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Cuando se manifiesta el otro Egipto

Un día tranquilo en Matariya

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García

Viernes, 30 de enero. Estamos en Matariya, al noreste de El Cairo. Un barrio popular, pobre pero no miserable. Un minibús y una «tok-tok» -esas motos que llevan gente- se detienen; unos pasajeros bajan y otros suben sin que se respete ni una sola regla del código de circulación. Hoy es feriado. A mediodía, como en todo Egipto, una gran parte de la población acude a la mezquita para la oración comunitaria. El tiempo es bueno, ventoso y fresco. A ambos lados de la ancha avenida llamada Hourriya (libertad) se alzan pequeños edificios de dos o tres plantas. Un laberinto de calles de dos o tres metros de ancho y sin pavimentar permite penetrar en el corazón del barrio. En la plaza central, alrededor de la mezquita principal, unos vehículos blindados con sus policías; un oficial y un civil se pasean con un arma bastante peculiar, su caja de casi un metro de largo recuerda algún mal western. Pero esta es capaz de disparar balas reales. Los que andan por ahí parecen ignorar la presencia de las fuerzas del orden.1 

Aquí, como en todas partes, no faltan las pequeñas mezquitas. Delante de una de ellas, en una esquina de la avenida, los fieles escuchan el sermón del imam (ahora, estrictamente controlado) y terminan su plegaria, algunos de ellos en la calle, de rodillas sobre un periódico o una alfombrilla. Acabada la plegaria, casi inmediatamente, mientras los fieles se marchan, surgen unos gritos y se forma un grupo de unas 200 ó 300 personas. Sus integrantes, sobre todo jóvenes, expresan determinación y alegría por poder expresarse. Un grupo de mujeres, jóvenes también, gritan eslóganes y animan a sus compañeros. Algunos hacen la «R4bia» («cuatro»), la señal de reunión de los Hermanos Musulmanes, hay uno que lleva un retrato de Mohammed Morsi, el presidente destituido. Sin embargo, la atmósfera bonancible no debe ilusionar a nadie. Aquí, todo el mundo sabe que la policía puede disparar en cualquier momento, y a matar; que la bala de un francotirador puede fulminar a cualquiera; que un policía de paisano puede desenfundar su arma y abatir a un manifestante sin que medie proceso alguno. Los recuerdos de la semana pasada estremecen todavía la memoria de todo el mundo.

El 25 y 26 de abril, cuarto aniversario de la revolución, el barrio vivió una especie de intifada que se le fue de las manos a las fuerzas del orden. Estas trataron de perseguir y detener manifestantes, pero se encontraron acorraladas en la maraña de callejuelas. Fueron necesarios 48 horas y unos 15 muertos para recuperar el «orden». Una furgoneta Chevrolet con muchos impactos de bala sigue todavía en la plaza. Como es habitual, los medios privados y oficiales acusaron a los Hermanos de haber disparado a la policía y afirmado que la población local se había opuesto a los manifestantes. Es necesario leer en la web los periódicos en inglés para tener un punto de vista diferente2. En realidad, puedo constatarlo hoy mismo: la actitud de la población fluctúa entre la simpatía, el aplauso y la indiferencia. No se oye ningún comentario favorable al régimen. No se siente la presencia de los moukhabarat, la temible policía secreta, como si el poder hubiese renunciado a un control total de esta parte insumisa del territorio. Lo crucial para el poder es lo que pasa en el centro de la ciudad, bajo la mirada de los medios internacionales.

Justamente, es en el centro mismo de El Cairo donde la militante Shayma Al-Sabbagh fue asesinada a sangre fría por un oficial de policía. Esta muerte ha sido filmada y la mirada luminosa de la víctima ha dado la vuelta al mundo. A esto se debe, sin duda, que la manifestación de homenaje a Shayma, aunque prohibida, ha sido tolerada3. Una de las manifestantes informa de que un oficial de policía la abordó y le dijo: «No os mataremos». Incluso el director del diario gubernamental Al-Ahram ha cedido escribiendo una larga nota en la que lamenta la muerte de Shayma. Por el contrario, los 15 muertos de Matariya -22, según los vecinos del barrio- no tienen rostro. Son pobres y -circunstancia agravante- ¡quizá sean islamistas!

Los sangrientos acontecimientos de la semana anterior no parece que impresionen ni a los jóvenes ni las jóvenes (todas con su correspondiente velo, por supuesto, aunque, igualmente valerosas). Los eslóganes, con una inventiva que recuerda la de la revolución de enero-febrero de 2011, se gritan al ritmo marcado por las palmas. Las consignas confirman la presencia de los Hermanos Musulmanes; otras, más bien recuerdan las movilizaciones de los Ultras, esos grupos de aficionados que siguen a los equipos de fútbol, que continúan desempeñando un papel activo en la impugnación del régimen militar. Aquí, todo el mundo está unido por un odio marcado en el cuerpo, a menudo fruto de las torturas sufridas en las comisarías de policía o en las unidades militares. Este odio fue una de las motivaciones de enero y febrero de 2011.

El eslogan «La policía y el ejército, una sola mano… sucia» parodia al del régimen: «Policía, ejército, pueblo; una sola mano». La traducción no hace justicia al humor contenido en estas palabras cuando se dicen en el árabe hablado en Egipto. Una de las consignas cantadas se refiere al hecho de que un 50 por ciento del bachillerato es suficiente para entrar en la universidad de la policía mientras que en las otras es necesario acreditar el 80-100 por ciento. En un sistema corrupto, ¡los «pachas» (oficiales) acceden así a la educación y los diplomas! Otro eslogan hace referencia a los «cuervos se han instalado en nuestra casa». «Oficial, ¿por que has matado a mi hermana?», pregunta un tercer eslogan.

Después de unos 20 minutos, se empiezan a ver los vehículos blindados de las fuerzas del orden. Sin muestras de pánico, la marcha se repliega hacia las calles cercanas sin dejar de cantar. Una joven mujer, vestida de anaranjado, toma fotografías. Se oyen también eslóganes de contenido religioso: «Una nación cuyo símbolo es el Profeta jamás se arrodillará». La policía no se arriesga a perseguirla y, finalmente, tanto aquí como en otras manifestaciones que atraviesan el barrio, todo terminará tranquilamente. ¿Hasta cuándo?

 

Notas:

1. Sobre la situación en Egipto después del golpe de estado militar, léase nota del autor (http://www.monde-diplomatique.fr/mav/135/GRESH/50455)

2. Adham Youssef, » The Republic of Matariya «, en Daily News Egypt, 26 de enero.

3. Manifestación de mujeres por la muerte de una activista en el centro de El Cairo acaba pacíficamente , en Madamasr, 29 de enero.

 

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2015-01-31-Jour-tranquille-a-Matariya