Participante en el punk en Argentina desde mediados de los años 80, Patricia Pietrafesa sigue en forma: presenta un documental sobre las batallas vividas por el movimiento de las crestas e imperdibles y toca en Kumbia Queers, que la próxima semana actúan en Madrid y Sevilla.
A El Muerto le detuvieron mientras caminaba por la calle en Buenos Aires un día cualquiera, a mediados de los años 80. ¿El motivo? No llevar encima la documentación. Su aspecto -con cadenas, cinturones, imperdibles, pendientes- fue objeto de insultos en la comisaría mientras los agentes le fichaban. El sargento apareció con un machete y le cortó la cresta.
Cuando le soltaron, aún enrabietado, se afeitó la cabeza, se untó el cráneo con cola adhesiva y se pegó clavos de obra de quince centímetros con la idea de lucir una cresta hasta que le creciera el pelo. Lo aguantó una semana, en la que su viejo le ponía al lado de la tele para ver si podía sintonizar el canal 13.
Entre risas, El Muerto recuerda ante la cámara este momento anecdótico que ilustra lo que les sucedió a muchos jóvenes en la Argentina inmediatamente posterior a la dictadura militar. Su testimonio, junto al de otras voces protagonistas de la época, se escucha en Desacato a la autoridad, una trilogía documental sobre el punk argentino que ya ha estrenado la primera parte.
Eran adolescentes y estaban aburridos. Odiaban el rock de Charly García y sentían la democracia del presidente Raúl Alfonsín como algo más ficticio que real. Sí era tangible el rechazo -en el mejor de los casos- que causaban su imagen y su música. También las hostias -muy tangibles- que recibieron de la Policía, amparada en unos edictos que permitían la detención hasta quince días por «vestir ropa del sexo opuesto», por ejemplo.
Los grupos de música en los que tocaban y que escuchaban en casetes grabadas y regrabadas -Los Violadores, Los Inservibles, Mutantes del Kaos o Todos Tus Muertos- no salían en las revistas ni sonaban en la radio. Así que decidieron escribir sobre ellos, a mano y a máquina, recortando y pegando, en fanzines como Vaselina o Resistencia, creado por Patricia Pietrafesa (Buenos Aires, 1964) cuando aún no había cumplido veinte años.
En esas publicaciones difundían pensamientos variados, letras de canciones, entrevistas a grupos, y también se empapaban del ideario ácrata de bandas británicas como Crass y Conflict o anunciaban fechas de conciertos y convocatorias de manifestaciones a las que acudían varias decenas de punks junto a transexuales y trabajadoras del sexo.
Pietrafesa vivió desde dentro y en primera línea todo este huracán subterráneo -tocó en Sentimiento Incontrolable y Cadáveres de niños, mantuvo la publicación de Resistencia hasta 2001- y ahora quiere que no se olvide. Es la directora, junto a Tomás Makaji, de Desacato a la autoridad y sigue manteniendo, más de tres décadas después, una febril actividad relacionada con el punk.
Regenta la editorial Alcohol & Fotocopias, organiza cada año en Buenos Aires la Feria del libro punk y derivados, y toca en Barflies, She Devils y Kumbia Queers, que la próxima semana actúan en Madrid (14 de julio, Móstoles) y Sevilla (19).
A sus 52 años, por las venas de Patricia Pietrafesa sigue corriendo sangre punk.
¿Qué ha supuesto el punk en tu vida? ¿cómo ha afectado a tus modos de mirar y pensar?
Me enseñó a tener un punto de vista crítico, me dio el empujón para realizar mis propias cosas, me dio seguridad para desafiar moldes. En una sociedad salida de la dictadura se suponía que tenía que cumplir demasiadas reglas e instancias para hacer algo: estudiar, ir a la universidad, trabajar, etc.
El punk me mostró el camino de hacer las cosas una misma aunque no estés segura de qué es precisamente lo que hay que hacer ni saber cómo. Sigue presente en mi vida todo lo que aprendí: a valerme por mí misma, a desafiar lo establecido y a darme una fuerte raíz de energía combativa y hacedora.
¿Se puede seguir siendo punk cuando eres mayor o es algo muy relacionado con la juventud?
Se puede seguir siendo lo que seas mientras tengas ganas y te sientas cómoda con lo que elegís, eso creo. Depende de cómo tú lo veas o sientas. Nadie tiene por qué decirle a nadie si eres mayor, joven o esto o aquello.
¿Sigue teniendo vigencia hablar de punk en 2016?
Veo al punk como una corriente de pensamiento y acción continua con una línea de movidas artísticas que desde el principio del siglo pasado cuestionaron lo establecido y las normas, el status quo. Durante décadas ha animado a muchas personas a hacer las cosas por sí mismas, a hacer algo por sus vidas y también enfrentar al poder así que su influencia es mucha: arte, moda, música, okupaciones. La rama más politizada e involucrada ha pesado en la anti-globalización. Y, por cierto, nadie puede negar que popularizó la autogestión.
Pero punk no sólo nos remite a esto, justamente parte de su atracción radica en la variedad de puntos de vista que engloba el punk. Nihilismo, autodestrucción, cuestionamiento, inconformidad, van equilibrando la balanza. De todo esto surge la posibilidad de construir desde otro lugar más crítico, solidario, anti autoritario… Es el ideal, para mí, y cuesta mucho realizarlo pero es un camino.
Siempre se ha dicho que el punk es una actitud, más que un estilo de música. Si es así, ¿en qué dirías que consiste esa actitud?
