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Vivir en alerta: la resistencia palestina frente la ocupación israelí

Fuentes: El Salto

La cruda realidad de las feministas palestinas que, ante la represión y las detenciones arbitrarias, continúan su lucha por la libertad, la justicia y los derechos humanos.

—Dormir con la tranquilidad de que nadie te despertará en mitad de la noche para arrestarte te hace sentir mejor.

Así, sentada en un bar de Barcelona, empieza la conversación con Jafra, seudónimo que ella misma ha decidido para esta entrevista, y que, en árabe, hace referencia al nombre con el que antiguamente se conocía a la “tierra palestina”.

Jafra es una mujer de 31 años que vive en un campo de personas refugiadas cerca de Ramala (Cisjordania). Su familia lleva viviendo allí desde el 48, la Nakba(1) matiza. Para ella vivir en el campo es resistencia. “Los campos son los que cuentan la historia y la viven”, relata contundente. Pero también conlleva estigma, dificultades económicas y vivir bajo un yugo de terror. Lo primero que hace cada mañana al levantarse es chequear el canal de Telegram para comprobar que los colonos (2)  no han entrado al campo, que no hay ningún arrestado conocido y/o asesinado; desde el 7 de octubre todo se ha intensificado: la violencia, los arrestos y la impunidad. “Llevaba sin salir de la ciudad de Ramala desde ese día”, confiesa.

Mujeres palestinas - 5

Estudiante de ciencias políticas, la universidad fue el caldo de cultivo para desarrollarse como activista y feminista. Allí empezó a militar en el consejo estudiantil del campus y se adhirió como voluntaria en la organización en la que trabaja actualmente y que, por motivos de seguridad, prefiere no nombrar. Actualmente, y desde agosto de 2022, cuando Israel señaló la entidad como “organización terrorista”, cuenta con una veintena de mujeres arrestadas bajo la orden de ‘detención administrativa’, un procedimiento que permite al ejército israelí detener prisioneros de manera indefinida sin cargos ni juicio, y que lo justifica como “detención ante una amenaza para la seguridad de la nación de Israel”, según ha confirmado la Federación Internacional de Derechos Humanos.

En abril, soldados de las Fuerzas de Ocupación Israelí (3), entraron de madrugada a casa de Layan, activista de 24 años y compañera de Jafra, y sin ningún miramiento, apuntaron con un arma a su madre mientras a ella le vendaban los ojos y le ataban las manos; un juez militar la condenó sin cargos a cuatro meses de detención administrativa, que luego se prorrogó hasta el día de hoy.

Pocos meses después y con el mismo modus operandi, en septiembre de 2024, Tahreer, también compañera de Jafra, fue detenida mientras dormía en casa con su marido y sus tres hijas. La detención de Tahreer formaba parte de una “macrooperación” por las Fuerzas Israelíes, en la que fueron detenidas otras 30 personas, entre ellas, las también activistas feministas Abla Saadat, Doaa al-Qadi, estudiante de la Universidad de Birzeit, y la periodista Qutaiba Hamdan.

Ahora, y después de todo esto, Jafra junto con cuatro compañeras más son las que tiran del carro de la organización a la espera de lo que ocurra con sus compañeras, o peor, aunque no improbable, a la espera de ser detenidas. Todas ellas, así como el resto de presas palestinas se encuentran en la cárcel de Damon, en el norte de Israel, en los bosques del Monte Carmelo, controlada por el Servicio de Instituciones Penitenciarias de Israel. Una ubicación que dificulta el acceso de las familias, incluso en las escasas ocasiones en que se les autoriza a realizar visitas. Además, cuando estas visitas son permitidas, los familiares deben someterse a exhaustivos registros corporales, en ocasiones incluso sin ropa, y a diversas humillaciones, tal como ha denunciado en reiteradas ocasiones Magdalena Mughrabi, exdirectora adjunta de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África.

Según ha reportado Naciones Unidas a principios de este 2024, mujeres y niñas palestinas detenidas están siendo sometidas a múltiples formas de agresión sexual, como tener que desnudarse y ser registradas por oficiales varones del ejército israelí. Según los informes, al menos dos detenidas palestinas fueron violadas, mientras que otras fueron amenazadas con violación y violencia sexual. Además, y según ha desgranado la Federación Internacional de Derechos Humanos, en las primeras horas de las detenciones, los soldados suelen colocar cinta adhesiva alrededor de la boca, lo que las dificulta poder respirar, permanecen atadas, son interrogadas, las desnudan, no les permiten tener acceso a un lavabo, no les dan agua y les hacen estar de rodillas durante horas en sucias celdas o en los patios de las prisiones donde tienen que soportar temperaturas extremas.

La entrada en prisión también supone la confiscación de todos sus bienes materiales: cepillo de dientes, jabón, ropas, libros, hiyab, mantas, etc. Durante su estancia en prisión las mujeres presas se enfrentan a acciones arbitrarias de tortura y abusos sexuales por parte de los carceleros como insultos en hebreo y árabe, golpes en las paredes, la exposición a gases tóxicos, registros en los que les quitan la ropa… e incluso les hacen escuchar el himno nacional y besar la bandera israelí mientras les hacen fotos.

