En la carretera que conduce de San Diego al Condado Norte se pueden observar en las colinas las lujosas casas en construcción y los sembradíos de flores y frutas que todavía sobreviven en medio del pujante auge urbanizador. Nos estacionamos al borde de la carretera y de una trocha apenas visible en medio de la […]
En la carretera que conduce de San Diego al Condado Norte se pueden observar en las colinas las lujosas casas en construcción y los sembradíos de flores y frutas que todavía sobreviven en medio del pujante auge urbanizador. Nos estacionamos al borde de la carretera y de una trocha apenas visible en medio de la maleza sale un joven con marcados rasgos indígenas, nos pide que lo sigamos colina abajo y después de varios minutos serpenteando en un caminillo de tierra abierto en medio de la vegetación, llegamos por fin al campamento.
La escena que observamos es muy familiar para muchos de nosotros que venimos de países del llamado tercer mundo. Personas viviendo en casuchas miserables construidas de plástico, lona, lata y como piso la tierra. Pienso en los ranchos de Venezuela y en las favelas de Brasil y por un momento se me olvida que estoy en el país más rico del planeta pero el más contradictorio a la vez, los Estados Unidos de Norteamérica.
Estoy allí traído por el grupo de derechos humanos «American Friends» para llevar a cabo una entrevista a un grupo de indígenas Mixtecos y Zapotecos mexicanos que trabajan como jornaleros agrícolas y que sobreviven en condiciones infrahumanas, sin ningún tipo de servicios sanitarios -ni siquiera agua potable- en campamentos improvisados a la intemperie en las colinas del Condado Norte de San Diego.
La Explotación
Comenzamos la conversación y poco a poco empiezan a aflorar las respuestas:
«Venimos de Oaxaca, desde hace varios años, vamos y venimos en las temporadas, pero cada año es mas duro por la «migra» (Policía Fronteriza) y los » coyotes» (traficantes de seres humanos) que cobran cada vez más» nos explica Juan* «al final de la temporada nos queda muy poco, casi la mitad es para pagar el coyote, esta vez me traje a mi «morro» (hijo) para ver si entre los dos ahorramos un poco mas» aclara Ramón*.
Les pregunto cómo es su trabajo «en el trabajo nos exigen cada vez más, hace poco despidieron a unos compañeros por reclamar un mejor trato y ahora debemos hacer también el trabajo de los que se fueron en el mismo tiempo, si no nos botan, además no nos dan guantes ni nada y ni siquiera permiso para ir al baño, trabajamos desde las seis de la mañana hasta bien entrada la tarde y si llegas unos minutos tarde te descuentan el día y no te dejan trabajar, también nos descuentan el poco tiempo que tomamos para comer al medio día…»
El pago como es de imaginar no es equitativo al sacrificio «muchas veces el pago es incompleto pero no podemos reclamar nada porque nos botan o amenazan con llamar la migra» …. «a mis primos los tuvieron trabajando en otra finca por tres meses y nos les pagaban, les decían que les pagarían al final y al último día les llamaron a la migra y los deportaron a todos, tres meses de trabajo perdidos para nada, y si no le pagas al coyote te pueden matar»
El Tratado de Libre Comercio
Estos labriegos, cuyas edades van de los 15 a los 40 años, trabajan para las empresas que cultivan flores y frutas en los valles del Condado Norte. Su condición de explotados y sus irrisorios sueldos los obligan a vivir en las faldas de las colinas a pocos minutos de los campos donde trabajan. Ante esta paupérrima situación les pregunto si no estarían mejor en su tierra «Es que no hay trabajo, nosotros éramos agricultores, teníamos nuestras tierritas y sembrábamos maíz, pero de repente todo cambió y dejaron de comprarnos nuestras cosechas, el gobierno nos quitó la poca ayuda que nos daba, ya no teníamos ni para sembrar y nuestras familias no tenían qué comer, a nadie le gusta dejar su tierra pero nos estábamos muriendo de hambre…» Lo que ellos no saben es que su situación es consecuencia directa del Tratado de Libre Comercio (TLC) que en 1994 abrió las fronteras mexicanas a los productos agrícolas provenientes de Estados Unidos -entre ellos el maíz transgénico- que son de muy bajo costo debido a los generosos subsidios que el gobierno Norteamericano da a su agroindustria. Subsidios que, paradójicamente, debió eliminar México a sus propios productores como requisito para entrar al TLC, sentenciándolos con ello a la pobreza extrema. Esta catástrofe económica a empujado al destierro a más de 7 millones de mexicanos en los últimos 10 años.