Básicamente, para mí es cuestionar y desafiar el bloque de la normalidad que sostiene el poder. Puede que el término punk no tenga el filo que tuvo en un momento, pero sigue impulsando la fuerza interior de gentes que vibramos en esa frecuencia.
¿Qué historia queréis contar en los documentales Desacato a la autoridad?, ¿por qué os parece necesario recordar esa historia?
En esta serie de tres capítulos contamos sobre los principios ideológicos que sostenían lo que se conocía como punk entre los años 1983 y fines de los 80 en Argentina. Tomamos este año bisagra clave ya que es el cambio de la dictadura cívico militar a la democracia y hasta finales de los 80 es como un periodo seminal de luchas por expresarse. Ya en los 90 la cosa fluye más… Es necesario contar esta historia que sólo está en las memorias de quienes la vivieron y en las hojas de los fanzines. Nada de esto era comentado en la prensa rockera de medios estándar. La cosa fluía por otros canales. Me parece interesante conocer el pasado para plantarse mejor en el presente, sin duda, y no creer que todo vino de Nueva York y Londres.
También has recuperado el fanzine Resistencia, que publicaste hasta 2001, en una edición integral de todos los números. ¿Qué fue lo que te hizo empezarlo en 1984?
Comencé a escribir porque encontré un espacio de libertad increíble en el hecho de contar lo que pensaba en una hoja, fotocopiarlo y distribuirlo. Aún hoy lo considero así. El compilado del fanzine surgió como una idea de producción de Carlos Nekro (Boom Boom Kid, antes en Fun People), quien me impulsó a hacer esto y así continuar editando ahora en formato libro archivos de un pasado y presente a contracorriente.
Colaboraste en el fanzine estadounidense Maximum Rocknroll, una institución del punk pero que no es conocida fuera de sus circuitos. ¿Qué es más importante: mantener una línea de coherencia y llegar a un público ya convencido pero muy reducido o intentar llegar más gente, aunque esto suponga saltarse algunas ‘reglas’?
¡Saltar todas las reglas posibles! Soy de la idea de que generando en tu espacio podes llegar al infinito. Nunca intenté colar en la prensa tradicional, siempre me serví de mis propios medios para esparcir un mensaje que es muy básico: lucha, vive, resiste. No abandones tus deseos y sueños, cambia tu parte del mundo, es posible. Me dedico a hacer funcionar pequeñas movidas donde se generan encuentros y posibilidades de poner en práctica autogestión/ intercambiar ideas/ cuestionar/ (des) aprender.
Todo esto suena muy lindo pero no es fácil de llevar a cabo si bien es simple. Todo el tiempo luchando sobre las estructuras en las que nos encontramos encorsetadas, la deconstrucción de esos modelos es algo por lo que luchar día a día.
Generación Suicida, un grupo actual de punk de Los Ángeles (California, EE UU), me hablaron en una entrevista de la importancia para ellos de grupos del País Vasco como Eskorbuto. El libro Generación cochebomba (Pepitas de Calabaza, 2015), del peruano Martín Roldán Ruiz, también menciona mucho a esas bandas vascas de principios de los años 80. ¿Tuvieron también influencia en el desarrollo del punk en Argentina?
Si, absolutamente, nos criamos con todo ese mensaje de la protesta, el descontrol, el desafío que ponían en práctica estas bandas del País Vasco y de España también. El tráfico de casetes con estas grabaciones era extenso, todos los colegas del punk de los 80 y 90 están atravesados indefectiblemente por ellos. Y por suerte ha sido así. Personalmente, la banda IV Reich, de Zaragoza, ha sido para mí una gran influencia en los 80 y 90.
¿Te aburriste del punk y por eso empezasteis Kumbia Queers?
(Gran carcajada). Si bien toco en bandas de punk rock desde que tengo 17 años, ya a principios de los 90 me había cansado del punk rock estereotipado. En 1991 con la banda Cadáveres hacíamos un desafiante killer garage rock con, otra vez, influencias de España. Luego con She Devils, desde 1997, éramos una mezcla que terminaba sonando muy punk pero que nos movíamos por muchos lugares musicales.
En primer lugar para no aburrirnos nosotras, y por curiosidad, buscábamos bandas nuevas, proponiendo el modo de hacer las cosas a nuestra forma, cuestionando la uniformidad y proponiendo diversidad, agite por derechos individuales, y otras cuestiones de nuestro interés.
En 2007, Ali Gua Gua, de las mexicanas Las Ultrasónicas, mientras estaba en Buenos Aires participando en el festival Belladona, que organizábamos con She Devils, tuvo la idea de juntarnos a tocar ¡¡¡¡cumbia!!!!.
Así nos juntamos con Juana Chang y otra chica para ver qué sucedía, evitando la clásica banda de (punk) rock que podríamos haber armado de memoria. Esta vez era algo distinto que nos movía nuestros propios prejuicios: hacer cumbia.
A mí jamás se me habría ocurrido, así que aproveché esta oportunidad única de tocar con mujeres tan creativas y poderosas y vencer mis prejuicios, meternos en otra música, ir por otra etapa de nuestras vidas. Resulta muy muy bien.
En Canta y no llores, el último disco de Kumbia Queers, hacéis una versión de Si pudiera de Fun People, que antes mencionabas. Fueron un grupo increíble. ¿Qué importancia tuvieron en Argentina?
Fun People fue una banda salida más bien del hardcore, se autodefinía como hardcore gay antifascista. Algunos punks iban a verlos, claro, pero no estaban dentro del circuito punk, su propuesta era muy abierta. She Devils hicimos un disco compartido con Fun People por la despenalización del aborto, compartimos grandes recitales y la movida autogestiva de finales de los 90.