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Sales y soles

Uno, grande y solo

Fuentes: Gara

Cuantos más somos, más solos. Más vecinos, menos vecindario. Más esperanza de vida, menos tiempo libre. Más teléfonos móviles, menos palabras… El ser humano es prodigioso. El paleoantropólogo Pascal Picq tiene razón, «el hombre no sólo es el único animal que piensa, sino que es el único que piensa que no es un animal». Sobran […]

Cuantos más somos, más solos. Más vecinos, menos vecindario. Más esperanza de vida, menos tiempo libre. Más teléfonos móviles, menos palabras… El ser humano es prodigioso. El paleoantropólogo Pascal Picq tiene razón, «el hombre no sólo es el único animal que piensa, sino que es el único que piensa que no es un animal». Sobran los ejemplos.

¿Cómo sería nuestra vida si sólo quedáramos nosotros? Una persona. La primera y la última. Solo una. Como Solitario Jorge, «la más singular criatura viviente», según el Libro de Récords Guinnees. Una tortuga terrestre Geochelone abingdoni, el único ejemplar conocido de su especie. Una pena de tortuga gigante. Un galápago condenado a la extinción. Un punto y final.

Solitario Jorge fue localizado en 1971 en la isla Pinta. Desde entonces, vive recluido, y a salvo, en la Estación Científica Charles Darwin de la isla de Santa Cruz. Todos los intentos de aparearlo con tortugas hembras, parientes próximas de las islas vecinas, han sido infructuosos. Y no han faltado candidatas. Ni ensayos.

«Casamiento de tortuga, yo en mi casa, tú en la tuya», cuenta la poeta Isabel Escudero. Investigadores de la Universidad de Yale han anunciado esta semana que El Solitario podría perder pronto su apodo. Han descubierto en la isla Isabela unas hembras de tortuga que comparten la mitad de sus genes con Jorge. Según el biólogo Jeffrey Powell, «este hallazgo puede transformar el legado del Solitario Jorge de un símbolo duradero o rareza a una historia exitosa de conservación». Los científicos esperan dar pronto con una tortuga Pinta genéticamente pura entre los 2.000 galápagos que aún viven en esa isla. La pareja perfecta. El resto, el amor, el sexo, el milagro, dependen del Solitario Jorge.

Hace quince años disfruté de unos días mágicos en el paraíso de las Islas Galápagos. Conocí, entre otros increíbles animales, al Solitario Jorge. Me impresionó. La soledad infinita. Los pies de plomo. Acorazada la vida. Este tortugo, pensé entonces, pasa de los humanos, sus verdugos. Y no me extraña. Más vale solo…