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A Israel no le basta con castigar a los palestinos

Una venganza interminable

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En la lejana, congelada Finlandia -conocida también como la enfermería de la Prisión Ramle- están en riesgo las vidas de cuatro detenidos que han estado en huelga de hambre durante por lo menos 60 días. Casi 2.000 reclusos en Nafha, Ashkelon, Gilboa y otras prisiones en todo Israel han estado en huelga de hambre durante dos semanas. El hecho mismo de su decisión de rehusar alimento y su disposición a ser castigados por las autoridades nos recuerda su humanidad.

El Servicio de Prisiones de Israel no tiene que esforzarse mucho para ocultar esa acción masiva a los ojos israelíes. La mayoría de los israelíes califican a todos los palestinos encarcelados de asesinos desalmados o terroristas comunes, por lo menos. Tienen poco interés en actos de valor personal o colectivo por parte de detenidos palestinos que sirvan de recuerdo de que se trata de seres humanos.

Detenidos administrativos han sido retenidos sin proceso durante años bajo regulaciones de emergencia inspiradas por el Mandato Británico. No es importante. Cientos de prisioneros de la Franja de Gaza no han visto a sus familias durante seis años o más. ¿A quién le importa?

Cuando Gilad Shalit estaba en cautividad en Gaza, la cancelación de visitas a los prisioneros provenientes de Gaza en Israel fue presentada como «presión proporcionada». Después de su liberación, a los israelíes no les importa que ese tipo de proporcionalidad continúe, y que las visitas de familiares no hayan sido restauradas. ¿Y qué? ¿Por qué nos debería interesar que se mantenga a los palestinos en aislamiento durante años sin fin y que se prohíba que vean a sus familias durante tres, cinco o 10 años? Cualquier administración carcelaria normal saludaría la demanda de los prisioneros de volver a estudiar en la Universidad Abierta. Los estudios reducen los niveles de estrés y de tensión en la prisión. Pero el nombre del juego en este caso es sumisión.

Los prisioneros palestinos reciben nombres y caras en los medios noticiosos israelíes solo si pueden demostrar su carácter «desdeñable». Sus nombres y caras no se mencionan en el contexto de su historia personal, familiar y nacional desde hace más de 60 años: expulsión, exilio, destrucción de sus casas, las heridas y muertes de amigos y familiares por soldados israelíes, o trivialidades como golpizas por soldados o la expropiación de sus tierras por funcionarios del gobierno.

Los prisioneros palestinos se mencionan en términos de la cantidad de sentencias a cadena perpetua que están sirviendo. Pero los respetables generales del ejército de Israel, retirados o en servicio activo, son responsables de la muerte de muchos más civiles palestinos (y libaneses) que la cantidad de civiles israelíes muertos por los prisioneros palestinos.

La historia -alabada sea Clío, la musa griega de la historia- ya no es escrita solo por los vencedores. Pero los conquistadores todavía deciden quién es el héroe, quién es el soldado que actúa como juez y quién es el acusado al que se declara terrorista incluso antes de ser condenado. Los palestinos no son reconocidos como prisioneros de guerra cuyas armas son menos avanzadas, menos sofisticadas que las de sus carceleros.

Los israelíes no se dan por satisfechos con las diversas medidas para empeorar sus condiciones en la prisión. Cuando tiene que ver con los palestinos, el castigo no basta. La prisión además tiene que ser una venganza interminable que también se extiende a lo que Israel trata de hacer afuera de sus muros: destruir el colectivo, debilitar al individuo, disuadir a otros de la resistencia al régimen extranjero.

La huelga de hambre es, en efecto, una protesta contra esos objetivos. No todos los prisioneros palestinos se han sumado a ella. En la prisión, como fuera de ella, la cohesión política y social palestina ha declinado, y muchos de los reclusos carecen de la conciencia cultural y social de sus predecesores. A pesar de todo, la huelga de hambre subraya la naturaleza fundamentalmente política del colectivo de palestinos encarcelados en Israel.

Amira Hass es autora de Drinking the Sea at Gaza . Escribe para Ha’aretz , donde apareció originalmente este artículo.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/05/02/for-israel-punishing-palestinians-is-not-enough/

rCR