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Entrevista a José Herrera Plaza, Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016)

«Un número indeterminado de palomareños pudieron respirar aerosoles de plutonio en al menos 7 ocasiones»

Fuentes: Rebelión

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en […]

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía «Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares». Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007). 

Seguimos en el capítulo VI, «El proyecto Indalo», en el asunto de las implicaciones bioéticas del proyecto, un anexo en las páginas 234-238 de su libro. Prosigo con lo que estábamos hablando. Las libertades civiles de nuestra democracia, afirmas en algún momento, no llegaron a Palomares hasta principios del siglo XXI. ¿Por qué?

JH.- La democracia no es únicamente poder votar cada 4 años en unas elecciones bipartidistas con unas listas cerradas. Cuando comenzamos a inicios del siglo con la documentación para el largometraje documental «Operación Flecha Rota» tuvimos en nuestras manos algunos trabajos científicos que contradecían de manera explícita la «historia oficial». Hasta el momento, quien había insinuado lo contrario había sido escrachado de enemigo de Palomares, alarmista, sensacionalista -el adjetivo populista no estaba aún de moda- incluidas amenazas físicas por algunos descontrolados locales. Aunque no nos hubiésemos callado, no teníamos ningún interés en ser un rompehielos, los primeros que revelan la verdad, porque son quienes más palos reciben y acumulan animadversiones y enemigos. Afortunadamente, a partir de 2003 hay un tímido reconocimiento del desastre que dejaron. En los años posteriores se genera una respuesta institucional para evaluar y solucionar un problema social, sanitario y medioambiental mantenido con la impostura y el silencio durante casi 4 décadas, que no olvidemos, fueron generados con los modos y maneras de la dictadura y mantenidos tras la Constitución de 1978 por demócratas reconvertidos a última hora. A partir de ese momento se restituye gran parte de la verdad y la dignidad de los vecinos. Entonces es cuando arriba a la zona la democracia de hecho.  

Vale la pena rendir un sentido homenaje a las personas que estuvieron, que estuvisteis a la altura de las circunstancias. Gracias por el ejemplo como diría Luis Cernuda. No sería fácil.

Tal como señalas, la valoración de los riesgos para la salud de las personas fue un estafa estadística con todas las de la ley falsaria

JH.- Especialmente cuando calculan la dosis por la vía más crítica, la respiratoria. Si lo hacen con medias anuales, las elevadas desviaciones típicas de los registros semanales son condicionantes en los riesgos de contaminación interna, pero a diferencia de otras magnitudes, no se tienen en cuenta los máximos, porque los mínimos en días de calma eólica son prácticamente 0. Respecto a la digestiva no parece haber trampa. El plutonio es muy insoluble y por lo tanto no entra de manera preocupante en los cultivos agrícolas, a diferencia del cesio 137, como ha sucedido en Chernóbil y Fukushima.

¿Cuáles fueron las principales resuspensiones que pusieron en peligro la vida de los vecinos del lugar?¿Cuándo se alcanzó la cifra mayor de concentración de Bq/m3? 

JH.- Hubo unas altas resuspensiones a mitad de la década de los 80 por las construcciones de unas balsas en zonas muy contaminadas, pero probablemente los máximos se registraron durante los años 67-70, pero no lo sabemos con seguridad, porque según fuentes del CIEMAT, los registros de los filtros de los muestreadores de aire de los primeros años fueron sustraídos de los archivos y no se disponen de ellos. Afortunadamente tenemos la ponencia que realizan Ramos e Iranzo en un simposio de 1968 en Interlaken (Suiza) con las lecturas de un año. Allí se muestran aerosoles con un máximo que multiplica por 10 veces el máximo permitido entonces, mucho más alto que el actual. Ello significa que entre junio de 1967 y mayo de 1968 un número indeterminado de palomareños pudieron respirar aerosoles de plutonio en al menos 7 ocasiones. Con una sola exposición es suficiente para contaminarse internamente sin posibilidad de revertir la situación, tal como sucedió en el día del accidente. Sin embargo, en las estadísticas esos picos son diluidos en las medias de la JEN y entonces las presentan ¡con unos niveles comparables a los de Madrid!. Con esto mostraron un gran desarrollo en la técnica que podríamos denominar «ingeniería estadística acomodaticia», muy en boga hoy día en cifras gubernamentales y algunos sondeos pre electorales.  

¿Existían otras alternativas? ¿Se podían haber hecho otras cosas? 

 JH.- No creo Salvador que en la dictadura algunos científicos del CIEMAT se pudieran rebelar y proclamar públicamente la verdad. Hubiesen sufrido serias represalias. Si ya en las primeras semanas Velarde o Noreña se contaminaron en Palomares por la prohibición de llevar máscaras antipolvo para no mostrar la realidad. Cuando cambia el régimen y llega la democracia seguro que también se reprimiría contundentemente a alguien con conciencia que se atreviera a destapar la verdad, porque las actitudes, maneras y modos sociales, por desgracia, mutan lentamente a base de generaciones y no de leyes. 

Desde un punto de vista ético, ¿qué opinión te merece la actuación del doctor Langham? 

