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Unidad no es compromiso: hacia una verdadera estrategia palestina

Fuentes: Uruknet

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

Como los Documentos de Palestina han demostrado, el principal obstáculo para una paz verdadera, justa y duradera en Palestina es la negativa de los dirigentes israelíes a aceptar algo menos que la dominación total sobre los palestinos. Los dirigentes israelíes no solo se niegan a participar en cualquier conversación de paz seria, sino que también se niegan a ponerse de acuerdo sobre nociones universalmente aceptadas, por ejemplo, el Derecho.

El 13 de noviembre de 2007, la entonces ministra de Exteriores israelí Tzipi Livni, declaró ante el jefe negociador palestino, Saeb Ereikat que despreciaba la noción misma del Derecho. De acuerdo con los Documentos de Palestina publicados por Al-Yazira y The Guardian, Livni dijo: «… Yo fui ministra de Justicia. Soy abogada…pero estoy en contra del Derecho, del Derecho internacional, en particular; del Derecho en general».

A Livni se la compara a menudo con el actual dirigente de la derecha israelí Benjamín Netanyahu, y se la ha sido descrito como «paloma» en comparación con él. Esta reputación infundada rompió muchos corazones cuando Netanyahu se convirtió en primer ministro de Israel en marzo de 2009 porque supuestamente ello disminuía las posibilidades de una paz real.

Esa obstinación israelí fue la razón principal para que los palestinos unificaran sus filas. La firma del acuerdo de unidad entre Hamas y Fatah en El Cairo el 27 de abril ha sido, de hecho, una respuesta a la medida de los incesantes intentos israelíes de dividir a los palestinos.

Sin embargo, la unidad palestina no debe ser cooptada por la farsa de la paz. No debe convertirse en una condición que los palestinos estén obligados a cumplir con el fin de demostrar su valía para una paz al estilo israelo-estadounidense. Tal juicio, ahora alegremente sostenido por muchos, no explicaría por qué los palestinos lo celebraron en todos los territorios ocupados. Lo que ha forzado la celebración ha sido una comprensión común de que la unidad política es necesaria para hacer frente a la propia intransigencia israelí, y que el uso de instituciones políticas democráticas y verdaderamente representativas puede lograr objetivos tales como la liberación, la soberanía y el derecho al retorno de los refugiados palestinos.

Tras la firma oficial del acuerdo de unidad, Daniel Levy, escribió en The Guardian: «Tiene sentido especular con que pueda surgir una corrección del rumbo por parte de los dirigentes israelíes hacia un mayor realismo, pragmatismo y compromiso en respuesta a un adversario palestino más desafiante, estratégico y -se podría esperar- no violento».

Otros han hecho observaciones parecidas argumentando que la unidad política palestina forzará a Israel a alcanzar compromisos. Hamas y Fatah podrían de manera conjunta evitar que el gobierno de Netanyahu expanda los asentamientos y evitar asimismo una mayor explotación de la desunión, desafiando la idea de que Israel no tiene socio para la paz con quien pueda alcanzar y cumplir un acuerdo.

Este argumento, por muy meditado o bien intencionado que pueda ser, parece ignorar en realidad acontecimientos históricos recurrentes. El programa colonial que Israel lleva a cabo en Jerusalén Oriental ocupada y en Cisjordania nunca se ha visto afectado por la discordia o la unidad palestina. El verdadero problema radica en la arraigada creencia israelí de que sólo la dominación militar absoluta sobre los palestinos podrá garantizar la posición de Israel en lo que Livni describió como «un barrio peligroso».

Sin embargo, los dirigentes palestinos, sobre todo los de los dos principales partidos, Hamas y Fatah, ya lo saben. Fatah ha mantenido durante casi 20 años frívolas negociaciones y durante ese tiempo, Hamas ha estado observando cómo Fatah hacía concesiones tanto políticas como territoriales, sin que a cambio aumentasen significativamente los dividendos de la paz. Por lo tanto, conceder a Israel una nueva pausa para que cambie sus formas, según lo propuesto por el jefe del politburó de Hamas, Jaled Mishaal, es una conclusión ya predicha que no aportará nada nuevo a la mesa.

Para evitar que sus declaraciones se consideraran como un compromiso, Mishaal las hizo en forma de amenaza. Durante una reunión el 10 de mayo con jóvenes dirigentes de la revolución egipcia, Mishaal declaró que Hamas estaba «dispuesto a dar a Israel una prórroga de un año para que reconozca el Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 con Jerusalén como su capital». Si Israel no lo hacía, el movimiento se vería obligado a poner más «carne en el asador de la resistencia». El líder de Hamas dejó claro, sin embargo, que añadir más carne no necesariamente indicaba una declaración de guerra contra Israel.

Conceder a Israel un año más -el tiempo suficiente para confiscar más tierras palestinas y para construir miles de nuevas viviendas ilegales en sus asentamientos eternamente en expansión- no es la estrategia política que los palestinos esperan de la unidad entre Hamas y Fatah.

De hecho, ni Hamas ni Fatah tienen un mandato político para hacer tales compromisos políticos, especialmente porque los palestinos están muy familiarizados con la falta de reciprocidad de Israel. De hecho, es probable que Israel intensifique [la acción] política y militar para contrarrestar cualquier estrategia que Hamas y Fatah tengan en mente.

Los dirigentes palestinos deben tener cuidado antes de hacer tales ofertas, especialmente porque la próxima fase de la lucha palestina por la libertad y los derechos es probable que sea muy difícil. La revolución árabe ha disparado la alarma en Tel Aviv de que el barrio peligroso de Israel se está poniendo aún más duro. La contingencia política de Israel está en su máximo histórico mientras los partidos palestinos presionan para el reconocimiento internacional de un Estado independiente en Naciones Unidas en septiembre próximo. Más aun, es probable que Estados Unidos limite su papel omnipresente como motor del proceso de paz tras la dimisión del enviado especial del gobierno de Obama para la paz en Oriente Próximo.

El anuncio de la dimisión del ex senador George Mitchell después de dos años de conversaciones infructuosas, junto a la movilización del lobby pro-israelí en Washington, sugieren que en los próximos meses va a ver mucho forcejeo, cuando no pura y simple coacción de los dirigentes palestinos.

Fatah no debe interpretar que la unidad es un mandato para continuar con su fracasada política del pasado. Y Hamas debe tener cuidado de no repetir errores básicos que los palestinos han cometido repetidamente, incluso aunque la recompensa pueda ser mayor legitimidad o reconocimientos intrascendentes.

Los palestinos no han celebrado la unidad por amor a Hamas o Fatah. Más bien, estaban ansiosos por ver una buena estrategia palestina que pueda revitalizar las energías palestinas en todas partes hacia un objetivo común: la libertad. La libertad que quieren los palestinos está basada en las constantes políticas palestinas consagradas por el Derecho internacional. Cualquier desviación de esa comprensión a cambio de limitados logros políticos y de facciones, convertirá el predominante sentimiento de alegría en dolor y las celebraciones en protestas.

Fuente: http://www.uruknet.de/?s1=1&p=77880&s2=20