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De cómo los dos hombres más provocativos de la actualidad alimentan cada uno la agenda del otro

Trump y al-Baghdadi

Fuentes: Al Jazeera

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


¿De qué forma se alinea el principal candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump, con Abu Bakr al-Baghadi, el hombre al timón del autoproclamado Estado Islámico -EI-?

Para mucha gente supone un anatema colocar los dos nombres en el mismo titular. Y establecer cualquier asociación entre ellos, una abominación.

Después de todo, ¿cómo podría nadie en su sano juicio atreverse a comparar al bien afeitado hombre blanco de negocios, y principal candidato al puesto más importante en la democracia liberal más antigua, con el barbudo predicador fundamentalista, exrecluso y jefe del grupo terrorista más infame del mundo, el EI?

Definiendo el extremismo

Extremismo es una palabra compleja. En la jerga geopolítica moderna se ha utilizado siempre de forma poco objetiva.

Otorgar etiquetas de «extremista» o «moderado» a individuos, movimientos, dirigentes y régimen ha obedecido por lo general a cuestiones ideológicas y por lo tanto estériles. Sin embargo, ha resultado ser un útil constructo imperial.

Se suele describir como «moderados» a los aliados de las potencias mundiales, mientras que sus oponentes políticos son clasificados como «extremistas» o «terroristas».

En este sentido, el extremismo depende -principalmente aunque no de forma exclusiva- de los actores y no de sus acciones. Por ejemplo, si eres aliado de EEUU, eres por definición moderado, porque se ha asumido que EEUU representa la moderación.

En tal contexto, es irrelevante que un grupo o un régimen emprendan guerras, perpetren actos terroristas y ocupen a otros pueblos, o que sean religiosamente intolerantes y totalitarios. Por el contrario, se definen como moderados según su orientación política. Incluso después de que EEUU invadiera y ocupara Iraq con falsos pretextos, continuó tildando a los iraquíes de moderados y extremistas dependiendo de si apoyaban o no sus iniciativas y objetivos.

Lo mismo puede aplicarse a Rusia y a otras potencias regionales o imperiales. En Moscú definen al régimen sirio como moderado a pesar de las brutales políticas de su gobierno.

Por otra parte, el movimiento de oposición, según Rusia, encaja en el extremo «extremista» del espectro simplemente por no estar en consonancia con la política exterior del Kremlin. Todo esto es tan falso como engañoso.

Colocar en el mismo cesto a diferentes pueblos y grupos considerándolos «extremistas» sin tener en cuenta sus ideas o religión es un error y es contraproducente.

En aras a la brevedad, permítanme tan sólo decir que, más allá del ámbito de los constructos imperiales y del «control del lenguaje», tanto el extremismo como la moderación sólo pueden definirse en función de cómo el imperativo moral se halla o se pierde en la utilización de los medios y la consecución de los fines. O, más exactamente, en qué medida el «fin justifica los medios» sin tener en cuenta su inmoralidad o crueldad.

Volviendo a Trump y al-Baghdadi

Trump, en palabras de The New York Times , es un «mentiroso grandilocuente y sombrío» que está endureciendo la imagen del partido republicano «como símbolo de intolerancia y división».

El llamamiento de Trump a que se prohíba la entrada en EEUU de los musulmanes, supuestamente para mantener la seguridad, o su desprecio hacia los latinos, con el pretexto de proteger a los trabajadores «estadounidenses», son un buen ejemplo de ello. Incluso ha acusado a México de estar enviando a violadores y traficantes de droga a EEUU.

Dos expresidentes mexicanos, que no son precisamente conocidos por su precipitación, han comparado a Trump con Hitler.

De momento, la retórica racista y extremista de Trump le está permitiendo triunfar al conseguir el apoyo para la presidencia de enfadados estadounidenses blancos.

A primera vista, ese extremismo podría interpretarse nada más que como una campaña táctica para eclipsar a sus oponentes, que han estado repitiendo los mismos viejos eslóganes y agotados clichés.

Como he escrito con anterioridad, el peligro de Trump no radica en su extremismo político o ideológico sino en su vulgar populismo. Pero, mientras tanto, está radicalizando más y más a la derecha estadounidense.

No obstante, la retórica de Trump no está a la altura de las acciones de al-Baghdadi. Este ha establecido una «férula» totalitaria que reprime constantemente a los no musulmanes y esclaviza a yasidíes y otras minorías en nombre de un califato.

La precedencia Bush-Bin Laden

Cuando pienso en esos dos provocadores que acaparan las noticias mundiales y en lo que pueden llegar a convertirse, me vienen a la mente George W. Bush y Osama bin Laden.

Recuerdo cómo llevaron al mundo al borde del abismo mediante el terror, etiquetándose el uno al otro de «mal», cada uno proclamando «soy más santo que tú».

Lograron mayor legitimidad y apoyos a base de alimentar el odio y la provocación entre ellos.

Cada parte parecía justificar a la otra, hundir al imperio del mal justificaba utilizar cualquier medio, incluyendo los horrendos ataques del 11-S, al igual que para derrotar a al-Qaida valía cualquier procedimiento, incluyendo la guerra y la ocupación, además de la tortura.

Trump no ha sido aún nominado y mucho menos elegido. Pero sus provocaciones están ya alimentando la propaganda conspiratoria del EI, al igual que las acciones de este están empujando a más estadounidenses a los brazos de Trump.

Queda por ver si un «presidente Trump», en caso de alcanzar el puesto, sería de hecho tan temerario como Bush.

Enfrentando el extremismo

No hay duda de que las injusticias importan, sobre todo a los más afectados. Pero no deberían utilizarse como estratagema para soliviantar las almas y provocar más extremismo.

El extremismo puede tener diferentes raíces e ideologías; puede endurecerse en aras a la autodefensa o supervivencia y puede causar daños leves o devastadores pero, en general, los antecedentes muestran que el extremismo de una de las partes no es el remedio para el extremismo de la otra.

Bien al contrario, provoca más de lo mismo: violencia y guerra. E incluso si da lugar a ganancias a corto plazo, las consecuencias a largo plazo de ese extremismo en la propia causa por que proclaman estar combatiendo son por lo general catastróficos.

Por todas estas razones es hora ya de los verdaderos moderados de todas las partes; de quienes creen que los medios no son menos importantes que los fines; de los que actúan impulsados por imperativos morales -no por intolerancia religiosa o codicia política y geopolítica- y se unen contra el inmoral extremismo que ha alimentado el actual ciclo de odio y violencia.

 

Marwan Bishara es analista político de Al Jazeera. Anteriormente fue profesor de la Relaciones Internacionales de la Universidad Americana de París. Es un autor que escribe extensamente sobre política global y es ampliamente considerado como una autoridad líder en Oriente Medio y en asuntos internacionales.

 

Fuente:

http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2016/03/trump-baghdadi-isis-elections-160303091903157.html  

 

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la misma.