Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Queridos amigos,
Hace unos días terminé mi gestión como director de Zochrot y fui sucedido en el cargo por Norma Musih. Es importante para mí compartir mis sentimientos con ustedes en esta ocasión, ya que ustedes son la comunidad de Zochrot, la principal fuente de fortaleza de nuestras actividades futuras.
Empecé Zochrot hace más de nueve años, después de dirigir visitas al sitio conocido en Israel como «Parque Canadá.» El JNF (Fondo Nacional Judío), con la generosa ayuda de los sionistas de Canadá, plantó miles de árboles para crear un bosque que parecía como si estuviera en Europa, y al hacerlo taparon los restos de los poblados de Yalu, ‘Imwas y Beit Nuba. El JNF erigió muchas señales en el parque que describen las variadas historias del lugar, pero por alguna razón olvidó mencionar las vidas que los palestinos dejaron aquí durante cientos de años, hasta la guerra de 1967, en la cual Israel completó la conquista del país que había comenzado en 1948. Al final de una de aquellas visitas, tuve la idea de erigir en el parque las señales que faltaban. Por ejemplo, «cementerio Imwas» o «cementerio Yalu».
La idea de erigir señales en los lugares donde Israel demolió aldeas palestinas atrajo e interesó a gente, y las dos importantes publicaciones HaKibbutz y Haaretz dedicaron sendos editoriales a la propuesta, incluso antes de que realmente se hubiese hecho algo. Las respuestas de muchos de los lectores -la mayoría furiosas- me dejaron claro que era una actividad central y que ya era hora de realizarla.
Me alegró ver que no todas las respuestas eran airadas. Después de la aparición del artículo de Haaretz Sefi Bergerson, un fotógrafo, se puso en contacto conmigo. Quería fotografiar los restos de las aldeas palestinas demolidas en 1948. Equipados con una cámara y con la recopilación enciclopédica de Walid Khalidi, fuimos en busca de restos a los lugares de los que habíamos oído hablar, pero con los que realmente no estábamos familiarizados.
Durante ese viaje de un día hice mis primeras acciones simbólicas, levantando señales en hebreo junto a los restos de aldeas palestinas. Todavía recuerdo cómo tuve que sobreponerme físicamente para vencer la resistencia de mi cuerpo a hacer ese modesto gesto. Aquí están las fotografías, que no se han publicado hasta ahora:
Estábamos en Umm Khaled en Netanya, en Tantura, Ijzim y Jaba, no muy lejos de Fureidis. Nos encontramos con alguien que nos dijo que no muy lejos, cerca de la orilla, había restos de la aldea de Sarafand, y algunos refugiados del pueblo acababan de regresar para tratar de salvar lo que quedaba de la mezquita, porque el gobierno planeaba demolerla completamente.
Nos dirigimos hacia allí, encontramos una gran carpa erigida sobre el piso de cemento. Había tres palestinos en la tienda: un hombre mayor (por desgracia no sé su nombre) y otras dos personas que tendrían alrededor de 40 años. Se sorprendieron al vernos, y estaba claro que tenían miedo de que nosotros también estuviéramos conectados con los que habían demolido la mezquita hacía unos días y quedaba aún la amenaza de destruir pronto el suelo que aún pisaban. El anciano había nacido en Sarafand, y durante la Nakba encontró refugio en Fureidis. Plantó su hogar aquí, sobre el piso de cemento, para tratar de evitar con su cuerpo la destrucción total de la mezquita.
Nos presentamos y entablamos una interesante conversación durante la cual contaron por qué estaban allí. Les mostré el grueso volumen, All That Remains, y se sorprendieron porque no sabían nada de él. Abrimos por la página que describe Sarafand. Señalé una fotografía de la mezquita tomada hace varias décadas, cuando todavía estaba en pie. El anciano se cubrió el rostro con las manos y comenzó a llorar de tal manera que rompía el corazón. Cuando se recuperó escribimos el nombre de su pueblo en una hoja grande de papel y se puso a mi lado para que Sefi nos fotografiara.
Cuando volví a casa dije a mi pareja que si yo lograra llamar la atención de los judíos de Israel, aunque sólo fuera un poco, sobre el sufrimiento de ese hombre, estaría haciendo algo importante. Entendí, aunque quizás sólo instintivamente, que una de las claves más importantes para una futura reconciliación entre israelíes y palestinos reside en el reconocimiento por parte de los israelíes del sufrimiento de ese hombre.
Al mismo tiempo empecé a aprender más sobre la Nakba y busqué en Google el significado de la palabra en hebreo. Me gustaría tener impresos los decepcionantes resultados. Nakba en hebreo se refería sólo a las luces que se van extinguiendo (Nihba en hebreo), algo así como un eclipse.
Hoy la situación es completamente diferente. No solamente Zochrot erigió señales con los nombres de las localidades destruidas por Israel para establecerse como un Estado judío. Una verdadera ingeniería de búsqueda nos inundó con una gran cantidad de información de la Nakba en hebreo. «Hablando de la Nakba en hebreo» se convirtió en uno de los lemas más importantes de Zochrot, y el hebreo israelí se enriqueció con esa palabra árabe tan crucial.
Durante los últimos años fuimos pioneros del discurso sobre la Nakba y el regreso de los refugiados palestinos. Apoyando el derecho de retorno participamos en las conferencias promocionando la idea, pero descubrimos que casi nadie estaba considerando los aspectos prácticos del retorno de los refugiados palestinos. En una conferencia en Nazaret, en 2005, propuse que, para ganar apoyo entre los judíos de Israel para el derecho de retorno, deberíamos, paradójicamente, dejar de hablar del tema, e invertir nuestra energía en que la Nakba se reconociera como lo que es, y en la planificación práctica del retorno de los refugiados. En otras palabras, gastar menos esfuerzos en el «derecho» y más en el «retorno». Algunas de las respuestas que recibí me hicieron darme cuenta de que lo que lo que había propuesto era como llevar los ídolos al templo. Desde entonces, sin embargo, hemos hecho considerables progresos en la idea de cómo llevar a la práctica el retorno de los refugiados palestinos. Junto con otros compañeros de viaje -en particular BADIL, de Belén- hemos escrito y pensado en el retorno de los refugiados, pero la idea aún es nueva y el proyecto es un reto para todos los participantes potenciales, tanto israelíes como palestinos.
En los últimos debates de evaluación interna en Zochrot reconocimos la necesidad de ser más activos para llevar nuestro mensaje a la opinión pública judía israelí, hacer algo más que simplemente invitar al público a participar en nuestras actividades que generalmente sólo atraen a los que ya están interesados. El nuevo enfoque que espero desarrollar, está dirigido a israelíes que no están necesariamente familiarizados con nuestras actividades o que nos apoyan.
Continuaré trabajando y actuando en Zochrot. Mi sensación es que no hemos hecho más que comenzar la importante tarea que nos hemos propuesto y esto me da nuevas fuerzas para continuar.