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Un Napoleón, Made in Israel

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis

Fue un Napoleón israelí.

Desde su juventud más temprana, estuvo totalmente convencido de que era la única persona en el mundo que podía salvar el Estado de Israel. Esta era una certeza absoluta, desprovista de duda alguna. Él solo sabía que debía alcanzar el poder supremo, para cumplir la misión que el destino le había confiado.

Esta creencia le lleva a una completa integración del egocentrismo personal y el egocentrismo nacional. Para una persona que cree en semejante misión no hay diferencia entre el interés personal y el interés nacional. Lo que es bueno para él automáticamente se convierte en bueno para la nación, y viceversa. Esto significa que cualquiera que le impida alcanzar el poder está realmente cometiendo un crimen contra el estado. Y quien quiera que le ayude a llegar al poder, está ciertamente realizando un hecho patriótico.

Esta creencia ha dirigido todas sus acciones durante décadas. Ello explica la empecinada determinación, la tenacidad, la inflexible perseverancia que se han convertido en su marca registrada y que le han servido para ganarse el alias de » el buldozer». Ello ha atraído a admiradores, que se rinden completamente a su influencia.

También explica su actitud en asuntos de dinero. Se ha dicho que él «no se detiene en un semáforo en rojo», que «las leyes no son para él». Más de una vez ha sido acusado de aceptar los millones procedentes de judíos ricos del extranjero. El día antes de su fatal ataque al corazón, salió a la luz que la policía lo había acusado formalmente de recibir un soborno de tres millones de dólares del dueño de un casino. (Es bastante posible que esto le hiciera subir la presión de la sangre y que ayudara a causar el ataque masivo.) Pero no todos estos millonarios esperaban un reintegro. Algunos de ellos creyeron, como lo creía él mismo, que apoyándolo, estaban apoyando realmente al Estado de Israel. ¿Puede haber un deber más sagrado que asegurar la aportación de unos ingresos al Napoleón israelí, para que él pueda consagrar toda su energía al cumplimiento de su histórica misión?

En su largo viaje, Sharon superó fácilmente tales obstáculos. Estos no le desviaron de su rumbo. Las tragedias personales y las derrotas políticas no lo contuvieron ni por un momento. Los accidentes en los que su primera esposa y su hijo mayor, su cese en el cargo después de ser declarado culpable por una comisión investigadora de «responsabilidad indirecta» por las masacres de Sabra y Shatila, así como muchos otros reveses, fracasos y desilusiones que le golpearon a lo largo de los años no lo detuvieron. No lo desviaron ni un momento de su esfuerzo por lograr el poder supremo.

Y ahora todo iba a hacerse realidad. El miércoles, 4 de enero de 2006, podía estar seguro que en tres meses se convertiría en el único líder de Israel. Había creado un partido que le pertenecía solo a él y eso no sólo era un camino para ocupar una posición central en la próxima Knesset, sino también para dividir todos los otros partidos en pedazos.

Estaba determinado a usar este poder para cambiar totalmente el paisaje político de Israel e introducir un sistema presidencial que le habría dado una posición todopoderosa, como la disfrutada, en su apogeo, por Juan Perón en Argentina. Entonces, por fin, podría ser capaz de llevar a cabo su misión histórica de establecer la senda por la que Israel marcharía durante generaciones, como David Ben-Gurion había hecho antes que él.

Y entonces, justo cuando parecía que nada podía detenerlo, con rapidez cruel, su propio cuerpo lo traicionó.

Lo que le ha sucedido se le parece a un motivo central del mito judío: el destino de Moisés a quien Dios castigó por su orgullo, permitiéndole vislumbrar desde lejos la Tierra Prometida, pero haciéndole morir antes de que pudiera poner su pie en ella. En el umbral del poder absoluto, un ataque fulminante ha golpeado a Ariel Sharon.

Mientras todavía estaba luchando por su vida en hospital, el mito del » Legado de Sharon» ya se estaba empezando a formar.

Como ha pasado con muchos líderes que no dejaron un testamento escrito, cada individuo es libre de imaginar a un Sharon propio. Izquierdistas que sólo ayer habían maldecido a Sharon como el asesino de Kibieh, el carnicero de Sabra y Shatila y el hombre responsable del pillaje y el asesinato en los Territorios Palestinos Ocupados, empezaban a admirarlo como el » Hombre de la Paz». Colonos que lo habían condenado como un traidor recordaron que fue él quién había creado los asentamientos y los había seguido agrandando hasta el momento.

