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Un plan miserable para Palestina

Fuentes: www.islamoriente.com

Estados Unidos, bajo mandato del lobby sionista y los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, se ha embarcado en dotar a Israel de un Plan destinado a obstaculizar el objetivo de concretar un Estado Palestino, con plena autodeterminación. Lo denomina «el Acuerdo del Siglo». Bajo ese rimbombante título, el yerno del presidente estadounidense Donald […]

Estados Unidos, bajo mandato del lobby sionista y los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense, se ha embarcado en dotar a Israel de un Plan destinado a obstaculizar el objetivo de concretar un Estado Palestino, con plena autodeterminación. Lo denomina «el Acuerdo del Siglo».

Bajo ese rimbombante título, el yerno del presidente estadounidense Donald Trump, el empresario inmobiliario Judío Jared Kushner, realizó, a mediados del mes de junio pasado, un viaje por Oriente Medio, en una labor de lobby y convencimiento respecto a llevar a buen puerto este acuerdo. Objetivo que se realiza a espaldas del pueblo palestino, con encuentros que significaron reuniones y complicidades, con lo más rancio y reaccionario de las Monarquías de Jordania, Arabia Saudita y Qatar. Al igual que con el régimen egipcio, para finalmente llegar a Israel y entrevistarse con la plana mayor política y militar de la entidad sionista.

La imposición con nombre de acuerdo

Kushner se reunió con el rey de Jordania, Abdalá II, quien en forma pública habló de la necesidad que Al Quds Este sea la capital de un futuro Estado palestino independiente. Abdalá II señaló a los enviados de Trump la necesidad de relanzar el proceso de paz entre palestinos e israelíes «en base a la solución de los dos Estados y las resoluciones internacionales relevantes». Pero este comunicado de la Monarquía Jordana choca con el verdadero sentido de la gira: obligar a los aliados de Estados Unidos en la zona a aceptar lo que determine Washington con el sionismo.

A esta gira, en apoyo de Kushner, se sumó el ex vicepresidente de Trump Organization, Jason Greenblatt, que actúa como representante de la administración de su amigo Trump para las negociaciones internacionales. Dupla que se une a la labor del Embajador Estadounidense en Israel, David Friedman, abogado especialista en bancarrotas e inversiones de las empresas de Trump, que además cumple la exigencia de ser un férreo defensor de los asentamientos judíos en territorio palestino y declarado opositor a la conformación de un Estado palestino en el marco del fracasado plan de los dos Estados. Un diplomático del ala más extremista del sionismo estadounidense que genera resquemores, incluso en el seno de la diplomacia de ese país. De hecho, cuando se anunció su nombramiento cinco ex embajadores estadounidenses destinados en Israel, enviaron una carta al Senado asegurando que Friedman no estaba cualificado para el cargo por sus posturas «extremas y radicales».

Washington aún no ha presentado formalmente su propuesta de paz para Palestina, pero ha trascendido que su objetivo estratégico pasa por consolidar los siguientes puntos. Primero, la transferencia a la administración de Palestina de unos 720 Kilómetros cuadrados – un territorio equivalente a dos franjas de Gaza – del Sinaí Egipcio que incluiría las ciudades de Al Arishb y Sheij Zuweid en un trueque que entregaría a su vez a Egipto una cesión similar de tierras de la Palestina Histórica – en el desierto del Negev. Idea que fue denunciada por el propio Egipto en diciembre del año 2017 negándose a tal posibilidad, pero que políticos israelíes han sacado a la luz e incluso develando, que el propio presidente egipcio Abdelfatah al Sisi sabe de este plan desde el año 2014.

Para las autoridades del país norafricano, la solución al problema palestino «no se puede hacer a expensas de Egipto». Pero, pocas semanas después de esta afirmación de Al Sisi y en la propia capital egipcia, la ministra israelí de Igualdad Social, Gila Gamliel, reveló el plan sionista: «Es apropiado considerar que partes de los países árabes, como la península del Sinaí, puedan llegar a ser considerados espacios para un futuro Estado palestino». Medios europeos señalaron en su momento – diciembre del año 2017 – que según el semanario egipcio Al Ahram Weekly, la idea de utilizar territorio egipcio, para asentar a los palestinos, surgió en el 2004, cuando la entonces consejera de seguridad nacional israelí, Giora Eiland, propuso un plan que suponía la retirada de Israel de Gaza el año siguiente – tal como se concretó el año 2005 – pero iniciando un bloqueo criminal, que se extiende hasta el día de hoy – y la posterior anexión de un parte del territorio del Sinaí a Gaza. A cambio, Egipto recibiría una porción de territorio en el desierto del Neguev, que es parte de la Palestina Histórica. Idea que vuelve a ser reflotada en estos días de gira de Jared Kushner y su mandato para llevar adelante el pomposo «Acuerdo del Siglo»

