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Un voto crítico a la CUP

Fuentes: Rebelión

Entre las diferentes candidaturas a que se presentan las elecciones catalanas, la CUP-AE es la más a la izquierda. Es una candidatura que no arrastra el estigma de haber participado en ningún gobierno y la que recogerá el voto radical y combativo de una parte importante de la juventud del país. Es por eso que […]

Entre las diferentes candidaturas a que se presentan las elecciones catalanas, la CUP-AE es la más a la izquierda. Es una candidatura que no arrastra el estigma de haber participado en ningún gobierno y la que recogerá el voto radical y combativo de una parte importante de la juventud del país. Es por eso que la gente de Corrent Roig, ante la necesidad de repudiar el españolismo reaccionario y de impedir la mayoría absoluta de Mas, llamamos a votar «contra los recortes y por la autodeterminación» y, en particular, por la CUP-AE, la candidatura de la izquierda independentista.

Un voto crítico a la CUP

Tenemos muchas reivindicaciones comunes con los compañeros y compañeras de la CUP y un largo recorrido para continuar luchando juntos (contra los recortes y en defensa de los servicios públicos, por la suspensión del pago de la Deuda pública a los banqueros, por el derecho a la autodeterminación, en defensa de la lengua, contra la opresión patriarcal …). Damos nuestro voto a la CUP, pero no queremos pasar por alto las importantes diferencias que nos separan.

Habrá compañeros y compañeras que piensen que exageramos la nota o le buscamos tres pies al gato. No es ésta nuestra intención. Por el contrario, si planteamos estos puntos es porque estamos convencidos que los problemas de programa y de estrategia acaban pasando facturas muy pesadas.

La CUP y la Unión Europea

Un primer aspecto que creemos capital clarificar es la actitud de la CUP hacia la Unión Europea. Después de todo, la soberanía catalana, la actual catástrofe social, el futuro de la clase trabajadora y el destino de Europa dependen de la salida de la crisis de la UE.

Antes que nada tenemos que decir que nos alegramos mucho cuando leímos en el programa de la CUP-AE que la candidatura «rechaza formar parte de la Unión Europea, el Euro, la OTAN y el Euroejército». Es importante este rechazo cuando Artur Mas no se ha cansado de repetir que su proyecto de Estado propio descansa sobre la permanencia en la UE y que sin ello no tiene sentido y habría que revisarlo. Es importante porque el Estado propio de Mas no es otra cosa que una falsa independencia, un cambio de amo, un pasar a recibir directamente las órdenes de Berlín y Bruselas. El proyecto de Mas sólo favorece a una pequeña minoría e implica dos cosas: una, que la soberanía catalana quedaría anulada, reducida a una caricatura grosera, y dos, que la espiral infernal de la actual catástrofe social continuaría sin freno.

El referéndum de Mas: «La única fracción de segundo en que coincidiremos»

El problema surge cuando se trata de concretar el programa. Nos estamos refiriendo a las declaraciones que David Fernández, cabeza de lista de la candidatura por Barcelona, hizo el 6/11 a la publicación El singulardigital.cat. Cuando el periodista le plantea: «Si la pregunta en el referéndum finalmente habla de Cataluña como nuevo Estado de la Unión Europea, apoyarían al Govern en la consulta?», responde: «De entrada, sí, votaríamos que sí, pero no con Mas, sino junto a nuestro pueblo».

Se podría pensar que estas declaraciones, contradictorias con el programa, responden a un lapsus del candidato, pero no parece éste el caso cuando han sido reiteradas sin ninguna rectificación pública. David Fernández dio la misma respuesta al diario Ara de 22/10 y la repitió cuatro días más tarde a la publicación electrónica sintesisianalisis. En los dos casos señaló que «será la única fracción de segundo en que coincidiremos con Mas». En realidad, la respuesta de David Fernández concreta de manera explícita lo que el diario de campaña de la CUP-AE deja más nebuloso: «No seremos un obstáculo para la convocatoria de una consulta o referéndum aunque no se haga en los términos de nuestro proyecto político, pero no daremos un cheque en blanco en forma de Sí incondicional».

