«Israel ha suspendido su participación en el proceso de paz». A lo largo de los últimos días, ese titular ha aparecido en numerosos medios, pero la mayoría de los observadores no parece hacerse una pregunta que, sin embargo, es esencial: ¿de qué «proceso de paz» se habla»? En efecto, es particularmente penoso constatar que, a […]
«Israel ha suspendido su participación en el proceso de paz». A lo largo de los últimos días, ese titular ha aparecido en numerosos medios, pero la mayoría de los observadores no parece hacerse una pregunta que, sin embargo, es esencial: ¿de qué «proceso de paz» se habla»?
En efecto, es particularmente penoso constatar que, a pesar de las evidencias, son muchos los que continúan alimentando la fábula del «proceso negociado», preguntándose sobre las responsabilidades de unos y de otros en su «interrupción».
¿Un «proceso de paz»?
Hace ya más de veinte años que se alimenta la cortina de humo del «proceso de paz», con su cortejo de fórmulas comodín que van desde la «reanudación de las negociaciones» a las «dolorosas concesiones» pasando por las «responsabilidades compartidas» y los «extremistas que sabotean la paz». Durante estos veinte años, centenares de checkpoints han sido establecidos en los territorios palestinos, se han construidos muros, se ha proseguido la colonización sin freno, hasta tal punto que el control israelí sobre los territorios ocupados no ha sido jamás tan fuerte como hoy. No ha habido «proceso de paz» sino un proceso de reorganización de la ocupación, haciendo Israel como que concedía una autonomía virtual a los palestinos a la vez que acentuaba su control real sobre Palestina.
En estos veinte años se han repetido en los medios los titulares sobre «momentos de tensión» y «momentos de calma», «ruptura del diálogo» y «recuperación del diálogo». Pero la lógica de conjunto ha sido siempre la misma: «negociaciones» sin fin, durante las cuales Israel modifica y aumenta sin cesar sus exigencias, a la vez que prosigue su política colonial y hace a los palestinos responsables de su suerte. Una cifra reciente, entre tantas otras, ilustra esta realidad según la cual las «negociaciones» sirven para disimular la realidad de la empresa colonial israelí: al mismo tiempo que en 2013 se reanudaban las reuniones entre representantes israelíes y palestinos, la colonización crecía un 123% en relación a 2012, según el número de obras iniciadas en las colonias israelíes en Cisjordania…
¿Reconciliación palestina?
Lejos de favorecer a los palestinos o de equilibrar la correlación de fuerzas en su favor, las pretendidas «negociaciones» sirven en realidad a los objetivos israelíes, manteniendo la ilusión de un posible compromiso entre el débil y el fuerte, con los Estados Unidos, es decir, el entrenador de uno de los dos equipos, como árbitro.
Una ilusión ampliamente alimentada por una parte de la dirección palestina, hoy reagrupada alrededor de Mahmud Abbas, que ha tomado la opción de sacrificar los intereses del pueblo palestino para gozar de unas gratificaciones materiales y simbólicas concedidas con cuenta gotas por el ocupante y sus aliados. Una ilusión que hoy no ilusiona ya a nadie en Palestina, ni siquiera en el seno de esa dirección, que intenta ya por todos los medios aparecer como alguien que se niega a capitular totalmente frente a Israel, a la vez que intenta mantener en vida un «proceso» del que se ha vuelto dependiente.
Paradójicamente, es en este marco en el que hay que analizar la «reconciliación» palestina fechada el 23 de abril pasado por medio de un acuerdo entre la OLP y Hamas, que prevé la formación de un gobierno de unión nacional y la organización de elecciones en los territorios ocupados. El acuerdo, firmado por un Hamas a la búsqueda de un nuevo aliento debido a su aislamiento ligado al bloqueo de Gaza, al golpe contra los Hermanos Musulmanes en Egipto y al debilitamiento diplomático de su aliado qatarí, sigue siendo impreciso sobre numerosas cuestiones esenciales y solo se puede ser escéptico en cuanto a su aplicación práctica. Pero podría sin embargo conferir una nueva legitimidad a un Mahmud Abbas ampliamente desprestigiado en los territorios palestinos debido a su estrategia únicamente centrada en las negociaciones, «mojando» a Hamas y haciéndole acarrear la responsabilidad de una eventual ruptura en caso de reanudación del «proceso».
Pues la cuestión de las relaciones con Hamas hay que comprenderla como un elemento de la correlación de fuerzas en las relaciones de Mahmud Abbas con el gobierno israelí, pudiendo un divorcio con el movimiento islámico fácilmente aparecer, en un futuro próximo, como una concesión que exigiría contrapartidas israelíes. En otros términos, la crisis no ha acabado.
Fuente original: http://www.npa2009.org/content/israel-palestine-une-crise-qui-vient-de-loin
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR