En los últimos días se ha hablado en el entorno de los medios digitales cubanos sobre la intervención realizada por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministro Miguel Díaz-Canel, en el recién finalizado Congreso de la ANEC (1) (2) (3). Los anuncios en el mismo realizados, han destacado en tanto se interpretan […]
En los últimos días se ha hablado en el entorno de los medios digitales cubanos sobre la intervención realizada por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministro Miguel Díaz-Canel, en el recién finalizado Congreso de la ANEC (1) (2) (3). Los anuncios en el mismo realizados, han destacado en tanto se interpretan por muchos como el comienzo de un periodo de democratización y descentralización de la conducción de la economía cubana. Frases como «el plan no llegara desde arriba», «los trabajadores serán los responsables de la elaboración del plan de las empresas» y el llamado a un «cambio de mentalidad para hacer efectiva dichas medidas» han sido tendencia en el debate de los últimos días.
«de buenas intenciones esta hecho el camino del infierno»
En otras ocasiones me he pronunciado a favor de la descentralización de la gestión de la economía nacional, como defensor de que la construcción socialista no se puede hacer sin la participación consiente de aquellos que la desarrollan, acto que incluye el rol activo de los obreros y de toda la ciudadanía en las decisiones que rigen el futuro económico y social del país. Pero me gustaría hacer un llamado a la reflexión, pues si bien lo anunciado en el congreso es indicio de buenas intenciones por parte de la dirección del país, «de buenas intenciones esta hecho el camino del infierno».
El anuncio llega en un momento para nada sencillo. La economía cubana muestra síntomas de un fuerte estancamiento, producto de problemas estructurales y de coyunturas internacionales desfavorables. Con ello, el llamado a la descentralización es un paso verdaderamente audaz y lleno de incertidumbres. Si bien la economía en el último decenio se ha comportado estable, a pesar de los bajos crecimientos, en los últimos 2 años la tendencia es a un deterioro peligroso.
para que los planes de los trabajadores tengan validez necesitarán respaldo de recursos que son controlados centralmente
En estos momentos muchas medidas en la economía están enfocadas directamente a paliar los efectos más superficiales de dicha recesión que se nos viene encima; el racionamiento tanto para empresas como para la población de muchos de los recursos fundamentales para la actividad económica y bienes de primera necesidad respectivamente, es muestra de lo difícil de la situación. A pesar de que el racionamiento es una medida que no ataca ninguna causa fundamental de los problemas estructurales que más nos pegan en la actualidad, en momentos de crisis no queda otra que destinar los pocos recursos que se tienen a lo extremadamente priorizado.
Esto lleva a una contradicción en ese espíritu descentralizador: para que los planes de los trabajadores tengan validez necesitarán respaldo de recursos que son controlados centralmente (combustibles, divisas etc), de otra manera, aunque los trabajadores hagan teóricamente el plan, seguirán estando restringidos a la disponibilidad de recursos.
Sin importar quien redacte finalmente el documento que diga «plan de la empresa», la realidad económica y las restricciones macroeconómicas, serán cuellos de botellas -que no se pueden sortear fácilmente- y las verdaderas autoras de lo que en la realidad se logre hacer.
Entonces, la descentralización no es una fórmula mágica que nos sacará de la crisis. Es un paso más, importante, pero siendo honesto, en el orden de las muchas cuestiones económicas que debe resolver la economía cubana no es, a mi criterio, de los fundamentales.
