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Uno es más que dos

Fuentes: Insurgente

No andan descaminados quienes acusan a la prensa globalizada y globalizadora de ofrecer una visión unilateral, sesgada y «lógicamente acorde a sus intereses» cuando se refiere a la virtual partición de Palestina en dos enclaves, con suma rapidez etiquetados como Hamastán y Fatahstán luego de que Hamas promulgara la «segunda liberación de Gaza» y de […]

No andan descaminados quienes acusan a la prensa globalizada y globalizadora de ofrecer una visión unilateral, sesgada y «lógicamente acorde a sus intereses» cuando se refiere a la virtual partición de Palestina en dos enclaves, con suma rapidez etiquetados como Hamastán y Fatahstán luego de que Hamas promulgara la «segunda liberación de Gaza» y de que el presidente de la Autoridad Nacional, Mahmud Abbas, y el estado mayor de Al Fatah se refugiaran en Cisjordania, donde declararon el estado de emergencia y pidieron la intervención de una fuerza multinacional.

Colegas como Antonio J. Torres (www.Rebelion.org) nos encrespan con sus válidos argumentos al denunciar que los grandes medios comparten «los intereses del imperialismo norteamericno, el bloque imperialista europeo y el Estado colonial de Israel». Algo que se revela con impudicia impar en titulares tales «Guerra civil en Palestina. Hamas da un golpe de Estado». Evidente intento de ubicar a esa organización dentro de los esquemas del fementido «choque de civilizaciones», pues los heraldos del capitalismo a toda vela están tratando de impregnar a la opinión pública internacional de la sensación de peligro extremo ante una posible «Palestina islámica gobernada por un grupo terrorista».

Los medios de marras, advierte nuestra fuente, no escatiman esfuerzos en la cruzada por presentar a los palestinos como «bestias que necesitan de la intervención de una civilización superior, la de los colonizadores (Israel, Estados Unidos y la Unión Europea), que ponga fin a sus disputas internas con toda su brutalidad».

Pero ¿qué sucede en ese ardiente rincón del planeta?, se preguntará a estas alturas un lector desavisado, si lo hubiere. En medio de la barahúnda de información, tendremos que apelar una vez más al recurso del sentido común para desenredar el hilo de Ariadna. Y el sentido común se viste aquí de historia reciente. Recordemos que, en febrero de 2006, Hamas ganaba las elecciones, con mayoría absoluta, lo que implicaba la pérdida de poder de Al Fatah y la automática congelación de fondos occidentales.

De acuerdo con los triunfadores y con analistas de diversos signos ideológicos, las razones de esa victoria se encontraban en la corrupción empozada entre ciertos funcionarios oficiales, que utilizaban en provecho propio el abundante flujo de dinero occidental e israelí, mientras Hamas paliaba las penurias del pueblo proveyéndolo de escuelas, hospitales y otros recursos, a pesar de que ella misma no bogaba (no boga) precisamente en la abundancia.

Además, según sus censores, desde el resurgimiento de la Intifada, la Autoridad Nacional Palestina se mostró débil, por lo que cobraron protagonismo las diferentes milicias armadas, tanto de Al Fatah -con las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa- como de Hamas o del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).

¿Se basan las críticas en verdades irrecusables? Responder sería introducirse en las procelosas aguas de las conjeturas desde una cómoda lejanía. Y como no deseamos el puesto de improvisados fiscales, subrayemos en cambio algo que sí resulta harto discernible: los resultados de los comicios disgustaron tanto a Israel, los Estados Unidos y la Unión Europea, que estos decidieron empuñar el pérfido acero del chantaje. O los palestinos se pronunciaban por Al Fatah, y, por ende, obtenían dinero fresco, o elegían el bloqueo económico al seguir apostando por Hamas.