Según el diario catalán El periódico, Al Ahram Weekly daba cuenta también que la BBC de Inglaterra desclasificó una serie de documentos que mostraron que ya el año 1982 – a un año del asesinato del presidente Anwar el Sadat – el sucesor presidencial en Egipto, Hosni Mubarak aceptó una propuesta del gobierno estadounidense de Ronald Reagan de acoger a los palestinos, tras la invasión sionista a El Líbano. Mubarak señaló, frente a esta información, en noviembre del año 2017 que en realidad fue Netanyahu, el año 2010 quien le solicitó «repoblar de palestinos El Sinaí». Misma información entregada por Sputnik al señalar que la propuesta la formuló el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, durante una visita oficial de Mubarak a Estados Unidos en febrero de 1983, y poco después, durante el viaje de regreso a El Cairo, Mubarak hizo escala en Londres y reveló la propuesta a la primera ministra Margaret Thatcher. Advirtiendo que era una solución arriesgada para Oriente medio.

En todo estos dimes y diretes, Al Quds Este como capital de un hipotético Estado palestino desaparece de cualquier intento de negociación. Y, una eventual capital estaría radicada en Abu Dis, una aldea, que desde los Acuerdos de Oslo del año 1993 se ubica en la denominada Zona B, bajo el supuesto control administrativo de la Autoridad Nacional Palestina – ANP – y control militar del ejército invasor, que coordina sus acciones con esa autoridad. Sólo algunos de los sitios históricos y localidades aledañas serían parte de esta «peculiar capital» perdiendo aquellas zonas donde ya se han instalado 250 mil colonos judíos sionistas, considerados los más terroristas de los 650 mil que se han asentado en la ribera occidental. Ma´ale Adumin, Ramot Alon, Pisgat Ze’ev, Gilo, Neve Yaakov, Ramat Shlomo, East Talpiot, que son algunos de esos asentamientos, a pesar de que las Naciones Unidas, en su resolución N°2334 de diciembre del año 2018 indicó que estos sitios coloniales en Al Quds Este «no tienen validez legal y son una flagrante violación del derecho internacional».

Y como muestra de la judaización de la ciudad vieja jerosimilitana, donde habitan actualmente 40 mil palestinos y 3 mil ocupantes sionistas, esta pasaría a ser anexionada a Israel junto a los asentamientos judíos que la rodean. Así como también todo el Valle de al Aghwar – Valle del Jordán – que incluye el dominio del Mar Muerto y la rica zona agrícola cercana a la ciudad de Ariha (Jericó). La mezquita de Al-Aqsa quedaría bajo supervisión palestino-jordana, lo que implica igualmente, que toda la zona de la capital histórica palestina concretaría su proceso de judaización. Las competencias en materia de seguridad y fronteras exteriores seguirían en manos de los ocupantes. Nada se haría respecto a una eventual vuelta a las fronteras previas a la Guerra del año 1967 y menos aún la retirada de los colonos judíos sionistas que usurpan Palestina.

Se nos presenta entonces, el deseo y labor del sionismo de frustrar los anhelos y derechos del pueblo palestino, convirtiendo un sueño de autodeterminación en un aparente y liliputiense Estado independiente, al cual se le quiere silenciar, maniatar y seguir asesinando bajo la complicidad estadounidense. Un Estado palestino diminuto y sujeto a la bota del ocupante, sin resolver problemas de fondo tales como: el retorno de los refugiados, que serían absorbidos en los países donde actualmente se encuentran mayoritariamente (Jordania, El Líbano y Siria). Sin destruir el Muro de la Vergüenza que ha generado una tierra de bantustanes. Sin el retiro de los cientos de miles de colonos y soldados extremistas, de los asentamientos construidos precisamente para fortalecer una propuesta como la que pretende la alianza Estados Unidos e Israel.