Sólo ayer él era una de las personas más odiadas en Israel y en el mundo. Hoy, después de la evacuación de Gush Katif, se ha vuelto en el querido del público, de forma casi mayoritaria de derecha a izquierda. Los líderes de las naciones lo coronaron como el «gran guerrero que se ha convertido en un héroe de la paz.»

Todos estamos de acuerdo en que Sharon ha cambiado completamente, que ha ido de un extremo al otro, el etíope proverbial que ha cambiado su piel, el leopardo que ha cambiado sus manchas.

Todos estos análisis tienen sólo una cosa en común: no tienen nada que ver con el Ariel Sharon real. Están basados en la ignorancia, la ilusión y la autodecepción.

Una mirada a su larga carrera (ayudada, puedo añadir, por un poco de conocimiento personal) muestra que él no ha cambiado en absoluto. Ha permanecido fiel a su enfoque fundamental y sólo adapta sus eslóganes a los tiempos cambiantes y a las circunstancias. Su plan director permanecía como estaba al principio.

Lo que subyace a su visión mundial es simple; un estilo de nacionalismo del siglo XIX que dice: nuestra pueblo está por encima de todos los demás, los otros pueblos son inferiores. Los derechos de nuestra nación son sagrados, las otras naciones no tienen ningún derecho en absoluto. Las reglas de la moralidad sólo se aplican a las relaciones dentro de la nación, no a las relaciones entre las naciones.

Él embebió esta convicción con la leche de su madre. Gobernó Kfar Malal, el pueblo cooperativo en el que nació, como gobernando todo el mundo al mismo tiempo. Entre los judíos en particular fue reforzado por los horrores del Holocausto. El eslogan «todo el mundo está contra nosotros» está profundamente anclado en la psique nacional, y se aplica sobre todo a los árabes.

En este fundamento moral surgió el objetivo: establecer un estado judío, tan grande como fuera posible, libre de los no-judíos. Eso podría llevar a la conclusión que la limpieza étnica, empezada por Ben-Gurion en 1948, cuando la mitad de los palestinos fueron privados de sus casas y tierras, debe completarse. La carrera de Sharon empezó poco después, cuando fue designado para dirigir el comando clandestino Unidad 101 cuya acciones asesinas más allá de las fronteras fueron diseñadas principalmente para impedirles a los refugiados que volvieran a sus pueblos.

Sin embargo, Sharon se convenció muy pronto de que una limpieza étnica al por mayor era imposible en un futuro previsible ( exceptuando algún hecho incluso sumado a condiciones cambiantes.)

A falta de esta opción, Sharon creyó que Israel debe anexionarse todas las áreas entre el Mediterráneo y el Jordán sin una población palestina densa. Ya hace décadas, él mismo preparó un mapa que mostró orgullosamente a personalidades locales y extranjeras para convertirlos a sus puntos de vista.

Según este mapa, Israel se anexionará las áreas a lo largo de la frontera anterior a 1967 así como el valle del Jordán, a «espaldas de la montaña» (una expresión particularmente estimada por Sharon). También se anexionará varias franjas en sentido este-oeste para conectar el Valle del Jordán con la Línea Verde. En estos territorios marcados para la anexión, Sharon creó una densa red de asentamientos. Éste ha sido su principal esfuerzo a lo largo de los últimos treinta años, desde todos sus diversos cargos – Ministro de Agricultura, Ministro de Industria y Comercio, Ministro de Defensa, Ministro de Vivienda, Ministro de Asuntos Exteriores, Ministro de Infraestructura, y primer ministro – y éste trabajo continúa en marcha en este momento.

Las áreas con una población palestina densa, Sharon pensó entregarlas a una autonomía palestina. Estaba determinado, sin pensarlo, a retirar de ellas todos los asentamientos allí establecidos. De éste modo, habrían venido a ser ocho o nueve enclaves palestinos, aislados unos de otros, cada uno de ellos rodeado por colonos e instalaciones del ejército israelí. No le importó si a esto lo llamarían un «Estado Palestino». Su uso reciente de este término es un ejemplo de su habilidad de adaptarse, exterior y verbalmente, a las situaciones cambiantes.