Por Hamas, sí, que no deviene peligroso por islamista, sino por su radical actitud antisionista y antimperialista. Y lo afirmamos por lo mismo que lo hacen analistas como Torres. De hecho, uno de los más seguros aliados de EE.UU. en la zona es Arabia Saudita, Estado teocrático donde las más fanáticas interpretaciones del Corán tienen cabida y sustento. «Tampoco debemos olvidar que el integrismo islámico ha sido constantemente utilizado en el Oriente Medio y en Asia central por el imperialismo norteamericano y el Estado colonial de Israel con el fin de combatir el nacionalismo revolucionario antimperialista y el comunismo (…) Es más, incluso los mismos inicios de Hamas fueron apoyados financieramente por el Estado de Israel con el objetivo de debilitar el nacionalismo laico y las posiciones de izquierda dominantes en el movimiento de liberación nacional palestino en los ochenta del siglo pasado».

Posiciones ahora representadas por organizaciones como el FPLP y el FDLP (Frente Democrático para la Liberación de Palestina; laica y de inspiración marxista-leninista, tercera fuerza parlamentaria), que intentaron evitar los actuales enfrentamientos incluso interponiéndose entre los contendientes, armadas solo de banderas y al grito de ¡unidad nacional!

Un clamor necesario

No por amor al arte el mandatario gringo, George W. Bush, y el primer ministro hebreo, Ehud Olmert, han declarado a Mahmud Abbas presidente del Estado palestino de Cisjordania. A los ojos de más de un analista, una tragedia para el millón 400 mil residentes en la Franja, pues, «si el proyecto norteamericano-israelí promete hacer de la Cisjordania un paraíso (sic) gracias al dinero palestino que se encuentra en las cajas fuertes del Banco de Israel y que Olmert promete transferir lo más rápidamente posible a Abu Mazen (Mahmud Abbas), define abiertamente la banda de Gaza como el infierno, y promete a su población sufrimientos sin fin: ningún lazo comercial, ninguna entrada o salida (…) Una vez más, régimen severo».

Un régimen que, sin lugar a dudas, ha de propiciar más violencia interna, como la que hoy se desnuda ante la asombrada vista de la humanidad consciente. Violencia generada, en última instancia, por las condiciones económicas y sociales inherentes a las políticas genocidas israelíes de los últimos 60 años, de desembozados despojo, ocupación, y de repetido encarcelamiento. En opinión de atentos observadores, una violencia trasuntada, más que en guerra civil, en lucha entre los apoderados locales de Estados Unidos e Israel, «muchos de los cuales lo son sin querer pero a pesar de ello bailan al son que toca Tel Aviv», y los que se oponen a este bailoteo desacompasado y farsesco.

Ahora, la imprescindible unidad supone resolver un asunto sine qua non: ¿Será correcto fundamentarla en una colaboración con el invasor? Sin margen para la discusión, esa unidad habrá de establecerse conforme a los fines de proclamación del Estado palestino independiente, siguiendo el anhelo de ese pueblo. Y como asevera un colega, el camino de esa coincidencia deberá ser, de manera ineluctable, el antisionismo y el antimperialismo.

Algunos se cuestionan si una parte de Al Fatah estará dispuesta a asumir tales principios, en su momento enarbolados por ese partido como reivindicaciones capitales de la lucha nacional, conducta que le granjeó el respeto y la admiración de todo el orbe progresista. Y si bien consideran que el presidente Abbas siempre ha sido partidario de una «línea blanda» de actuación frente a Hamas, esto es, de intentar atraerse a sus sectores más «pragmáticos» y «moderados» hacia enfoques más «responsables», estiman que el plan gringo-sionista de acabar con los islamistas y toda la resistencia a la ocupación encuentra eco y el más decidido espaldarazo en hombres como Mohamed Dahlan, quien, a juzgar por públicas y repetidas diatribas, desde hace más de un año pretende derrocar al gabinete de unidad puesto en pie por el propio Abbas.

Lo cierto es que entre los analistas y politólogos no hay importante disenso en cuanto a la afirmación de que, tras el Acuerdo de la Meca, la Casa Blanca ha mostrado con creces su decisión de desembolsar fondos para organizar las fuerzas de seguridad de Abbas, al tiempo que ha aumentado los destinados a proyectos de desarrollo vinculados con la Oficina del Presidente. El nombrado Plan de Acción para la Presidencia Palestina estipula la entrega de los salarios a los componentes del Gobierno estrechamente afiliados a Al Fatah. Contexto en el que se ha previsto un vigoroso golpe a Hamas -cuyos programas no cuentan con financiación-, con la satisfacción inmediata de algunas de las más apremiantes necesidades del pueblo «a través de la presidencia y Al Fatah».

