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Un día de playa

Fuentes: The Guardian

Traducido por J.M.

Sol, mar y apuesta de riesgo: mujeres israelíes y palestinas se arriesgaron a ser encarceladas por un día de playa, desafiando las duras leyes israelíes que restringen el movimiento de los palestinos.

El día comienza muy temprano en un puesto de control en algún lugar de la rugiente carretera de Jerusalén. El estado de ánimo de las 15 mujeres israelíes es un poco tenso, y no en vano, ya que se aprestan a quebrar una dura ley tabú del país. Su plan es entrar en la ocupada Cisjordania, recoger a mujeres y niños palestinos para un día de excursión en Tel Aviv. Este es la segunda vez que la realizan, ya que otro grupo lo hizo hace un mes, con la esperanza de hacer de esta acción una costumbre, con el objetivo de crear conciencia sobre las leyes impuestas para regular la movilidad de los palestinos, en contraposición al temor que sienten los israelíes que circulan por los territorios ocupados de Cisjordania.

Riki, telavivense de 63 años, que, como otras mujeres no quieren revelar su apellido, se tomó parte de su tiempo para ocuparse de estas excursiones. «Me resistía a quebrar las leyes, pero luego me di cuenta que la acción civil es la única forma de avanzar y que violar una ley ilegal es un acto que se convierte en legal.»

Estas mujeres condujeron sus autos en una caravana y pasaron por un puesto de control utilizado por los colonos y se adentraron en varios pueblos de los alrededores de Jebrón. Docenas de mujeres las esperaron y cada conductora israelí ubica a los pasajeros. Dos de ellas suben al vehículo, se despojan de los pañuelos que cubren sus cabezas y cuellos y del largo abrigo que les llega casi hasta el suelo, y se quedan en sus estrechos jeans y cabellos largos, luciendo un estilo que les permita pasar por el único puesto de control destinado a los colonos y, por ende, menos exigente en el control. «Tengo miedo de los soldados», dijo Sara nerviosamente, de 21 años. Pero tanto ella como Sahar, de 19 años, se relajaron cuando el vehículo deja atrás el retén militar. Sacan CDs de sus bolsos y prontamente escuchan bien alto los debkas árabes, mientras el automóvil toma la carretera principal hacia Tel Aviv. «Es como que nos apropiamos de las herramientas de la ocupación», dice Irit, una de las conductoras. «No se les habría ocurrido a los soldados apostados en los puestos de control, que mujeres israelíes podrían hacer algo así».

Acercándose a Tel Aviv, los pasajeros palestinos observan silenciosamente los altos edificios y los cafés con sus mesas en las calles, y quedan abstraídas por los ruidos de las motos y ciclomotores que circulan velozmente por la ciudad. «Me gustaría montar en una como esa», dice Sara, señalando a una mujer que viste pantalones cortos, encaramada en el asiento de atrás de una moto. Pero todas las mujeres palestinas tienen un pedido: llegar al mar. Para muchas ellas, es la primera vez que llegan a la costa, aunque viven a pocos kilómetros de distancia.

Los pasajeros se unen a otro cargamento y se dirigen a la costanera de Jaffa, la ciudad donde habitan árabes israelíes y que está al fondo de Tel Aviv, donde las mujeres palestinas se apresuran para contemplar las olas que chocan contra las rocas brillantes. «Es mucho más hermoso de lo que pensé», dice Naual, mientras mira a su eufórica hija de 7 años, que salta retrocediendo para que las olas no la salpiquen. «Mucho más de cómo se muestra en la televisión, los colores son aún más maravillosos».

Fátima, de 24 años, contempla el horizonte. «No sabía que el ruido del mar es tan relajante», dice. Sara pide un trozo de papel rápidamente lo convierte en un botecito donde escribe su nombre e intenta que navegue aguas afuera. «Así me recordará», dice. El grupo se congrega en un restaurante de Jaffa, en unas 45 personas, incluyendo 7 niños. Es un alegre grupo que ocupa dos mesas largas. De lejos se ven como cualquier otro grupo que se reúne en un restaurante, donde las mujeres conversan sobre sus niños, sobrepesos y salud.

Lejos está de ser la región de un grupo común. Los palestinos necesitan de u permiso especial para entrar en Israel y la pena por el incumplimiento puede ser la prisión. Es también contra una ley para los israelíes que «contrabandean» palestinos dentro de la línea verde sin un premiso. Hace pocos meses, la periodista israelí Ilana Hammerman hizo un relato en el periódico Haartez sobre su día de excursión en Tel Aviv con palestinos de Cisjordania. Eso provocó una investigación judicial penal en su contra por violar la ley israelí sobre la entrada y circulación de palestinos. Pero, al mismo tiempo, inspiró a un grupo de mujeres para hacer la misma excursión para luego divulgar esta acción en el periódico. Desde ese momento, cientos de firmantes se adhirieron para apoyar la iniciativa, además de que muchas mujeres, de ambos lados, decididas a desafiar la ley.

Restricciones

Antes de 1991, los palestinos de Gaza y Cisjordania, se podían mover libremente, y las restricciones para entrar en Israel eran la excepción. Luego Israel comenzó un régimen de permisos extendidos por la administración civil israelí, instalada por un decreto militar para operar en Cisjordania. Este sistema de permisos no fue impuesto seriamente hasta mediados de la década del 90, en respuesta a una oleada de ataques terroristas dentro de Israel. Desde entonces, Israel introdujo en forma creciente un criterio de restricciones para obtener un permiso y construyó barreras físicas -como por ejemplo el muro de separación-, que efectivizó aún más el régimen de restricciones.

La concesión de permisos para los palestinos de Cisjordania incluye las cuotas de los permisos laborales -los trabajadores deben ser mayores de 35 años y estar casados-, los permisos para los enfermos con necesidades de atención sanitaria, para los estudiantes, incluso bajo circunstancias restrictivas; por asuntos religiosos de personas ancianas, tales como rezar ó visitar familiares durante festividades de ese carácter. También se concede para algunos comerciantes y personalidades importantes.

El centro legal para la libertad de movimiento, Gisha, estima que el 1% de los palestinos, reciben permisos para entrar en Israel, mientras que 24 000 palestinos de la Cisjordania tienen permisos para trabajar. Para los palestinos de Gaza, entrar a Israel es excepcional y generalmente por razones humanitarias ó de salud.

http://www.guardian.co.uk/world/2010/sep/16/palestinian-women-smuggled-israeli-beaches