Los criminales como juez y parte

La concepción del anunciado «Acuerdo del Siglo» que Estados Unidos prepara junto a su hijo putativo es, desde su concepción, la expresión del colonialismo en su versión más criminal. ¿Cómo va a ser racional que la resolución de un conflicto, atizado por Washington e Israel se deje en manos de esta alianza criminal, sobre todo cuando la entidad sionista ha demostrado que su único interés es expandir su presencia en los territorios ocupados, hasta hacer inviable la exigencia de su salida como también intensificar hasta la asfixia a la Franja de Gaza? No puede el zorro cuidar las gallinas, el ladrón ejercer de juez, no puede el criminal definir qué debe ser el cumplimiento de la legalidad internacional. No puede esta asociación creada para delinquir llamada sionismo e imperialismo definir el futuro del pueblo palestino.

La ocupación de la Ribera Occidental y el bloqueo contra la Franja de Gaza ha servido, para que la industria militar israelí aproveche su política colonial y así probar sus nuevos armamentos e invertir e innovar en tecnología militar para luego comercializarla en el mercado de la comunidad internacional. Esta información ha sido entregada por la ONG Hamushim, en un documento dado a conocer el pasado mes de junio y que da cuenta de cómo esa industria de armas ha usado como campo de pruebas cada pedazo de territorio palestino y últimamente la marcha del retorno impulsada por la sociedad gazetí para exigir su derecho al retorno, que tiene como respuesta balas, gases, muerte y destrucción.

El hablar de negociaciones, sin informar en forma transparente en qué está trabajando la alianza criminal entre Washington e Israel – sumando a sus socios incondicionales como la Casa al Saud y la Monarquía Jordana (sin participación alguna de Palestina) – es simplemente demorar la exigencia de poner término a la ocupación sionista, poner freno a los crímenes cometidos por el ejército invasor y los cientos de miles de colonos terroristas que se han instalado en suelo palestino. Esta demora es aprovechada por la clase política y militar terrorista israelí, para seguir expandiendo sus tentáculos, confiscando más tierras, destruyendo aldeas palestinas, generando un sistema de apartheid y un régimen de características nacional sionistas, que, si bien no asesina enfermos mentales ni gitanos, si lo hace con prisioneros políticos, luchadores y en general hombres y mujeres del pueblo palestino sometidos a este régimen brutal, colonialista y racista.

Un régimen que incluso arrasa con pueblos y aldeas con el fin de seguir expandiéndose. Así sucedió el pasado miércoles 4 de julio, con la habitual brutalidad del sionismo que destruyó la aldea de Jan al-Ahmar (en Cisjordania ocupada), en la cual este régimen tiene planeado construir 92 nuevos asentamientos. Los residentes de esta aldea beduina han resistido durante la última década a los intentos de desplazamiento forzoso. Su destrucción y la transferencia forzosa de sus habitantes ha sido condenada. «Seguir adelante con la demolición de Jan al-Ahmar, no es sólo extremadamente cruel, sino que también equivaldría a una transferencia forzosa, lo que es un crimen de guerra», destacó en un comunicado la vicedirectora de Amnistía Internacional (AI) para Oriente Medio y Norte de África, Magdalena Mughrabi.

Esas acciones, como también la judaización de Al Quds, la demolición de viviendas en las aldeas, pueblos y ciudades palestinas, el asesinato de decenas de palestinos en la Franja de Gaza, la destrucción de sus cultivos, la construcción y ampliación del Muro de la vergüenza muestran a la entidad israelí como lo que es: un régimen criminal. Una entidad que actúa con impunidad, soberbia y placer asesino, pues cuenta con el aval de Estados Unidos y el silencio de la Unión Europea, como también con la complicidad de la Liga Árabe. Un marco de protección vomitivo y condenable, que le permite seguir asesinando al pueblo palestino.