Desde el 7 de octubre las autoridades penitenciarias han prohibido todas las visitas de las familias y se han restringido y/o eliminado las de los abogados y miembros de la Cruz Roja. A Layan y a Tahreer no les han permitido recibir ninguna visita ni ninguna llamada telefónica desde que entraron en prisión, el pasado mes de abril y septiembre respectivamente. La información sobre su estado les llega a sus familiares y amigas a través de otras reclusas que han sido liberadas.

Con el foco puesto en Gaza, las detenciones y asesinatos han aumentado considerablemente en Cisjordania. Si antes del 7 de octubre Israel tenía en sus cárceles 4500 personas presas ahora según datos de Addameer, asociación para la ayuda de las personas palestinas detenidas, la cifra se ha elevado a 10200.

En una entrevista ofrecida al Diario.es Baraa Odeh, que estuvo en prisión durante 92 días, la mayoría en la prisión de Damon, afirmaba: “Nos daban de comer tres veces al día, pero ni siquiera equivalía a una comida. Eran las calorías básicas para que nuestros cuerpos funcionaran. No nos permitían tomar ni sal ni azúcar, y la comida nunca estaba caliente. Lo único que nos calentaba el cuerpo era una taza de té, sin azúcar; la única cosa dulce que nos daban era una cucharadita de mermelada a cada una por la mañana, pero cuando el número de presas aumentó, teníamos que compartirla”.

Addameer lleva años denunciando como el régimen colonial israelí utiliza las leyes y órdenes militares, las personas presas y las campañas de detenciones masivas para mantener el control e imponer un castigo colectivo al conjunto de la sociedad. Una estrategia que permite a Israel continuar con su proyecto colonial de asentamientos y desposesión de tierras, desplazamientos forzados y expolio de recursos.

Un final agridulce

“Vivir en Palestina significa vivir en alerta. Controles aleatorios en medio de la calle, colonos que se despiertan queriendo tirar piedras a la población civil, arrestos arbitrarios, palizas y situaciones de intimidación constante”, explica Jafra. Por cuestiones políticas, pero también por necesidad, a Jafra no le queda otra opción, a pesar del miedo, que quedarse trabajando en Palestina y para la organización. Un miedo que experimenta cada día, y que experimentó en sus carnes, tres años atrás, el día que entraron a casa:

“Yo estaba en mi habitación y mi padre en otra. Teníamos las puertas cerradas. Pero se oía todo. Estaba aterrada de miedo. Mi habitación estaba llena de pósteres del Che Guevara y de Leila Khaled. Tiré el móvil por la ventana. Pero por suerte, aún no sé por qué, no abrieron las habitaciones y se fueron”.

Jafra, con un tono que combina resignación y frustración, cierra la entrevista con una mirada muy crítica sobre el papel de la comunidad internacional y las organizaciones que operan en Palestina. Según ella, estas organizaciones son solo “pintadas en la pared”. Además, siente un profundo rechazo hacia la imposición de valores occidentales: “Occidente ha intentado resolver sus conflictos aquí, en nuestras tierras, desde la homofobia hasta el machismo, y de esa manera los ha arraigado en nuestra realidad”, afirma.

La historia de Jafra se une a las de miles de mujeres palestinas que “llevan desde principios del siglo XX luchando codo con codo junto al resto de su pueblo contra la colonización” (Gijón, 2015). Las mujeres palestinas han sabido sobreponerse a las violencias del estado sionista de Israel y mantener su organización en las diferentes partes del territorio fragmentado de la Palestina y en la diáspora. Las feministas están en punto de mira por tener y fortalecer un discurso anticolonial y un activismo en favor de una sociedad justa. Refuerzan la capacidad de organización y movilización de las mujeres y luchan por el derecho del pueblo palestino a vivir en un país libre.

¡Layan está libre!

Llamaba contenta este pasado fin de semana, Jafra, a un compañero de SUDS, organización en favor de los derechos humanos, que conjuntamente con NOVACT y MUNDUBAT, la han acogido durante unos días en Barcelona.

Ahora, aunque el miedo a volver a Palestina persiste, también se le suma la ilusión por ver a su compañera y celebrar juntas su regreso.

Notas:

1) Nakba: (catástrofe en árabe) se refirere a los acontecinientos que transcuerrieron en 1947 y 1948 tras la apicación del Plan de Partición y la creación del Estado de Israel que suposo el asesinato de 13.000 personas, la destrucción de 400 pueblos y el desplazamiento forzoso de 700.000 personas.

2) Los colonos son judíos israelíes que viven en los territorios ocupados por Israel, principalmente asentamientos declarados ilegales por el derecho internacional construidas por el gobierno israelí. Muchos de ellos tienen motivaciones ideológicas y creen que tienen un derecho divino a vivir en ese territorio.

3) Fuerzas de Ocupación Israelíes es el nombre que los palestinos y palestinas dan a las Fuerzas de Defensa Israelíes.

Entrevista realizada gracias a la colaboración de SUDS, una organización en Barcelona dedicada a la defensa de los derechos humanos, que trabaja en red con la entidad de Jafra y la ha invitado a la ciudad para generar incidencia política desde Cataluña. Los nombres mencionados en este artículo han sido modificados para garantizar la seguridad de las personas citadas.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ocupacion-israeli/vivir-alerta-resistencia-palestina-frente-ocupacion-israeli