El Operativo Guardián
Simultáneamente al TLC las autoridades fronterizas implementaron el operativo guardián, que consiste en la fortificación y militarización de la línea fronteriza construyendo muros de concreto de gran altura coronados con alambres de púas y aumentando gigantescamente el numero de Guardias Fronterizos. Estos son los mismos muros que un legislador Californiano propuso hace unos años que debían ser electrificados. La implementación de este operativo se hizo para frenar el masivo flujo migratorio consecuencia de los devastadores efectos que sobre los campesinos e indígenas tendría el TLC. Sin embargo este operativo no ha detenido la inmigración; lo que ha hecho es forzar a los inmigrantes a tomar caminos cada vez mas arriesgados sorteando ríos caudalosos y desiertos con temperaturas extremas que, según organizaciones de Derechos Humanos, han causado la muerte de más de 3.000 hombres, mujeres y niños desde el año 1994.
Las Maquiladoras
Pero no toda esa mano de obra barata que escapaba del hambre en los campos llegó a los Estados Unidos o murió en el intento. Muchos de ellos se quedaron a trabajar en las maquiladoras que no coincidencialmente florecieron como hongos en la frontera mexicana después de la promulgación del TLC. En estas maquiladoras los trabajadores son sometidos a las situaciones laborales más precarias con salarios irrisorios y sin ningún tipo de seguridad o estabilidad laboral. Estas compañías, subsidiarias de las grandes corporaciones, a pesar de estar en territorio mexicano no están obligadas a respetar la legislación laboral del país donde estén. Tienen sus propias reglas acordes con sus intereses y generalmente obtienen regalías y exenciones fiscales de los países anfitriones. Cuando estas regalías cesan o al menor intento de fiscalización de parte de gobierno alguno, estas empresas simplemente de la noche a la mañana se van a otro país donde puedan proseguir su actividad depredadora, dejando sin remordimiento alguno a miles de trabajadores en la calle. Así es el capitalismo salvaje, puro y simple.
Los Derechos Humanos
Las organizaciones de Derechos Humanos en la frontera son muchas veces la única ayuda con que cuentan estos jornaleros. Según explica Christian Ramírez, coordinador de «American Friends» en San Diego: «Nosotros venimos a ayudarlos en todo lo que podemos, les damos consejería legal y les dictamos un taller de Derechos Humanos, incluso estamos tratando de ayudarlos a conseguir un refugio permanente y uno de nuestros promotores es actualmente un ex-jornalero que se ha vuelto un activista a tiempo completo..» Poco después, ya bien entrada la tarde dejamos el campamento ya que oscurecía y se haría difícil la salida por la ausencia de luz. Cuando llegamos al borde de la carretera encontramos varios contenedores plásticos de agua mineral, ingenuamente les dije: «bueno, al menos les traen agua» a lo que ellos replicaron «si no vemos quien la trae no la probamos, menos si viene de las casas aquellas» dice al tiempo que me señala los lujosos chalets en construcción a pocos kilómetros «en mas de una ocasión nos han dejado cosas envenenadas…»
Así terminó nuestra visita a un rincón del Tercer Mundo dentro del llamado «Primer Mundo.» Un «Primer Mundo» donde la injusticia y la explotación se han convertido en un negocio redondo. Un «Primer Mundo» que impone un modelo económico que crea miseria y hambre para después servirse de la mano de obra barata inmigrante para el beneficio de sus corporaciones. Un «Primer Mundo» donde los derechos y la dignidad humana se han convertido en abstracciones aplicables y exigibles sólo a terceros países. Bienvenidos a los Estados Unidos de Norteamérica.
*Los nombres han sido cambiados.
Omar Sierra pertenece al Círculo Bolivariano «Prof. Alberto Lovera» Nueva York