Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la […]
Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la teoría y la divulgación del conocimiento histórico, elementos que considera necesarios para acercar su trabajo a la sociedad. Es miembro cofundador del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci.
Nuestra conversación se centra en el libro indicado que ha sido editado por Visión Libros, Madrid, 2017.
Seguimos en el capítulo IV de su libro: «La tradición marxista en la encrucijada del siglo XXI». Estábamos en la página 160. Pero perdona, antes de ello, me he olvidado antes. En lenguaje muy a la Wittgenstein, señalas que: «los límites del lenguaje son los propios límites del conocimiento, del análisis, del método, en última instancia, de la propia realidad que construimos y articular nuestra(s) lucha (s). Los limites del lenguaje son, en definitiva, las fronteras que imponemos tanto a nuestra realidad como a nuestra acción». No sé si las fronteras que imponemos, o las fronteras que tenemos pero, sea como fuere, ¿cuáles son los problemas de esta limitación? No somos omniscientes, somos animales con logos… y con sus límites anexos que, por lo demás, no tienen que estar fijados para siempre.
Si no me equivoco ese es un extracto de un artículo que publique en La Haine con Jorge Tapia, el compañero del que hablábamos antes. En él planteábamos una crítica a quienes dicen que no debemos de nombrar algunas palabras si queremos ganar el poder político. Palabras como, por ejemplo, revolución o socialismo. Nosotros en esas notas planteábamos precisamente lo contrario que, para imaginarlo, primero debemos de nombrarlo, puesto que el pensamiento también influye en nuestras acciones. Hasta el punto de que si las dejásemos de nombrar podríamos olvidarlas, y olvidarlas también en nuestras prácticas políticas. Pero creo que esta idea también está presente en Marx cuando habla del concepto de trabajo, y de la centralidad del mismo, no en la relación capital-trabajo, que es la que tradicionalmente se conoce, sino en la propia dimensión antropocéntrica de éste. El ser humano primero piensa una idea en su cabeza y después la realiza. Y esto lo hace, dice Marx, a través del trabajo. No se si he respondido a tu pregunta.
Lanzas una pregunta al final de la página 160 del libro: ¿cuál ha de ser el papel de la historia y de los historiadores en el presente? ¿Cuál es tu posición, cuál ha de ser ese papel? Te pido un resumen.
Creo que contribuir a todo esto de lo que hablábamos en las preguntas anteriores. Ver cómo en la historia los procesos de resistencia o de contestación a la dominación han sido siempre colectivos, democráticos, planteados desde abajo y a la izquierda. El historiador, en este sentido, debería saber acercarse a estudiar y comprender estos procesos. Ver cómo funciona el poder y cómo este ha tratado y aún trata de hacernos olvidar todo esto. Ya dijimos que la Historia es la Memoria del poder. Y, en este sentido, una contrahistoria o una historia contrahegemónica debería de ser la memoria de las clases subalternas. No se trata tanto de reapropiarnos de experiencias pasadas o de resignificarlas, sino de identificarnos en ellas, porque de algún modo, sus problemas fueron (son) los mismos que los nuestros. El feminismo, por ejemplo, ha sabido interpretar muy bien todo esto. Por otro lado, el historiador debe de participar en las luchas sociales como ciudadano y aportar su conocimiento del mismo modo que también es importante que lo hagan los albañiles, las limpiadoras y todas aquellas personas que podamos identificarnos con esta lucha. No somos ninguna especie de sacerdotes. Creo que es muy importante subrayar esto, porque no creo que por ser titulado superior sepa más que otras personas. Podré saber más de historia pero para otras cosas soy un desastre, por ejemplo, cuando tengo que arreglar el coche le pregunto a mi padre que es gruista.
Digo esto para introducir una pequeña crítica, puesto que considero que muy a menudo se sobredimensiona el papel del intelectual. Seguimos esperando al mesías ese del que te hablaba anteriormente, y pensamos que este, en las sociedades postmodernas, será un titulado superior que sepa hablar varios idiomas. No creo que tenga por qué ser así. No sé si me he explicado.
Respecto al marxismo de otros clásicos anteriores, o incluso de otros clásicos posteriores, ¿dónde ves tú la singularidad de la propuesta de Gramsci?
