Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cualquier duda que haya existido sobre cómo decide sus políticas EE.UU. sobre el conflicto israelí-palestino debería desaparecer por la reacción casi instantánea del gobierno de Obama ante el anuncio de la reconciliación de Fatah y Hamás: está determinado a sincronizarse totalmente con el primer ministro Netanyahu.
Sin averiguar siquiera los detalles del acuerdo, la Casa Blanca, como informó el New York Times, «prácticamente lo descartó»:
La Casa Blanca, que ha estado discutiendo cómo reanimar mejor las conversaciones de paz antes de un discurso del primer ministro Benjamín Netanyahu ante el Congreso el próximo mes, prácticamente descartó la reconciliación propuesta, reiterando la antigua designación de Hamás como organización terrorista que nunca ha expresado su disposición a reconocer Israel, por no hablar de negociar con ese país.
«Como hemos dicho antes, EE.UU. apoya la reconciliación palestina basada en condiciones que promuevan la causa de la paz», dijo Tommy Vietor, portavoz del Consejo Nacional de Seguridad, en la única reacción pública del gobierno. «Hamás, sin embargo, es una organización terrorista que ataca a civiles».
Agregó que cualquier gobierno palestino tiene que aceptar ciertos principios enuncidos por los negociadores internacionales como el Cuarteto: las Naciones Unidas, la Unión Europea, EE.UU. y Rusia. Incluyen la renuncia a la violencia, el cumplimiento de acuerdos pasados con los israelíes y el reconocimiento del derecho de Israel a existir. Hamás nunca ha aceptado esas condiciones.
Luego se pronunció el Congreso: Gary Ackerman, el principal demócrata en el Subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes sobre Medio Oriente y el Sur de Asia, e incondicional de Netanyahu, opinó sobre el acuerdo:
«Cuestiona todo lo que hemos hecho», dijo el representante Gary L. Ackerman, demócrata de Nueva York, en una entrevista telefónica. Posteriormente publicó una declaración en la que dijo que EE.UU. se vería obligado por «la ley y la decencia» a cortar toda ayuda.
«No pienso que exista alguna voluntad por parte del gobierno o del Congreso de suministrar fondos a un gobierno dominado por una organización consagrada al terrorismo», dijo.
Sin detenerse, Ackerman dijo a continuación que el acuerdo «lo pagarán las vidas de israelíes inocentes». Ackerman, como la mayoría de sus colegas, parece que nunca ve a todos los palestinos inocentes que mueren a manos de los israelíes (muchos, muchos más que la cantidad de israelíes que matan los palestinos), como evidencian sus vítores a la guerra de Gaza. Tampoco le importó el hecho de no conocer los términos del acuerdo Fatah/Hamás.
Desde luego, la declaración de Ackerman es típica de la reacción en el Congreso. De hecho, uno de los motivos por los cuales los vástagos de AIPAC como Ackerman son los primeros que emiten comunicados de prensa sobre cualquier tema relacionado con Israel es que quieren marcar las pautas a sus colegas indicando cuál es la posición correcta (es decir, políticamente segura).
Pero la posición misma es totalmente errónea.
La posición correcta sería simplemente esperar y ver lo que dice el acuerdo entre Hamás y Fatah. Haaretz ya informa hoy de que, según los términos del acuerdo, el presidente Mahmud Abas conducirá las negociaciones de cualquier nuevo gobierno de unidad. (Como de costumbre, la visión israelí de los eventos de su propia región no es tan ruidosamente pro israelí como la que existe en Washington)
Considerando que incluso el primer ministro Netanyahu ha elogiado repetidamente a Abas por su compromiso con la paz, es posible que Hamás, siguiendo la iniciativa de Abas, cambie su posición en los próximos días.
Por desgracia, la reacción de EE.UU. al acuerdo de Hamás y Fatah hace que cualquier cambio sea menos probable.
De hecho, la exigencia del gobierno de que Hamás reconozca a Israel antes de cualquier negociación con Israel podría asegurar que no haya ninguno. Lo mismo podría suceder con la exigencia de EE.UU. de que acepte todos los acuerdos negociados previamente por la Autoridad Palestina.
Todos estos temas naturalmente se encararían en el contexto de las negociaciones. La exigencia de que Hamás los acepte de antemano -una posición imaginada por el gobierno israelí y luego impuesta a EE.UU. y a la Unión Europea- es un acto de sabotaje diplomático.
Solo hay una demanda que se debería hacer a Hamás, y es el cese de todos los actos de violencia. Hamás, en los hechos, ha cumplido ese compromiso durante varios períodos de alto el fuego con Israel. En cooperación con Fatah, probablemente volvería a hacerlo.
En todo caso, un alto el fuego es una demanda razonable que facilitaría las negociaciones. Pero la gente que presenta demandas en Jerusalén y en el Congreso parece que no tiene interés en las negociaciones. Su objetivo es satisfacer a Israel lo que, por supuesto, es una manera de satisfacer sus campañas electorales.
Es la tercera vez en los últimos meses que la combinación de Netanyahu y el lobby (incluidos, por supuesto, sus aliados en el Congreso) ha presionado con éxito al gobierno para que haga lo que se les antoje.
La primera fue cuando obligaron a EE.UU. a quedarse completamente solo en las Naciones Unidas al vetar una resolución de condena de los asentamientos israelíes (resolución que encarnaba la política del propio gobierno de Obama).
La segunda fue cuando el gobierno dijo que se opondría a cualquier declaración palestina de un Estado en las Naciones Unidas el próximo otoño.
Parece que el gobierno tiene poco interés en jugar el papel de «intermediario de buena fe», por lo menos hasta el día de las elecciones de de 2012. Y después vendrá la elección al Congreso de 2014. Y luego la elección presidencial en 2016. Y así suma y sigue.
Mientras tanto, como advirtió brillantemente el general David Petraeus el año pasado, la percepción de que Israel tiene en el bolsillo a EEUU «presenta desafíos evidentes a nuestra capacidad de promover nuestros intereses… La cólera árabe por el problema palestino limita la fuerza y la profundidad de las cooperaciones de EE.UU. con gobiernos y pueblos» en Medio Oriente.
Pero, vamos, solo estamos hablando del interés nacional. ¿Qué sabe un general de política?
MJ Rosenberg es asociado sénior de política exterior en Media Matters Action Network. Este artículo apareció primero en Foreign Policy Matters, parte de Media Matters Action Network. Contacto en twitter: @MJayRosenberg.
Fuente: http://english.aljazeera.net/
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