Aprovecho y considero necesario que se diga de paso, que debieron haber tenido más cobertura los debates realizados en el Congreso de la ANEC -que tal parece que lo único que de allí solo salió esta gran idea de «dar a los trabajadores el control sobre el plan»-. Quedaron invisibilizados problemas tales como la apertura del comercio exterior, el ordenamiento monetario y cambiario, la situación de la deuda externa, el exceso de inventarios, el exceso de liquidez en el sector empresarial, los déficit fiscales y la monetización de los déficit en los últimos años entre otros muchos. Temas que, si bien no tienen tanta cobertura mediática, en gran medida porque necesitan un conocimiento más técnico y en el imaginario popular pueden ser menos impactantes que la gran noticia del congreso, son en términos llanos: problemas de la economía cubana mucho más urgentes e importantes que la «descentralización» de la elaboración del plan. Digo «descentralización», puesto que una cosa es dar a los trabajadores capacidad para participar en la elaboración del plan y otra es descentralizar la gestión de la economía. Cuestión fundamental es el marco institucional necesario para que dicha iniciativa sea viable. La estructura de dirección de la economía cubana, su organización productiva, mecanismos de control y formuladores de política, está pensado para una estructura vertical de dirección que responde y reproduce dichos esquemas, principalmente porque para eso fueron creadas. Dar control efectivo a los trabajadores no es permitirles discutir el plan de su empresa y elaborar propuestas, es también crear el marco institucional que permita que dicho esfuerzo tenga una coherencia dentro del andamiaje de la economía cubana.
Otro gran problema es el de la tecnocracia, después de casi 60 años ejecutando planes verticales y con una capacidad de decisión casi nula, los trabajadores cubanos ¿con que cuentan para lograr elaborar planes coherentes y que permitan el desarrollo económico de sus empresas? Sin fatalismo alguno: caer en la tecnocracia es uno de los grandes peligros de esta decisión. Tecnocracia de la que que no pudo escapar ni el socialismo estatista soviético ni el modelo autogestionario yugoslavo. Y cuando digo «caer en la tecnocracia directiva» no tiene por qué ser algo institucionalizado, simplemente por las propias dinámicas laborales, a la hora de la elaboración del plan se tenderá a escuchar a «los expertos»: economistas, contadores, ingenieros industriales, entre otros, que han sido los que durante años han realizado las labores de control y ejecución de los procesos económicos de su entidad. Pensemos esto: ¿Con qué argumentos un obrero de a pie puede responder en una asamblea de trabajadores a un profesional que se ha dedicado a dicha labor durante años? Más aún, ¿quién nos garantiza que si dejamos a los trabajadores elaborar sus propios planes los mismos serán mejores que los que elaborarán los equipos técnicos actuales? Otra gran cuestión, es el de la llamada contradicción que puede surgir entre los intereses de los colectivos obreros y el de la economía en general, la sociedad.
Y digo esto, porque no siempre tiene porque venir alineados los intereses de la economía nacional y la sociedad con los intereses de los colectivos laborales aislados, es más, en muchos casos los mismos son incluso contrarios. En la elaboración del plan por colectivos obreros, que garantiza que prime, en un marco institucional y social como el nuestro, el interés de ese colectivo con respecto a los intereses de la sociedad. La suma de las utilidades individuales no maximiza el beneficio social, eso es una falacia de neoclásica que dentro de la izquierda tiende a repetirse incorrectamente. Por ejemplo: si la economía necesita producir producto X, pero a la empresa que tiene que hacerlo en donde sus trabajadores son los que hacen el plan, le es más rentable producir producto Y y los trabajadores reciben más utilidades finales con Y que con X quien convence a los trabajadores de que lo que ha de primar es la necesidad de la economía en su conjunto a costa de sus propios beneficios. ¿O es que en estos momentos el plan central tendrá prioridad? ¿entonces en donde quedará la capacidad decisora de los trabajadores?
Alinear los intereses de la economía en su conjunto con los de cada colectivo obreros, es uno de los grandes dilemas de la autogestión obrera, de la descentralización, del proceso de crear consciencia en los obreros de la importancia de ese derecho que se les está restaurando no puede ser en detrimento del resto de los ciudadanos.
Es cierto que en muchos países se hablan de empresas «recuperadas» por colectivos laborales, que una vez fueron dejadas a su suerte por los dueños pasaron a control de sindicatos, pero que nadie se engañe, las mismas -por muy solidarias que sean a lo interno- concurren a un mercado capitalista y se rigen por patrones de eficiencia sociales de los que no pueden desprenderse. Su objetivo no es maximizar el bienestar social, sino el de un colectivo finito de trabajadores. Creo yo, que este no ha de ser el objetivo final del proyecto social cubano.
Fuente: http://www.desdetutrinchera.com/economia-en-cuba/descentrilizar-economia-cubana/