadas en 1989) calculadas en unos $us 2.000 millones desarrolló resistencia a los plaguicidas. Dado que el incremento en el uso de agrotóxicos había llegado a límites intolerables, la estrategia industrial se orientó a desarrollar plantas capaces de producir toxinas o resistentes a herbicidas. Esta es una de las razones de mayor peso que impulsa el recurso a la manipulación genética. Es indudable que el rotundo fracaso de la Revolución Verde es la causa eficiente en pro de la ingeniería genética en la agricultura. Con todo derecho puede llamarse a ésta con el nombre de Segunda Revolución Verde. Sus efectos destructivos en relación con la primera guardan una relación análoga a la existente entre las bombas atómicas de uranio o plutonio (Hiroshima y Nagasaki) y la bomba nuclear de hidrógeno.

Ni hambrunas ni venenos, control biológico
Existe un criterio universalmente aceptado en el ámbito de la ciencia. Este criterio puede enunciarse así: el requisito esencial para considerar como científica alguna declaración o afirmación, o en general, toda proposición enunciativa, es su verificabilidad; es decir, la posibilidad de ser contrastada o sometida a prueba. El problema para verificar la verdad o la falsedad de la hipótesis planteada por el Dr. Borlaug resulta obvio: suprimir el uso de esas armas químicas en la agricultura y aguardar hasta ver qué sucede…si es que la anunciada hambruna lo permite.

Hillary Putnam, filósofo y matemático de Harvard, en un fecundo artículo dedicado a reflexiones epistemológicas, advierte que «el genio de un científico, con mucha frecuencia, reside precisamente en hallar una manera de someter a prueba una afirmación que no parecía verificable en ningún sentido». Pues bien, fuimos testigos, en Bolivia, de un hecho de esta naturaleza. Dicho de otro modo, la posibilidad de comprobar las afirmaciones del Dr. Borlaug, es decir, aprender de los errores sin caer en el dilema mortal de la Escila del envenenamiento colectivo, que mutó por transgénesis desde lo químico hacia lo genético, y de la Caribdis de la hambruna universal.

Desde 1996, en los valles cruceños, viene aplicándose con rotundo y creciente éxito el control de plagas y de enfermedades agrícolas mediante microorganismos entomopatógenos (4 hongos y 1 nemátodo). Mediante el empleo de esta tecnología puede protegerse con efectividad casi absoluta, a un costo irrisorio, y sin impactos ambientales y sin daños a la salud de productores y consumidores, una variedad de cultivos (40) contra el ataque de 32 plagas y 7 enfermedades fungosas. Estos microorganismos nativos habitan los suelos de nuestro país, y su utilización se logró merced a una transferencia de tecnología creada en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria de La Habana, (CENSA), Cuba. Esta innovación es auténticamente revolucionaria y torna prescindibles y redundantes todas las peripecias de la ingeniería genética y los riesgos que ésta engendra. En una entrevista que nos concedió en agosto de 1998 (aún inédita), el Dr. Benedicto Martínez, micólogo jefe de la División de Protección de Plantas del CENSA y principal responsable de la introducción de este método de control biológico entre nosotros, emitió un revelador diagnóstico que desde entonces hemos reiterado hasta el aburrimiento: Dijo el Dr. Martínez que «la biodiversidad existente en Bolivia y muy especialmente en agentes de control de plagas y enfermedades en los cultivos, hace que Bolivia sea una futura potencia en la exportación de biorreguladores (nombre técnico de estos plaguicidas y fungicidas biológicos), ya que este país presenta, al mismo tiempo, variabilidad en los agroecosistemas, lo cual permite responder a problemas en los ambientes de muchos países con soluciones válidas». Las «soluciones válidas» son alternativas dependientes de recursos locales, cuya implementación y adaptación son accesibles a los productores sin exclusiones de ninguna clase, y que han verificado hasta el presente resultados exitosos que tornan superflua e innecesaria la opción por los cultivos de OGM.