Netanyahu tiene la absoluta seguridad que su amigo y socio Donald Trump no se va a oponer en modo alguno a la política de expansión colonial israelí y que seguirá contando con vía libre como no lo ha tenido dirigente político alguno en la historia de la entidad sionista. Y así se lo ha hecho saber el propio yerno de Trump, quien transmite urbi et orbe que el llamado «Acuerdo del Siglo» es la mejor opción para Palestina. La maniobra política-diplomática es tan evidente como burda: mostrar a Washington e Israel haciendo denodados esfuerzos por alcanzar la paz y mostrando a Palestina negándose frente a esta idea. Washington e Israel como líderes en la búsqueda de paz para Oriente Medio y jubilosos aplausos por parte de los medios de información ligados al sionismo, que presentarán este «Acuerdo del Siglo» como una alternativa seria y justa. Y mostrando también, a todo aquel que se oponga como contrario a la paz. La dupla imperialista-sionista prepara así una campaña, frente a la lógica negativa palestina a ese «acuerdo del siglo» de desprestigio y caricaturización de esa negativa.

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha denunciado a través de su secretario general Saeb Erekat que «El acuerdo entre Trump y Netanyahu destruye el proyecto palestino y la solución de dos Estados, y pretende reemplazarlo por un Estado de dos sistemas concretando un sistema de apartheid». Además, aseguró el veterano dirigente palestino, las leyes aprobadas hace pocos días por el parlamento israelí para reducir los fondos de la Autoridad Nacional Palestina en proporción a lo que esta paga a los presos palestinos y sus familiares significará la destrucción de la ANP. Esto, porque deja aún más empequeñecido el aparente poder político y de negociación de la ANP y ensancha la separación entre Cisjordania y la Franja de Gaza, haciendo que la situación política sea insostenible.

Erekat cree, en el plano del pragmatismo político, que Israel debería transferir el poder relativo de la ANP a un Estado palestino, para que así el régimen sionista contraiga de una vez las responsabilidades que debe asumir un ente ocupante, en este caso de Cisjordania, Gaza y Al Quds este. Obligaciones de una potencia ocupante que viola, evidentemente, acuerdos internacionales como es el caso del IV Convenio de Ginebra que establece, expresamente, cuáles son esas obligaciones en el Título III del Estatuto y Trato de las personas protegidas, en su Sección I respecto a las Disposiciones comunes en los territorios ocupados: «Las personas protegidas tienen derecho, en todas las circunstancias, a que su persona, su honor, sus derechos familiares, sus convicciones y prácticas religiosas, sus hábitos y sus costumbres sean respetados. Siempre serán tratadas con humanidad y protegidas especialmente contra cualquier acto de violencia o de intimidación, contra los insultos y la curiosidad pública».

En su artículo 55 de la sección tercera de la mencionada convención de Ginebra se señala que «la potencia ocupante tiene el deber de garantizar el abastecimiento de víveres y medicinas para la población. Deberá importar los víveres, el material médico y cualquier artículo necesario si los recursos del territorio ocupado son insuficientes». En su artículo 56 de la misma sección se reafirma que «la potencia ocupante tiene el deber de asegurar y mantener, con la ayuda de las autoridades nacionales y locales, las instalaciones y servicios médicos y hospitalarios, así como la salud y la higiene públicas en los territorios ocupados». Por su parte, el Artículo N°59 da cuenta de los objetivos de respeto a los derechos humanos al sostener que «cuando la población de un territorio ocupado o una parte de este no se encuentra suficientemente abastecida, la potencia ocupante aceptará las acciones de socorro realizadas en favor de la población y las facilitará en la medida de sus posibilidades»

Ninguna de esas disposiciones del IV Convenio de Ginebra se han cumplido, ninguna del medio centenar de resoluciones emanadas del Consejo de Seguridad de la ONU y de su Asamblea General ha con seguido ser aplicada porque Israel goza de prebendas y protección como ningún otro en el mundo. Viola todas las disposiciones de respeto a los Derechos Humanos pueblo palestino, ocupa su tierra, demuele sus viviendas, construye muros que segregan, asesina a su población, sigue usurpando su territorio y sin embargo allí está, sin bloqueos, sin aplicar el capítulo VII de la Carta de la ONU y riéndose del mundo y de sus organizaciones. Por ello cualquier propuesta de paz, bajo la denominación de Acuerdo del Siglo o del Milenio es simplemente una burla, una broma macabra de mal gusto. Un juego político destinado al fracaso.