David Fernández habla de una «fracción de segundo«, pero es justo la que marca la independencia política de una organización.

Entonces los activistas se podrán preguntar legítimamente cuál es la utilidad del programa si a la hora de la verdad, en nombre de una independencia formal, la CUP cede en lo fundamental y acaba cubriendo por la izquierda la falsa independencia de Artur Mas. En vez de votar Sí con Mas durante esa fatídica fracción de segundo ¿no se tendría que denunciar su referéndum como un fraude donde la única opción que se ofrece es continuar como ahora o convertirnos en una provincia de Berlín y Bruselas? ¿No se podría, por ejemplo, ir a una gran confrontación política y levantar un movimiento masivo y desde la base, con el sindicalismo combativo, los estudiantes, los movimientos sociales, los barrios y pueblos, para organizar una consulta alternativa donde el pueblo pudiera optar realmente entre las diferentes alternativas?

«Estaremos a favor del nuevo Estado, lo hemos pedido, pero como paso transitorio»

Pero el problema va más allá del referéndum. De hecho, David Fernández declaró a la publicación sintesisanalisis: «estaremos a favor del nuevo Estado, lo hemos pedido, pero como paso transitorio». Pero entonces ¿cómo encaja esto con el «rechazo a formar parte de la Unión Europea«?

De hecho, el propio enfrentamiento con la UE queda muy matizado. Hay un abismo entre el diagnóstico («una Europa de gángsters con corbata, profundamente antidemocrática», «una máquina de guerra neoliberal«) y la alternativa que plantea: no su destrucción, sino su reforma en un sentido democrático: «estamos por otra Unión Europea que traiga la democracia no sólo a los pueblos de Europa sino en todo el mundo» -entrevista de sintesisanalisis-.

Pero ésta es, en realidad, la postura tradicional de fuerzas como ICV o IU, que critican a la UE pero reconocen su legitimidad y llaman a una reforma imposible. Desde otro punto de vista, es también la posición de la izquierda abertzale, que reconoce a la UE y plantea el Estado vasco como parte integrante (también se ha negado a secundar el 14N, la primera huelga general con carácter europeo). Ahora bien ¿no han sido suficientes estos años para dejar en absoluta evidencia que la UE es un arma de guerra del capital imposible de reformar a nuestro favor y que tiene que ser destruida si queremos evitar la catástrofe y construir una Europa de los trabajadores y de los pueblos?

«Abogamos por permanecer dentro del euro, pero no a cualquier precio»

Pero la cosa no acaba aquí, porque al posicionamiento sobre la UE se añade otro, salido del mismo molde, sobre el Euro: «abogamos por permanecer dentro del euro, pero no a cualquier precio» (entrevista a sintesisanalisis). También en este caso estas declaraciones habrían podido venir de políticos como Joan Herrera o Cayo Lara, expertos en jugar con las palabras.

Pero el euro no es un instrumento neutro sino una pieza central de la hegemonía del capitalismo alemán y del sometimiento de la periferia europea. Para el capital financiero español y catalán, el euro es una condición necesaria para mantenerse como socios menores y continuar rapiñando. Para la clase trabajadora de la periferia, en cambio, la permanencia en el euro implica un retroceso social traumático de 50 años.

Por otro lado, ¿alguien piensa que es posible avanzar en una reivindicación esencial para parar los recortes, como es la suspensión del pago de la Deuda pública ilegítima a los banqueros, sin plantearse la ruptura con el euro y la UE? No hay tacticismo que valga. Se tiene que romper con el euro, y cuando antes lo hagamos, más sufrimientos ahorraremos.

La alianza con los pueblos del Estado español, la unidad de la clase trabajadora y la lucha por una Europa socialista

Por nuestra parte, pensamos que la ruptura con la UE es condición necesaria para la liberación social y nacional, pero no es condición suficiente. Y no lo es porque en este mundo globalizado y bajo el dominio imperialista, ni uno solo de nuestros grandes problemas tiene salida en el marco nacional, sino en el marco europeo (y mundial). Artur Mas, con su Estado propio de la UE, lo expresa desde el punto de vista de la burguesía y nosotros lo tenemos que hacer desde el punto de vista de la clase trabajadora: levantando la bandera de la destrucción de la UE y la construcción de una Europa socialista de los trabajadores y de los pueblos. Sólo en su seno el pueblo catalán podrá disfrutar de soberanía real, progreso y una vida social plena.