El fin de la ciencia
En épocas como la nuestra, que algunos signan como fin de la historia, o de las ideologías, allá ellos; ante la apertura de la caja de pandora genética, puede que sí sea el final de la cultura y de la civilización tal como la hemos conocido e imaginado hasta ahora. Por motivos explicados más atrás, recurrimos otra vez a una voz aliada de la globalización y la abolición de todas las barreras culturales. En otras reflexiones en torno a la evolución del conocimiento científico, Karl Popper sostenía que «La historia de la ciencia, al igual que la historia de todas las ideas humanas, es una historia de sueños irresponsables, de obstinación, y de errores. No obstante, la ciencia es una de las muy escasas actividades humanas – quizás la única – en la cual los errores son sistemáticamente criticados y corregidos en el tiempo, con razonable frecuencia. Esta es la razón por la que podemos decir que, en la ciencia, a menudo aprendemos de nuestros errores, y por la que podemos hablar en forma clara y consciente acerca de progresos en ella. En muchos otros campos de emprendimientos humanos hay cambio, pero raramente hay progreso (a excepción de que adoptemos una concepción estrecha de nuestras posibles metas en la vida); pues casi toda ganancia se compensa, o más que se compensa, por alguna pérdida. Y en muchos terrenos no sabemos aún como evaluar los cambios.
Sin embargo, tenemos dentro del campo de la ciencia un criterio de progreso (itálicas del autor): aún antes que una teoría hubiese estado sometida alguna vez a una prueba empírica, puede que seamos capaces de decir, bajo la condición de que pase ciertos tests específicos, si sería o no una mejora en relación con otras teorías con las que nos hallamos familiarizados. (…)

Para ponerlo en otras palabras, postulo que nosotros sabemos (itálicas del autor) cómo qué cosa debe ser una buena teoría científica, y – aún antes de haber sido probada – qué clase de teoría sería mejor aún, a condición de que supere ciertas pruebas cruciales. Y es este conocimiento (meta-científico) lo que hace posible hablar de progreso en ciencia, y de elección racional entre teorías. (Truth, Rationality, and the Growth of Knowledge).

Lecciones olvidadas
Cerramos estas largas páginas con una rememoración admonitoria; dado que evocaremos dos hechos reales, tragedias catastróficas de esa «historia de sueños irresponsables, de obstinación y de errores». En esta historia, los errores cometidos no han sido aún corregidos, a pesar del hecho de ser producto (no deseado) del «progreso científico», progreso cifrado en grandes avances del conocimiento humano, avance visto desde el punto de vista iluminista-positivista. Nos referimos concretamente a las teorías copernicana y galileana con relación a la mecánica celeste.

El cardenal Roberto Bellarmino S.J., científico contemporáneo de Galileo Galilei, sostenía que la teoría astronómica heliocéntrica de Copérnico tenía un alcance menor del que podría pensarse. Proponía comprenderla como un ingenioso artificio heurístico, ideado para aplicaciones en sistemas de navegación marítima y otras clases de cálculos celestes, orientados con fines utilitarios. Estaba en lo cierto Bellarmino. Fueron precisamente los «adelantos» científicos, la navegación orientada por estrellas y la balística (cálculo celeste utilitario), instrumentos fundamentales para la expansión europea de los siglos XV al XVII, en el «Nuevo Mundo» y otras regiones del globo. Sin embargo, estos adelantos no eran resultado de «una mejora» en relación con otras teorías, por cuanto el criterio de bondad comenzó, a partir de entonces, a ser suplantado por el criterio de utilidad. Ciertamente, no puede decirse que el desarrollo de la artillería militar haya traído beneficios a la humanidad, aun siendo una opción mejor que otras para emprendimientos de conquista y pillaje. Pero en este caso, al ceder el criterio de bondad, arrastra consigo al de racionalidad: el pragmatismo a ultranza anula la elección racional entre teorías. Fin del progreso en la ciencia, en tanto ciencia: desde aquí en más su función se tornará progresivamente «ideológica» hasta nuestro presente, en el que desempeña un rol determinante en la toma de decisiones políticas, disimulado bajo el manto ficticio de la neutralidad. Y es precisamente la comprensión utilitaria de la ciencia, en la cual Popper basa su epistemología en tanto fin de la ciencia (meta) lo que conduce al fin de la ciencia (final histórico) como actividad colectiva de acumulación de mejoras en el conocimiento destinadas al bien común, a la de instrumento de materialización de intereses particulares.