 JH.- A nivel personal, Conchita Álvarez me habló que era un ser muy amable, hospitalario, generoso, que continuamente la invitaba en los descansos a sus reuniones familiares para que no se sintiera sola. Míster Plutonium era conocido, entre otras características, por sus magníficas relaciones con los altos cargos civiles y militares, es decir, aquellos que aprueban los considerables presupuestos de los laboratorios de investigación. Pero cuando estos lo llamaban, Langham no dudaba en obedecer y cumplir fielmente con su misión. El fin parecía siempre justificar los medios, fueran cuales fuesen. En el caso de Palomares, contribuyó siempre a minimizar lo sucedido y sus futuras consecuencias, el establecimiento de un laboratorio vivo y el ahorro de mucho esfuerzo, dinero y riesgos al ejército de su país. A esto se le llama por muchos ser un buen patriota.

 

En los descansos dominicales de Conchita Álvarez Ramis, cuando estaba aprendiendo los protocolos analíticos en el Laboratorio de Los Álamos, era invitada por el matrimonio Langham. En la foto los vemos en una excursión por los alrededores de Los Álamos, en la presa Abiquiu, julio de 1966. (Foto: C. Álvarez Ramis)

 

Escribes bien cuando escribes: «Es decir, en la zona de Palomares se dejó de manera voluntaria y consciente una contaminación de uranio, plutonio y americio que ha sometido a riesgo de manera negligente a la población, con especial incidencia en los trabajadores agrícolas». ¿Te ratificas en el diagnóstico? ¿Se puede hablar, como señalas, de 43 años de experimentación en humanos sin salvaguardas bioéticas?

JH.- Sí, las evidencias son irrefutables, pero para no polarizar todo el análisis en lo más negativo y execrable, recordemos también que el seguimiento radiológico de la población en el Proyecto Indalo sirvió para comprobar y vigilar las potenciales consecuencias en las personas de la contaminación que dejaron. Gracias a la dispersión generada por el viento y las riadas, fueron mucho más leves.  

¿Por qué se frotaban las manos los directivos de la AEC? ¿Cómo fueron capaces? 

JH.- Pues porque en esos ámbitos únicamente se valoran los fines, llamados por ellos objetivos, lo demás no les importa. En las relaciones internacionales sucede igual. Iban a tener un laboratorio con 1.200 seres humanos, ganado, cultivos, flora silvestre y lo más importante, una considerable cantidad de plutonio, uranio y americio diseminado por los campos, cuando se ignoraba en demasía el comportamiento de estas sustancias en el medio ambiente y los seres vivos; todo además a precio de saldo. 

La docilidad mostrada por el pueblo fue entonces fruto del engaño, un engaño en el que la JEN-Ciemat colaboró intensamente. 

JH.- Los dos primeros años no fue así. En el momento del accidente y semanas posteriores, la actitud del pueblo fue de colaboración total, pero con el transcurso de los días consiguieron desengañarse por distintos motivos. En la visita de Fraga en marzo ya habían conseguido generar la animadversión de una parte de los vecinos, por culpa tanto de España como de los EEUU. Los agravios comparativos en la valoración de los daños sufridos en función de las filias y fobias de las fuerzas vivas locales generó una silenciosa, amarga y duradera ruptura entre los palomareños. Con la detención y condena de la Duquesa en la manifestación del primer aniversario los vecinos, conscientes de su impotencia, claudicaron hasta el nuevo liderazgo de Antonia Flores 19 años más tarde. 

Vuelvo a citarte: «No es de extrañar que de los grandes libros históricos escritos sobre la historia nuclear de los centros de la JEN y el CIEMAT, no exista una sola palabra sobre el proyecto Indalo, independientemente de que sea uno de los más dilatados y costosos de la ciencia española, de su relevancia y sus indudables frutos». ¿Y cómo es eso posible en dos grandes libros históricos? 

JH.- Pues sencillamente Salvador, el Proyecto nació con vocación confidencial, con el nombre en clave Indalo, para no estar asociado al topónimo de Palomares. Durante años nada trascendió de él, hasta la demanda vecinal de recibir los resultados de los análisis cuando se iban a cumplir 20 años. Todavía hay zonas oscuras que se mantienen en secreto. Hace dos años realicé una petición sobre la financiación en los últimos 10 años de este proyecto, segregando la aportación española y la norteamericana. A pesar que se trata de nuestro dinero, del dinero de los ciudadanos pagado con nuestros impuestos, aún estoy esperando la respuesta. 

Esa historia oficial a la que haces referencia, ¿crees que ha sido totalmente refutada? ¿Nadie se la cree ya? 

JH.- El inventario radiológico hallado en el periodo 2003-08 lo contradice sin ambages, pero el querer quedar bien con los norteamericanos a costa del rigor histórico y la verdad, tan maltratada en Palomares las últimas décadas, por parte de algunos altos funcionarios públicos en los medios de comunicación, hace que pervivan las falacias y contradicciones, como si el plutonio y americio crecieran con el tiempo. 

¿Quieres añadir algo más sobre este punto?

JH.- Sí. Denunciar la total y absoluta impunidad institucional que ha reinado y desalentadoramente aún reina en este país, que propicia todo tipo de abuso a los ciudadanos. 

Pasamos si te parece al capítulo VII: «Resultas y reparaciones». 

JH.-De acuerdo, será un placer.

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