Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Un primer paso, pero Israel y EEUU se interponen en el camino
Noura Erekat
Un gobierno de unidad Fatah-Hamas es un necesario primer paso hacia una solución viable porque dota a los palestinos de mayor fortaleza a la hora de negociar con Israel. Pero los continuos obstáculos lo hacen insuficiente para la consecución de ese objetivo.
Desde la victoria electoral de Hamas en 2006, Fatah ha gastado inmensos recursos financieros y diplomáticos en derrotar a Hamas a costa de dejar de combatir el régimen de apartheid de Israel y su ocupación militar. Aunque Hamas ha actuado de forma parecida respecto a los miembros de Fatah y suprimido sus protestas en la Franja de Gaza, la magnitud de sus ataques palidece en comparación con los de su rival.
El control por Fatah de la Autoridad Palestina y su mantenimiento de relaciones diplomáticas le han permitido adoptar decisiones en nombre del pueblo palestino ante otros estados y entidades multilaterales. Ha utilizado su relativo poder para debilitar considerablemente la legitimidad y posición de Hamas. Los palestinos son quienes más han sufrido como consecuencia de este conflicto interno.
Los esfuerzos previos de reconciliación se desvanecieron rápidamente debido a las intervenciones externas, sobre todo por parte de EEUU e Israel.
Esta ronda puede ser diferente porque ambas facciones palestinas presentan vulnerabilidades políticas duraderas. La represión de los Hermanos Musulmanes en Egipto ha debilitado a Hamas, mientras que el fracaso de la última ronda de conversaciones de paz ha incapacitado a Fatah, que se lo había jugado todo a una sola carta. Fatah accedió también recientemente a quince acuerdos internacionales a pesar de la oposición estadunidense, exponiendo su protesta ante las fallidas negociaciones.
Sin embargo, es poco probable que el acuerdo de unidad señale una nueva página en el curso de la historia nacional palestina porque la economía de Cisjordania, con un sector público inflado y altas tasas de deuda, depende de la ayuda de los donantes para sobrevivir; una ayuda sobre la que EEUU ejerce una influencia considerable. Un gobierno de unidad eficaz debe estar preparado para encontrar nuevas fuentes de financiación si fuera necesario, y nuevas alianzas diplomáticas para llenar el papel que EEUU ha llenado y monopolizado históricamente. Puede que tan radicales cambios sean improbables pero no son imposibles.
Mientras tanto, el movimiento por el boicot, la desinversión y las sanciones para derrotar la intransigencia del gobierno israelí sigue siendo tan importante y necesario como siempre. Va a crecer una generación más joven de activistas de la sociedad civil que conseguirá avanzar donde la Autoridad Palestina, Hamas y los gobiernos de todo el mundo han fracasado. Sin embargo, no hay alternativa a la reconciliación nacional, porque el movimiento global sólo puede hacer progresar pero no suplantar el proceso político.
Sólo la solución de un único Estado traerá la paz
Ali Abunimah
Volvamos a lo esencial: El pueblo palestino vive bajo ocupación y asedio en la Franja de Gaza y en Cisjordania, como ciudadanos de segunda clase en el Israel actual y como refugiados, como consecuencia de la colonización sionista de la Palestina histórica que empezó hace más de un siglo y continúa hoy en día.
Los esfuerzos por «resolver» la situación creando estados separados, étnicamente homogéneos para la sociedad colonizadora, por un lado, y para las víctimas de la colonización, por otro -siguiendo las líneas del sistema sudafricano de bantustanes-, han fracasado.
La vía que queda para una paz justa sería un acuerdo histórico que desmantelara esta realidad colonial; transformando a los judíos israelíes de una sociedad militar de asentamientos coloniales, y a los palestinos de un pueblo sometido, en ciudadanos de un estado común comprometido con la protección de los derechos de todos. Va a necesitarse de un trabajo concienzudo que cambie las enormes desigualdades que son consecuencia de la intencionada desposesión de los palestinos.
Al igual que en Sudáfrica y en Irlanda del Norte, donde se han alcanzado acuerdos históricos con líneas parecidas, tal acuerdo requeriría de un liderazgo palestino legítimo de amplia base y de un liderazgo israelí que reconozca que la forma de apartheid étnico-religioso de Israel debe acabar.
Sin embargo, durante muchos años, Israel y Estados Unidos han hecho cuanto han podido para desbaratar el surgimiento o reconocimiento de líderes palestinos representativos: la Autoridad Palestina funciona como un esbirro nativo en representación de la ocupación de Israel. Hamas, aunque actualmente está observando el alto el fuego negociado con Israel en noviembre de 2012, sigue comprometido con ejercer el derecho de los palestinos a la resistencia y autodefensa.
Esta contradicción no puede resolverse a través del acuerdo que acaba de firmarse en Gaza. Ni Israel ni los EEUU van a permitir que la Autoridad Palestina, debilitada y dependiente de la ayuda, lo ponga en marcha.
Un paso importante para una paz justa sería que EEUU dejara de interferir en la política palestina y en cambio utilizara su influencia para presionar a Israel a que abandone su compromiso con la segregación étnico-religiosa.
Aunque no es probable que suceda pronto, los palestinos continuarán buscando otras vías para defender sus derechos internacionalmente reconocidos, que incluyen su estrategia pacífica mediante el movimiento por el boicot, la desinversión y las sanciones.
[Estos dos artículos de opinión se publicaron por vez primera en The New York Times.]
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/17455/jadaliya-co-editor-noura-erakat-and-ali-abunimah-w