Sobre el tema tenemos preparada una lectura colectiva por parte del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci en el libro que se prepara del encuentro que organizamos en Salamanca junto con la FIM y la Fundación Europa de los Ciudadanos el pasado curso. En ella planteamos que no es necesario un conocimiento erudito de su obra o de la tradición marxista. Quizá destacamos por encima de todo la dimensión cultural de su pensamiento, lo que hizo salir al marxismo de cierto economicismo mecanicista que nos hace seguir poder considerándonos marxistas, después de todo, y a pesar de todas las transformaciones de los últimos años. Esa es la verdadera dimensión de Gramsci como clásico del marxismo y, si me apuras, del marxismo como parte innegable de la tradición cultural de las sociedades occidentales. Pero esta idea no es mía, la tomo de Hobsbawm. También incluimos una disputa del concepto de «hegemonía», tan en boga en la actualidad. Creemos exagerado emplear a Gramsci para hablar de postmarxismo ya que pensamos que su análisis no se despegó de la lucha de clases como una cuestión central, y que ésta continúa siendo central para interpretar el presente. Si bien el concepto de clase tampoco es una cosa estática y el surgimiento de nuevos sujetos nos obliga a concretar estas nuevas realidades, como puede ser, su carácter interseccional respecto de las mujeres, por ejemplo. Esas son también un poco las preocupaciones del Grupo y así lo reflejamos en este capítulo, que espero que salga pronto ya que va a ser muy muy interesante. No sé, de Gramsci se podrían decir muchas más cosas, como tú bien sabes.
Citas en repetidas ocasiones, antes te preguntaba por el segundo, a Negri y Hardt, hablando, por ejemplo, de la paradoja de la incomunicabilidad. ¿Qué te interesa más de las propuestas de estos autores? ¿Tienes algunas críticas?
Creo que hacen un análisis brillante sobre las sociedades del presente, pero su propuesta para transformar la realidad es muy vaga. Están un poco como estamos los demás, es decir, comprendemos que no nos gusta lo que vemos e identificamos el capitalismo con los males que acucian al planeta, pero, por otro lado, se trata de un enemigo tan fuerte que estamos de alguna manera desarmados frente a él.
La idea de la paradoja de la incomunicabilidad creo que es interesante para reflexionar por qué no llegamos a la mayoría de la gente. Si tenemos a la razón y a la verdad de nuestro lado, entiéndase la ironía: ¿por qué no somos capaces de hacer que todo el mundo lo vea? Por ahí van las conclusiones del libro en el sentido de interpelar a la construcción de diálogos que nos unan y que no nos dividan para empezar a dar respuesta colectiva a estos interrogantes. Es decir, remar un poco todos y todas en la misma dirección.
En el apartado 2 habas de revoluciones postmodernas. ¿Cuándo una revolución es una revolución postmoderna? ¿Qué te interesa más de la experiencia del Kurdistán?
Simplificándolo mucho, yo diría que cuando se produce una verdadera transformación cultural, entendiendo cultura como estructura del sentir en la línea que lo entendía Raymond Williams, y no sólo en lo económico, lo que tradicionalmente entenderíamos como estructura, y que es lo que generalmente han considerado la mayor parte de las revoluciones socialistas. Ya hemos visto que las reflexiones de Gramsci, Althusser y otros que vinieron después que ellos van en esta línea: en no entender el marxismo como una cuestión mecanicista.
Pues bien, creo que en el Kurdistán han sabido comprender esta dimensión simbólica de la revolución, por ejemplo, en lo que atiende a la cuestión de la mujer. Le dan una preeminencia como vanguardia que nunca antes se le había dado, y me parece genial. Anticipan en el presente la sociedad que queremos, en el sentido de invertir la dominación simbólica del patriarcado, y además aplicarlo en la práctica. Creo que esto nunca antes se había hecho. Y así se presentan ante el mundo…es decir, que no esperan como muchas veces se nos dice: primero haremos una cosa para después poder hacer las demás, no me seas izquierdista, vamos poco a poco (risas). ¿Para qué esperar?
Titulas el apartado 3: «¿Es posible una conciliación entre marxismo y posmodernidad?», entre el marxismo como tradición de pensamiento, método historiográfico, y posmodernidad como nuevo contexto cultural. La respuesta, lo dices, es afirmativa por qué. ¿Qué puede aprender el marxismo de las tesis postmodernas?
Muchas de las cuestiones sobre las que hemos reflexionado a lo largo de esta serie de entrevistas.
De acuerdo, tienes razón. Pasamos entonces al siguiente capítulo si te parece. Falta poco.
Cuando quieras seguimos.
Nota edición
Las anteriores entrevistas pueden verse en:
Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI. «Entiendo la postmodernidad como la lógica cultural del capitalismo avanzado (como lo entienden autores como Fredric Jameson)» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23207
Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI (y II). «Reivindicar el pensamiento utópico me parece muy necesario en un mundo el que muchas personas se empeñan en decirnos que no existen alternativas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232355
«Creo que Zizek forma parte -sigo a Judith Butler- del resurgir de la ortodoxia dentro de la izquierda» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232664
«Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233019
«César Rendueles, entre otros autores jóvenes, supone un soplo de aire fresco en todo el panorama académico» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233250
«El marxismo no puede ser una certeza en el sentido metafísico». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233462
«Bourdieu debería de ser un autor obligatorio en las escuelas de formación de todas las organizaciones políticas de izquierda» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233832
«Hay pocos historiadores ‘contemporaneístas’ que hagan una verdadera historia desde abajo. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=234014
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.