Conviene tener presente el daño ocasionado por la introducción de microorganismos exóticos, o por la degradación de ecosistemas causada por la implementación de técnicas productivas inapropiadas. Ejemplo de lo primero, la enorme mortandad en América de indígenas a causa de la viruela o la gripe. De lo segundo, el cambio de comportamiento del hongo Phytophtora infestans, originario del valle del Toluca, México. Este hongo pasó de ser un inofensivo habitante del bosque tropical, a una pesadilla para los productores de papa, pues causa la enfermedad conocida como tizón tardío de la papa. De la reproducción clonal, pasó por mutación a la reproducción sexuada, lo cual le permitió responder con mayor eficiencia a la presión selectiva debida al uso de fungicidas. Recientemente devino enfermedad para el tomate y se ha vuelto resistente a todos los fungicidas sintéticos conocidos. El millón y medio de irlandeses que pereció por inanición en 1845, luego de un brote masivo de tizón tardío, fue víctima indirecta de la tala de bosques practicada por Hernán Cortés y sus sucesores, con el fin de sembrar monocultivos. ¿Aprenderemos esta vez de los errores de la ciencia? Creemos que esta vez, como se ha repetido a lo largo de estas páginas, esta vía no es posible, de modo que en esta ocasión, el único remedio es la prevención. A propósito de estas cuestiones es que Pierre Menard – según nos lo relata Borges – escribió en su Quijote apócrifo, exactamente en la primera parte, noveno capítulo la siguiente enumeración: …la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.

Referencias citadas
Harris Marvin, «La burbuja industrial» en Caníbales y reyes. Los orígenes de las culturas, Alianza Editorial, Madrid, novena reimpresión, 1997 pp.256-257.

Gaceta Oficial de Bolivia, Decreto Supremo N° 10.283, (reglamento sobre sanidad vegetal e importación, distribución y uso de insumos agrícolas) del 30 de mayo de 1972, pp. 15.265-15.292.

Popper Karl R., «The Logic and Biology of Discovery.» en «Epistemology Without a Knowing Subject» en Objective Knowledge. An Evolutionary Approach. Oxford University Press, Revisted Edition, 1983 p142. e Ibidem, pp. 144-145.

Popper Karl R., «Of Clouds and Clocks, XVIII», en Objective Knowledge. An Evolutionary Approach, Oxford University Press, Edición revisada, 1983 pp.242-243.

Popper Karl R., «Truth, Rationality, and the Growth of Knowledge» en Conjectures and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge, Routledge and Kegan Paul, Londres, cuarta edición, reimpresa en 198 pp.216-217.

Putnam, Hillary, «Literature, Science and Reflection» en Meaning and the Moral Sciencies, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1978, p.90.

Sayre Kenneth, «Evolutionary Progress» en Cybernetics and the Philosophy of Mind, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1976, p.116.

Tygier Claudio, Problemas emergentes en la utilización de organismos transgénicos en la agricultura, en Los cultivos transgénicos: Algunas reflexiones sobre su uso y su consumo, Agruco, Serie: T’UJURINA/AMUYKIPASIÑANI – REFLEXION – UMSS, Cochabamba, enero del 2000 p. 28.

Referencias informativas generales

Greenpeace USA Homepage, Health Hazards of Genetically-Manipulated Foods,  http://www.soyinfo.com/haz/gehaz.shtml

Le Monde Diplomatique, edición boliviana, los artículos que siguen a continuación:
Backwell, Benjamin y Stefanoni, Pablo «El negocio del hambre en Argentina», febrero del 2003, pp.32/33.
Cassen, Bernard, «Al servicio de la industria», febrero del 2003, p.34.
George, Susan, «Nadie quierer los OGM, salvo los industriales», abril del 2003, pp.30/31.
Giarracca, Norma, «Radiografía del capitalismo agrario», mayo del 2003, p.11.
Berthelot, Jacques, «Las tres aberraciones de las políticas agrícolas», septiembre del 2003, pp.22/23.
Pengue, Walter Alberto, «Mirar hacia el mercado interno», octubre del 2003, pp.10/11.

Morán Emilio F., La ecología humana de los pueblos de la Amazonía, Fondo de Cultura Económica, México, primera edición en castellano, 1993.

Mooney, Pat Roy, Development Dialogue. The Parts of Life. AGricultural Biodiversity, Indigenous Knowledge, and the Role of the Third System, The Dag Hammarskjöld Centre, Uppsala, Suecia, 1997.

Shiva, Vandana, Biopiracy. The Plunder of Nature and Knowledge. South End Press, Boston, Massachusetts, 1997.

The Ecologist, Anothet Day Older and Deeper in Debt: The Politics of Industrial Agriculture, Dorset, Reino Unido,1992.

The Ecologist, Food Insecurity. Who gets to eat?, Vol. 26, N°6, Dorset, Reino Unido, noviembre/diciembre de 1996.


 

Claudio Tygier
Periodista-investigador y traductor.
Premio nacional de periodismo científico 1997,
miembro correspondiente del Center for Amazonian
Literature and Culture, CALC, Smith College, Northampton,
Massachusetts, EE.UU.