La Franja de Gaza es uno de éstos enclaves. Ésa es la importancia real de desmantelar los asentamientos y retirar al ejército israelí. Es la primera fase de la realización del mapa: esta área pequeña, con una densa población palestina de millón y cuarto, fue devuelta a los palestinos. Fuerzas israelíes terrestres, aéreas y navales rodean la franja casi completamente. La propia existencia de sus habitantes depende en todo momento de la misericordia de Israel que controla todas las entradas y salidas (excepto el paso de Rafah a Egipto, que es supervisado desde lejos por Israel.) Israel puede cortar el agua y el suministro de electricidad en el momento en que se ordene. Sharon pensó crear la misma situación en Hebrón, Ramallah, Nablus, Jenin y en las otras áreas.

¿Es este un » plan de paz?»

La paz se hace entre naciones que están de acuerdo en crear una situación donde todas ellas pueden vivir en libertad, bienestar, con respeto mutuo y creyendo que es buena para ellas. Esto no es lo que Sharon tenía en mente. Como hombre militar, él sabe sólo de treguas. Si la paz hubiera pasado ante él en una bandeja, no la habría reconocido.

Sabía perfectamente bien que, posiblemente, ningún líder palestino podría aceptar su mapa, ahora ni nunca. Es por lo que no trató de tener negociación política alguna con los palestinos. Su eslogan era » no tenemos ningún socio». Pensó llevar acabo todas las fases de su plan «unilateralmente», como hizo en Gaza – sin diálogo con los palestinos, sin considerar sus requisitos y aspiraciones, y, por supuesto, sin buscar su consentimiento.

Pero Sharon pensó hacer de hecho la paz; la paz con los Estados Unidos. Consideró el consentimiento estadounidense como esencial. Sabía que Washington no podía dar el consentimiento a todo su plan. Por lo que pensó obtener su aprobación fase por fase. Puesto que el presidente Bush se rindió completamente a él, y nadie sabe quién le sucederá, Sharon pensó completar la parte principal de su plan en los próximos dos o tres años, antes del final del mandato del presidente estadounidense. Ésa es una de las razones para su prisa. Tenía ahora que alcanzar el poder absoluto, inmediatamente. Sólo el ataque impidió esto.

La avidez con la que tantas buena personas buenas de la izquierda abrazaron el «Legado de Sharon» no muestra que se aferren a sus planes, sino su propio anhelo por la paz. Anhelan con todos su corazón un líder fuerte que tenga la voluntad y la habilidad de acabar con el conflicto.

La determinación con la que Sharon quitó a los colonos de Gush Katif llenó a estos izquierdistas de entusiasmo. ¿Quién habría creído que había un líder capaz de llevarla a cabo, sin guerra civil, sin derramamiento de sangre? ¿Y si esto ha pasado en la Franja de Gaza, por qué no puede pasar en Cisjordania?. Sharon sacará a los colonos y hará la paz. Todos esto, sin que la izquierda tuviera que mover un dedo. El salvador, como Deus, saltará ex machina. Como dice el proverbio hebreo, «el trabajo del virtuoso es hecho por otros», quiénes realmente pueden ser algo más que virtuoso.

Sharon se ha adaptado fácilmente a este anhelo del público. Él no ha cambiado su plan, pero le ha dado una nuevo barniz, en el espíritu de los tiempos. De hoy en adelante, él aparecía como «el Hombre de la Paz». Él nunca se cuidó de qué máscara era conveniente usar. Pero esta máscara refleja los deseos más profundos del pueblo israelí.

Desde este punto de vista, el imaginario «Legado de Sharon» puede jugar un papel positivo. Cuando él creó su nuevo partido, se llevó con él a mucha gente del Likud, aquellos que habían llegado a la conclusión de que la meta del «Todo Eretz Israel» se ha vuelto imposible de lograr. Muchos de éstos aun permanecerán en el partido Kadima después de que Sharon haya dejado la tribuna. Como resultado de un lento y continuado proceso subterráneo, la gente del Likud, también, está lista para aceptar la partición del país. Todo el sistema está entrando en la dirección de la paz.

El «Legado de Sharon», aun cuando imaginario, puede volverse una bendición, si Sharon aparece en él en su última encarnación: El Sharon desmantelador de asentamientos, el Sharon dispuesto a dejar partes de Eretz Israel, el Sharon que acepta un estado Palestino.

Verdaderamente, ésta no era la intención de Sharon. Pero, como el propio Sharon podría haber dicho: No son las intenciones las que importan, sino los resultados sobre el terreno.

7.1.06