Pero esto no es ninguna tarea al margen de la clase trabajadora y los pueblos del resto del Estado español. La batalla por el derecho a la autodeterminación y la República Catalana es parte de la lucha común para derrumbar el régimen surgido de la Transición y por levantar una Unión de Repúblicas ibéricas, comprometida en la batalla por una Europa Socialista.

La lucha por el derecho a la autodeterminación (es decir, por el derecho a la secesión) no es un elemento separador sino la base democrática sobre la que construir la unidad de los trabajadores catalanes y del resto del Estado y asegurar la fraternidad entre los pueblos.

Confundir a la clase trabajadora y los pueblos del Estado con la clase dirigente española, olvidar los vínculos de lucha tejidos a lo largo de la historia y el propio origen de la mayoría de la clase trabajadora catalana, desconocer la necesidad vital de combatir unidos contra aquellos que nos condenan a la miseria social, sería una aberración imperdonable.

Debates fundamentales que hay que profundizar

Es posible que sectores de la CUP defensores del Frente Patriótico con la burguesía catalana consideren que estas apreciaciones no merecen mayor consideración. Pensamos, sin embargo, que no será el caso de aquellos que se reivindican de la tradición comunista.

Creemos, además, que desde esta tradición hay toda una serie de puntos que merecen debate y reflexión. Antes de mencionarlos, queremos aclarar que cuando decimos tradición comunista nos referimos a la tradición de Lenin y de la Tercera Internacional mientras él vivió y no a la brutal degeneración stalinista posterior, antítesis del leninismo.

Uno de los puntos de reflexión es qué entendemos por socialismo: si estamos hablando de algún tipo de «socialismo en un solo país», en este caso restringido al ámbito de los Países Catalanes, o de un régimen social que sólo tiene sentido y futuro como socialismo internacional, empezando por una Europa socialista. El desastre resultante de las experiencias stalinistas de «socialismo en un solo país» demuestra con creces su inviabilidad histórica.

Otro aspecto de este problema es si entendemos que la transformación socialista de la estructura productiva pasa por ‘sentar los trabajadores en los consejos de administración de las empresas donde trabajan. Y por fomentar el cooperativismo«, como dice el diario de campaña de la CUP («Cap als Països Catalans que anhelem«). O si pasa, al contrario, por la expropiación del capital, la estatización de los grandes medios de comunicación y transporte, el control obrero de la producción y la planificación económica democráticamente centralizada. Sería conveniente, en este sentido, recuperar las polémicas de Rosa Luxemburgo con Eduard Bernstein («Reforma o revolución«) contra las tesis reformistas de este teórico socialdemócrata, defensor de la transformación gradual y pacífica del capitalismo por medio de una combinación entre lucha parlamentaria y cooperativismo.

Inseparable de qué entendemos por socialismo, es la estrategia para llegar a él: si es a través de una evolución pacífica y progresiva, basada en una combinación de «democracia municipalista», parlamentaria y «participativa» o si es mediante una estrategia leninista de toma de poder, basada en la democracia directa de las masas trabajadoras. La resolución del segundo congreso de la IIIª Internacional sobre «El partido comunista y el parlamentarismo» es una buena fuente de inspiración en este debate.

Para acabar, creemos muy importante retomar el debate sobre el patrimonio leninista acerca de la cuestión nacional, un patrimonio tan vital como, a nuestro entender, escasamente valorado en la izquierda independentista. Una reflexión necesaria sobre cómo entienden los marxistas revolucionarios la relación entre la revolución social y la liberación nacional, sobre el sentido leninista del derecho a la autodeterminación, la centralidad de la clase obrera y la batalla intransigente por preservar su unidad. La misma formulación de Països Catalans se vería de forma diferente desde esta óptica.

Felipe Alegría (Corrent Roig)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.