Las facciones palestinas, su pueblo, la sociedad palestina deben avanzar en la unidad de sus fuerzas para oponerse con fuerza a todo intento de dar legitimidad a este contubernio entre el imperialismo y el sionismo. La solución va más allá de lo declarado por la ANP respecto a plantearse el «redefinir sus relaciones de seguridad, económica y política con Israel». Nada, no se puede tener ninguna relación con el ocupante cuando este ha definido exterminar al pueblo palestino. No se puede trabajar con el asesino, con el criminal. La idea de la ANP es tardía pues esas coordinaciones han sido nefastas, y han generado más división y enfrentamiento del cual el único ganador es el sionismo.

Es tan escaso el poder de la ANP y en específico de su presidente Mahmud Abás, que ni siquiera su propuesta de entregar el 6.5% de Cisjordania a Israel fue tomada en cuenta. No le interesa al sionismo acceder a ese porcentaje cuando tiene 650 mil terroristas ocupando asentamientos en terrenos más amplios que ese 6.5 a lo que hay que sumar todas las tierras declaradas zonas de uso militar, parques naturales y todo lo que se le ocurre al régimen israelí. Lo más probable es que de los 5.655 kilómetros cuadrados que posee Cisjordania – que representa el 22% de lo que era la Palestina Histórica – sea reducida a la mitad – y quede con un territorio tan insignificante como rodeado de un muro de 700 kilómetros de largo, que serpentea por sus ciudades, pueblos y aldeas, atravesado por carreteras exclusivas para los colonos judíos sionistas. Con Al Quds Este ocupada definitivamente se concretará una Palestina, además, desmilitarizada, con absoluta desproporción respecto al poder militar sionista.

Cuando sea presentado formalmente, el llamado «Acuerdo del Siglo» mostrará, sencillamente, el contubernio criminal entre Washington e Israel. El sometimiento de los gobiernos árabes corruptos, el silencio cómplice de los organismos internacionales que seguirán la misma dinámica del imperialismo y el sionismo bajo la lógica de «acepten el apartheid que les ofrecemos y su vida será menos dura de lo que es ahora. No acepten esta imposición y los exterminaremos». Sólo la porfiada y digna resistencia palestina logra mantener en pie el derecho de su pueblo a existir. A no ser confinados en campos de concentración o exterminados bajo el nacional sionismo que se ha impuesto en Palestina a partir del año 1948 cuando Israel es creada como punta de lanza de los intereses occidentales en el Levante mediterráneo y que hoy sirve como una entidad destinada a provocar a la República islámica de Irán y servir a los intereses hegemónicos de su padre putativo respecto a la nación persa.

Para analistas como Alberto Cruz, las acciones emprendidas por el régimen israelí, bajo el patrocinio, aval y complicidad de Estados Unidos como fue el traslado de la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Al Quds «no ha sido otra cosa que un globo sonda lanzado por EE. UU.-Israel-Arabia Saudita – sostiene Cruz – para ver la reacción no sólo de los gobiernos árabes, sino de la calle. La constatación de que no ha habido la menor respuesta efectiva pese a la matanza realizada en Gaza coincidiendo con su traslado, más allá de los típicos y tópicos comunicados de condena, ha puesto de manifiesto que se está en el momento oportuno para lanzar la gran apuesta: un «plan de paz» para Palestina que allane el camino para la confrontación definitiva contra Irán. Porque no se puede arremeter contra el país persa dejando en la retaguardia un problema como el palestino»

Interesante análisis de Cruz que se reafirma a la hora de poner en la mesa del análisis, de la observación de los procesos políticos internacionales, el papel desestabilizador que juega Estados Unidos y el que hace jugar a sus hijos putativos como Israel y Arabia saudí. No puede entenderse la situación de Palestina sin asociarlo a la guerra de agresión contra Siria, Irak, Yemen, Libia. Como también el traer a colación la pugna de Washington contra la República Islámica de Irán y el someter a toda nación soberana a los dictados hegemónicos de occidente.

El enterrar el anhelo palestino por su autodeterminación es parte del plan maestro de la triada criminal conformada por el imperialismo, el sionismo y el wahabismo como ideologías al servicio del crimen, el expolio y la violación de los derechos humanos de millones de seres humanos. Respaldar la causa de Palestina es defender también la lucha por la dignidad de los seres humanos. Respaldar a Palestina es oponerse al Plan miserable que Washington y sus secuaces pretenden imponer como «Acuerdo del Siglo». No hay paz posible en Oriente Medio sin la eliminación del sionismo.

Pablo Jofré Leal, Periodista. Analista Internacional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.