De modo que las presiones ya venían resultando insuperables para los islamistas. En el criterio de más de uno, el movimiento agotó los límites de las concesiones; cualquier otra habría sido considerada una renuncia a su plataforma política y habría llevado a la fragmentación dentro de sus propias filas. ¿Qué hacer entonces? Qué hacer si en verdad se dispone de documentos probatorios de la participación de la CIA y el Mossad (inteligencia hebrea) en programas de tortura y actividades represivas contra agrupaciones que combaten a Israel y no reconocen el Estado judío. Qué hacer si hasta los más incrédulos piensan que Dahlan, consejero Nacional de Seguridad, no obedece a Abbas, pues este, argumentan, reconoció hace tiempo la legitimidad democrática y la popularidad de Hamas, y aceptó que ningún proceso de paz resultaría posible a menos que sus miembros participen en la estructura de poder que su apoyo popular requiere.

Qué hacer, habrán de preguntarse quienes, de acuerdo con el diario Al Masriyoun, entregaron a las autoridades egipcias información que implica a Dahlan en una presunta cooperación con las agencias de inteligencia de EE.UU. e Israel en toda una campaña de descrédito del grupo islámico. Qué hacer si los impugnadores juran poseer evidencias -aunque aún estén por demostrar- de que Dahlan colaboró con el Mossad en la administración de un veneno lento a Yasser Arafat, muerto en medio de especulaciones e interrogantes hasta el presente incontestadas.

Los árboles y el bosque

Se sabe: los unos no dejan distinguir al otro. O sea, que no debemos perdernos en los lindes del problema, cuando la esencia es el hecho incuestionable de que, como plantea la articulista Susana Khalil, el colonialismo israelí precisa que Gaza (en cuyos magros 360 kilómetros cuadrados se arracima la mayor reserva humana palestina) sea gobernada por Hamas.

¿Paradoja? No. Se trataría de blandir el pretexto del integrismo, la amenaza fundamentalista tipo Al Qaeda, para justificar las distintas modalidades de limpieza étnica contra un pueblo que ha optado por reproducirse (hamulah: familias numerosas) a fin de no desaparecer y como método de resistencia frente a la ocupación y el genocidio.

Ya en su momento, Isaac Rabin, ex primer ministro israelí, se solazaba diciendo que después de los Tratados «nos deleitaremos viendo la guerra civil palestina», que deberán conjurar principalmente los involucrados en las actuales fricciones, porque, apunta Susana, «no es el pueblo el que se está matando; el pueblo se está muriendo de hambre», en tanto los enfrentamientos son incitados desde el exterior, por medio de mercenarios y corruptos al servicio de la CIA y el Mossad. Círculos que se oponen, negando la democracia que preconizan, a la mera existencia de un partido de resistencia empecinada, y que cometerían un pecado histórico capital si aíslan a Gaza, si parten a Palestina en dos feudos y rompen definitivamente una unidad tan necesaria como la brega por la independencia, por la tierra arrebatada.

Por ello, en lugar de atizar el fuego acusando a Hamas de cortedad política, por tomar a Gaza con las armas e incluso por haberse prestado a una liza que, elecciones mediante, podría debilitarla, al no contar con apoyo internacional que le permita resolver la acuciante precariedad de la vida de sus compatriotas; en lugar de azuzar los ánimos condenando a priori a todos los miembros de Al Fatah de corruptos y quintacolumnistas, toda persona de miocardio intocado y mente escrutadora debiera abogar por que Cisjordania la «moderada» no derive en república bananera a expensas de Israel y de USA…

Abogar, en fin, por una cohesión que no debió perder ni un cabello: la de los palestinos, sí, que si no cumplen el dictado de la razón histórica, simplemente dejarán de ser.